El cuarto año de gobierno se ha estrenado, entre otras cosas, con una importante escisión en la bancada congresal de gobierno en protesta por lo que consideran ha sido la imposición en la presidencia del Congreso de la candidata de la Primera Dama. Al final, esta candidatura se concretó en segunda vuelta y a duras penas, pero a costa de fragilizar la mayoría relativa que el partido en el gobierno mantiene. Con ello, fragiliza la posición del Ejecutivo en el Congreso y hace peligrar no solo la emisión de las leyes más importantes aún en cartera, además del necesario control parlamentario, sino que pone en riesgo inclusive el voto de investidura de la Premier Jara, empoderada luego del abrupto renunciamiento del expremier Cornejo.
De alguna manera el Partido Nacionalista tiene experiencia en dramáticas rupturas congresales. Ya en el periodo 2006-2011, donde obtuvo la segunda mayoría más importante en el Parlamento, se vio prontamente dividido, dando lugar a dos bancadas, debilitando su fortaleza y enorme ventaja relativa, al punto que, ayer como hoy, personas allegadas al actual Presidente le dieron la espalda con sonoras renuncias. Hasta ahora resuena la estridente renuncia del entonces congresista y 2do. Vicepresidente de la República Torres Caro (“No, Ollanta, así no es, Ollanta….”) que se dio casi al inicio en dicho periodo. Hoy la ruptura si bien se ha dado en menor número, no ha dejado de ser dramática e igualmente debilita a la mayoría relativa en el Congreso del gobierno. Más allá de sus causas y razones, lo cierto es que estas rupturas, renuncias, transfuguismos y, finalmente, notorias traiciones son una constante en aumento en nuestra política nacional.
¿Cuál es la causa principal de las mismas? Es verdad que la lealtad, la honestidad, la gratitud y la consecuencia son valores casi inexistentes en el quehacer de la vida política doméstica. Imagino que, mutatis mutandi, lo mismo ocurre en la vida política de todas las naciones en general. La respuesta de “así es la política” es un lugar común, casi como lo es la expresión “así es el futbol” con que se pretende justificar casi todo. Pero resulta evidente que los quiebres, renuncias, transfuguismo y traiciones partidarias tienen que ver, fundamentalmente, con la fragilidad que presentan y proyectan los partidos políticos en general.
Cuando no hay un partido político sólidamente institucionalizado, con democracia interna y cuadros que permitan su renovación y alternancia, remedando del mejor modo lo que debe ser la política en general sobre la que se proyectan, siempre estaremos expuestos a que sean la improvisación, el amiguismo, el clientelismo o a la conveniencia económica resulten las principales motivaciones a la hora de formar los cuadros presidenciales, los candidatos al Congreso, a las regiones y a las alcaldías, incluyendo la elección de los propios ministros de Estado. La falta de institucionalización y la fragilidad de estas relaciones (en las que a veces los líderes políticos ni siquiera conocen a los integrantes de su lista congresal y quienes serán parte de su bancada) ha sido la constante de los últimos 50 años en el Perú.
Los partidos políticos consolidados e institucionalizados (más allá de pleitos de personalidades, celos, apetitos o herencia política) serán los que estarán más alejados del riesgo de transfuguismo, rupturas y traiciones, en tanto que los partidos improvisados, los movimientos coyunturales o aluvionales, serán lo que estén más expuestos a que los aventureros y oportunistas de turno se suban al coche sin convicción ni vinculación real, tan solo por el puro interés o la mera conveniencia. Y serán estos los que estén en primera línea para protagonizar sonadas rupturas, transfuguismos o traiciones como las que estamos viendo con reiterada contumacia en el inicio de la cuarta legislatura del actual gobierno. El caso más evidente es, sin duda, el protagonizado por el congresista Jaime Delgado.
A ello se le suma el natural desgaste del gobierno y el cálculo político respecto de la conveniencia personal en el futuro inmediato (¿Dónde me acomodo mejor?), resaltándose el antivalor de la inconsecuencia política y personal, sin quitarle hierro a las fundadas quejas de manejo autoritario y poco democrático de los líderes del propio partido de gobierno (el Presidente y su esposa), dejando de lado a sus integrantes y tomando decisiones inconsultas, como si el gobierno sólo fuera de la pareja presidencial y no del Partido Nacionalista, postrando a sus integrantes (ministros, congresistas y funcionarios de alto nivel) como su comparsa y con una mera instrumentalidad. La suma de todo ello escribe el guión del actual escenario político en el país y no se percibe que estas taras tengan solución eficiente en el corto o mediano plazo.