Reporte: Poder absoluto del clero propicia los abusos

4:00 p.m. | 9 set 22 (RNS/AM).- Un reciente estudio analiza cómo la cultura del clericalismo contribuye a encubrir los abusos sexuales cometidos por los sacerdotes en la Iglesia católica. El reporte, “Comprender el clericalismo como un problema estructural y cultivar estrategias para el cambio”, revela una percepción entre el clero, religiosos y laicos de que, la represión de la sexualidad, las nocivas dinámicas de poder en el entorno católico y la visión obsoleta del género entre los líderes de la Iglesia, fomentan una cultura en la que es difícil denunciar los abusos.

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El informe, “Beyond Bad Apples (Más allá de las manzanas podridas). Comprender el clericalismo como un problema estructural y cultivar estrategias para el cambio”, examina las causas sistémicas que subyacen al escándalo de los abusos sexuales por parte del clero en las últimas décadas. Esta nueva investigación basada en entrevistas con unos 300 sacerdotes, monjas y laicos católicos concluye que el clero no está preparado adecuadamente para ejercer el poder que tiene y necesita más educación en cuestiones de sexualidad y género. Pero sobre todo, explora los vínculos entre el clericalismo y los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes.

Los autores del estudio, Julie Hanlon Rubio y Paul J. Schutz, ambos profesores de la Universidad de Santa Clara, una institución jesuita de California, pretendían en un principio encuestar a 600 personas, seleccionadas proporcionalmente entre laicos, religiosos y sacerdotes, pero fueron rechazados por cinco de las seis diócesis y seminarios diocesanos a los que se dirigieron. Los autores admiten que eso “probablemente significa que nuestros encuestados están sesgados hacia el consenso con nuestra teoría del clericalismo” y que “nuestros datos se inclinan en esa dirección”.

El informe fue financiado por una subvención de la Universidad de Fordham como parte de una iniciativa denominada “Asumiendo la responsabilidad: Las instituciones educativas jesuitas afrontan las causas y el legado de los abusos sexuales“, y plantea que todos los católicos tienen un papel que desempeñar en el cambio de la cultura de la Iglesia para prevenir los abusos sexuales del clero y su encubrimiento.

Casi la mitad (48,4%) de los 300 que participaron eran católicos laicos, el 22% eran religiosas, el 16% eran sacerdotes (dos tercios formados en instituciones jesuitas) y el 6% eran hombres en formación para el sacerdocio. Rubio y Schutz querían dejar de preguntar: “¿Es un buen sacerdote o un mal sacerdote?” y en su lugar cuestionar: “¿Cuáles son las razones subyacentes para que este sacerdote actúe de esta manera?”.

Universo de la investigación

Schutz dijo a Religion News Service que su objetivo era entender cómo “el clericalismo estructural opera en la Iglesia”, comparando el clericalismo con la forma en que el racismo estructural moldea la vida de las personas de color. “Para mucha gente, el concepto de clericalismo es familiar, es algo de lo que han oído hablar y, sin embargo, no tenemos una comprensión colectiva del mismo”. explicó el Dr. Rubio en America Magazine. “En realidad creemos que la comprensión de la mayoría de la gente es que es bastante individual”. Rubio agregó: “Cuando se culpa a las ‘manzanas podridas’, todos los demás son en cierto modo inocentes, siempre que nos ocupemos de las manzanas podridas. Pero cuando se dice que hay un problema con la estructura, ese es un problema mucho mayor, y todos estamos implicados”.

Los autores afirman que sus datos demuestran que el sexo, el género y el poder son componentes del clericalismo estructural, que a su vez mantiene a los sacerdotes por encima y separados del resto de la Iglesia y potencialmente posibilita los abusos.


¿Qué dicen las cifras de la investigación?

Según el informe, casi la mitad (49%) de los sacerdotes encuestados y el 73% de los que están en formación dijeron que se les había enseñado que la represión o la sublimación eran estrategias para afrontar su sexualidad (cómo se vive como persona sexual). Esta cifra aumenta al 83% entre los sacerdotes sin formación jesuita. El documento también señala que el 70% de los que están en formación y el 51% de los sacerdotes dicen que es difícil hablar de su sexualidad. Más del 75% de todos los encuestados dijeron que la Iglesia sería una institución más sana si los sacerdotes hablaran abiertamente de su propia sexualidad.

La mitad de los sacerdotes y de aquellos en formación dijeron que su programa de enseñanza les dio las herramientas necesarias para vivir una vida célibe sin negar su sexualidad. De ese 50%, todos eran educados por los jesuitas; ninguno era sacerdote diocesano o estudiante en seminarios diocesanos.

Una gran mayoría de los entrevistados rechazó “las correlaciones simples entre la homosexualidad o el celibato y (los abusos sexuales perpetrados por el clero)”. Según el reporte, sólo 11 mencionaron la homosexualidad y sólo cuatro el celibato como factor de los abusos sexuales perpetrados por el clero. Entre los participantes en la encuesta, el 40% de los sacerdotes y hombres en formación para el sacerdocio se identificaron como homosexuales o bisexuales, según el informe. Oficialmente, el sacerdocio está limitado a hombres heterosexuales. “La concentración de hombres homosexuales en el sacerdocio no puede pasarse por alto porque la mayoría de los sacerdotes no pueden ser abiertos sobre su orientación sexual, y algunos pueden buscar consciente o inconscientemente el sacerdocio como una forma de evitar o reprimir su sexualidad, lo que hace que el celibato saludable sea extraordinariamente difícil”, decía el informe.

En cuanto al género, menos de la mitad (48%) de los participantes en el estudio mencionaron el patriarcado como un factor importante en los abusos sexuales del clero. “Muy pocos” participantes hablaron del papel del género cuando se les preguntó por la relación entre el género, la sexualidad y los abusos sexuales en la Iglesia, según el informe. Poco más del 50% de los encuestados con educación jesuita y alrededor del 40% de los encuestados sin educación jesuita dijeron que los hombres y las mujeres participaban por igual en sus clases académicas y que se les mostraba el mismo respeto. Alrededor de dos tercios de los colegios jesuitas y algo menos del 50% de los colegios no jesuitas afirmaron que se respetaba por igual a las profesoras. Menos del 30% dijo que había encontrado estudios de género o sexualidad en un entorno académico.

El clericalismo se identificó como un problema latente en el informe. Los participantes clérigos, laicos y religiosos hablaron de “varias expresiones de gestión autoritaria, todas ellas relacionadas con un ejercicio excesivo del poder posicional”. Otros describieron numerosos estilos de gestión “desorganizados”, y una encuestada laica describió el estilo de gestión de su sacerdote como “negligencia benigna que tiende al caos y la toxicidad”. Los laicos y los religiosos ven a sus sacerdotes de forma diferente a como se ven a sí mismos los sacerdotes del informe. Cuando se les preguntó si aceptaban las críticas constructivas sobre la predicación, el 80% de los sacerdotes y el 87% de los diáconos dijeron que sí. Sin embargo, sólo el 9% de los laicos y las monjas del informe estaban de acuerdo en que el clero es receptivo a las críticas, mientras que el 52% estaba en desacuerdo.


¿Qué recomendaciones plantea?

Rubio y Schutz esperan que el informe “contribuya a un futuro más saludable para nuestra Iglesia”, escribieron. Adoptan lo que llaman una postura de “anticlericalismo”, no de antisacerdocio. “Por analogía con el antirracismo, el anticlericalismo es una postura moral que puede adoptar cualquier persona con conciencia crítica de un problema estructural”, dice su informe.

Entre sus recomendaciones, los autores afirman que la Iglesia debería ofrecer espacios para debatir abiertamente sobre sexo y sexualidad. Incluir a las mujeres en las aulas y facultades de los seminarios, así como el estudio de las perspectivas feministas sobre la fe católica, puede ser también “necesario para irrumpir en los entornos de dominio masculino y la perpetuación del poder masculino”. Los laicos y los religiosos también deberían poder aportar su experiencia a la vida de la Iglesia. “Nivelar el campo de juego en la vida eclesial”, dice el informe, “es una parte de la construcción de ambientes más seguros donde los abusos sexuales serán menos probables”.

Algunos investigadores católicos han argumentado durante años que una cultura de clericalismo perpetuó el abuso. Más recientemente, los líderes de la Iglesia, desde el papa Francisco hasta los párrocos diocesanos, han coincidido públicamente con ese sentimiento. En 2018, el Papa dijo que el clericalismo había permitido que el abuso y su encubrimiento florecieran en la Iglesia.

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Fuentes

Religion News Service / America Magazine / Santa Clara University / Gráfica y foto: Estudio “Beyond Bad Apples”

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