Martino Martini, el ‘mandarín de Dios’: el jesuita que dio a conocer China al mundo

Martino Martini

6:00 p m| 21 oct 14 (RELIGIÓN EN LIBERTAD/BV).- En la Italia del siglo XVII, de entre todos los misioneros de las órdenes religiosas dedicados a la geografía y la cartografía, destaca el jesuita Martino Martini (1614 – 1661) conocido sobre todo por sus trabajos sobre la geografía y la historia del antiguo Imperio Chino. Para el resto del mundo sería imposible pensar en China sin su contribución.

En el Congreso Internacional sobre Martini celebrado en Trento en 1983, el profesor Ma Yong, de la Academia de Ciencias Sociales de China, dijo: “Fue el primero en estudiar la historia y geografía chinas con actitud científica. La amplitud de sus conocimientos sobre la cultura china, la exactitud de su investigación, la profundidad de su comprensión no son igualadas por muchos sinólogos modernos”.

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Si Matteo Ricci fue, efectivamente, el primero en dar a conocer la cultura y las tradiciones occidentales a los chinos, Martino Martini está unanimemente considerado como el primero que hizo conocer China a los europeos.

La ciudad de Trento le dedica desde hace muchos años recursos y atención, coordinados principalmente por el Centro de estudios dedicado a Martini. El cuarto centenario de su nacimiento es, por consiguiente, una ocasión para honrar su obra.

Los primeros veinticuatro años de su vida estuvieron marcados por la infancia y los estudios; doce los pasó en el mar, en confinamiento, secuestrado por los piratas, y en varios viajes. Quedan diez años, que los pasó en tierras chinas, dedicándose al estudio de la lengua y la cultura, a la obra de educación y de conversión y a la organización y refuerzo de la comunidad católica de Hangzhou, entre malestares y peligros gravísimos.


Estudios y formación científica

Tras haber frecuentado el colegio de los jesuitas en Trento, en 1632 Martino entra en el noviciado romano de la Compañía de Jesús, en San Andrés en el Quirinal. Pronto nace dentro de él el deseo de ir en misión a Extremo Oriente y en 1634 habla de ello en un carta al Padre general, Muzio Vitelleschi.

Cuando su petición es acogida, centra su preparación sobre todo en las materias científicas, atesorando la experiencia de los jesuitas que partieron antes que él hacia China. Particularmente importantes son los cursos que sigue en el Colegio Romano y, sobre todo, el encuentro con Athanasius Kircher (1601-1680), hombre de ilimitados intereses, entre ellos la sinologia, y con el que Martini mantiene una intensa correspondencia.


Muere el último emperador Ming

Sin embargo, para llegar a China debe recurrir a toda su tenacidad: el primer intento se remonta a septiembre de 1638, pero solo llega a la primera meta, Macao, en agosto de 1640. Tres años más tarde, finalmente, entra en China, y se establece en Hangzhou, provincia de Zhejiang. Pasó ocho años en China, visitando siete provincias con fines pastorales y científicos, e incluso fue a Beijing/Pekín y a la Gran Muralla.

Lo acompaña el superior provincial, Giulio Aleni. Son años muy difíciles y turbulentos para el Imperio: en 1646, con la muerte del último emperador de la dinastia Ming, inicia la era de los Qing, procedentes de Manchuria, la última dinastia del Imperio, destinado a derrumbarse a principios del siglo XX. Esto ocurrió por la invasión de los manchúes a China quienes, tras tomar Pekín, avanzaron por las provincias hasta conquistar todo el imperio.

Martini se enfrentó a graves peligros, pero logró la protección de algunos funcionarios y letrados que le tenían gran estima. Con frecuencia hizo de mediador entre las autoridades civiles y militares para salvar vidas. Martini ofrece una descripción detallada del conflicto en su De Bello Tartarico Historia, publicada en Amberes en 1654.


Nombrado mandarín

Por sus contribuciones científicas, aplicadas también a la defensa militar de la nación, Martini es nombrado mandarín poco antes de la caída de los Ming. Pero esto desencadena desconfianza hacia su persona, como demuestran algunos comentarios desdeñosos por parte de misioneros de las órdenes mendicantes.

Como sus sucesores, también Martini tiene que enfrentarse a un viaje de vuelta a Europa para intentar hacer entender, no sólo a las Congregaciones romanas de Propaganda Fide y del Santo Oficio, sino también a los intelectuales europeos, la complejidad de la situación en China y lo razonable de la metodología adoptada por los jesuitas, a partir de Alessandro Valignano (1539-1606), que era considerada por muchos hombres de Iglesia de esa época como una herejía demoniaca.


China: de la leyenda a la realidad

Durante su estancia en Europa, que duró casi cuatro años, Martini se reúne con diversos literatos, científicos, como también editores holandeses interesados en la publicación de sus libros. El jesuita volvió con mucho material documental, histórico y geográfico, que abrió a los europeos un amplio e insospechado panorama sobre el mundo chino. Ilustrando en una serie de conferencias esa vasta parte del mundo, casi desconocida y aún envuelta en leyenda, Martini contribuye a hacer de China un país “real”.

Su fama de científico y cartógrafo está vinculada a la publicación del Novus atlas sinensis, que tuvo lugar en Amsterdam en 1655 a manos del editor Blaeu.

Dedicado a Leopoldo Guillermo, el gobernador austríaco de Bélgica de la época, el Atlas de Martini es una obra excepcional por la amplitud, la erudición y la riqueza de detalles, y supera todas las ilustraciones precedentes del Celeste Imperio. Durante dos siglos permaneció casi inigualada.

Esta obra fue precedida dos años antes por la Grammatica Sinica, en la que, en primer lugar, resume las principales características gramaticales de la lengua china y establece las bases para el estudio de esta lengua en Europa. Desde 1661 sus restos reposan en su Hangzhou, cerca de Shanghai.

Publicado en Religión en Libertad. Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares

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