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Contra la apatía y la desinformación pública
Un político teme las críticas. Un gobierno, se esfuerza en acallarlas. Sólo la Administración se ha acostumbrado a vivir con ellas e, incluso, a ignorarlas. Como dijera de sí misma la actriz Mae West, “he perdido mi reputación, pero no la echo en falta”.
El servicio público se ha acomodado en su desprestigio llevado por una merma de la autoestima, la desconfianza en la organización e, incluso, la pérdida de fe de sus gestores y empleados en la sociedad para la que trabajan.
En ese contexto, y bajo la amenaza de recortes en el ámbito de las administraciones, ¿cómo reivindicar el buen funcionamiento y la buena imagen de ayuntamientos, comunidades autónomas y organismos estatales?
Puede que no exista una varita mágica. Quizá, simplemente, no sea necesaria. De hecho, bastaría en principio con algunos potentes y llamativos modelos de éxito para reorientar la acción pública y alejar buena parte de sus complejos. Ejemplos hay, por supuesto. Otra cuestión es que, lastrados por su bajo rendimiento electoral, pocos, muy pocos se hayan preocupado en difundirlos.
Resulta curioso. Casi el 70% de las noticias que aparecen en los medios de comunicación proceden de gabinetes de comunicación, muchos de ellos institucionales –lo cual no habla demasiado bien del papel de los redactores-. Sin embargo, y a pesar de dominar la agenda mediática, las informaciones referidas a este ámbito público gozan de los peores niveles de credibilidad ciudadana, según el Informe Anual de la Profesión Periodística 2010.
La rueda de prensa, el comunicado oficial, la foto de nuestro ministro y el corte con declaraciones para radio se han quedado obsoletos. O han quedado para justificar el presupuesto del departamento de propaganda política.
Por el contrario, faltan ideas innovadoras e ingeniosas que, según lo apuntado ya en este mismo blog, ilustren a ciudadanos y servidores públicos acerca de los costes, prestaciones y oportunidades reales de desarrollo que ofrecen las administraciones. Porque, si el contenido es la clave de cualquier estrategia de posicionamiento comercial (recomendable el post de Juan Luis Polo al respecto), ¿a qué esperan nuestros dirigentes para demostrarlo en su mismo ámbito público?
No se trata de convencer. No hay audiencias que reclutar. Lo importante no es la carretera. Ni el consejero de turno y su primera piedra: son los usuarios quienes dan valor a las “cosas de todos”. Como dejó escrito el político y orador romano Marco Tulio Cicerón, “la evidencia es la más decisiva demostración”.
Hacer visible lo evidente
Podemos destacar tres premisas de lo que puede ser una comunicación pública moderna, comprometida, eficaz y barata –ahora que el valor de lo económico parece superar en consideración al impacto social-:
Capacidad de sorpresa.
Habilidad para mantener la atención.
Transmisión espontánea y viral.
Marc Garriga publicaba hace unos meses un interesante artículo sobre “Smart Fun Cities” (ciudades divertidas e inteligentes) en el que se recogen acciones públicas, de carácter local y puestas en marcha en distintos puntos del mundo, que cumplen con estos principios.
Tales iniciativas, que pueden disfrutarse en varios vídeos de resumen a través de ese mismo post, reúnen los ingredientes fundamentales para atraer el interés, generar impactos de largo plazo e involucrar a amplios grupos de personas:
humor;
experiencia directa;
valor humano;
funcionamiento colaborativo.
Otra original campaña es la lanzada en 2009 por el Ayuntamiento de Novelda (Alicante) para sensibilizar a los ciudadanos sobre la importancia de su mobiliario urbano y disuadir a los menos concienciados de atentar contra el mismo. ¿Cómo? Con etiquetas en cada farola, en cada papelera, marcadas con el precio de cada elemento municipal… porque la “gran república independiente de nuestra casa” empieza, efectivamente, en nuestra propia ciudad. Echad un vistazo al vídeo con la propuesta.
Los medios sociales juegan, en este sentido, una papel cada vez más determinante… El espacio público e institucional está ya en la Red… pese al mal ejemplo de nuestros representantes y dirigentes reconocidos… Con ciertas y matizadas excepciones, la actuación de todos ellos dista mucho de ayudar a la buena imagen de las administraciones y gobiernos en cuyo nombre dicen actuar. Lo demuestran de esta forma:
Con perfiles oficiales y no oficiales dedicados, simplemente, a la batalla entre partidos políticos.
Con identidades, blogs y otras hierbas electrónicas que, una vez finalizados los comicios, sencillamente desaparecen… no saben o no contestan. Después de las últimas elecciones municipales del 22 de mayo, hasta el 50% de las cuentas de nuestros candidatos quedaron inactivas, según el estudio “Políticos 2.0: después de las elecciones”, de la Agencia 101.
En un entorno cada vez más global e interconectado, alimentado por las impresiones, los gustos y los contenidos de millones de personas simultáneamente conectadas en Red –aunque movilizadas por pequeñas pero activas e influyentes comunidades digitales-, cobran mayor sentido las “Guías de usos y estilo en las redes sociales” lanzadas por el Gobierno Vasco y la Generalitat de Catalunya (ya en su cuarta versión).
No es casualidad que sus principales mentores sean, a la vez, firmes defensores del Open Data y del Open Government, promotores convencidos en sus respectivos departamentos de las políticas de transparencia pública, de la rendición de cuentas, de la apertura de la información y de la participación ciudadana. ¿Les suena? ¿No? Pues consulten esta sensacional y sencilla animación de The Academy.
Necesitamos “Héroes del Social Media” y héroes de lo público, como pusiera de manifiesto la jornada del mismo nombre celebrada por AERCO y Fundación Telefónica el pasado 21 de octubre (vídeos indispensables). Y requerimos, también, una ciudadanía que de verdad se implique en sus administraciones.
Fue el político y filósofo Thomas Jefferson, a la sazón tercer presidente de los Estados Unidos, el que anunciara ya en el siglo XVIII: “Tiene derecho a criticar quien está dispuesto a ayudar”. Pues eso mismo.
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