En Roma también hay palomas, no solo cuervos

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9.00 a m| MADRID 03 jul 12 (BV/VIDA NUEVA).- Roma centró la atención de la Iglesia en la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Sus tumbas son paradigma de la eclesialidad y el Credo que allí se reza, en el Altar de la Confesión, es una expresión de comunión que solaza y abre horizontes. El reduccionismo al que someten muchos medios de comunicación a la Urbe no es bueno, haciéndola escenario de leyendas, corruptelas, topos o cuervos.

De Juan Rubio:

Reducir a Roma a un escenario de novela renacentista, como hace la obra de Lawrence Norfolk, El Rinoceronte del Papa, no es de recibo. Es injusto. Roma es mucho más.

En este año, la fiesta de los apóstoles reviste particular significación. Los ataques que viene sufriendo Benedicto XVI desde que iniciara su cruzada para limpiar la Iglesia de negros nubarrones han hecho que la fiesta se convierta en una adhesión a su persona y a su ministerio petrino.

Roma es algo más. Una golondrina no hace nido. Y en Roma, los cuervos no van a domeñar la grandeza de la Iglesia. Es hora de seguir limpiando la casa para poder seguir evangelizando, que de eso es de lo que se trata. Perder tanto tiempo en la limpieza es algo necesario, pero que no debe hacer perder el horizonte.

En Roma reposa la tradición viva de una comunidad que ha dado al mundo luces y sombras, pero que ha sabido vencer con la luz la oscuridad propia de la miseria humana. En Roma se trabaja por todas las Iglesias, y su apertura de miras ayuda a muchas Iglesias que viven demasiado cerradas, porque Roma ofrece catolicidad.

En Roma residen la mayoría de las curias generalicias de las órdenes y congregaciones religiosas que tanto bien están haciendo a un mundo que sufre. Roma ofrece un panorama de belleza artística y humana que no se tiene en cuenta en el partidismo de quienes niegan a la Iglesia su lugar en la historia. Roma es algo más que sótanos, confidencias, pasillos oscuros, sobres lacrados, púrpuras o simples sotanas.

En el Día del Papa, los cristianos nos sentimos unidos a él. Hace poco leía a León Bloy una queja de quienes siempre miraban los defectos de la Iglesia y nunca sus virtudes.

El escritor alemán Heinrich Böll, a pesar de haberse retirado de la Iglesia, dijo en una ocasión que el escritor católico tiene la obligación de ser enérgico al interior de la propia Iglesia, de puertas adentro, en sus medios propios. Sin embargo, pedía que hacia afuera, cuando más ataques sufría, debía sacar la cara por ella, mostrando no solo las arrugas, sino también su belleza.

Y lo dijo alguien que, como él, sufrió los jironazos de una Iglesia que había callado mucho en los años del nazismo. Hoy más que nunca, aun reconociendo, como el mismo Papa hace, los defectos de la Iglesia, es el momento de apoyar al Papa y sus propuestas.

En todos los rincones de la tierra, en las nunciaturas o legaciones apostólicas, las instituciones civiles y religiosas acuden ante el nuncio o legado pontificio a expresar el agradecimiento por el bien que la Iglesia hace en la sanidad, la enseñanza, la lucha contra la pobreza y los enormes esfuerzos por la paz y la concordia.

He estado en tres nunciaturas coincidiendo con este día y puedo decir que quienes allí estábamos, algunos no creyentes, se sentían agradecidos a la Iglesia, y así lo expresaban. Roma es algo más que un nido de cuervos.

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