¿Dutertismo en América Latina? Entrevista al científico político Aries Arugay

Sobre la base de un discurso según el cual la delincuencia y el narcotráfico están fuera de control, el presidente Filipino Rodrigo Duterte ha desatado una política de matanzas extrajudiciales de aquellos de quienes se sospecha son vendedores o consumidores de drogas. Van más de 7000 asesinatos desde que tomó el mando, prácticamente todos de los sectores más empobrecidos, y las cifras siguen subiendo. El pasado martes me senté a conversar sobre el fenómeno de Rodrigo Duterte con el científico político Aries Arugay, de la Universidad de Filipinas, Diliman. El Dr. Arugay comentó sobre los paralelos que hay entre el surgimiento de Duterte en las Filipinas y los de otros caudillos latinoamericanos, así como las maneras en que se podría impedir que la política de la “guerra contra las drogas” y sus matanzas extrajudiciales se reproduzcan en América Latina. 

 

¿Qué paralelos hay entre Duterte y América Latina?

Ya hemos visto el surgimiento de outsiders en América Latina. Duterte mismo empezó como alcalde de la ciudad de Dávao, y de todos los candidatos presidenciales en las elecciones, era el que tenía el menor perfil político a nivel nacional. Todos los demás eran mucho más conocidos.

Políticos patricios.

Así es. Y así fue cómo Duterte marcó distancias. Esto lo hemos visto en la “crisis de representación” en América Latina, que llevó al poder a gente como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, los Kirchner, es decir, el surgimiento de la marea rosa. Duterte no tendrá las credenciales izquierdistas de estos líderes latinoamericanos, pero al haber estudiado América Latina, siempre he atribuido la victoria de Duterte a un descontento de larga duración con la democracia elitista de las Filipinas.

Una clase patricia, cuyos nombres uno ve repetidamente en la historia del país.

Así es. No tenemos un sistema de partidos viable, así que terminamos escogiendo entre dinastías o bloques de familias. Duterte rompió con ese molde de democracia representativa elitista que se restauró tras la caída de la dictadura, en 1986. Tampoco tiene el peso histórico de muchos de los políticos que pertenecen al establishment político, la clase de los caciques. Pero como fue un alcalde, no se puede decir que es un outsider completo, pero hemos visto casos similares con otros líderes latinoamericanos de los últimos diez, quince años.

¿Duterte moldeó su surgimiento sobre estos líderes latinoamericanos, o es un caso de evolución convergente?

Esta es la trayectoria del proceso de democratización que comenzó a inicios de la década de 1980. Muchas dictaduras colapsaron, pero los procesos de democratización no pudieron asimilar a todas las nuevas fuerzas sociales que emergieron. Los partidos se siguieron siendo tradicionales y liderados por las élites; son partidos de cuadros, no de masas. Y hay un descontento frente a los valores liberales porque sus beneficios no se han propagado o disfrutado de manera pareja. Por ello este énfasis en la seguridad. A veces la gente dice que Filipinas está haciendo un pacto faustiano al sacrificar los derechos humanos por la seguridad, pero en cualquier comunidad pobre del país, la gente dirá que no están sacrificando sus derechos humanos, puesto que jamás gozaron de ellos. ¿Cómo renunciar a algo que jamás tuviste? Es algo que solo tienes como concepto en las nubes, y ello es porque el Estado jamás proveyó ciertos derechos.

Acceso a la educación, a la salud, a ser tratados como iguales…

Exacto. Tenemos una desigualdad de niveles latinoamericanos. Por eso somos América Latina en Asia. Países como Taiwán, Singapur, Corea e incluso Malasia han cerrado la brecha de riqueza hasta cierto punto. Esta brecha es la que causa el descontento político, y el péndulo político se movió para el otro lado. Los filipinos aceptaron todo lo que Duterte representa y cerraron los ojos ante lo demás. Como su procacidad. Si le preguntas a cualquier filipino, ellos no quieren un presidente procaz, quieren uno del cual se puedan enorgullecer en el medio internacional.

¿Así que votaron por Duterte a pesar de su procacidad, no por su procacidad?

Depende. Parte de la clase media solo cerró los ojos. Pero en los sectores empobrecidos, algunos prefieren su procacidad porque lo ven como sinceridad y autenticidad. Algo que la clase cacique no puede proyectar con éxito. Sabemos que son ricos y tienen pedigrí, de manera que cuando dicen que son “del pueblo” no resulta convincente. Duterte pertenecerá a una dinastía local, puesto que su padre fue gobernador de Dávao y ahora su hijo es teniente alcalde y su hija es alcaldesa. Pero no se puede decir que “todas son dinastías” por igual, hay diferentes tipos de dinastía. La de Duterte no alcanzó fama nacional sino cuando se hizo presidente. Aunque le han ofrecido ministerios desde la década de 1990, pero siempre las rechazó, porque quiso hacerse cargo de su feudo más que del país. Ha sido solo en la fase tardía de su carrera que asumió este desafío. Tiene 72 años, es viejo. Pudo ser presidente hace 20 años. Su discurso de “mano dura” responde a lo que no realizaron los gobiernos anteriores.

¿Qué posibilidades hay de que en América Latina alguien vea las ejecuciones extrajudiciales de Duterte y piense “esto va para mi plan de gobierno”?

Este tipo de populismo con su énfasis en temas como la seguridad pública siempre será atractivo para los políticos lationamericanos, porque el tema sigue vigente. A pesar de la elección de líderes como Chávez, Morales y el resto, lo que uno ve en América Latina es que el tema no ha sido tratado a fondo. Además, hasta en las guerras contra el narcotráfico en Colombia y México, aun cuando son populares sigue habiendo mucho daño colateral. La delincuencia y el narcotráfico siguen siendo temas pendientes.

Pero en general, el populismo de Duterte es de performance. Es menos ideológico que el de Chávez, Morales o Correa, y es menos xenofóbico que el europeo. La lección acá es que diferentes populismos responden a diferentes contextos. El contexto filipino es uno en el que la seguridad pública es tema crítico, pero que es el resultado de desigualdad económica. A menos que solucione este tema de fondo, para el fin de su mandato Duterte seguirá luchando contra los cárteles del narcotráfico.

El apoyo a políticas como la guerra contra las drogas es posible solo porque Duterte ha convencido al público de que está haciendo algo por ellos. Esa línea directa a su base de apoyo es lo que lo hace popular a pesar de las ejecuciones extrajudiciales, su procacidad, su actitud anti-Estados Unidos, sus mentadas a la madre del Papa. Hasta ahora la performance es convincente. Si se vuelve más selectivo en sus ataques a la oligarquía, entonces quizá deje de serlo, ya que parecería un político tradicional que protege a sus amigos. Pero su performance, a diferencia de la de Chávez o Morales, no tiene base ideológica, y por tanto, si su audiencia deja de creer en la performance, habrá cambios.

¿Qué tienen que hacer las democracias latinoamericanas para evitar terminar con un Duterte?

Lidiar con la desigualdad es un ángulo importante. Pero hubo una época de estabilidad en algunos países latinoamericanos porque las élites pudieron formar algún tipo de pacto, como en Colombia o Venezuela. Aunque estos acuerdos eran muy excluyentes, las élites y no-élites acordaron cuáles eran las reglas del juego democrático. Hay inestabilidad cuando llegan outsiders que le dicen al público que las reglas dejaron de ser vigentes. Filipinas está pasando por eso. El juego democrático de las élites ha sido eliminado por Duterte, quien cree que así se deba hacer política. Así que la clave para América Latina es evitar caer en ese ciclo. Tiene que tomarse en serio la tarea de construir instituciones que no sean solo para las élites, que funcionen para todos. Es la única manera.

 

Aries Arugay obtuvo su doctorado en Ciencia Política por la Georgia State University, y su maestría y bachillerato en la misma disciplina por la Universidad de Filipinas, Diliman. Actualmente es profesor asociado en dicha universidad, donde dicta cursos sobre política comparada, entre otros.

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Jorge Bayona

Jorge Bayona es candidato doctoral en Historia en la Universidad de Washington (Seattle), Magíster en Historia por la misma universidad y Bachiller en Humanidades con mención en Historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú (Lima). Actualmente es docente en la Universidad del Pacífico y ha sido docente en la Universidad de Washington y la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Sus áreas de especialización son el Sudeste Asiático, América Latina y el mundo del Pacífico.

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