La pareja y el desafío del tiempo

7:00 p.m. | 10 mar 22 (LCC).- Entre las cuestiones que se abordan en la exhortación Amoris laetitia, un artículo de La Civiltà Cattolica reflexiona sobre un aspecto en particular: ¿qué puede promover, desde un punto de vista psicológico, la estabilidad y la durabilidad de una pareja en el tiempo? ¿Es el amor sólo una cuestión de azar, base de la magia y al mismo tiempo de las más amargas decepciones de la existencia, como señala la literatura de todas las épocas? La exhortación subraya la importancia de postergar el deseo en el tiempo, en función de un proyecto más amplio, en el que, además de la pasión, hay otros aspectos menos llamativos que pueden hacer que la relación sea más satisfactoria y estable.

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La literatura, cuando trata el tema del amor, insiste casi siempre en su comienzo, el enamoramiento, hasta la laboriosa conquista de la amada, pero nunca nos cuenta qué es lo que hace que el amor perdure. La muerte de los amantes, o el clásico final “y vivieron felices para siempre”, son básicamente estratagemas para evitar tratar el problema más importante en la vida de una pareja: la vida cotidiana, que puede desgastar hasta el amor más apasionado. Hay quien ha imaginado qué habría pasado si los dos amantes de la tragedia de Shakespeare se hubieran casado, y hubieran tenido que lidiar con su suegra, con los calcetines por zurcir, con la fatiga del trabajo, con los caprichos de sus hijos… Su historia habría perdido, sin duda, el aura romántica y trágica que la ha hecho inmortal.

La lección que se desprende de estas narraciones es que cuando se superan todos los impedimentos y todo se hace posible, la pasión parece debilitarse hasta el punto de extinguirse. La exhortación apostólica subraya más bien la importancia de postergar el deseo en el tiempo: “El amor necesita tiempo disponible y gratuito, que coloque otras cosas en un segundo lugar. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación. A veces, el problema es el ritmo frenético de la sociedad, o los tiempos que imponen los compromisos laborales. Otras veces, el problema es que el tiempo que se pasa juntos no tiene calidad. Sólo compartimos un espacio físico pero sin prestarnos atención el uno al otro”.

Querer complacerlo todo debilita inmediatamente la relación, porque se centra en aspectos intensos pero efímeros (atracción física, pasión), descuidando otros aspectos igualmente decisivos. Sin embargo, para ser explorados adecuadamente, estos aspectos requieren un contexto de libertad y gratuidad que la intimidad precoz acaba minando. Incluso la decisión de vivir juntos, rechazando el matrimonio o posponiéndolo indefinidamente, hace más frágil el vínculo de la pareja: la regla implícita es que cada uno puede marcharse cuando quiera, combinada con el miedo a que esto ocurra muy pronto. Este miedo acaba convirtiéndose en una profecía autocumplida.

De ahí el reto que plantea la exhortación, un reto difícil pero indispensable para la salud y la vida de la familia, que se enfrenta a muchas propuestas ilusorias pero también sumamente atractivas: poner de relieve lo que permite que la pareja perdure en el tiempo, permitiendo que el amor atraviese las múltiples y variadas etapas de la vida.

La pareja como sistema

Un aspecto fundamental destacado por la reflexión psicológica, y en gran medida ignorado, es pensar en la familia como un sistema en el que todos los miembros colaboran en la conformación de sus características, de forma activa o pasiva, influyéndose mutuamente. Considerar la dinámica de una pareja como parte de un sistema significa entender que la familia no es una aglomeración de individuos, sino un conjunto estructurado: hay más en la interacción, sin la cual no se entendería el comportamiento de los individuos. Una primera consecuencia del enfoque sistémico es que se produce una causalidad circular en la relación. Cada uno de los miembros influye en los demás. La existencia de un elemento en el sistema se debe a la existencia del otro elemento. Esto implica superar el enfoque causa/efecto, expresado por las clásicas preguntas: “¿Quién empezó? ¿De quién es la culpa?”. Quién empezó primero no importa: en el contexto sistémico A es A porque B es B. Cada uno aporta a su manera, colabora en el resultado final, con palabras, con gestos o con el silencio.

Al respecto, la exhortación aporta lo siguiente: “En cada nueva etapa de la vida matrimonial hay que sentarse a volver a negociar los acuerdos, de manera que no haya ganadores y perdedores sino que los dos ganen. En el hogar las decisiones no se toman unilateralmente, y los dos comparten la responsabilidad por la familia, pero cada hogar es único y cada síntesis matrimonial es diferente” (AL 220).

¿Qué ayuda a la estabilidad de la pareja?

El Papa señala una tendencia muy extendida en las parejas que puede tener graves consecuencias para la futura vida conyugal: “Lamentablemente, muchos llegan a las nupcias sin conocerse. Sólo se han distraído juntos, han hecho experiencias juntos, pero no han enfrentado el desafío de mostrarse a sí mismos y de aprender quién es en realidad el otro” (AL 210). Con el paso del tiempo, los elementos más atractivos de la primera fase de la vida de la pareja (aspecto físico, atractivo, placer, entendimiento sexual) tienden a decaer y requieren la presencia de otros parámetros: valores, conocimiento y comprensión de la otra persona, religiosidad, educación de los hijos, necesidades económicas. A estos aspectos no se les presta la debida atención en las etapas iniciales, y siguen siendo marginales incluso cuando se toma la decisión de casarse. Si al principio todo era fácil y espontáneo, más tarde puede ser el resultado de decisiones y del compromiso.

Nos limitaremos a comentar la habilidad más importante para mantener una pareja sana en el tiempo: la escucha como expresión de la comunicación íntima. Se trata de una habilidad tan fundamental como exigente y poco frecuente en la educación: las escuelas enseñan a leer y escribir, a hablar en público, pero casi nunca a escuchar. Y, sin embargo, es indispensable para la calidad de las relaciones: una escucha atenta y empática, capaz de acoger, puede dar grandes resultados en cuanto a conocer y ayudar a los demás, compartiendo sus momentos más significativos. Escuchar es difícil, porque requiere una fuerte motivación, en particular la voluntad de perder tiempo por la otra persona: “Cuando el éxito en el trabajo con el cónyuge se convierta en una necesidad tan categórica como el éxito en la carrera, ya no se preguntará: ¿cómo encontrar el tiempo? Se sabrá cómo hacerlo. Esto es algo que las parejas felices entienden perfectamente”.

El papel de las dificultades en las etapas posteriores de la vida en pareja

Naturalmente, se trata de elementos circulares: cuanto más satisfactoria sea la relación y más se base en el conocimiento efectivo del otro, más fácil será encontrar oportunidades para conocer y apreciar la diversidad de puntos de vista. Si es así, las dificultades no serán un motivo de división, sino un desafío. Los conflictos forman parte de la vida, y por lo tanto también de la vida en pareja. Pero pueden vivirse y afrontarse de forma diferente según cómo se interpreten, sobre todo si hay un deseo mutuo de acercarse, enviando el mensaje de que la relación es más importante que el problema.

Uno de los retos más delicados en este sentido es la capacidad de notar la posible diferencia de evaluación de las acciones del otro. Cuando cometemos un error, tendemos a justificarlo con diversas razones, en su mayoría involuntarias. En cambio, cuando sufrimos el error del otro, ocurre lo contrario: se tiende a ver como un acto grave, realizado intencionadamente por la otra persona. Ver al otro en términos negativos, y a uno mismo en positivo, puede tener consecuencias destructivas para la pareja. A esto hay que añadir la diferencia de evaluación entre la psicología masculina (detalles y prácticos) y la femenina (global).

Esta diferencia también tiene consecuencias considerables en términos de comunicación. Los hombres suelen hablar de un problema a la vez, las mujeres del problema en su conjunto. La capacidad de hacer una pausa y encontrar tiempo juntos para reinterpretar la trayectoria vital común es fundamental ante las dificultades. Y el fruto más hermoso que puede surgir de esta comprensión mutua es la capacidad de perdonar. La cercanía emocional ayuda a perdonar. El perdón, aunque inicialmente sea difícil en el contexto conyugal, es indudablemente útil para la vida en pareja y refuerza el vínculo.

El papel de los valores

Las habilidades decisivas para la relación a largo plazo pueden incluirse en la categoría más general del compromiso. Cuanto mayor sea el nivel de compromiso y satisfacción alcanzado, mayor será la consistencia de la pareja en el tiempo. Introducir el compromiso en la relación conyugal significa considerar el amor en términos de afecto y no de emoción, intensa pero efímera: el afecto puede expresar lo mejor de sí mismo cuando se une al conocimiento, la voluntad y los valores que lo inspiran. Un amor integrado que no se limita a una pasión pasajera o a un mero acto de voluntad: es la expresión más bella y estable de la unión entre valoración, afecto y decisión, hasta la entrega. La capacidad de integrar la dimensión afectiva y valorativa es fundamental para las elecciones de vida, para la fidelidad a las mismas y para la capacidad de implicarse profundamente, de amar y permanecer enamorado, afrontando lo que pueda hacer imprevisible, frustrante, conflictiva y agotadora la elección realizada.

ENLACE. Este texto es un extracto de este artículo publicado en La Civiltà Cattolica

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La Civiltà Cattolica

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