Apreciados lectores el siguiente material es gran utilidad para los marketeros politicos y forma parte del !Manual del Buen Politico”
Las manifestaciones del poder se encuentran en el reino animal. Es conocido que muchos animales orinan en ciertas áreas para demarcar su territorio y otros, como las ratas, que orinan sobre los cuerpos de sus parejas, posiblemente, como una señal que indique que es parte de su propiedad. Los procesos de sumisión se manifiestan por medio de convenciones hereditarias y, en la disputa por el poder, en muy raras ocasiones, se llega a la agresión real. A menudo – plantean Carl Sagan y Ann Druyan – podemos observar en el comportamiento del animal una ambivalencia, una tensión entre inhibición y desinhibición del mecanismo agresivo (Sagan y Druyan, 1993, p. 187-188). La agresividad, como una de las manifestaciones del poder en los humanos y en los animales, la naturaleza la utiliza como una estrategia de supervivencia:
En las acciones de la Naturaleza-dijo Marco Aurelio-, no se encuentra mal alguno.” Los animales no son agresivos porque sean salvajes, bestias o malvados –esas palabras explican muy poco-, sino porque ese comportamiento proporciona alimento y defensa contra los depredadores, porque espacia la población y evita el hacinamiento y porque tiene un valor de adaptación. La agresión es una estrategia de supervivencia que ha evolucionado para servir a la vida. Coexiste, especialmente en los primates, con la compasión, el altruismo, el heroísmo y el tierno y sacrificado amor hacia las crías. También éstas son estrategias de supervivencia. Eliminar la agresión sería una tontería, aparte de un objetivo inalcanzable: es un elemento demasiado profundo de nosotros mismos. El proceso evolutivo ha actuado para alcanzar el nivel de agresión correcto –ni demasiado, ni demasiado poco- con los inhibidores y desinhibidotes adecuados. Procedemos de una mezcla turbulenta de inclinaciones contradictorias. No debería sorprendernos que en nuestra sicología y nuestra política prevaleciera una tensión de elementos opuestos semejante (Sagan y Druyan, p. 196)
La geometría más observada de una jerarquía de dominación, tanto en los animales como en los humanos, es la lineal o en línea recta. Las jerarquía lineales son más visibles en las grandes corporaciones. En los animales, este tipo de jerarquía se puede observar con más facilidad entre las aves de corral y en algunos animales, como los mamíferos, es parte importante de la vida social masculina. En los grupos humanos y animales está presente este tipo re relación: el gerente delega en los gerentes medios, éstos en los jefes de divisiones y así sucesivamente. Igual sucede con los animales: hay unos que mandan, son los animales alfa y otros que obedecen, que están más abajo y que no tiene a quien mandar, son los omega. Es muy raro observar que un macho comience siendo un alfa, sino que debe ganarse el ascenso a través de la conducta de dominación, tiene que ganarse los galones. Los animales y los humanos que forman parte de una jerarquía lineal deben saber dominar a los que están abajo y someterse a los que están arriba. En ellos coexisten dos fuerzas opuestas: la tendencia a la dominación y la tendencia a la sumisión. En algunos animales, la hembra puede saber quién es el macho sin conocerlo de antemano:
Sin preguntar nada sobre su educación , familia, perspectivas financieras o sus buenas intenciones, todas las hembras desearon ansiosamente tener relaciones sexuales con el macho dominante. ¿Cómo pudieron enterarse las hembras? La respuesta, al parecer, es que podían oler la dominación. Existe literalmente una química entre los hámster: el olor del poder. Los machos dominantes emanan un cierto efluvio, una feromona que no tienen los machos subordinados…..El ex secretario de Estado de los Estado Unidos, Henry Kissinger, no famoso precisamente por su aspecto, explicaba la atracción que una bella actriz sentía por él diciendo: “El poder es el mayor afrodisíaco.” (Sagan y Druyan, p.207)
Para unos, el poder en sí mismo no es bueno ni malo, depende del uso que se haga de él. Para Nietzsche, por ejemplo, el poder es bueno en sí mismo:
¿Qué es bueno? Todo lo que aumenta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.
¿Qué es malo? Todo aquello en lo que se origina la debilidad.
¿Qué es la felicidad? El sentimiento de que el poder crece, de que se vence una resistencia.
No sosiego, sino más poder; no paz por encima de todo, sino guerra; no virtud, sino habilidad (virtud al estilo del Renacimiento, virtú, virtud sin moralina).
Los débiles y fracasados deben perecer: primera tesis de nuestro amor a los hombres. Y además hay que ayudarles a ello ( Nietzsche, Friedrich, 1999, p. 21).
<> En términos similares se expresa Maquiavelo sobre el uso de la crueldad, como método de obtener el poder del estado y mantenerlo:
Creo que depende del bueno o malo uso que se hace de la crueldad. Llamaría bien empleada a las crueldades (si a lo malo se le puede llamar bueno) cuando se aplican de una sola vez por absoluta necesidad de asegurarse, y cuando no se insiste en ellas, sino, por el contrario, se trata de que las primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los súbditos. Mal empleadas son las que, aunque poco graves al principio, con el tiempo antes crecen que se extinguen (Maquiavelo, Nicolás, p.40, 1999)
<> Gorki, sin embargo, afirmaba que el poder es dañino para la persona. No hay peor veneno que el poder, decía. Albert Einstein odiaba el autoritarismo a tal grado que, a la edad de quince años, abandonó la escuela para reunirse con su familia en Italia, por considerarla autoritaria. Después que Einstein ganara el premio nobel de Física en 1921, dijo lo siguiente: Para castigar mi desdén por la autoridad, el destino me convirtió en una autoridad (citado por Thorpe, Scout, en Cómo pensar como Einstein, 2001, p. 17)
A pesar que muchos afirman que ha habido algunos avances en la eliminación de las relaciones asimétricas entre los individuos y entre las naciones, todavía se observa que la existencia del dominio del macho alfa y la sumisión de los omegas es un fenómeno muy presente en nuestras sociedades, con matices muy diferentes.
Traslademos, ahora, nuestra observación a los hombres y dejemos en paz a los animales, al menos por un momento. Digo por un momento, porque, cuando se establecen las diferencias entre los seres humanos y el reino animal, una diferencia que se supone que existe es la religión. Se piensa que sólo el hombre tiene religión. Un examen más profundo de las relaciones de dominio y sumisión entre los animales alfa y los omega puede conducirnos a pensar que, quizás, una predisposición religiosa generalizada sea una característica presente también en los animales.
Hemos visto que la autoridad no es una característica exclusiva de los humanos y que tiene condicionamientos y raíces biológicas que pertenecen tanto a los humanos como a los animales; es decir, instintos que pueden ser sociales, sexuales, agresivos, etc. Antes de continuar, recordemos algunos conceptos de poder.
Emile Littré (1863-1873) definía el poder como la capacidad de hacerse obedecer; así se le entiende, por lo general. En teoría así es; pero, ello supone identificar el estudio de la autoridad con el de la sicología del jefe y, en este sentido, tendríamos que entrar a estudiar la literatura sobre lo que es el jefe, situación que no contribuiría mucho a esclarecer las ideas sobre el poder, puesto que la literatura existente sobre la concepción del jefe frecuentemente lo describe no como es, sino más bien cómo el autor piensa que debe ser. Si aceptamos que el poder es una característica inherente al jefe, podríamos caer en engaños: para explicar el sueño producido por el opio hay que analizar la acción de los alcaloides sobre las células nerviosas y no invocar “la virtud somnífera” del opio, que es precisamente el problema y no su solución. (Marsal, Maurice, p. 13, 1971)
<> La autoridad de un individuo puede compararse a los conceptos de derecha e izquierda. ¿A qué lado del camino está situada la universidad, a la derecha o a la izquierda? Es imposible dar una respuesta de forma inmediata. Si uno camina del puente hacia el volcán, la universidad estará al lado izquierdo y si, por el contrario, camina del volcán hacia el puente, estará a la derecha. El poder es un concepto que adquiere sentido únicamente al indicar las condiciones en que se desarrollan las relaciones. Un estudio, entonces, de la naturaleza del poder resulta ser más significativo si se realiza, no basado en los atributos de un jefe, sino más bien en una relación que se establece entre él y otros individuos o entre individuos y él. Por otra parte, el poder supone, por lo menos, dos personas. La autoridad de A no existe sino hasta que aparece B, y algo más, que es muy importante: y precisamente porque se trata de B y no de otra persona, de C, por ejemplo.
Los conceptos poder y autoridad son empleados, en muchas ocasiones, como sinónimos. En Administración, se establecen diferencias entre ambos términos. Para Robbins (1987), la autoridad es un derecho cuya legitimidad se basa en la posición de figura de autoridad en la organización. La autoridad forma parte del puesto. El poder, por otra parte, se refiere a la capacidad de un individuo para influenciar decisiones (Robbins, Stephen P. p. 214). En este sentido, la autoridad es una dimensión del poder. Si bien es cierto que un individuo, haciendo uso de su autoridad en una organización que le confiere una posición legítima, puede ejercer influencia en las decisiones, no es necesario que posea autoridad para ejercer influencia. Muchas secretarias ejecutivas tienen bastante poder, a pesar de que tienen poca o ninguna autoridad. Para fines de este trabajo, no estableceremos diferencia entre autoridad y poder.
25/05/09: La naturaleza del poder
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