TOLERANCIA Y DEMOCRACIA

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AQL DEMOCRACIAComo bien enseñaba Pedro de Vega, la verdadera democracia no significa en modo alguno la utópica –y hasta dañina- aspiración de que todos, en una comunidad, piensen, sientan y crean de modo uniforme; sino que dentro de una diversidad de creencias, pareceres, aspiraciones, religiones, modelos políticos, sociales, culturales y económicos, las gentes de toda la comunidad transiten sobre una estructura mínima vital e indispensable para la convivencia pacífica, creativa, desarrollada sobre el mutuo respeto y a la diversidad (raza, aspiración política, credo, color y condición social), llevando como norte el desarrollo de esas grandes comunidades que en los tiempos modernos llamamos naciones.

Para ello la amalgama indispensable que debe permitir que esa comunidad se desarrolle en conjunto sobre el respeto a la necesaria diversidad es, sin duda alguna, la tolerancia; valor superior que exige el respeto por la persona e ideas ajenas, sus opciones, sus credos, sus pareceres y sus ideales, aunque no necesariamente los tengamos que compartir, asumir o repetir.

AQL TOLERANCIASerá por eso que el principal valor ausente en el oscurantismo fue la tolerancia.  Lo mismo pasó en el Medioevo con la inquisición.  Igual hasta hace poco con el Ku Klux Klan y todas las formas de discriminación. En la era moderna su ausencia ha sido la  principal característica de dictaduras, de regímenes militares y de los golpes de Estado, como resulta fácil apreciar de la historia reciente de la humanidad.

AQL TOLERANCIA 1Los que saben del alma humana explican que la tolerancia es un estadio superior del espíritu cultivado y educado.  Para reprimir, para agredir o para insultar a quien consideramos nuestro oponente no se requiere de mucho valor; al contrario, es de poco valor hacerlo.  Para contenerse, para responder a las ideas con ideas, con propuestas alturadas y no con denuestos se requiere de mucho valor.  Es más fácil lastimar que dejar de hacerlo.  Está más a la mano lesionar que respetar a la persona, ya que lo primero responderá a una pulsión primaria, aquella que nos acerca más a los seres inferiores; en tanto que para tolerar, contenerse y respetar se requiere de un espíritu cultivado y de una entereza que nos define como seres superiores y nos permite, precisamente, lograr esa convivencia democrática a la que los hombres y mujeres de bien aspiramos para nuestras  comunidades desarrolladas.

La democracia implica intercambio de ideas entre quienes no necesariamente piensan y sienten igual, pero que de antemano saben que debe existir y perdurar esa base común por la que todos debemos transitar y respetar forzosamente so riesgo de perder la esencia de la democracia e involucionar hacia la violencia.  Esa es estructura conceptual y política  que está recogida en la Constitución, cuyos valores y principios preserva, en la forma de gobierno que define y en los mecanismos de control, autocontrol (interórganos e intraórganos, según Loewenstein); al punto que la máxima expresión de ese intercambio será en la alternancia en el ejercicio de los poderes del gobierno.  Hoy gobierno yo, mañana gobernarás tú: pero tanto tú y yo respetaremos una estructura común de valores, principios y sistema político esenciales para dar curso común a nuestro sistema democrático que estará al servicio del bien de todos, sin excepción.

Dicen también, aquellos que saben del alma humana, que el desorden externo que una persona exhibe no será otra cosa que una mera proyección del desorden interno en está mal estructurada su mente.  Es muy importante poder determinar eso en los actores de la política doméstica y cotidiana, para decidir responsablemente a quién elegir bien y a quien no elegir.  El agresivo, el insultante y el que sólo expresa denuestos al oponente no parece propicio para la actividad política, y más bien será reflejo directo de una sociedad agresiva antes que de un desarrollo social y democrático.

Es como luce nuestro tránsito –urbano y rural- que no es más que un reflejo de un problema interno de educación vial esencial, respeto por el otro y acatamiento de reglas mínimas –y sus sanciones- para la convivencia automotriz.  Por eso, como bien dice ese bello poema cantado “Desiderata”: hay que alejarse de los espíritus ruidosos y agresivos, ya que no son más un fastidio para el alma.

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