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PEDRO, EL LOBO Y LA VACANCIA

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AQL-BLOG PEDRO, EL LOBO Y LA VACANCIACuentan testigos directos de la época que al presidente “Sano y Sagrado” su entorno lo tuvo jaqueado por buen tiempo con el fantasma de la vacancia presidencial. La suma de una serie de errores políticos, su inveterada tardanza, la leyenda urbana del Melody, una posible dipsomanía y otras layas, el tema “Zaraí” y la influencia de una esposa poco carismática, conspiraban -al lado con la permanente baja en las encuestas y su debilitada credibilidad- para que desde dentro de sus propias huestes le alimentaran permanentemente con tan horrísona admonición. Total, jurisprudencia había, desde que un envalentonado Congreso echó mano a la Constitución para decretar –entonces por mayoría simple- la vacancia presidencial de AFF luego de haber pretendido renunciar por fax desde el extranjero. Es decir, la puerta existe y se podría volver a abrir.

Con esa fortaleza, uno de los más entusiastas impulsores de esta ánima, se hizo del Ministerio de Justicia –pese a no ser jurista- desde donde hizo y deshizo en materia de detenciones, procuradores ad hoc e interesadas persecuciones judiciales. Su ocaso, como “Pipino el Breve”, vino cuando logró hacerse nada menos que de la Cancillería por escasos dos días y, ante la férrea oposición de Carlos Ferrero, forzó al presidente a doblar la mano echando marcha atrás luego haber provocado la más grave crisis política de esa presidencia. Luego de aquello el personaje perdió fuerza e influencia, pasando al ostracismo político.

Ahora nuevamente se ha desempolvado el libreto de la vacancia presidencial a raíz de la censura del exministro Saavedra, luego de su interpelación, el desbande de la raleada bancada del oficialismo y la fortaleza de del panzer de la aplastante bancada de oposición que se ha hecho sentir como pisada de elefante en una cristalería.

En efecto, conforme al Art. 113° de la Constitución, la presidencia de la República vaca (es decir, concluye, termina o cesa dejando vacío el cargo) por permanente incapacidad moral o física, declarada por el Congreso. Históricamente ha sido la causal más invocada por la oposición frente a un presidente en funciones, precisamente porque es una declaración política y subjetiva que no requiere de prueba alguna, excepto la decisión conjurada por la sumatoria de los votos suficientes. En el caso de nuestra Constitución, complementada por una sentencia del Tribunal Constitucional (post AFF), con no menos de dos tercios de los votos del Congreso (87), los  mismos requeridos para el Defensor del Pueblo o los Magistrados del Tribunal Constitucional. A la aplastante mayoría de la oposición le faltarían 15 votitos. No parece una gran diferencia.

No han faltado los áulicos y áulicas que, frente al choque de trenes del Congreso y con el Ejecutivo por el ex Ministro Saavedra, su defenestración y el impasse surgido, han sugerido en todos los tonos que el Ejecutivo plantee una “cuestión de confianza” a fin de forzar al Congreso a licenciar al premier -y a todos los ministros-, de manera que si eso se repetía, PPK les daba el vuelto despachando a su casa al Congreso entero. El problema es que todo ello puede sonar muy bonito en el papel de quienes con gran infantilismo se plantean el tema político como un tablero de ajedrez, a despecho de la realidad, pretendiendo sumir al país en una espiral cuyo resultado final nadie puede asegurar, pudiendo fácilmente terminar entregando en bandeja el gobierno a grupos radicales de izquierda o algún outsider que terminara ganando las preces del electorado cansado de una política tradicional representada por estos dos ¿partidos? políticos: PPKausas y Fujimorismo.

Y es que el afán de figuración y la enfermiza necesidad de estar presente en todo y ante todos hace que algunas personas razonen ad nauseam y sean capaces de sostener cualquier pachotada con visos de ilación o de cierto conocimiento: como si se tratase de perseguir -código civil en mano- a guachimanes de una playa privada por no dejar entrar sin uniforme a las empleadas del hogar. ¡Plop!

Es verdad que el juicio político que precede a la declaración de vacancia presidencial es sumarísimo y que no requiere de prueba alguna, tan solo la sumatoria de 87 votos conformes. Punto.  Pero también es verdad que a eso se llega luego de un proceso de franco deterioro de la presidencia, de crisis de gobernabilidad y de procesos políticos internos severamente fracturados: Dilma en el Brasil o Lugo en Paraguay, por citar solo dos ejemplos cercanos. Pero, ¿Estamos acaso en ese nivel? Nuestra pobre representación congresal, que prefiere inaugurar restaurantes privados en vez de dar la pelea en el Congreso defendiendo a su ex ministro estrella, causándole dolor e indignación nada menos a su líder el Presidente de la República, ¿Está en ese nivel como para complotar contra la democracia acortando un mandato presidencial, dando un casi Golpe de Estado para perpetrar un “constitucionalicidio” que solo nos haría retroceder a 1992? Todo parece indicar que no.

Parece que no.  No se entiende, salvo la explicación de ese patológico afán de figuración  de quien siempre cree tener la razón en todo y ante todo, que siempre quiere hacerse presente, que un día asesora y el otro denuesta, de quien blande alegremente tan afiebradas tesis. Al final, como en la fábula de Pedro y el lobo  -como el caso del Canciller Pipino el Breve-, de tanto darle al tema, terminan perdiendo toda credibilidad recibiendo como cruel castigo el eterno anonimato. El problema se presentará cuando en verdad quieran decir algo bueno, nuevo o interesante: nadie les creerá y quedarán solo para la anécdota de salón o para la mofa eterna.

MI REINO POR UN CABALLO ♞

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AQL-BLOG Mi reino por un caballo

No se trata de la tragedia de Ricardo III, según la leyenda que Shakespeare recoge, sino la que inspira nuestra política de estos días de la confrontación entre el Gobierno, su minoría congresal y la oposición con su aplastante y abrumadora mayoría en el Congreso.  De uno u otro modo, esta confrontación se veía venir desde el desenlace de la segunda vuelta en que, literalmente, PPK le arrebató a KFH –legítimamente y por una nariz- el añorado triunfo.  Tanta ha sido su frustración que hasta hoy no parece haberse repuesto anímicamente del todo.

Luego vino la instalación del Gobierno, el nuevo Congreso y el voto de confianza ante la investidura del nuevo premier. Escarceos por aquí, por allá y por acullá. Finalmente la papeleta fue despachada y se pudo iniciar el cuarto gobierno constitucional consecutivo, algo inédito en nuestra vida republicana. El tercer acto estuvo conformado por las facultades delegadas.  Más idas y venidas y el tema logró ser salvado, con menos plazo, pero con las cuestiones importantes otorgadas.

Y ahora el primer encuentro frontal, un choque de trenes, de poder a poder. El Congreso se le prende al Ministro de Educación (que, oh! casualidad, es el único que huele a la era Humala) por dos temas accesorios, corriendo el firme riesgo de ser censurado, con lo cual su dimisión ineluctablemente deberá darse en 72 horas –quedando recusado para volver a ser ministro en ninguna otra cartera durante todo este periodo presidencial-; teniendo como telón de fondo el complejo proceso de la reforma educativa, sobre todo la universitaria, que tanta urticaria produce en uno y otro bando.

¿Cuáles son las principales razones para que a suerte de Saavedra luzca echada?  Varias y de diversa índole: primero, la composición del Congreso que no parece haber variado, cambiado o mejorado nada respecto de sus predecesores. El mismo congrezoo, con los mismos otorongos, Aldo Mariátegui dixit. Segundo, la minoría que el gobierno exhibe frente a la imponente mayoría de la oposición producto de un defectuoso sistema electoral nos hace regresar al dejá vú de los ’60. Tercero, la falta de una cabal comprensión por parte del Ejecutivo al haber renunciado a contar con un operador calificado en el Congreso que le sirva de bisagra con la mayoría congresal, como lo impone la realidad.

Además está de la fragilidad de su bancada, debilitada por su falta de unidad y cohesión, carece de un líder indiscutido. Es una “hidra” con muchas calabacitas.  Por el contrario, a despecho de la realidad, se lucen con puyas, dimes y diretes, buscando el chiche y la bolita, la frase más “inteligente”, la más hiriente, o la más ofensiva.  Y ahí está el resultado. ¡Toma Saavedra!  Sumado a ello está el hecho de que la bancada minoritaria solo mira hacia el Ejecutivo y a los cargos que puedan arrancarle a PPK.  Mechita aspira a emular a Vizcarra y se maneja en el Congreso con gran torpeza, pero alucina ser muy sagaz. Violeta está golpeado, camina rengo y con Vitocho respirándole en la nuca. Bruce carece de compromiso desde que tuvo la “solidaridad” y pertinencia de inaugurar su restaurante privado en la Costa Verde con la crema y nata del Ejecutivo en la vísperas del calvario de Saavedra. Y, de paso, con la gloriosa PNP de guachimanes privados. Sheput, prestadito nomás, juega al francotirador que no se moja por nadie, siempre cuidando las asentaderas. Costa mira de reojo a Basombrío pretendiendo ser su recambio. Los demás en proyectos personalísimos.

¿Cómo van a manejarse adecuadamente y salvar a Saavedra? Nada. Está condenado de antemano y sin atenuantes. Muy pronto veremos rodar su cabeza… Y es que conforme al Art. 132° de la Constitución el Congreso puede hacer efectiva la responsabilidad política del Gabinete, o de un ministro por separado, mediante la censura o el rechazo de la confianza (al gabinete en conjunto o a un ministro en singular, según se trate). La censura la plantea el Congreso y la confianza el Gabinete, o un ministro en singular.  Son las dos caras de una misma moneda. Es un craso error afirmar que la confianza solo la puede plantear el Gabinete.  Basta leer la Constitución.

Saavedra podría haber culminado su intervención en la interpelación pidiendo una cuestión de confianza, forzando al Congreso a votarla. Si se la negaban debía renunciar tan igual que si hubiera sido censurado.  Si la lograba, salía re-legitimado del hemiciclo.

También es verdad que el Gabinete podría cerrar filas con su ministro y pechar al Congreso exigiéndole que la confianza a Saavedra se traduzca en confianza a todo el Gabinete.  El problema es que si se le negaban se producía, como dice la Constitución, crisis total de gabinete, debiendo todo el Gabinete dimitir en 72 horas y el presidente nombrar a un nuevo premier, sin poder repetir con Zavala en el Gabinete, con todas las consecuencias que ello arrastra.  ¿Valía la pena?  No parece, porque habría ido todo el Gabinete al sacrificio y no solo Saavedra, con la crisis de gobernabilidad que eso traería.  Y si se produce una segunda negación de confianza al nuevo gabinete, el Presidente puede cerrar el Congreso, despachar a su casa a los actuales congresistas, y convocar nuevas elecciones en 4 meses para que un nuevo Congreso complete el mandato.

Las posibilidades de ello serían inimaginables. ¿Quiénes serían reelectos? ¿Quiénes repetirían? ¿Quiénes solo estarían un semestre en las mieles del poder?  ¿Cuánto les costaría volver a postular? ¿Mantendría FP sus 82 miembros? ¿Aumentarían los de PPK? O -como nadie sabe para quién trabaja- ¿Terminaría favoreciendo a Arana y a la Glave incrementando los congresistas de izquierda haciéndole el flaco favor a nuestra frágil democracia? Felizmente eso es sólo ciencia ficción. Nunca sucederá. Jamás el Congreso se haría el harakiri ni -como los lemmings- marcharía al suicidio colectivo. Eso se los puedo apostar. ¡Y les gano la apuesta!