La Liturgia: el espacio y tiempo para compartir con Dios en comunidad

Liturgia: Espacio y tiempo para compartir con Dios

10.00 p m| 25 mar 14 (L’OSSERVATORE/CHIESA/BV).- El mes pasado dos momentos precisos expusieron el significado de la liturgia. Primero, el 10 de febrero el Papa Francisco le dedicó la homilía de la misa en Santa Marta, en la que invitó a redescubrir el sentido de lo sagrado, el misterio de la presencia real de Dios en la Misa: “La liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos ponernos allí en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj”.

Luego del 18 al 20 de febrero se organizó un simposio por el 50° aniversario de la Constitución Conciliar Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, que según Pietro Parolin, secretario de estado vaticano, fue una ocasión para afirmar que “encuentran una justa y apropiada comprensión tanto las reformas como las adaptaciones que la liturgia experimentó en estos últimos 50 años después de su publicación (de la Sacrosanctum Concilium)”.

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En la misa de la mañana del 10 de febrero, se leía el primer libro de los Reyes, una teofanía de Dios en tiempos del rey Salomón. El Señor desciende como una nube sobre el Templo, que viene colmado por la gloria de Dios. El Señor -comentó el Santo Padre- habla a su Pueblo de muchas formas: a través de los profetas, los sacerdotes, la Sagrada Escritura. Pero con las teofanías habla de otra manera, “diferente de la Palabra: es otra presencia, más cercana, sin mediación, cercana. Es Su presencia”.

Y ha continuado:

“Cuando hablo de liturgia me refiero principalmente a la santa misa. La misa no es una representación, es otra cosa. Es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo”.

Más adelante el Papa ha dicho:

“La liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos ponernos allí en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj. La liturgia es precisamente entrar en el misterio de Dios, dejarse llevar hacia el misterio y estar en el misterio. Es la nube de Dios que nos envuelve a todos”.

Y recordando un hecho de su infancia:

“Recuerdo que cuando era niño, cuando nos preparaban para la primera comunión, nos hacían cantar: “’Oh santo altar, custodiado por los ángeles” y esto nos hacía entender que el altar estaba verdaderamente custodiado por los ángeles, nos daba el sentido de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios”.

Cerca ya de la conclusión, Francisco ha invitado a los presentes a “pedir hoy al Señor que de a todos este sentido de lo sagrado, este sentido que nos haga entender que una cosa es rezar en casa, rezar el rosario, rezar tantas bellas oraciones, hacer el via crucis, leer la Biblia, y otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en ese camino que nosotros no podemos controlar. Él solo es el único, él es la gloria, él es la potencia. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios” (leer homilía completa al final de la publicación).


Mensaje del Secretario de Estado Vaticano para los participantes en el simposio sobre la “Sacrosanctum concilium”

El arzobispo Pietro Parolin, secretario de Estado, destacó el valor del congreso de tres días, organizado por la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos en el quincuagésimo aniversario de la primera constitución apostólica del Vaticano II, que tuvo lugar del 18 al 20 de febrero en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.

“Sólo una Iglesia que sepa ser Iglesia en oración e Iglesia esposa -añadió el arzobispo durante la homilía de la misa celebrada con los participantes en el simposio el miércoles 19, en la basílica de San Pedro- podrá ser Iglesia del anuncio gozoso del Evangelio e Iglesia portadora de amor que cura y dona unidad a la humanidad dividida y lacerada”.

Tras destacar la particularidad de encontrarse “en el sitio mismo donde los padres la aprobaron, para dar gracias a Dios por este documento, por lo que representa en sí mismo y por todo el bien que de él se derivó para la Iglesia”, el prelado recordó que “la constitución conciliar describe así a la liturgia: ‘la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza’ (n. 10)”. Esta afirmación se comprende plenamente a la luz de lo que poco antes se dice de la naturaleza auténtica de la liturgia, definida como “el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo” (n. 7).

Cada acción de la Iglesia, añadió el arzobispo volviendo a proponer el contenido del documento conciliar, está orientada a la glorificación de Dios y a la salvación de las almas. Y en cada celebración litúrgica “por medio de los signos sensibles, se significa y, de un modo propio a los mismos, se realiza la santificación del hombre, y se ejercita por el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, por la cabeza y sus miembros, el culto público total”.

Y esto sucede “en un tiempo y en un espacio nuevos, donde lo divino nos alcanza, nos purifica, nos sana, nos transforma y nos eleva. La liturgia es la ‘morada’, la ‘tienda del encuentro’ donde lo divino se manifiesta, se revela y se entrega continuamente en las manos de los hombres para que le acojan y se dejen transformar por la gracia. Pocos signos y elementos de la creación, unidos a la Palabra de Dios, recibieron el poder de hacer actuales y eficaces las acciones de Cristo”.

Por lo tanto, es mediante las palabras y los signos litúrgicos donde “se hace presente y operante -explicó el secretario de Estado- la obra de Cristo y de tal modo sus gestos salvíficos atraviesan la historia y se hacen actuales y vitales para cada generación, irradiando de luz divina y de fuerza que cura las almas y las vicisitudes humanas”.

Después de destacar “la desproporción entre la sencillez de los signos y el alcance sobrehumano de los efectos”, el prelado recordó que “la vida trinitaria se nos ofrece en el agua del Bautismo; Dios se nos ofrece a sí mismo como alimento en la Eucaristía; su perdón nos alcanza a través del gesto y las palabras de un sacerdote. Se podría casi decir que el Señor nos quiere encontrar y sanar en un contexto de total normalidad, que nos quiere alcanzar y transformar en la cotidianidad de nuestra existencia, del mismo modo que eligió a los Doce, llamándoles en sus ocupaciones cotidianas y proyectándoles hacia el horizonte del seguimiento y de la misión”.

La Liturgia, añadió luego, transmite “la gracia en las modalidades propias en las que quiere ser comunicada, a imitación de los sobrios gestos de los que se sirvió Jesús para realizar sus signos de curación. Ella incorpora al cristiano en el obrar salvífico de Dios”.

Luego, refiriéndose a las lecturas proclamadas en la liturgia de la Palabra, el arzobispo destacó que las mismas “nos introducen en la perspectiva pascual, donde palabra (1ª lectura, Santiago, 1, 22-23) y signos -imposición de las manos y curación del ciego (Marcos, 8, 22-26)- se convierten, en la santa Iglesia, en vivos y actuales, trayendo la curación y transformando nuestra vida”. Y puso de relieve cómo Jesús huye de lo espectacular, “porque el bien realizado tiene un dinamismo interno incesante de crecimiento y de difusión”.

Es ésta “la lógica de la pequeña semilla que germina -dijo una vez más- y llega a ser planta viva”, mostrando que posee una energía que hace posible superar “obstáculos y dificultades de todo tipo”. El granito de mostaza que se transforma en un árbol, a pesar de las fuertes contrariedades y la aparente debilidad, destacó el prelado, dispone de un invisible factor de crecimiento. Tal dinamismo “se puede percibir únicamente si la inteligencia no teme abrirse al don de la fe, y es la acción del Espíritu Santo, que se sirve de la savia de la oración y de la acción de la liturgia”.

“El misterio de la vida de Cristo -prosiguió el secretario de Estado- se actualiza en la vida de la Iglesia con la acción del Espíritu, y la liturgia es el canal principal y siempre abierto donde corre el agua pura que emana del misterio pascual de Cristo”. La Liturgia “custodia y abre la puerta de la gracia, y, por lo tanto, a su vez debe ser cultivada y custodiada en su verdad y en su auténtica finalidad”. Esta preocupación “estuvo muy presente en el Papa Benedicto xvi -destacó- a quien se dirige nuestro devoto reconocimiento”.

Al dirigirse directamente a los participantes en el simposio internacional, monseñor Parolin quiso destacar, como conclusión, el hecho de que el subtítulo del tema propuesto -“gratitud y compromiso para un gran movimiento de comunión eclesial”- hace del simposio mismo una “preciosa ocasión para una madura reflexión sobre los efectos de la constitución conciliar en la vida de la Iglesia y en la liturgia misma. Una ocasión cuanto más significativa, al mismo tiempo, para renovar el compromiso en difundir el conocimiento de las verdades fundamentales acerca de la liturgia evidenciadas por la constitución conciliar y que se deben poner en práctica continuamente con la serena confianza de ser instrumentos de Dios para el bien de la Iglesia”.


Mensaje del Papa con motivo de la clausura del simposio sobre la “Sacrosanctum Concilium”

La “Sacrosanctum Concilium”, promulgada por Pablo VI el 4 de diciembre de 1963 y los ulteriores pasos del Magisterio en el surco trazado por ella “han favorecido -escribe el Papa- la comprensión de la liturgia a la luz de la revelación divina como ‘el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo’, en la que ‘el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro’. Cristo se revela como el verdadero protagonista de toda celebración y ‘asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno’. Esa acción que tiene lugar por la potencia del Espíritu Santo, posee una fuerza creadora capaz de atraer hacia sí a todo ser humano, y, de alguna manera, la entera creación”.

“Celebrar el verdadero culto espiritual -dice Francisco- significa ofrecerse como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Una liturgia que se separase del culto espiritual correría el peligro de vaciarse, de caer de la originalidad cristiana en un sentido sacro genérico, casi mágico y en un esteticismo vacío. Al ser acción de Cristo, la liturgia empuja desde su interior a revestirse de los sentimientos de Cristo y, en este dinamismo, toda la realidad se transfigura”. El pontífice cita al Papa emérito Benedicto XVI cuando en la Lectio divina al Seminario Romano en 2012 explicaba que “Nuestro vivir cotidiano… tendría que sumergirse en la realidad divina, convertirse en acción junto con Dios. Esto no significa que tengamos siempre que pensar en Dios, sino que tenemos que estar siempre realmente penetrados por la realidad de Dios… de modo que toda nuestra vida… sea liturgia, adoración”.

A la acción de gracias por cuanto ha sido posible realizar, el Papa afirma que es necesario unir “una voluntad renovada de proseguir el camino indicado por los Padres conciliares porque todavía queda mucho por hacer para la asimilación, correcta y completa, de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia por parte de los bautizados y de las comunidades eclesiales. Me refiero en particular -concluye- al esfuerzo por una iniciación y una formación litúrgicas, sólidas y orgánicas, tanto de los fieles laicos, como del clero y de las personas consagradas”.


Homilia del 10 de febrero de misa en Santa Marta: La liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios

La primera Lectura del día habla de una teofanía de Dios en tiempos del rey Salomón. El Señor desciende como una nube sobre el Templo, que viene colmado por la gloria de Dios. El Señor -comentó el Santo Padre- habla a su Pueblo de muchas formas: a través de los profetas, los sacerdotes, la Sagrada Escritura. Pero con las teofanías habla de otra manera, “diferente de la Palabra: es otra presencia, más cercana, sin mediación, cercana. Es Su presencia”. “Esto -explicó- ocurre en la celebración litúrgica. La celebración litúrgica no es un acto social, un buen acto social; no es una reunión de los creyentes para rezar juntos. Es otra cosa. En la liturgia, Dios está presente”, pero es una presencia más cercana. En la Misa, de hecho, “la presencia del Señor es real, justamente real”.

“Cuando nosotros celebramos la Misa, no hacemos una representación de la Última Cena: no, no es una representación. Es otra cosa: es justamente la Última Cena. Es justamente vivir de nuevo la Pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente sobre el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo. Nosotros escuchamos o decimos: ‘Pero, yo no puedo, ahora, debo ir a la Misa, debo ir a escuchar Misa’. La Misa no se ‘escucha’, se participa, y se participa en esta teofanía, en este misterio de la presencia del Señor entre nosotros”.

El pesebre, el Vía Crucis, son representaciones -explicó Francisco- la Misa, en cambio, “es una conmemoración real, o sea es una teofanía: Dios se acerca y está con nosotros, y nosotros participamos del misterio de la Redención”. Lamentablemente -subrayó- tantas veces en la Misa miramos el reloj, “contamos los minutos”: “no es precisamente la actitud que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos entrar allí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj”.

“La liturgia es precisamente entrar en el misterio de Dios, dejarse llevar al misterio y estar en el misterio. Por ejemplo, estoy seguro que todos ustedes vienen aquí para entrar en el misterio; pero, quizás alguno dice: ‘Ah, debo ir a la Misa en Santa Marta porque en la excursión turística de Roma se incluye ir a visitar al Papa en Santa Marta, todas las mañanas: es un lugar turístico, ¿no?’. Todos ustedes vienen aquí, nosotros nos reunimos aquí para entrar en el misterio: esta es la liturgia. Es el tiempo de Dios, es el espacio de Dios, es la nube de Dios que nos envuelve a todos”.

El Obispo de Roma recordó que, de niño, durante la preparación para la Primera Comunión, había un canto que indicaba que el altar estuviese custodiado por los ángeles para dar “el sentido de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios”. Y cuando, durante las pruebas, se llevaban las hostias, se decía a los niños: “¡Miren que éstas no son aquellas que recibirán: éstas no valen nada, porque les falta la consagración!”. De esta forma, “celebrar la liturgia es tener esta disponibilidad a entrar en el misterio de Dios”, en su espacio, en su tiempo, y confiarse “en este misterio”.

“Hoy nos hará bien pedir al Señor que dé a todos nosotros este ‘sentido de lo sagrado’, este sentido que nos hace entender que una cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el Rosario, rezar tantas oraciones hermosas, hacer el Vía Crucis, muchas cosas bellas, leer la Biblia… y otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en aquel camino que nosotros no podemos controlar: solamente Él es el Único, Él la gloria, Él es el poder, Él es todo. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios”.


Fuentes:

Chiesa / L’Osservatore Romano / News.va / Revista Ecclesia

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