Nuevos vientos para la Iglesia en Europa

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1.00 p m| MADRID, 21 feb. 11 (VIDANUEVA/BV).- Tras la reciente victoria electoral de CiU en Cataluña, el dirigente Duran i Lleida ha concedido una entrevista en donde la mayor parte de la respuesta a los principales desafíos de la sociedad se centra en la profunda crisis de valores: “Cataluña, como toda España – afirma –, tiene una crisis de valores profunda. Hay un afán de amparar y promover el laicismo, de expulsar el hecho religioso de la sociedad. Angela Merkel dice que el problema de Europa no es que haya mucho Islam, sino que hay poco cristianismo”. A continuación un extracto del artículo del historiador español Pedro Aliaga:

En el Reino Unido, los tories del joven y ecologista David Cameron han hecho uno de los puntos focales de su programa de gobierno el We do God (Dios nos importa), lema en claro contraste con un no muy lejano We don’t do God de Tony Blair en sus tiempos de primer ministro. La nueva presidenta de los tories, Sayeeda Warsi, afirmaba hace dos meses que Dios juega un rol importante en las políticas de su Gobierno. En vísperas de la visita del Papa a su país, Warsi decía públicamente: “Si alguien insinúa que este Gobierno no comprende, no aprecia, no defiende a las personas con fe, es más, si alguien afirma que ‘no se ocupa de Dios’, espero que mi programa de esta semana podrá hacer algo para borrar este mito”.

En cierta manera, y al menos cronológicamente, se puede dar a Nicolas Sarkozy la primacía entre la reciente generación de mandatarios europeos que se han puesto manos a la obra para hacer de la laicidad del Estado un concepto positivo. Cuando era ministro del Interior, en su libro-entrevista, afirmaba que quienes atacan las creencias religiosas siguen sus pasiones y no sus intereses, pues es el despotismo quien puede pasar de la fe, pero no la libertad. Convertido en primer ministro, Sarkozy y su Ejecutivo han mantenido una línea de interés de primer orden hacia la religión, con hechos tan insólitos en la política de la laica Francia como incorporar religiosos a los asesores de gobierno o proclamar que los sacerdotes tienen un rol más importante que los mismos maestros en la educación de una sociedad. La búsqueda de entendimiento con el Vaticano es suficientemente elocuente en la presente era política gala.

Esta nueva línea que comienza a abrirse paso en Europa se podría sintetizar con las palabras de Marcello Pera, presidente del Senado italiano, dirigidas a Benedicto XVI: “Hacemos nuestra la idea de que el Estado laico, a diferencia del Estado laicista (ideológico y árido por la secularización), no es hostil hacia el sentimiento religioso de los hombres, sino que colabora con él”.

La Iglesia en Europa se encuentra en los comienzos de una nueva encrucijada histórica o, al menos, eso parecen indicar los políticos. Habrá que ver en qué consiste esa colaboración auspiciada por los gobiernos, y habrá que estudiar qué precio hay que pagar, en contribución de trabajo y en situación libre y autónoma de los creyentes en el conjunto de las fuerzas sociales.

La aportación de Ratzinger (antes y después de su elección pontificia) a este nuevo horizonte para la Iglesia europea es, a todas luces, de un valor y tempestividad excepcionales. Da razón a los geopolíticos, que reconocen a la Iglesia católica la capacidad de impostar estrategias sobre tiempos muy largos, garantizándose dos resultados principales: jugar con mucha anticipación sobre cuestiones que aparecerán más tarde, y tener amplia comodidad para formar adecuadamente los cuadros que deberán actuar cuando llegue el momento (M. Graziano). La creación de un dicasterio para la Nueva Evangelización, que mira precisamente a Europa, y a cuyo frente se ha puesto a un prelado familiarizado con los entresijos de la política (y de los políticos), confirma la oportuna sagacidad católica.

Imagen: (Reuters) Nicolas Sarkozy, presidente de Francia (2do izquierda), junto a cardenal francés Roger Etchegaray (l); cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Vaticano(2do derecha); Jacques Remiller (r), miembro del parlamento francés; Jean-Claude Gaudin, alcade de Marsella (3ro derecha) y al escritor francés Alix de Santo-Andre (4ta derecha) en un almuerzo en la embajada francesa en Roma (08-10-2010)

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