¿CÓMO LLEGAR?

Por Isabel Gonzales
Ubicación
San Juan de Lucanas es un pequeño distrito andino ubicado en la provincia de Lucanas, departamento de Ayacucho en el Perú. Lucanas es la

provincia más grande del departamento, y está ubicado en la parte sur-este.

El distrito de San Juan de Lucanas por otro lado, es el más pequeño de la provincia y se encuentra en su parte central. El pueblo de

San Juan, su capital, se encuentra a 3482 msnm y fue en algún momento capital de Provincia de Lucanas. Ese título lo ostenta hoy la cercana ciudad de Puquio.

Vías y medios de transporte
Desde Lima hay dos modos de acceder a San Juan. La primera opción es hacer el viaje en vehículo propio, lo cual permite una mayor libertad para apreciar con detenimiento el paisaje así como para hacer pequeñas paradas en lugares como Pampa Galeras. La segunda es viajar en transporte público.

En ambos casos, la ruta a seguir es aquella que conduce desde Lima por la Panamericana Sur, entrando por la carretera al Cusco que parte de Nazca. Si se viaja en vehículo propio podrá tomar el desvío a San Juan después de pasar el pueblo de Lucanas ubicado sobre la carretera al Cusco. El transporte interprovincial lleva hasta la ciudad de Puquio, actual capital de la provincia de Lucanas. Una vez llegado a este punto, se encontrarán combis o colectivos que se dirigen a los pueblos de San Juan, Acola y Utec. [ver Mapa Vialnull]

En el caso de tomar la opción de ir en bus, el pasaje Lima – Puquio tiene un costo aproximado de 40 soles y demora en llegar unas 11 horas. El pasaje de Puquio a San Juan, Acola y Utec, tiene un costo de 4 soles y el viaje demora aproximadamente 50 min.

Las combis que bajan de Puquio salen aproximadamente a las 6 y 7 de la mañana, están en San Juan a las 7:00 y 8:00 a.m., donde hacen una parada para luego ir hasta Utec, pasando por Acola. Luego vuelven a eso de las 2:00pm. hacia Puquio. Suele haber además un último viaje a las 5pm.

Estos horarios se han definido de tal manera que coincidan con los horarios de entrada y salida de las escuelas, el motivo es que los principales usuarios de estos medios, son profesores que se dirigen a los distintos pueblos para dictar clase y vuelven el mismo día a sus localidades de residencia.

Caminando en San Juan
Yendo a pie desde la capital del distrito de San Juan, también se puede llegar fácilmente a Acola, ya que se encuentra a 10 minutos. Llegar a Utec a pie toma más tiempo, unos 30 min aproximadamente, dependiendo de si se toma la carretera, o los desvíos que cortan los cerros. La posibilidad está abierta tanto como ruta de ida San Juan – Utec, como de regreso. Sin embargo, esta última resulta más dificultosa ya que, por estar San Juan a mayor altura, requiere de mayor esfuerzo físico. Viajar de Puquio a San Juan, en cambio, puede tomar más de dos horas.

Vías de acceso
La ruta Puquio – San Juan – Acola – Utec es, en su segundo tramo, una trocha afirmada que se desvía de la carretera Puquio-Nazca para decender en la quebrada, y aunque no presenta grandes accidentes en el relieve hay que tener cuidado y conducir a una velocidad media o baja. A un kilómetro de la carretera un letrero nos da la bienvenida a San Juan. Desde ese punto exacto se puede apreciar una hermosa vista del paisaje. Acola no está lejos, a dos kilómetros de la carretera. Utec, más bien, se encuentra a nueve kilómetros de distancia. El recorrido ofrece múltiples oportunidades de apreciar las diversas flores de vegetación local, así como divisar en los cerros del otro lado de la quebrada pueblos, pastos y cultivos.

Reparación de la carretera
Durante nuestra visita a San Juan en octubre 2009, la carretera Puquio Nazca estuvo en reparación. Con ese motivo se presentó el inconveniente de la existencia de una tranquera que bloqueaba la salida de Puquio desde las 9am hasta la 1pm, y de 2pm a 4pm. Estos horarios son aproximados, pues dependen de la afluencia y de la disponibilidad de los operarios en la tranquera.

Si se necesita actualizar esta información se puede intetar llamar al municipio de Sa Juan de Lucanas al telf 066795161 [Leer más …]

Pampa y morro en San Juan

“Igual que los comuneros de Tinki llamé a la pampa; como potrillo, relinché desde el morro Santa Bárbara; fuerte grité, para hacerme oí por los mak’tas utek’. ¡Pero mentira! Viendo lo alegre de la pampa, de los caminos que bajan y suben del pueblito más todavía creció el amargo en mi corazón. (…) Solito, en ese morro seco, esa tarde, lloré por los comuneros, por sus chacritas quemadas con el sol, por sus animalitos hambrientos”. (J.M. Arguedas. Agua, en: Breve Antología didáctica. Lima: Horizonte, 2005:30)

Los espacios abiertos son escenario para la reflexión de los personajes de Arguedas. En este fragmento podemos percibir la contradicción y la indignación. La pampa y lo abierto que invitan al protagonista a sentir la pertenencia, a sentirse un comunero más, no pueden provocarle sino una profunda tristeza, un sentimiento de amargura por la injusticia, evocando a un mundo que se cierra y no guarda esperanzas para los comuneros que se han quedado sin agua por el monopolio del patrón. La pampa, que podría asociarse a libertad, se convierte en un espacio para sentir la fatalidad.

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La plaza de San Juan

“Cuando yo y Pantaleoncha llegamos a la plaza, los corredores estaban todavía desiertos, todas las puertas cerradas, las esquinas de don Eustaquio y don Ramón sin gente. El pueblo silencioso, rodeado de cerros inmensos, en esa hora fría de la mañana, parecía triste.
-San Juan está muriendo. Dijo el cornetero-. La plaza es el corazón para el pueblo. Mira nomás nuestra plaza, es peor que puna. (J. M. Arguedas. Agua, en: Breve Antología didáctica.Lima: HORIZONTE, 2005: 11)

Me parece muy importante resaltar la frase: “la plaza es el corazón para el pueblo”. La plaza como escenario para diálogos, reflexiones y sucesos, está muy presente en las narraciones de Arguedas, precisamente por esto: por ser física y socialmente “el centro” de la vida de un pueblo. En muchas etapas del año el vacío en las plazas de las comunidades andinas puede dar la sensación de tratarse de un “pueblo fantasma” o un pueblo triste, sin vida. En un total contraste, las épocas festivas revisten a la plaza de adornos coloridos, música y vida religiosa, transformando completamente el espíritu del pueblo.
Desde el punto de vista material y arquitectónico, la plaza suele ser el termómetro de la modernidad o atraso de un pueblo; así, el vacío o la falta de pomposidad de su construcción ha solido significar “abandono” o lejanía, mientras que las replicas de los estilos de la urbe han solido significar “progreso” para el imaginario local y nacional.
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El witron

“En medio del witron, Justina empezó otro canto (…) Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros. (…) los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimos, gritando como potro enamorado”

(J. M. Arguedas. Warma kuyay, en: Breve Antología didáctica. Lima: HORIZONTE, 2005:34)

Más que ser sólo un espacio para el baile, el witron es un espacio para la liberación. Siempre los grupos oprimidos han encontrado a través del arte, especialmente en el baile y en el canto, la manera de expresar su alma no sólo individual sino colectiva. Este patio era un espacio para hacer catarsis y para la felicidad, a pesar de que la fiesta podía muchas veces acabar al ser descubiertos por el intimidante patrón, tal como ocurre en este relato. Arguedas nos muestra las diferentes facetas de la personalidad de los “indios”, como él los llama, tanto delante de los gamonales como en sus espacios colectivos íntimos. Con el buitrón como espacio “social”, Arguedas nos muestra que la lúdica en el mundo andino siempre está presente en las rondas musicales.

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Lima: la experiencia citadina

– “Averígualo es lo más importante y difícil. Ese indio ha sido adiestrado o se ha adiestrado. ¿Conoces Lima?
Gregorio Guardó los billetes en uno de los bolsillos de su chaqueta
– He estado ingeniero. Hey visto a los chicos chiquitos comer basura junto con los chanchos en esa barriada que le dicen el Montón. Todavía huele en mi pulmón la pestilencia ¿Es gente, señor, esos que viven más tristes que el gusano? El gallinazo les pegaba a los chiquitos ¡Carago, yo soy cristiano! El río, que dicen, apestaba; con el sol era pior y más pior con ese aguacerito de la costa. No hay cielo en la capital dicen. Me hey venido rápido. Los paisanos me atajaban. “¡Espera, espera…, de aquí vamos a entrar adonde vive la gente!” decían. ¡Carago mentira! Ahí están, años, escarbando lo que bota la gente. Yo, ingeniero, conozco al Redón… usted dice ¿quien puede más? Está bien. El ha estado cinco, seis años en Lima; el común le mandaba plata. Ha estado junto a la parada, al mercado grande. EL ha entrado fuerte a la capital que dicen.
– Esa es su ventaja Gregorio (…)”

(J.M. Arguedas, Todas las Sangres, Peisa- Lima 2001:117)
En esta obra se identifica en distintos personajes un rasgo que los diferencia de los demás, la experiencia citadina y más específicamente el conocer Lima. Es la situación de 3 personajes como son Rendón Willka, Gregorio y Perico Bellido. Siguiendo la narrativa así como las reacciones de los personajes podemos señalar que, esta, es calificada de manera ambivalente.
Por un lado se considera que alguien que conozca la ciudad es más. Tomemos en cuenta que en la obra se presenta la valoración predominantemente negativa de los llamados indios por parte de los señores del pueblo, que entre su repertorio de calificativos se encontraba “la ignorancia”. El que conoce Lima sabe entonces más, tanto en conocimiento técnico como en el sentido de haberse vuelto más astuto (más “zorro”).

Pero este saber más significa también una especie de pérdida de la inocencia. La situación que lleva a esta pérdida de inocencia está para mi descrita en la cita, la condición miserable de quienes llegaban a empezar desde cero en la ciudad.

“”Nada con los que viene de esos pueblos en que el infierno se asienta”

(J.M. Arguedas, Todas las Sangres, Peisa – Lima 2001:35)

Dice el personaje de don Bruno respecto a Rendón Willka. Este saber más de estos personajes es tomado con cautela, genera pues así como admiración, desconfianza y esta desconfianza está presente en las relaciones que entablan entre los personajes mencionados, esto se hace más evidente en el caso de Rendón Willka.
Esta experiencia implica un trato diferente a la de cualquier otro indio, sin embargo no se vuelve un trato horizontal con los señores del pueblo, presenta la imagen entonces de alguien que se encuentra en el medio de estas dos clases. El vestirse de casimir es querer diferenciarse de los indios pero sin llegar a ser lo otro, por lo cual genera burla por parte de unos así como condena de parte de otros.
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Caserío minero

“En el caserío de tan angostas calles gozaban las moscas sobre el piso al que lanzaban las aguas sucias, especialmente junto a la puerta y el corral de las pensiones y cantinas. Algunas de las cantinas pertenecían a mujeres “que se vendan “y, los días sábados, recibían mestizas de San Pedro y de la capital de la provincia. Los indios las llamaban ch´aran k´ara.
(…) Las radiolas tragamonedas que habían instalado ya en dos cantinas del caserío retumbaban en el bajo techo de calamina y en la callejuela. Tocaban música de moda y huaynos mestizos e indios daban al caserío un ambiente urbano ridículo, pero evidente.”

(J.M. Arguedas. Todas las sangres. Peisa: Lima 2001:129)
En esta cita notamos como lo urbano, en esta novela esta definido como lo moderno, las radiolas, los tragamonedas, pero así también por todo eso que es dañino y está asociado con vicios, sea el alcohol, el sexo, el juego.
Tal como cuando se describe el paisaje limeño, la descripción del campamento minero “de ambiente urbano” no parece ser nada favorecedor, por el contrario parecería irrumpir violentamente en lo que es descrito como pacífico y hermoso.

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Puquio

“El pueblo se ve grande, sobre el cerro, siguiendo la lomada: los techos de teja suben desde la orilla de un riachuelo, donde crecen algunos eucaliptus, hasta la cumbre; en la cumbre se acaban, porque en el filo de la lomada está el jirón Bolívar, donde viven los vecinos principales, y allí los techos son blancos, de calamina. En las faldas del cerro, casi sin calles, entre chacras de cebada, con grandes corrales y patios donde se levantas yaretas y molles frondosos, las casas de los comuneros, los ayllus de Puquio, se ven como pueblo indio. Pueblo indio, sobre la lomada, junto a un riachuelo.”

(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 19)

De esta manera, Arguedas introduce el pueblo de Puquio en la primera página de la obra. La descripción da al lector una idea clara de lo que está a punto de ver en las siguientes páginas, sin embargo es una descripción que está marcada por dos factores: el ambiente rural y la separación de clases.
El contexto es el de uno donde reina la naturaleza y la forma de vida rural. Puquio es identificado desde el inicio con la agricultura y ganadería (chacras, corrales), y con la cercanía a lugares naturales que son importantes para el autor (cerro, riachuelo/agua). La división clasista muestra cómo el paisaje se parte por la adquisición de riquezas, y señala que la sociedad habitante del pueblo se rige por esta jerarquía. El “pueblo indio” se construye bajo la óptica de la separación, y son sus polos opuestos los que fundan la sociedad andina.

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Lima

“¡Llegar a Lima, ver, aunque fuera por un día, el palacio, las tiendas de comercio, los autos que se lanzaban por las calles, los tranvías que hacían temblar el suelo, y después regresar! Esa era la mayor ambición de los lucaninos.”

(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 88)

En la novela Arguedas, presenta Lima juegando en varios planos. Es un referente importante ya que es un lugar que simboliza directamente la modernidad, la tecnología, la concentración de conocimiento y riqueza. La capital es el centro del progreso, en comparación con el mundo animista y rural relacionado con la sierra.

Hay en esta cita no sólo una evidencia de dicho contraste, sino una fascinación por lo diferente que Lima contenía. Es casi como si fuera otro mundo: sale tanto de la cotidianeidad de aquellos que viven fuera de ella, que se vuelve una urgencia verlo en vivo y en directo aunque sea una vez. Cabe mencionar que se juega cierto prestigio en haber conocido el mundo exterior y “civilizado”; Lima era el paradigma de lo que debía ser la nación, y de lo que debían ser los peruanos. Los indios no encajaban en este esquema, de ahí también el sentimiento de extrañeza.

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El huayno

“Al final, hacían callar la orquesta, y con arpa, guitarra, bandurria y canto, prendía la fiesta de ellos; y hasta las avenidas, donde cruzaban los autos de lujo, llegaba el huayno, la voz del charango y de las quenas. El canto de la sierra, en quechua o en castellano, el alma de las quebradas, de la puna y de los ríos, de los montes de retama, de kiswar y de k’eñwa.”

(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 101)

A este trozo de la novela le precede la descripción de la migración desde Lucanas a Lima, facilitada por la construcción de la carretera Nazca-Puquio. Estableciendo una analogía entre las costumbres limeñas, que pretenden ser más cercanas a lo europeo culturalmente y a lo estadounidense materialmente, los migrantes lucaninos traen consigo su riqueza cultural, sin negar otras influencias (se menciona al jazz, el tango y la rumba).

 

La singularidad del huayno es la reivindicación de Arguedas de identificarla con la voz de todo un pueblo; para el autor solamente ella puede transmitir la congoja, la sensibilidad, la ternura contenida en ellos. Y no acaba aquí, a través de huayno y en general de la música, se reconstruye un ambiente similar al de origen. Las quebradas, la puna y los ríos regresan y están próximos otra vez, la naturaleza se siente y se recuerda hondo a través de las evocaciones del huayno. La música es un lugar fundamental, pues sólo ella puede como por arte de magia traer de vuelta aquello que se añora.

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San Pedro, capital de provincia

“El ultimo golpe que sufrió San Pedro, como consecuencia de su ruina, fue la decisión del gobierno de cambiar la capital de la provincia a una más antigua e india población próxima que, durante siglos, fue considerada con desprecio por los opulentos mineros de San Pedro. “
(José María Arguedas, Todas las Sangres, Ediciones PEISA: Lima, 1973:80)
José María Arguedas no piensa que San Pedro y los demás espacios que crea en su narrativa son “islas”, por lo que reconoce en citas como esta la influencia de decisiones externas sobre todo de políticas gubernamentales en la constitución de la actualidad político y social de San Pedro.

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