20/11/11: OLFATO POLITICO

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Algo sobre el Olfato Político al estilo de Daniel Eskibel
Gianna

** SOBRE LA NARIZ, LA POLÍTICA Y EL CEREBRO **

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‘El olor a leña, Boby,
te hace sufrir’…
Así comienza una canción de Alfredo Zitarrosa. Olor a leña.
Pero…¿puede un olor hacer sufrir a alguien? Pues sí. Sufrir o
sentir otra emoción cualquiera.

Porque los olores son una vía de conexión directa con nuestras
emociones.

Deja que por un instante tu nariz piense por tí. Déjate llevar por
lo que algunos olores evocan en tu memoria y por las sensaciones
que te despiertan.
El olor del café y del pan tostado.
El olor de la carne asada.
El olor del mar.
Respira hondo. Siente ese olor.

Desde que tengo memoria tengo debilidad por el olor a eucalipto. De
hecho vivo en un lugar donde hay eucaliptos por todas partes. Y
cada vez que salgo a la calle me lleno los pulmones sintiendo ese
aroma inconfundible. Y esté donde esté, cuando la brisa me trae ese
olor, pues automáticamente vuelvo a llenar mis pulmones y a
disfrutarlo.

Nunca pude explicar la sensación exacta que me provoca el
eucalipto. Es algo asociado con el bienestar, con la tranquilidad,
con la vida.

Nunca lo puede explicar hasta hace 20 días. La historia, pequeña y
simple, me la relataron mis padres casi a dúo. Yo tenía 10 meses de
edad (hace ya un buen tiempo, por cierto…). Y sufría de una dura
tos convulsa que no se me quitaba con nada. Fue entonces que el
médico les recomendó a mis padres que me sacaran al campo, a
lugares donde hubieran eucaliptos.

¡Eucaliptos!
Y allá iban ellos conmigo. Se detenían cada vez que encontraban
eucaliptos y dejaban que yo respirara. Parece que, tal como había
dicho el médico, el olor me despejaba y me calmaba. Y allí estaba
yo: respirando a pleno, llenando mis pulmones, calmando mi tos
convulsa, sintiéndome más tranquilo, seguro, protegido.

Es una historia personal mínima pero elocuente. El olor transporta
al cerebro. Lo lleva a otros tiempos y le hace sentir sensaciones y
emociones. A veces imposibles de definir, pero potentes.

Bien. Los olores.
Pero no solo los olores.
También las palabras que evocan olores en el cerebro de quien
escucha o lee.
Porque el lenguaje suele ser un buen estímulo para despertar los
efectos de un aroma dentro del cerebro de alguien. Las palabras que
nombran, describen, rodean un olor.

Sin embargo, todos vivimos estos fenómenos de un modo espontáneo
pero pocas veces los implementamos para ser más persuasivos cuando
necesitamos serlo.
Por ejemplo en la política.

Si escuchas los discursos políticos, las declaraciones de los
candidatos y todo ese universo verbal en el que se mueven, ¿qué
escuchas?
Muchos conceptos, ideas, razonamientos, pensamiento abstracto,
conceptos…
Y pocas emociones.

Sin embargo el político necesita despertar emociones en el público
para poder conectar con él y ser más persuasivo. Y lo reitero: los
olores son una vía de contacto directo con las emociones.

Por eso te hago una recomendación.
La próxima vez que vayas a preparar un discurso, una rueda de
prensa, una declaración pública, un debate o cualquier otra
intervención política verbal…utiliza tu nariz.
Dale algo a la nariz de tu público. Construye aunque sea un pequeño
párrafo en torno a un olor, a un aroma evocador. Dale palabras para
que el cerebro de quien te escucha reviva ese olor y dispare toda
una cadena de asociaciones cargadas de emoción.

‘Algo huele mal en Dinamarca’, hizo decir Shakespeare a uno de sus
personajes.
Apelaba así a la nariz del lector. A que ese mal olor leído fuera
decodificado por el cerebro con una sensación de rechazo y
desagrado.
Y Shakespeare sabía qué efectos provocar en el
lector-espectador-oyente, por cierto.

Si estás en política, no lo pienses todo con el cerebro.
Piensa algo, también, con la nariz.

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