El Papa descentraliza las traducciones litúrgicas
2:00 p m| 20 set 17 (AGENCIAS/BV).- Francisco modificó la normativa canónica sobre la traducción a las lenguas locales de los libros litúrgicos con el Motu proprio Magnum Principium, publicado el 9 de setiembre y que entrará en vigor a partir del próximo primero de octubre. El edicto limita el papel del Vaticano al final del proceso, cuando las conferencias presenten una traducción para su aprobación.
La congregación para el Culto Divino ya no tendrá que revisar y presentar una larga lista de enmiendas al texto, sino que tendrá que decir simplemente “sí” o “no”. Dado que, en la mayoría de los casos, Roma no querrá retrasar una traducción entera, muchos observadores creen que, decidan lo que decidan los obispos al final, eso será lo que admita el Vaticano.
—————————————————————————
Mientras el Papa afrontaba en Colombia uno de los viajes más delicados de su Pontificado, en Roma se publicaba el motu proprio Magnum Principium por el cual se concede a las conferencia episcopales un mayor control sobre los textos litúrgicos. Y es que en el momento de elaboración del actual Código, las Conferencias Episcopales no tenían ninguna competencia jurídica definida.
Según esta nueva norma que entrará en vigor el 1 de octubre, la Santa Sede tiene la misión de “revisar las adaptaciones aprobadas bajo la ley de la Conferencia Episcopal, así como de asegurar que las normas litúrgicas se mantengan fielmente en todas partes”. El nuevo canon reconoce así el papel que venías realizando las Conferencias Episcopales con un mayor desarrollo y coordinación.
Esta formulación supone un cambio significativo con respecto a lo que recogía hasta ahora el Canon 838 al afirmar que “la ordenación de la sagrada liturgia depende exclusivamente de la autoridad de la Iglesia, que reside en la Sede Apostólica y, según las normas del derecho, en el Obispo diocesano”. A renglón seguido apuntaba además que “compete a la Sede Apostólica ordenar la sagrada liturgia de la Iglesia universal, editar los libros litúrgicos, revisar sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar para que las normas litúrgicas se cumplan fielmente en todas partes”.
En la nueva formulación del canon, explica en una nota Mons. Arthur Roche -Arzobispo secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos-, se establece una distinción más adecuada “en cuanto al papel de la Sede Apostólica, entre el ámbito propio de la recognitio y el de la confirmatio, en el respeto de lo que compete a las Conferencias Episcopales, teniendo en cuenta su responsabilidad pastoral y doctrinal, como también sus límites de acción”.
La recognitio “implica el proceso de reconocimiento por parte de la Sede Apostólica de las legítimas adaptaciones litúrgicas, incluidas las adaptaciones ‘más profundas’, que las Conferencias Episcopales puedan establecer y aprobar para sus territorios, en los límites permitidos. En este terreno de encuentro entre la liturgia y la cultura, la Sede Apostólica está llamada, pues, a reconocer, es decir a revisar y evaluar tales adecuaciones, en razón de la salvaguardia de la unidad sustancial del rito romano”.
La confirmatio, en cambio, tiene que ver con “las traducciones de los textos litúrgicos que, con base en la Sacrosanctum concilium (n. 36, párrafo 4), compete a las Conferencias Episcopales preparar y aprobar; el § 3 del canon 838 precisa que las versiones deben ser llevadas a cabo fideliter según los textos originales, retomando así la preocupación principal de la instrucción Liturgiam autenticam“.
ENLACE: Leer aquí el motu proprio Magnum Principium (completo)
El Motu proprio, citando el derecho y el deber de la traducción encomendado a las Conferencias Episcopales, “recuerda también que las mismas Conferencias deben establecer que, salvaguardada la índole de cada una de las lenguas, se dé plena y fielmente el sentido del texto original”.
La confirmatio de la Sede Apostólica, explicó el arzobispo, no se configura por lo tanto como una intervención alternativa de traducción, sino como un acto para autorizar con el cual el Dicasterio competente ratifica la aprobación de los obispos. “Suponiendo, obviamente, una positiva evaluación de la fidelidad y de la congruencia de los textos producidos con respecto a la edición típica sobre la que se funda la unidad del rito, y teniendo en cuenta principalmente los textos de mayor importancia, en particular las fórmulas sacramentales, las oraciones eucarísticas, las oraciones de ordenación, el rito de la misa, y así sucesivamente”.
Aplicar el Vaticano II
Esta nueva reforma del Papa va en la línea de descentralización que ha marcado el pontificado de Bergoglio desde sus inicios, reservando para el Vaticano la potestad de autorizar los textos traducidos y aprobados por las Conferencias Episcopales. Así se recoge en el nuevo documento en el que se subraya que estos cambios buscan aplicar el Concilio Vaticano II para facilitar la comprensión por parte del pueblo fiel de las celebraciones.
Eso sí, el motu proprio sí insta a los Episcopados a elaborar “fielmente” los libros litúrgicos en la lengua local, sabedores de que solo pueden ser publicados “después de la confirmación de la Santa Sede”, toda vez que se mantenga “la unidad sustancial del rito romano”.
Según explica el arzobispo secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Arthur Roche, los Episcopados y Roma están llamados “a trabajar en un espíritu de diálogo en la traducción” con un único fin: “el servicio al pueblo de Dios”.
La clave del Vaticano II (vaticanista John Allen Jr.)
Sin detenernos en los puntos legales más finos, en resumen lo que significan los cambios es que, de ahora en adelante, un mayor control del proceso de traducción de los textos para el culto a las lenguas vernáculas se transfiere a las conferencias episcopales, en contraposición al Vaticano, en concreto, en contraposición a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
En el apogeo de lo que los católicos anglófonos llamaron las “guerras de liturgia” en los 90 y los 2000, la marea iba en la dirección contraria. Roma consiguió forzar una reforma de la Comisión Internacional del Inglés en la Liturgia (ICEL), un grupo mixto que hace la mayor parte del trabajo de las conferencias episcopales en inglés, incorporando nuevo personal, más del gusto de la Congregación del Culto Divino.
La congregación también creó grupos asesores en diferentes lenguas, siendo el primero la Comisión para el Inglés Vox Clara en 2001, y de hecho tomó el control de la traducción final.
El resultado real en inglés fue una nueva traducción de la misa, que, en puntos clave, rompía con el principio post-Vaticano II de “equivalencia dinámica”, es decir, las traducciones que adaptaban de los textos originales en latín de una manera que los traductores pensaban que respondían mejor a las necesidades de los creyentes contemporáneos, a favor de una traducción más leal al latín, que Roma sentía que podía salvaguardar mejor los tesoros doctrinales de la Misa y preservar la unidad del culto católico.
¿Cambia algo?
Seamos claros: a corto plazo, esta decisión no significa mucho. Cuando los católicos vayan a misa hoy, la liturgia será exactamente la misma que el pasado domingo. No obstante, a largo plazo, puede tener implicaciones significativas para la imagen y la solidez del culto católico.
Es bien sabido que el papa Francisco, aunque se toma la misa y otros sacramentos de su Iglesia muy seriamente, no está preocupadísimo por los detalles de los debates litúrgicos. No es el papa emérito Benedicto XVI, para quien la liturgia es su gran pasión personal.
En resumen, uno sospecha que el paso dado el sábado no era fundamentalmente sobre el contenido, sino que era sobre el proceso, y lo que las tripas del Papa le dicen que ha ido mal en el período post-Vaticano II.
Cupich sostiene que la reforma litúrgica “reconecta a la Iglesia con el Vaticano II”
“Un paso muy bienvenido y muy necesario del Santo Padre”, y “una aclaración de lo pretendía el Vaticano II”. El cardenal Blase Cupich ha acogido en estos términos el motu proprio del Papa Francisco, Magnum Principium, por el que la Santa Sede ya no revisará sino simplemente confirmará las traducciones litúrgicas desarrolladas por las conferencias episcopales.
“El Papa Francisco está dando en este documento una interpretación autoritativa del Concilio en relación a las responsabilidades de los obispos por la vida litúrgica de la Iglesia”, ha declarado Cupich, el arzobispo de Chicago, al portal America. “Sin embargo, y lo que es aún más significativo, creo que este paso está conforme con el proyecto del Papa Francisco, que el cardenal Wuerl [el arzobispo de Washington] una vez describió como uno que volvía a conectar a la Iglesia con el Vaticano II”.
Opiniones las de Cupich y Wuerl que ciertamente encajan con lo dicho por Francisco hace un par de semanas, cuando afirmó “con certeza y autoridad magistral que la reforma litúrgica es irreversible”.
En particular, Cupich considera que el Magnum Principium conseguirá acoplar de nuevo a la Iglesia a la energía de principios de tanta trascendencia -elaborados por primera vez en el último Concilio de la Iglesia- como son la “participación plena y activa” de los laicos en la liturgia o la potencialización de las Iglesias locales.
Más allá de eso incluso, el arzobispo de Chicago cree que el motu propio “manda una señal en términos de la metodología que se usará al implementar otras reformas que está considerando el Consejo de Cardenales”, el conocido como C-9.
“Debemos esperar que todas estas reformas asimismo se enmarcarán como interpretaciones autoritativas del Vaticano II, de este modo enraizándolas en la tradición y dotándolas de permanencia”, ha dicho el purpurado norteamericano, refiriéndose a proyectos tales como la devolución de la responsabilidad por algunos aspectos de la vida de los diáconos permanentes de la Congregación para el Clero a las conferencias episcopales nacionales.
Fuentes:
Vatican Insider / Vida Nueva / Religión Digital