Armenia: levantarse de un genocidio lleva más de un siglo
8.00 p m| 30 abr 15 (VIDA NUEVA/BV).- Hace un siglo, las aguas del río Éufrates se tiñeron de rojo. Desde entonces, el cauce de la vida de los armenios nunca volvió a ser el mismo. El 24 de abril de 1915, el Imperio Otomano ejecutó a cuchillo a 600 personalidades políticas, intelectuales y religiosas armenias. Aquel día marcó en el calendario el primer genocidio reconocido mundialmente de esta comunidad cristiana oriental que, un siglo después, espera que el Gobierno turco reconozca el exterminio y se responsabilice de la muerte de 1,5 millones de armenios entre 1915 y 1923. La revista Vida Nueva presenta una reseña acompañada de testimonios de descendientes armenios que ahora viven en el Líbano.
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Los bisabuelos de Vatche Koundakjian marcharon a pie por caminos desérticos sin apenas agua ni comida durante dos semanas hasta cruzar a Siria, en la provincia de Deir el Zour. “En la travesía encontraron cadáveres putrefactos en el suelo. La gente moría de hambre o era ejecutada en el camino. A las mujeres embarazadas les abrían el vientre para sacarles el feto”, describe horrorizado este libanés de origen armenio, basándose en el relato que ha ido pasando de generación en generación.
“¿Cómo puede el Gobierno turco negar estos hechos?”, se pregunta. Y es que todos los armenios libaneses tienen la misma historia que contar de sus antepasados. “Nos masacraron porque éramos cristianos y ellos musulmanes suníes”, esgrime quien ya no tiene nada de lo que un día fue su hogar: “Nuestras tierras en Der Bïkir fueron usurpadas por musulmanes. Destruyeron la cruz y la iglesia para colocar una mezquita”.
Muchos armenios se instalaron en Alepo (norte de Siria), otros emigraron a Líbano. La comunidad armenia en Alepo sumaba 75000 almas; hoy no quedan “más de 5000”, lamenta este armenio libanés. La guerra en Siria y el auge del Estado Islámico ha obligado a los armenios de Siria a emigrar de nuevo a otros países.
También sufrieron la guerra civil libanesa (1975-1999). Koundakjian empuñó un arma para defender a los cristianos. “Ahora jamás lo haría. Le digo a mis hijos que la violencia no es la manera de defender nuestra religión”, puntualiza. Sí llama a mantener sus raíces. Lamenta que muchos armenios, para salvar sus vidas, abrazaron el islam, aunque reconoce que “era la única opción para no acabar degollado”.
Desde hace una semana, la calle Armenia, que conduce al barrio de Burj Hamud, donde se concentra la mayoría de esta comunidad en Beirut, se ha convertido en el recuerdo vivo de aquel genocidio. Pancartas que cuelgan de ambos lados de la calle, enormes carteles escritos en árabe y armenio, en solidaridad con ese pueblo; avisos en las puertas de los comercios de “cerrado el 24 de abril”.
Cuando llegaron los armenios en barcos al puerto de Qarantina, en la capital libanesa, fueron dispuestos en campos de refugiados en Burj Hamud. “Todo esto no era más que un enorme terreno de árboles frutales junto al río”, describe Hagop Havatian, historiador y director de Hamazkayin, sociedad cultural y educativa armenia. “A los armenios se nos critica por querer vivir en guetos”, agrega Havastian. Pero cree que es el único modo de mantener su esencia. En cada campamento de refugiados había una iglesia, una escuela y un sociedad política y cultural. “Estos tres elementos son imprescindibles para mantener viva la memoria y nuestra cultura”, puntualiza, mientras recuerda que los refugiados compraron aquellas tierras y construyeron un asentamiento que hoy en día es un gran barrio de calles abigarradas y callejones estrechos en el que viven 70.000 armenios. Las calles del barrio tienen nombres de lugares armenios de Turquía, como Maraash, Sis, Cilicia o Adana.
A pesar de llevar cerca de un siglo en el país, y representar la séptima comunidad en el país del cedro, los armenios libaneses conservan su lengua, su ritos eucarísticos católico y ortodoxo, y se casan, por lo general, entre ellos para mantener la identidad. “Tememos que las nuevas generaciones puedan perder sus raíces”, señala Havatian, que reconoce que el 40% de los matrimonios jóvenes son mixtos. Por ese motivo es tan importante conservar la lengua y las tradiciones.
Hamazkayin cuenta con un periódico diario en lengua armenia, una radio que emite la mayoría de programas e informativos en su propio idioma, una editorial, una librería y una galería de arte. Havatian llegó a conocer a sus bisabuelos maternos y le contaron muchas historias sobre el genocidio y las deportaciones. “Mi bisabuelo era maestro e hizo mucho por nuestra comunidad cuando se instalaron en Líbano, en la región del valle de Anjar, al norte en la frontera con Siria. Mi tío bisabuelo murió como mártir luchando en la batalla de Musa Dhag (la montaña de Moisés)”, explica orgulloso. Durante cuarenta días, unos pocos miles de armenios resistieron a las tropas otomanas en Musa Dhag, en la provincia de Antioquía.
Los armenios libaneses pueden tener el pasaporte de la República Democrática Armenia, aunque muchos de ellos, especialmente las personas mayores, no lo han solicitado, y otros, como Avedis Guidanian, lo rechazan porque eso significaría aceptar la Armenia actual “como frontera oficial del territorio del pueblo armenio”. “Lo que queremos es que Turquía nos devuelva las tierras que nos ha usurpado. Unos 150.000 kilómetros de territorio que hemos ocupado durante 400 años bajo el Imperio Otomano”, demanda el director ejecutivo de la radio Voice of Van y copresidente del Partido Revolucionario Armenio Tashnag.
“Si aceptamos las fronteras actuales significaría que no tenemos derecho a reclamar el territorio que nos han usurpado. El Gobierno turco no quiere reconocer el genocidio para no tener la responsabilidad de recompensar económicamente a las familias de las víctimas ni devolver las tierras a los armenios”, denuncia el representante de Tashnag.
Memoria siempre viva
“El propósito de nuestra radio –advierte Guidanian– es mantener viva la causa armenia para que las nuevas generaciones sigan luchando por ella, ya que somos diáspora y quizás, en el futuro, los diez millones de armenios repartidos por el mundo seamos minoría y podríamos perder nuestra identidad”. Sus bisabuelos paternos provienen de la región de Gaziantep (sureste de Turquía), pero sus abuelos y su padre nacieron ya en Alepo. Aun así, la familia conserva algunas de las pertenencias de sus ancestros en Turquía.
El griterío de un grupo de niños de parvulario rompe el silencio que reina en la catedral armenia de Antelias, del Catolicado de Cilicia. En estos días, decenas de autobuses escolares visitan la diócesis para rendir homenaje a sus antepasados. Un pequeño mausoleo conserva los restos de algunos de los que murieron en el desierto de Deir el Zour cuando fueron forzados a abandonar Turquía.
“Agradecemos la honestidad con la que el papa Francisco ha reconocido oficialmente el genocidio del pueblo armenio”, declara Jatchig Dedeyan, rector de la diócesis armenia católica. Ya Juan Pablo II rindió tributo a las víctimas por la “masacre”, pero no usó el término “genocidio” para no levantar susceptibilidades políticas. “El exterminio de los armenios –afirma Dedeyan– fue largamente planificado por el Gobierno de los Jóvenes Turcos [que rigieron el Imperio Otomano entre mediados de 1908 y el final de la Primera Guerra Mundial, en 1918]”. “Antes de 1915, había 2,5 millones de armenios, de los cuales sobrevivieron alrededor de 700.000. ¿Cómo se le llama a eso si no es genocidio?”, concluye el rector.
Un total de 22 países han reconocido el genocidio y ahora, en el centenario, lo hará Alemania. Pero la Iglesia armenia no se conforma únicamente con ese reconocimiento y pide que se haga justicia. “El centenario va a cambiar las cosas sobre el terreno”, advierte Dedeyan. El Catolicado de Cilicia va a emprender acciones legales contra Turquía para demandarle la devolución de todas las propiedades de la Iglesia. “La Iglesia armenia contaba con 2.200 iglesias y monasterios, de los que solo quedan en pie entre 40 y 50. Esto prueba que el Imperio Otomano quería aniquilarlos; hacer desaparecer cualquier prueba que muestre que allí había armenios”, denuncia Dedeyan.
Para conmemorar al centenario, se ha organizado en Beirut una marcha desde la catedral de Antilias hasta el estadio de Burj Hamud. Recordarán así el éxodo forzado del pueblo armenio a la provincia siria de Deir el Zour; una partida sin retorno que condujo a la muerte a cerca de un millón y medio de personas.
Otros enlaces de interés:
– Galería de fotos de la manifestación en el Líbano por los 100 años del genocidio armenio.
Fuente:
Revista Vida Nueva