14/07/09: SOBRE LA DERROTA

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Ocurrió en la Argentina a principios de julio.

Es invierno en el sur del planeta. El invierno de la gripe A H1N1.
Pocos días atrás fueron las elecciones legislativas de mitad del
período. El ex Presidente Néstor Kirchner renuncia a la jefatura
del Partido Justicialista, considerando la derrota electoral que
acaba de vivir. En su lugar queda Daniel Scioli, segundo de
Kirchner en su propuesta electoral y actual Gobernador de la
Provincia de Buenos Aires.

En un programa periodístico televisivo de Buenos Aires entrevistan
a Ramón Puerta. Es un dirigente político experiente y de fina
inteligencia, perteneciente también al Partido Justicialista pero a
su sector anti Kirchner. Puerta es Diputado Nacional electo, fue
Gobernador de la Provincia de Misiones y también Presidente de la
Nación en una brevísima transición cuando crujían las instituciones
argentinas luego de la caída del Presidente De la Rúa.

Ramón Puerta rechaza a Scioli como nuevo jefe partidario porque lo
considera tan derrotado como Kirchner, y señala que debe asumir esa
derrota. Luego hace un repaso de la trayectoria política de Scioli
subrayando que estuvo con el entonces Presidente Menem mientras
éste triunfaba pero no cuando perdió. Y lo mismo más tarde con el
también ex Presidente Duhalde.

-Actúa como si nunca hubiera perdido una elección, nunca asume una
derrota- dice Puerta.

Y agrega una frase contundente:
-Recién el día que él pierda una elección se va a recibir de
político.

Finalmente el político misionero explica detalladamente por qué es
vital para un político experimentar la derrota, sentirla, vivirla y
asumirla para luego volver a levantarse con los pies sobre la
tierra y seguir adelante.

Lo que importa en esta historia no es si Puerta tiene o no razón
respecto a Scioli. Eso es anécdota. El fondo de la cuestión es la
actitud ante la derrota electoral.

¿Recuerdan la primera línea de la portada de psicociudad.com? Está
allí hace bastante tiempo, por cierto. Dice textualmente:
“9 de cada 10 campañas electorales fracasan en su objetivo”.

Es solo una imagen, claro. Una forma de decir que el resultado
natural de una campaña electoral es la derrota. Y que la victoria
es un resultado excepcional. Es bien simple: siempre son menos los
cargos en disputa que los aspirantes a los mismos. Presidente es
uno solo, Alcalde también. Uno solo es el que gana, y todas las
demás campañas sufren derrotas. Esa es la norma (con algunas
excepciones porque a veces más de una campaña logra sus
objetivos…).

Si la derrota es la ley general, entonces todo político tendrá que
enfrentarse a ella. Tarde o temprano. Una o varias veces. Ningún
candidato puede saber si alguna vez ganará una elección. Lo que sí
todos deberían saber es que la derrota es un río que alguna vez
deberán atravesar. Inevitablemente. Y es un río bravo y caudaloso.

¿Perder una elección condena al político a ser visto por el elector
como un “perdedor”?

No necesariamente. El mundo está lleno de ejemplos de candidatos
derrotados una y otra vez pero que sin embargo resurgen de las
cenizas y logran históricos triunfos. ¿Quién no conoce el caso de
algún candidato considerado “cadáver político” que de pronto
resucita y da la gran sorpresa?

¿Cómo se explica?

Se explica porque el político derrotado, cuando asume esa derrota,
profundiza su visión de la realidad y mejora como político.

Descubre nuevos aspectos de quienes le rodean. Desde la
ratificación de quienes están allí por convicción hasta la
revelación de quienes estaban…estaban…por intereses menores de
diverso orden.

Descubre nuevos aspectos del electorado. Conoce mejor sus
preferencias, sus opciones, sus desconfianzas y sus motivos para
votar o no votar a alguien.

Y descubre también nuevos aspectos de sus competidores, en
particular algunas características positivas que había pasado por
alto (siempre va a ser mejor competir con las virtudes y los
defectos reales de alguien antes que con una caricatura hecha para
la ocasión).

Con un plus: además descubre nuevos aspectos de sí mismo.

La derrota entonces, cuando es bien aprovechada, es una oportunidad
para aprender, para mejorar, para profundizar. En una palabra: para
madurar políticamente. La madurez política no la dan los años, sino
que en gran medida la dan las derrotas.

Y esta madurez es el dato nuevo que el elector percibe antes de la
próxima elección. Lo percibe en las actitudes políticas, en los
gestos, en la forma de hablar, en las acciones, en las propuestas…

Madurez política, de eso se trata.


Daniel Eskibel

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