Parece ser que en nuestra infancia alguien omitió deliberadamente enseñarnos a decir que no. Aunque parece ser un problema generalizado en nuestra cultura, las mujeres somos especialmente propensas a padecer este mal. Hemos sido educadas para ser buenas y agradar a los demás y, por lo visto, algunas nos lo hemos creído. Por eso estamos tan dispuestas a sacrificar nuestro tiempo para atender las necesidades ajenas.¿Por qué nos cuesta decir que no? Son varias la razones: la búsqueda de aprobación, la preocupación por ayudar a los demás a la espera de que éstos hagan lo propio con nosotras en el futuro, la evitación de las situaciones de confrontación, etc. No saber decir que no supone entrar en un círculo vicioso del que resulta difícil escapar. Cada vez nos comprometemos a hacer más cosas: en el trabajo, en casa, en nuestro círculo de amistades… y ello nos provoca un grado de estrés innecesario. ¿Podremos mantener todas las promesas que hemos hecho? ¿hasta cuándo vamos a poder sostener este ritmo? La próxima vez que alguien te pida que te olvides de tus prioridades, valora el coste que esto tendrá en tu tiempo, tus proyectos e intereses personales. La mejor manera de aprender a decir “no” es empezar a practicarlo. Te proponemos que, durante una semana, digas que no a cualquier oferta o petición que no te interese. Luego, comprueba cómo te sientes y qué ha pasado. ¿Te han abandonado tus amigos? ¿Te ha dejado tu pareja? No olvides que para conseguir tus objetivos es muy importante decir “no” de forma asertiva, respetando los sentimientos y las opiniones de los demás. Una buena manera es empezar a practicar la técnica de la autoafirmación “en bocadillo” (*), intercalando lo que tenemos que decir entre dos rebanadas de aserción. Por ejemplo: “Te agradezco que me hagas esta oferta, pero ahora no puedo asumir más compromisos de los que tengo; en el futuro estaré encantada de poder colaborar con vosotros” Si eres nueva en el entreno de la asertividad, ensaya en situaciones de bajo riesgo en las que estás perfectamente convencida de tu derecho a decir que “no”. Así irás cogiendo la confianza necesaria para ejercitar este derecho en situaciones más difíciles. Otra forma de practicar el “no” consiste en anotar todos los compromisos que vamos acumulando en una lista. Llegará un momento en que la lista será tan larga que no tendrás más remedio que decir que no a las nuevas peticiones. Quizá no somos conscientes de ello, pero en realidad estamos diciendo “no” a muchas cosas a lo largo del día: si decidimos quedarnos trabajando en la oficina hasta la noche, estamos diciendo “no” a la familia o a nuestro descanso. Detrás de cada elección hay una renuncia
No te sientas culpable por decir NO ,es tu derecho