¿OSIQUE?

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Aníbal Quiroga León ([1])

Una de las palabras claves en medio de la pandemia que nos aqueja ha sido la solidaridad. La de nuestros vecinos, la de nuestros compañeros de trabajo, la de nuestros familiares, la de nuestros conciudadanos, la de nuestros connacionales.

Estamos en el vórtice de la mayor crisis de salubridad jamás antes conocida, no solo en el Perú, sino en el mundo entero, con su secuela de destrucción y muerte, y cuyo final para nosotros está aún por escribirse.

Confinamiento social, encierro y toque de queda. Las personas hemos sido forzadas y obligadas a aislarnos. Las familias se han dividido, los hijos se han separado de sus padres, las madres no han podido abrazar a sus hijos y los nietos no pueden siquiera acercarse a los abuelos. Los amigos solo se ven y tocan por medio de una pantalla y se nos ha anunciado que estamos camino hacia una “nueva convivencia social” en una meseta a la que no terminamos por arribar.

La economía se ha afectado en grande, casi 16 puntos del PBI en un mes, comparable con la post Guerra del Pacífico ha dicho el Presidente, la gente ha perdido su trabajo, más de cien mil escolares de escuelas privadas se han cambiado a una pública, no hay ingresos y lo único perfecto en todo esto ha sido la suspensión laboral decretada por el Ministerio de Trabajo o la quiebra de muchas empresas. La gente no recibe sus pagos y se han comido sus pocos ahorros, los que tenían.

En medio de esta desgracia social y nacional, solo nos ha unido la conectivida; el teléfono, el video, la comunicación en tiempo real y la interacción con el mundo a través del internet. La educación virtual es el lema y el teletrabajo el método. Claro, todo eso requiere tener acceso a internet, a un sistema de datos, a una conexión por telefonía de celular.

Pero he aquí, que estando vigente aun el confinamiento social obligatorio hasta el 30 de junio, cuando recién algunas actividades económicas empiezan a intentar levantar cabeza, las empresas de telefonía se han alobado y, arropados por el OSIPTEL que es el organismo regulador que debería velar por los usuarios que son los que dan vida a las grandes empresas,  ha empezado a cortar los servicios de comunicación, a “degradar” los planes de sus clientes -restringiéndoles o quitándoles el acceso a datos- porque no se han puesto al día, porque en los días de encierro o confinamiento no han tenido la bondad de ponerse al día con sus pagos. ¡Habrase visto semejante desfachatez!

Y los genios del OSIPTEL han llegado a la conclusión de que quienes tienen un sistema de post pago, sí han tenido ingresos, a ellos sí les han pagado, y hacen el perromuerto, y por lo tanto deben pagar por sus servicios y si no lo hacen, bien merecido tienen el corte, y que los pobretones del prepago son los únicos que merecen alguna ayuda.  Y los que hacen el teletrabajo también tienen ingresos, sino porque hacen teletrabajo (sin importarles si cobran o no cobrar, si les pagan o no les pagan) y que también entran en la categoría de perromuerteros.  ¡Bien merecido el corte!

Entre eso y los actuales carroñeros de la venta especulativa de los balones del vital oxígeno medicinal que tanto escasea, no hay mucha diferencia conceptual.

Claro, los genios del OSIPTEL son burócratas que, confinados o no, igual reciben sus salarios y dietas en sus casas, vía trasferencia bancaria. No son los empresarios que lo han perdido casi todo por no poder vender y carecer de ingresos, no son los jóvenes profesionales que se han quedado sin trabajo. No son las empresas profesionales MYPES que a duras penas han sobrevivido del “teletrabajo” para sostenerse, cobrando a puchos, y que dependen del servicio de datos para poder levantar pico, y los que ahora tienen que apoquinar, sol sobre sol, las cuentas del telefonía e internet para no ver cortado o degradado el servicio so riesgo de quedarse en la nada.

El regulador, que no regula nada, que juega para las grandes empresas que en el pasado han ganado muchísimo con los servicios, y que durante la pandemia han tenido ingentes ventas, porque no han regalado sus servicios durante la emergencia, y que tendrán que establecer inteligentes programas de cobranza cuando se levante la pandemia y la economía mejore sustancialmente, y no antes, pues corren el riesgo de matar a la gallina y quedarse sin los huevos.  Si todos quiebran y nadie recupera su capacidad de pago, ellos tampoco cobrarán. LQQD.

Pues de eso parece tratar la solidaridad, ¿no?; sino, de qué….

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP

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