Comentarios sobre una posible reforma en la jerarquía católica

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4.00 p m| LIMA 25 may. 10( (VIDANUEVA/CHIESA/BV).- Después de que aparecieran en la Iglesia, escándalos, cuestionamientos, habladurías y demás; 2 sacerdotes y un periodista analizan y avizoran particular y coyunturalmente nuevos vientos en la Curia Vaticana, que incluso llegan a mencionar como reformas para la jerarquía católica.

A) Para Sandro Magister -periodista de L’Espresso y uno de los analistas más importantes de los acontecimientos eclesiales- la Iglesia reacciona en tres formas distintas.

1. La vía maestra.
La vía maestra es la trazada por el Papa. La Iglesia – ha dicho Benedicto XVI – debe entender que su más grande tribulación no nace de afuera, sino de los pecados cometidos dentro de ella. Y por lo tanto la penitencia es su primer deber, para abrirse a la conversión y en fin a la gracia renovadora de Dios.

El Papa ha dado los estímulos más fuertes para recorrer este camino dando un mensaje y un saludo. Pero debido a la escasa atención que ha recibido en Alemania, la sala de prensa vaticana ha previsto distribuirlo a los medios de todo el mundo.

El mensaje está previsiblemente escrito de puño y letra y es una invitación a “estar alegres en medio a todas las tribulaciones”, “gracias a Dios en nuestra ciudad hay mucho más de diez justos”. Benedicto XVI, también dijo que “el verdadero enemigo que temer y que combatir es el pecado, el mal espiritual, que a veces, lamentablemente, contagia también a los miembros de la Iglesia”.

Es seguro que Benedicto XVI regresará sobre el mismo argumento el 10 y 11 de junio próximos, en la vigilia de oración y en la misa con la que cerrará el Año Sacerdotal querido por él precisamente para volver a darle vida espiritual al clero.

2. El enfrentamiento en el sacro colegio.
Mientras el Papa Benedicto traza la línea maestra, entre sus cardenales hay quien extrae consecuencias a nivel del gobierno de la Iglesia.

Los purpurados salidos a la luz son el austriaco Christoph Schönborn, arzobispo de Viena y el estadounidense Sean O’Malley, arzobispo de Boston. Ambos han golpeado al cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de Juan Pablo II y luego del mismo Benedicto XVI en el primer año de pontificado. Lo han acusado de haber largamente obstaculizado la obra de limpieza emprendida por el entonces cardenal Ratzinger en relación a personalidades del peso de Hans Hermann Gröer, arzobispo de Viena y de Marcial Maciel. Sodano es hoy el decano del colegio cardenalicio, como lo fue Ratzinger cuando murió Wojtyla.

La ofensiva de los dos cardenales encuentra apoyo en la curia, en el sucesor de Sodano en la secretaría de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, quien actúa con severidad en la operación de “limpieza” de los Legionarios de Cristo, congregación fundada por Maciel, defendido y exaltado por Sodano.

En el penúltimo número de la “Civiltà Cattolica”, revista de los jesuitas impresa con el previo control de la secretaría de Estado vaticana, son puestos como ejemplo de buena conducta las diócesis de Mónaco, Colonia y Bolzano, “donde los obispos han asumido una actitud que se podría definir ‘proactiva’, es decir, preventivamente colaboradora en relación a las autoridades civiles”.

Y con este artículo de la “Civiltà Cattolica” nos encontramos con la tercera modalidad de reacción al escándalo de la pedofilia

3. La batalla cultural.
Los artículos de la “Civiltà Cattolica” son dos. Los autores son los padres jesuitas Giovanni Cucci y Hans Zollner que enseñan psicología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y enfrentan la cuestión de la pedofilia desde la perspectiva psicológico-social.

Entre las lecciones que se han de sacar del escándalo, los autores insisten sobre la preparación de los candidatos al sacerdocio, cuyo equilibrio y madurez deben ser seriamente verificados.

Desmienten que haya un nexo de causa-efecto entre el celibato y la pedofilia. Y en cuanto a la solicitud de reducir al estado laical a los sacerdotes culpables de pedofilia observan:

“Cierto, este puede ser también un procedimiento necesario, previsto por el código de derecho canónico, pero quiere decir que eso sea la mejor medida para las potenciales víctimas, los niños, y para el mismo abusador, que frecuentemente reingresa a la sociedad sin ningún control y, dejado a sí mismo, vuelve a cometer abusos.

Cucci y Zollner también denuncian el “extraño silencio” que se registra sobre la cuestión no sólo de parte de quienes se desenvuelven en el mundo de la educación (padres, maestros, etc.) sino sobre todo de quien sería el más autorizado para hablar de ello con conocimiento de causa: psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas. Para ser reconocida como una perversión, la pedofilia “requiere el reconocimiento de una norma ética y psicológica, antes que jurídica”.

Por lo tanto la batalla debe ser también cultural. Una batalla en la que la Iglesia del Papa Benedicto está en primera fila.

B) José María Arnaiz, SM- Ex secretario general de la Unión de Superiores Generales, USG, manifiesta que:

Hay reformas importantes, numerosas y profundas que hacer. Frente a esta necesidad, surgen las preguntas: ¿Por qué? ¿Quién las va a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo?

¿Por qué todo esto? La Curia romana es el órgano central de gobierno de la Iglesia. Y si de gobernar se trata, no pueden faltar claros objetivos y una adhesión cordial de los implicados en el proyecto. Parecería que falta liderazgo en la Curia. El secretismo y el mal uso del poder opacan el diálogo franco, y el miedo silencia la crítica constructiva.

¿Quién debe hacer esta urgente reforma? No la Curia; ni siquiera el Papa. Es tarea de un concilio o un sínodo especial. En esta reforma ha de ser fundamental la palabra y acción de los laicos, que necesitan un empoderamiento mayor.

¿Cómo hacerla? Con gran amor a la Iglesia y sentido global de su realidad. Sería ideal que los implicados sintieran la necesidad de la reforma; pero, de todas formas, debe hacerse.

¿Cuándo? Hay que poner urgencia. No hay que olvidar que costará identificar lo que es una reforma de gran calado.

C) José María Díaz Moreno, SJ- Prof. emérito de las Universidades Pontificias Comillas-Madrid y Salamanca, se pregunta:

En primer lugar, sobre la eficacia efectiva de los organismos de la Curia vaticana, en su actual estructura. A través de ella, y de modo rápido y eficaz, ¿llega al Papa todo lo que él debe conocer, con la rapidez necesaria? ¿No pasa demasiado tiempo entre reforma y reforma, para su necesaria adaptación a los tiempos que vivimos y en los que la Iglesia tiene que encarnarse? Y me pregunto si el secreto con el que debidamente procede la Congregación de la Doctrina de la Fe, no cae, a veces, en el secretismo.

Y, ampliando el ámbito de las interrogantes, ¿es suficiente la visita quinquenal de los obispos a Roma con la presentación de una relación sobre la situación de la diócesis (can. 399)? ¿Cómo se redactan las relaciones que deben llegar al Papa? ¿No ha llegado la hora de emplear medios más eficaces para evitar la sorpresa del Papa al conocer situaciones improrrogables a las que se ve obligado a poner remedios rápidos e insólitos como la aceptación de dimisiones de obispos?…

Imagen:(Reuters) Benedicto XVI caminando durante la celebración en la basílica de San Pedro.

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