Brochero, sacerdote y líder social: un santo a la medida de Francisco

4:00 p m| 21 oct 16 (AGENCIAS/BV).- El Papa canonizó al sacerdote José Gabriel Brochero (1840-1914), convirtiéndolo en el primer santo que nació, vivió y murió en Argentina. Durante la ceremonia se destacó que el nuevo santo “se empeñó principalmente en el anuncio del Evangelio y en la educación del pueblo” y “se esforzó intensamente para promover el desarrollo del territorio promoviendo la construcción de iglesias, capillas, escuelas rurales y caminos”. Mezcla de sacerdote y estratega político, el cordobés se anticipó un siglo al deseo de Francisco de tener enérgicos pastores con “olor a oveja”. El “cura gaucho” se hizo conocido por evangelizar a lomo de mula a la gente pobre del campo, compartiendo su vida con ellos.

El 14 de septiembre de 2013, Brochero había sido beatificado en una multitudinaria ceremonia en su Córdoba natal. El fin de semana pasado, junto a Brochero, fueron canonizados otros seis beatos: dos franceses, Salomon Leclercq (1745-1792) y Elisabeth Catez (1880-1910); dos italianos, Lodovico Pavoni (1784-1849) y Alfonso Maria Fusco; un español, Manuel González García (1877-1940); y un mártir mexicano, José Sánchez del Río (1913-1928).

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Como anticipo del mandato del papa argentino, el cura Brochero nunca dejó de “hacer lío” en su largo ciclo sacerdotal, social y político en la zona más aislada y pobre de Córdoba, durante el cuarto final del siglo XIX y la primera década del siglo pasado.

Brochero llega a un rancho perdido en la soledad de las altas cumbres, en el oeste cordobés: “¡Ave María purísima..! Aquí vengo a traerles música”. Bajo una sombra de aromitos, entre la mirada desconfiada de los serranos explica: “Dios anda por todos lados, pero tengan a mano que está más cerca de los pobres que de los ricos. En eso se parece a los piojos”.

Villa Cura Brochero es el nombre actual del pueblo al que llegó José Gabriel en 1869, donde encontró 14 ranchos de adobe y donde logró llevar el mensaje del Evangelio a miles de hombres y mujeres que sobrevivían desperdigados en la zona y olvidados por el poder. El cura Brochero cruzó la sierra para transmitir la palabra de la Iglesia. Pero no solo hizo eso.

También construyó escuelas y parroquias, abrió 200 kilómetros de caminos a lomo de mula y pala y desvió el agua para cultivar la tierra. Usó para todo ello los vínculos que había cosechado durante su paso por la Universidad de Córdoba, donde fue compañero de jóvenes de la alta sociedad destinados a mandar, como Miguel Juárez Celman, presidente entre 1886 y 1890, y Ramón Carcano, gobernador de la provincia. Desde este domingo, convertido ya en santo, este “pastor con olor a oveja” que usó la política para alcanzar el bien común será también patrono tácito de aquel modelo de sacerdote que el Papa quiere para la Iglesia.

“Bergoglio le copió mucho a Brochero”, dice la hermana Silvia Somaré, miembro de las Esclavas del Corazón de Jesús y una de las principales estudiosas de la vida de Brochero. “Antes de ser Francisco, Bergoglio quería mucho a Brochero como modelo de sacerdote que no solo se preocupa por el alma sino también de las necesidades y usa el poder como servicio”, explica. La ceremonia de santificación ocultó en parte esta cara del Brochero político. “Como si fuese un puntero político, una vez llamó a votar contra el gobernador Carcano, que era su amigo, porque demoraba el ferrocarril a la zona”, cuenta Somaré.

Es un político con sotana el que le dice a sus criollos: “A los departamentos serranos les pasa lo mismo que a los perros en la carneada. Todos se reparten las piezas mejores y a los perros les tiran las tripas, con lo que llevan adentro”.

Brochero consiguió finalmente que en 1904 el Estado aprobase por ley el tendido de vías, aunque eso nunca se concretó. Las amistades de Brochero con los hombres más poderosos del país fueron clave en el desarrollo de sus proyectos. “Si te remontas a los orígenes de la palabra, política tiene que ver con una praxis orientada al bien común. Brochero tiene formación, es un docto, tiene contactos y vehiculiza todas esas posibilidades en pos del bien común. Pero lo hace por amor a Jesús, sin intenciones políticas ni personales”, dice Pablo Gómez, guionista de la recién estrenada Cura Brochero, la película.

De caracter fuerte, mal hablado pero a la vez muy afable, sus métodos de presión fueron efectivos. “Políticamente no tuvo barreras. Por eso fue un gestor increíble”, explica Juan Valenciaga, presidente del Concejo Deliberante de villa Cura Brochero y tercera generación en el pueblo. “Cansado de que no escucharan su reclamo por mejores caminos, Brochero envió una vez un cajón de duraznos a la mujer del presidente Juárez Celman, convencido de que los hombres escuchan sí o sí a sus mujeres”, cuenta. El caso fue que desde Buenos Aires agradecieron el obsequio pero le aclararon que después de 20 días de viaje los duraznos habían llegado podridos. “Brochero le contestó a su amigo presidente que si abría caminos en la sierra la próxima vez los duraznos llegarían frescos”, agrega Valenciaga.

La amistad de Brochero con Juárez Celman fue profunda, como lo atestiguan decenas de cartas entre ellos. “A los 44 años”, cuenta la hermana Somaré, “Brochero tiene una crisis por unos proyectos que no habían salido. Le manda una carta a Juárez Celman donde le dice que quiere cerrar el colegio y volver a su pueblo para morir con los suyos. Y le pone: ‘Que se jodan nuestros sudores. Por la amistad que nos une nos digas nada de esto”. No se sabe cuál fue la respuesta, pero Brochero estuvo lejos de abandonar.

Clave en el éxito de sus ideas fue que los pobladores lo vieron enseguida como a un par, alguien que cargaba ladrillos para consturir una escuela o cortaba madera como cualquiera de ellos. En la memoria de la gente quedó la imagen del cura montado en la mula donde atravesaba la sierra para dar una extrema unción o contactar a algún ladrón que pretendía recuperar a la causa del cristianismo. “El caso más recordado es el de Santos Guayama, un gran salteador de caminos de la época que el cura describe como una persona muy buena y un gran amigo. Una de sus grandes frustraciones fue que lo mataron antes de que él pudiese evitarlo”, dice Somaré. Trató de hacerlo abandonar las armas, entre retiros espirituales y reuniones secretas. Llegó tarde con su pedido de indulto antes de que fusilaran a Guayama, a principios de 1879.

Los paralelismos entre aquel Brochero y el Bergoglio que luego se convirtió en Papa parecen evidentes para Somaré. “Ahora nos enteramos que Bergoglio iba a la cárcel, que iba a los actos de otras religiones, que le celebraba el cumpleaños a la mendiga de la catedral. Eso es Brochero. El cura hoy estaría, como Bergogio, opinando de política, pero no por la política misma sino por la dignidad de la persona”, explica.

El sostén de todo ese trabajo no fueron hombres sino mujeres, otra de las características de la estrategia de Brochero. En 1880, 16 monjas de las Esclavas de Jesús cruzaron a lomo de mula las sierras grandes que separaban la ciudad de Córdoba con la comunidad del Tránsito, hoy villa Cura Brochero. El sacerdote pidió a la madre Catalina de María Rodríguez, fundadora de la congregación sólo 7 años antes, ayuda para construir una casa de ejercicios espirituales a la que luego sumó una escuela. “De niñas”, aclara Somaré. “Brochero trabajó con la mujer y por la mujer, por eso abre un colegio de chicas para educar a las mujeres de la zona”, explica. La escuela funciona todavía, junto a otra de varones.

Todo por los demás

Brochero ya es un hombre muy conocido por sus reclamos a los gobernantes cuando su comprovinciano Juárez Celman asume la Presidencia de la Nación y tiene influencia para que llegue a obispo. Un telegrama cruza las sierras: “Es deshonor para Córdoba figure Brochero en terna candidatos. Soy idiota, sin tino, sin virtudes”. Prefiere ser un líder regional que le reclama al poder antes que formar parte de él.

Aun cuando se produce un quiebre del roquismo con el Vaticano por la sanción de la ley de matrimonio civil, Brochero preferirá seguir del lado liberal antes que sumarse al enojo de la Iglesia. Así como Francisco se muestra comprensivo con las parejas de divorciados, Brochero se dedicó a casar a parejas formadas de hecho en medio de las sierras y a llevarlas luego a documentar ante el Estado esa relación.

Más de un siglo después, el recuerdo del cura sigue vivo en ese valle mucho más allá de sus infinitas gestiones frustradas. Esa presencia es bastante más que un lugar común.

En pueblos como Nono, Las Calles, Los Hornillos o San Javier, los vecinos hablan de Brochero como si ayer lo hubiesen visto pasar en su mula. Esa presencia quizá sea el más sencillo e intenso de sus milagros. Él lo sabía y llegó a decirlo antes de morir, en el atardecer del 26 de enero de 1914. Es la frase que salió de su boca y que está escrita en su tumba: “He podido pispear que viviré siempre en el corazón de la zona occidental (de las sierras), puesto que la vida de los muertos está en el recuerdo de los vivos.”

Hoy Villa Cura Brochero es un pueblo turísitco de 8.000 habitantes y 20.000 camas de hotel ubicado al pie de las mismas sierras que el cura cruzó hace 147 años. El camino asfaltado desde la ciudad de Córdoba, que atraviesa las cumbres más altas de la provincia, se construyó sobre la senda que abrió Brochero. En la villa todo recuerda al sacerdote. La plaza lo tiene esculpido en piedra y la iglesia aloja sus restos. A media calle de la plaza está la casa donde murió ciego, víctima de la lepra que contrajo “por tomar mate” con un enfermo.

Y el rostro del cura se multiplica en imanes, fotos, llaveros y cuanto sirva para tentar al turista. Los peregrinos han dado aire de temporada alta al mes de octubre, una nueva postal que la villa serrana tendrá que asumir como inevitable, ahora que su “cura gaucho” es san José Gabriel.

Más sobre el cura Brochero:


Crónica de la ceremonia de canonización

“Debemos rezar no para ganar la guerra, sino para ganar la paz —exhortó Francisco. Rezar es luchar, no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadirse a una falsa tranquilidad egoísta”. En la fachada de la Basílica vaticana se ubicaron los retratos de los siete beatos proclamados santos el domingo 16 de octubre. En la Plaza San Pedro estaban las delegaciones oficiales y muchos grupos de peregrinos de sus cinco países. Los nuevos ejemplos de santidad “han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido”.

En la homilía de la Misa, Francisco comentó las lecturas del día e invitó a ser hombres de oración. Este, recordó el Pontífice, es “el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia: no para ganar la guerra, sino para ganar la paz”. El compromiso de la oración, de hecho, “necesita del apoyo de otro. El cansancio es inevitable, y en ocasiones ya no podemos más, pero con la ayuda de los hermanos nuestra oración puede continuar, hasta que el Señor concluya su obra”. Y esta, insistió Bergoglio, es la forma en la que actúa un cristiano: “estar firmes en la oración para permanecer firmes en la fe y en el testimonio”.

Un gran aplauso llenó la Plaza San Pedro cuando durante la misa de canonización Papa Francisco leyó la fórmula ritual para proclamar a los siete nuevos santos. Había muchos devotos de Isabel de la Santísima Trinidad Catez, monja profesa de la Orden de los Carmelitas Descalzos, la primera que utilizó la expresión “Dios Madre” en sus profundos escritos espirituales, y que anticipó los magisterios de Luciano y Bergoglio en esta materia.

Concelebraron la misa con el Pontífice el cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas, Javier Navarro Rodríguez, obispo de Zamora (México), Manuel Herrero Fernández, obispo de Palencia (España), Ricardo Pinila Colantes, superior general de los Hijos de María Inmaculada, Giuseppe Giudice, obispo de Nocera Inferiore-Sarno (Italia), Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje (Argentina), Roland Minnerath, arzobispo de Digione. “Orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadirse a una falsa tranquilidad —afirmó Francisco. Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros. Es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos”

En la Plaza San Pedro también estaban la Ministra italiana para las Reformas, Maria Elena Boschi, guiando la delegación de su país; el presidente de la República Argentina, Mauricio Macri; la Ministra francesa del Ambiente, Segolene Royal; el Ministro del Interior español Jorge Fernández Díaz, el director general adjunto de Asuntos Religiosos, Roberto Herrera Mena, guiando la delegación mexicana. Los santos son hombres y mujeres que “entran hasta el fondo del misterio de la oración —recordó el Papa. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos”.

Entre los nuevos santos hay uno muy importante para Francisco, el argentino José Gabriel del Rosario Brochero, el “cura Brochero”, que en el siglo XIX recorrió en su mula distancias enormes para llevar a los más pobres el consuelo de Jesús. Los italianos son dos sacerdotes: Lodovico Pavoni de Brescia, fundador de la Congregación de los Hijos de María Inmaculada, y Alfonso Maria Fusco, de Salerno y fundador de la Congregación de las Monjas de San Juan Bautista.

Otros dos nuevos santos son mártires: José Sánchez del Río, un niño de 14 años asesinado en 1928 durante la guerra cristera en México. Resistió a los que lo torturaban y se negó a renegar de su fe, y cuando fue hallado su cadáver se encontró un mensaje para su mamá: “Te prometo que en el Paraíso les guardaré un buen lugar a todos ustedes. Tu José muere en defensa de la fe católica y por amor de Cristo Rey y de la Virgen de Guadalupe”. El otro fue asesinado en 1792, durante la Revolución francesa: fue el primer mártir lasallista: Salomone Leclercq.

También entraron al santoral el español, de Palencia, Manuel González García, que falleció en 1940 y fundó la Unión Eucarística Reparadora y la Congregación de las Monjas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, y la mística francesa Isabel de la Santísima Trinidad, Carmelita descalza que falleció en 1906 a los 26 años debido al morbo de Addison.

Al final de la celebración, dijo Papa Francisco, “deseo saludarlos cordialmente a todos ustedes, que han venido desde diferentes países para homenajear a los nuevos santos”. El Pontífice dedicó un pensamiento especial a las delegaciones oficiales de Argentina, España. Francis, Italia, México: “que el ejemplo y la intercesión de estos luminosos testimonios sostengan el compromiso de cada uno en sus respectivos ámbitos de trabajo y de servicio, por el bien de la Iglesia y de la comunidad civil”.

Antes de recitar el Ángelus, el Papa recordó que mañana es la Jornada Mundial contra la Pobreza: “Unamos nuestras fuerzas, morales y económicas, para luchar juntos contra la pobreza que degrada, ofende y mata a tantos hermanos y hermanas, poniendo en práctica políticas serias para las familias y para el trabajo. Encomendamos a la Virgen María cada una de nuestras intenciones, especialmente nuestra insistente y fuerte oración por la paz”.

Para conocer más sobre los nuevos santos:


Fuentes:

La Nación / El País / Vatican Insider / Radio Vaticano

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