Elección de obispos: ¿Si preguntamos siempre a laicos y religiosos?

9:00 p m| 26 jul 17 (VN/BV).- Hoy hay 5100 prelados en el mundo. Todos elegidos de unas ternas enviadas a Roma en las que solo suelen participar obispos. El Consejo de Cardenales (C-9), que asesora a Francisco, estudia cómo hacer este proceso más representativo con la participación de laicos y religiosos. ¿Cómo recibe la Iglesia esta propuesta? Reproducimos partes de un especial de la revista Vida Nueva, que recoge comentarios de laicos, religiosos y prelados sobre esta nueva reforma que parece asomarse.

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Elegir a los futuros obispos puede que ya no sea solo trabajo de monseñores. La maquinaria vaticana trabaja para que los pastores también puedan ser elegidos por su rebaño. O, al menos, que tengan algo que decir en las conocidas ternas episcopales que manejan los nuncios y que hacen llegar a Roma para orientar al Papa. Hoy, los nuncios están autorizados a preguntar “al pueblo de Dios”, pero no están obligados.

Así, la mayoría de nombramientos –hay 5.100 obispos en el mundo– vienen determinados por las voces de unos pocos. Por eso, el Consejo de Cardenales –conocido como C-9–, reunido del 12 al 14 de junio en su vigésimo encuentro, estudia la posibilidad de que esta orientación sea obligatoria.

El cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay y miembro del C-9, ha advertido de que con el modelo actual “se puede, sin darnos cuenta, caer en el error de pedir opinión a personas que piensan igual”. ¿Por qué no consultar al ecónomo?, como pone de ejemplo. Y es que hacer la elección más universal “sería más objetivo”. Y es que “el obispo es una figura central y la elección de un buen prelado es muy importante para todas las Iglesias; si se elige a la persona equivocada, la vida pastoral de la diócesis puede sufrir durante años”.

La presidenta del Foro de Laicos de España, Dolores García Pi, indica que esta medida obedece a una de las exigencias marcadas por Francisco en estos primeros cuatro años de pontificado: caminar juntos. “Este camino de sinodalidad se expresa a muchos niveles y no es cuestión solo de estructuras, sino de un estilo que ya está implicando, en primer lugar, un aumento de la escucha, de la apertura”, sostiene. Y añade: “Entiendo que esta medida se enmarca en este camino. Creo que a nosotros, laicos, nos requiere un crecimiento en la corresponsabilidad dentro de la Iglesia, aportando aquello que es característico y específico nuestro”. Además, hace hincapié en que “aunque ya se consulta a religiosos y laicos, puedo intuir que la proporción todavía no es muy grande”.

Desde el lado de los religiosos, la secretaria general saliente de la Conferencia Española de Religiosos, Julia García Monge, puntualiza que “es muy importante que se vayan dando pasos para que la voz de todos los bautizados sea escuchada en la Iglesia”, ya que “la elección de obispos es un tema que nos afecta a todos y, cada uno, desde su propia identidad, debe aportar lo que contribuya al bien de la comunidad eclesial”. La religiosa recuerda también que hasta el momento, la consulta es opcional, por ello “bienvenida sea una consulta más amplia que no sea solo una opción”.

Espíritu de comunión

Por su parte, el obispo español, Demetrio Fernández, subraya que, “aunque normalmente los trámites para el nombramiento de nuevos pastores se lleva bajo secreto pontificio”, sí que conoce casos “en los que se ha pedido la opinión de seglares y religiosos”. ¿Sería un cambio notorio si se instaura la obligatoriedad de consultar? “No sería tan sustancial el cambio, aunque deba insistirse en esta dirección. No se trata de subvertir el orden establecido, sino de ampliar el espacio de comunión y escuchar a representantes de todo el Pueblo de Dios”, explica.

Las consultas para futuros nombramientos no son ajenas a la vida de la Iglesia. Sin ir más lejos, el propio Francisco optó por esta vía para elegir al vicario de Roma. El pasado 10 de marzo el Papa anunció la apertura de un plazo de un mes para que sacerdotes y laicos romanos le enviaran sugerencias y consideraciones útiles para elegir al nuevo vicario, además de la aportación de nombres de posibles candidatos. Una medida que según el Vaticano, es coherente con “la práctica normal de la vida de la Iglesia”, pues se trata de ayudar al pontífice en sus decisiones, en un espíritu de comunión.

Según el prior de los Dominicos en España, Jesús Díaz Sariego, “la propuesta de ampliar la consulta que ya se viene realizando sobre los candidatos propuestos me parece muy acertada por dos razones: en primer lugar, porque otorga al conjunto de la comunidad cristiana un rol más importante en el discernimiento sobre las personas más indóneas para ser sus pastores y, en segundo lugar, porque fomenta la corresponsabilidad y la pertenencia a la hora de impulsar en comunión eclesial el anuncio del Evangelio y el seguimiento de Jesucristo”.

También comentó el superior general de los Hermanos Maristas, Emili Turú, quien sostiene que “si la medida es aprobada, no haría más que ‘exigir’ lo que el Derecho Canónico recomienda. Con todo, el nuncio apostólico seguiría siendo un factor muy determinante, ya que es quien recoge la información para enviar a Roma y quien decide qué personas van a ser consultadas”. Y aunque “estamos lejos de la elección del obispo con participación de todo el Pueblo de Dios, como se estilaba en los orígenes del cristianismo, no deja de ser un pequeño paso adelante.

Por último, dos líderes de organizaciones laicas también opinaron. José Fernando Almazán (Hermandad Obrera de Acción Católica) fue directo al responder que jamás se le ha preguntado qué opinión le merece el trabajo pastoral de este o aquel sacerdote. “Sería un paso importante que la consulta a laicos y religiosos empezara a verse como normal y necesaria para la toma en consideración de candidatos al episcopado”.

Pero “en cuanto al matiz de la obligación normativa, preferiría que fuera entendido y compartido con normalidad por toda la Iglesia como un asunto de pura lógica, como una ‘regla de buena práctica’, más que como una prescripción a cumplir”, subraya. En este sentido, considera de vital importancia “poner énfasis en animar y potenciar la madurez del laicado y la corresponsabilidad de pastores y laicos en la misión de la Iglesia, y esta buena práctica sería coherente con esa idea… sería un avance en la confianza hacia los laicos que todos los días se afanan por seguir construyendo una Iglesia cada vez más en salida”.

Estíbaliz Fraca (Juventud Obrera Cristiana) ve la propuesta de cambio en la participación como una noticia “muy positiva”, ya que considera que es una medida acorde a los signos de los tiempos, porque “estamos en una sociedad en transformación, en la que necesitamos de modelos nuevos”. Por eso, “será positivo que ‘los rebaños’ nos empoderemos y hagamos de la Iglesia una institución cada vez más participativa, como anticipaba el Concilio Vaticano II.


¿Habría que hacer una reforma del Código de Derecho Canónico?

La norma que rige el nombramiento de obispos está contenida en el canon 377 del Código de Derecho Canónico. Y corresponde siempre al Papa. En primer lugar, “el Derecho Canónico prevé la necesidad de que las conferencias episcopales elaboren, al menos cada tres años, una lista de presbíteros (también miembros de Institutos de Vida Consagrada) que consideren idóneos para ser obispos, y que deben enviar a la Santa Sede”, explica la presidenta de la Asociación Española de Canonistas, Lourdes Ruano.

Esta lista “se elabora de común acuerdo y bajo secreto, pero también cada obispo puede enviar a la santa sede un listado de presbíteros que considere dignos e idóneos”, añade. Aunque el Código no lo exige en este primer procedimiento, Ruano admite que le consta que, en ocasiones, algunos fieles laicos manifiestan expresamente a sus obispos, los nombres de sacerdotes “que destacan por su fe y su testimonio cristiano”.

En segundo lugar, “cuando sea necesario nombrar un obispo diocesano, el nuncio debe elaborar una terna de nombres y enviarla a la santa sede. Para ello, debe realizar una indagación previa, que enviará también a la santa sede con su propia opinión. Para recabar esa información, el nuncio debe (no solo puede) consultar al arzobispo y demás obispos de esa provincia eclesiástica, al presidente del Episcopado, a algunos miembros del colegio de consultores y del cabildo catedralicio y puede, si lo estima conveniente, pedir el parecer de sacerdotes y laicos que destaquen por su sabiduría, comenta Ruano.

La consulta que debe preceder al nombramiento de un obispo, por tanto, no se limita a prelados. En la práctica, de hecho, “no son pocos los laicos que manifiestan a sus obispos, bien espontáneamente, bien a instancias del obispo, su parecer acerca de la idoneidad de determinados sacerdotes para ser promovidos al episcopado”. Por ello, “no considero necesario hacer de esta práctica una obligación, jurídicamente exigible. No obstante, si así fuera, no es necesaria una reforma del Código de Derecho Canónico, sino que sería suficiente una instrucción que concretara el modo en que debe aplicarse el can. 377”, subraya.


¿Escuchar a los laicos?

El despertar de los laicos es tan lento que nos asombra cualquier anuncio de mínimo cambio, anuncio que soñamos con que se convierta en realidad. Parece que el papa Francisco ha susurrado al Consejo de los nueve la conveniencia de que se pregunte a laicos y clero su opinión sobre los candidatos al episcopado. Se podría, se debería, sería de sentido común y, además, no resultaría revolucionario. ¿Qué principio evangélico respalda el convencimiento de que algunos obispos sean más aptos o razonables que los cristianos o los sacerdotes para elegir candidatos al episcopado?

De cuanto sabemos podemos deducir que los apóstoles no hubieran instituido a presbíteros que hubieran desautorizado a la comunidad. En la comunidad de Jerusalen, y en otros muchos casos, tenemos constancia de que participaban normalmente en la elección de la jerarquía.

Hipólito, en el siglo III, afirmó que “el obispo sea ordenado cuando haya sido elegido por todos”; a Fabián (236) lo eligieron los sacerdotes y el pueblo al unísono; y en el mismo siglo, Cipriano de Cartago señaló: “Manda Dios que las ordenaciones episcopales se han de hacer con el consentimiento del pueblo que asiste, para que, estando presente el pueblo, se descubran los crímenes de los malos y se hagan públicos los méritos de los buenos, y la ordenación sea justa con el voto y juicio de todos”.

El papa Ormisda y tantísimos otros obispos fueron elegidos por unanimidad y, durante un tiempo, todavía se mantuvo el principio de que quien a todos manda, por todos sea elegido. San Ambrosio, y no fue el único, fue impuesto por el pueblo. Sin embargo, desde el siglo IV, los laicos comenzaron a ser excluidos poco a poco de la elección de los obispos y se limitó su participación a la aclamación final, acto formal que ya no significaba ratificación. la Iglesia se había convertido en clerical y vertical, que no es lo mismo que tradicional.


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Fuentes:

Vida Nueva / Religión Digital

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