Arzobispo de París pide curar la causa y no solo los síntomas del terrorismo

1:00 p m| 26 jul 17 (VI/BV).- “Es probable que por el camino de las armas se derrote al Daesh. Pero cuando acabe, ¡no habrá acabado!”. Son palabras del cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, que rompió un silencio de casi cinco meses -debido a una enfermedad neurológica- con una entrevista concedida a AFP. Abordó el tema del terrorismo que afecta a su país y cuestiones como la migración, la defensa de la vida y las elecciones presidenciales en las que ganó Emmanuel Macron.

También se refirió a su enfermedad y a los desafíos que deberá afrontar su sucesor (a su próximo retiro) y los fieles en general, de cara a los próximos años: “el desafío de los cristianos es saber si serán capaces de transmitir a la próxima generación sus convicciones sobre la importancia de la existencia, la relatividad de lo económico sobre lo espiritual o lo cultural, el valor del compromiso y el de la solidaridad”.

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“Es probable que por el camino de las armas se derrote al Daesh. Pero cuando acabe, ¡no habrá acabado!”, afirmó Vingt-Trois, que cumplirá 75 años en noviembre, durante la entrevista a la AFP después de meses de silencio mediático. “Sería ceder a la ilusión de algunas corrientes políticas de que el terrorismo llega aquí desde afuera a través de los inmigrantes. La mayor parte de los terroristas salen de nuestras sociedades, a menudo demasiado vacías de sentido. Hay que desarrollas medidas coercitivas, pero cuando se curan los síntomas no se ha curado la enfermedad. ¿Nuestra sociedad puede suscitar solo el rechazo o el fanatismo terrorista o también una competición positiva?”.

El purpurado, afectado desde hace meses por el síndome degenerativo Guillain-Barré, habló sobre su enfermedad: “Comparto modestamente la condición de los enfermos, experimento la dependencia. He verificado que mi identidad no se reduce a las actividades que podía hacer. Es una lección de vida, porque muchas personas tienden a juzgar el valor de los demás solo con lo que hacen, con la imagen que dan de sí al exterior, y no con la propia existencia”.

En relación con las recientes elecciones presidenciales y con la cuestión de la posición de los obispos durante la campaña electoral, que concluyó con la derrota de Marine Le Pen y con la elección de Emmanuel Macron, Vingt-Trois afirmó que “mucho del tiempo mediático está dedicado a la oposición entre personajes públicos, muy poco al contenido”, y esto “no es bueno para la democracia”: “No me acuerdo de un debate electoral en el que la Iglesia haya dicho: ‘Hay que votar por este o por aquel’. En el fondo, algunos quieren una palabra que se pueda usar como combustible para una polémica”.

Sobre temas como la procreación médicamente asistida o la maternidad subrogada, “¿qué es lo que hace que los franceses vivan juntos, que sean una nación, una sociedad organizada alrededor de un corpus común?”, se preguntó el purpurado: “Cada vez que se toman decisiones que desmiembran este corpus, se empobrecen las posibilidades para que los jóvenes puedan identificarse con lo que es común. Dar la impresión de que se pueden fabricar niños según los propios deseos y que se les puede ver crecer desde lejos no es dar una imagen muy fuerte de la transmisión intergeneracional. Si no tenemos un mínimo de ideas y de consenso sobre lo que es bueno para el hombre, ningún voto puede definirlo”.

“Lo que define claramente la identidad cristiana no es la adjesión a valores, sino poner en práctica convicciones. No es difícil pronunciar discursos candentes, lo que es más complicado es arremangarse las mangas y hacer algo que no forzosamente tiene que ser espectacular. Algunas parroquias y asociaciones en los barrios septentrionales de París, que no tienen recursos ilimitados, están comprometidas en el acompañamiento y en la integración de los migrantes. Pero (cuestión más radical), ¿se quiere evitar acoger a estos marginados? Esta cuestión parece tener una respuesta evidente, pero que no es compartida por la sociedad. Se necesita un objetivo lo suficientemente estructurante para convencer de que acoger a los pobres costará algo a cada uno”.

En cuanto a los desafíos que su sucesor en París tendrá que afrontar, “la Iglesia de París es vivaz y tiene la capacidad de desarrollarse”, afirmó. “La Iglesia está en un periodo de cesura entre la herencia de una sociedad post-cristiana y el nacimiento de una sociedad de los ídolos, una sociedad del dinero. El desafío de los cristianos es saber si serán capaces de transmitir a la próxima generación sus convicciones sobre la importancia de la existencia, la relatividad de lo económico sobre lo espiritual o lo cultural, el valor del compromiso y de la solidaridad”.


Fuente:

Vatican Insider

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