La memoria política y la construcción de la identidad colectiva

Autor: LUIS VARGAS

En este capítulo abordaremos la memoria política del pueblo de Utec. Esto es: cuál ha sido el recorrido del pueblo de Utec, siempre según los pobladores, como una colectividad organizada en instituciones y organizaciones sociales. Nuestros objetivos fueron establecer los hechos que la han marcado y transformado, así como identificar temas sobre los que difícilmente se habla. Nuestra principal unidad de análisis será la comunidad campesina como centro de poder y organización dentro del pueblo. A modo de adelanto, nuestra tesis es que en el pueblo de Utec la identidad colectiva ha sido históricamente débil en cuanto la comunidad campesina no ha sido una institución que pueda proveer a los sujetos de un proyecto político y de vida viable, lo que ha generado una serie de otras organizaciones en la localidad y ha socavado la identificación con un nosotros utequeño.

Identidad colectiva

En efecto, hay un tema transversal a este recorrido histórico y es el de la identidad colectiva. La política está indisolublemente ligada a la construcción de la identidad, a la construcción de un nosotros que sea el sujeto de la acción política. En la memoria, la identidad aparece recurrentemente: expresiones como “nosotros hicimos esto”, “logramos tal cosa”, “nos engañaron”, “hemos sido”. La organización política y la identidad colectiva son las dos caras de una misma moneda, si una es débil la otra también lo será. Hay, además, ámbitos en los que la identidad se plantea en términos más concretos como cuando un pueblo exige el reconocimiento del Estado como una comunidad campesina. Hay ahí una declaración explícita del nosotros en función de actividades económicas, relaciones sociales, una historia compartida. Este capítulo, entonces, se propone abordar el tema de la memoria política y la construcción de la identidad como un mismo proceso donde las nociones y valoraciones de los sujetos que recuerdan ocupan un lugar central. Empezaremos con un breve estado de la cuestión sobre Utec hoy, para luego hablar de lo que Utec fue.

Metodología

Pero antes debemos explicar la metodología que utilizamos para poder dar respuesta a estas cuestiones. Utilizamos dos herramientas básicas: la entrevista cualitativa a profundidad y la observación. Esta última fue utilizada en la asamblea comunal y reuniones sociales, y , en general, a lo largo del campo: la disposición del espacio, la interacción cotidiana entre personas, entre otros. Por otro lado, recogimos una entrevista cualitativa a profundidad que se llevó a cabo hasta en tres oportunidades distintas con un poblador antiguo. Esta entrevista forma el esqueleto de nuestro texto y es contrastada con las demás entrevistas realizadas al presidente de la comunidad, madres el vaso de leche, y el profesor de la escuela. Las conversaciones casuales también nos han servido como una fuente de información provechosa. Lo que aquí presentamos es una síntesis entre todas estas visiones de la memoria de la historia de Utec. Nuestros entrevistados fueron en su mayoría ex mineros por lo que su visión de la mina y la comunidad tanto en el pasado como en el presente tiene que ser ponderada según esta condición.

Utec y las tensiones en la comunidad campesina de Utec

El estatus político administrativo de Utec es ser un anexo de San Juan, capital del distrito de San Juan Lucanas. El pueblo tiene 360 habitantes, según el último censo del INEI, con casi la misma proporción de hombres y mujeres: viven en Utec 187 hombres y 173 mujeres. El mayor número de pobladores se concentra entre las edades de 15 a 64 años (180) y 5 a 14 años (104). Su máximo órgano de representación y administración política, desde hace unas cinco décadas, es la comunidad campesina. Esta institución, reconocida formalmente por el Estado, consta de los siguientes cargos: presidente de la comunidad, vicepresidente, secretario, tesorero, fiscal, y 2 vocales. Para la elección de las personas que ocupan estos cargos se realiza un proceso electoral en el que compiten planchas. El sistema de votación es un voto por comunero debidamente inscrito en el padrón. La comunidad cumple tanto una función política-económica como simbólica. Para efectos de nuestra investigación la comunidad campesina es enfocada como una asociación interfamiliar en la que se negocian intereses particulares relativos a la utilización y aprovechamiento de recursos comunales. Así, la dinámica de la comunidad campesina se sostiene por la tensión entre el interés colectivo y el interés familiar. Es solo cuando una amenaza exterior se presenta – presión por las tierras o los recursos – que la comunidad se activa como un colectivo sin fisuras interiores donde todos los comuneros comparten un mismo interés.

Nuestro enfoque se vio confirmado en el primer acercamiento que se tuvo con esta institución, durante una asamblea comunal en la que se trataba el tema de la asignación de los pastos para el ganado. Durante esta reunión pudimos observar el proceso mismo de negociación entre los intereses familiares y las tensiones que esto generan al interior de la comunidad. El sistema, en teoría, funciona de la siguiente manera: un comunero, sea que está solo o asociado con otros comuneros, paga un arriendo anual por una extensión de pasto en un determinado lugar de las tierras comunales (el arriendo va desde los S/. 80 hasta los S/.300) Una vez pasado el año, ese pasto tiene que ser arrendado a otra persona. Sin embargo, hay quienes no gustan de este sistema de rotación y permanecen por 2 o 3 años con los mismos pastos asignados. Este fue uno de los reclamos de los comuneros más enérgicos, que algunos se “apropiaban de los pastos como si fueran suyos”. Otro factor de discordia fue la forma de asignar el pasto: si la totalidad de los pastos debía dividirse en igual cantidad por cada comunero, independientemente del número de cabezas que poseyese, o si los pastos debían ser asignados según la cantidad de ganado de cada comunero, de manera tal que, quien posee unas pocas cabezas no reciba una gran extensión de pasto que podría ser aprovechada por quien tuviese más. Quienes proponían la primera opción afirmaban que quien tiene varias cabezas debería ser capaz de arrendar pastos particulares. Al final de la sesión, se formaron grupos de 2 o 3 personas – por lo general, emparentadas – que accederían al pasto de forma conjunta. Un punto álgido dentro de la discusión fue cuando una familia fue asignada con dos pastos: tanto el padre como el hijo son comuneros y, según los estatutos, tienen derecho a pastos por separado. La mayoría de comuneros reclamaron esto como injusto. Las discusiones eran acaloradas y se lanzaban algunas acusaciones con respecto a la conducta de cada comunero dentro de las normas comunales. Así, la acusación de no colaborar con las faenas era una de las más comunes y era el criterio más utilizado para defender una posición. No cumplir con las faenas no daba derecho ni siquiera al reclamo mientras que cumplirlas daban derecho a defender una posición como la de recibir más de un pasto por familia. Este ejemplo muestra que la comunidad campesina es un espacio de negociación donde las distintas familias miden fuerzas en pos de sus intereses.

Un rol simbólico, el municipio de San Juan y la empresa minera Rio Azul

Pero la comunidad también cumple un rol simbólico que es el de servir como un espacio donde el pueblo se reúne. Por ejemplo, cuando organiza la celebración por el día de la madre frente al local comunal aun cuando esto no se encuentra dentro de sus funciones. La plaza central de Utec está construida de tal forma que un pequeño “anfiteatro”, con la bandera del Perú, esté justo al frente del local comunal. Esto nos lleva a pensar que aun cuando la organización pueda ser débil o el nosotros sea inexistente, sí existe una valoración de la comunidad como el centro neurálgico del pueblo. Durante la fiesta de las cruces, que finalizó justo antes de nuestra llegada, el local comunal sirvió como espacio de vigilia de las cruces.

Pero la comunidad campesina por sí sola no es la única institución dentro de la política local. El municipio de San Juan es un actor, aunque ausente, importante. Diremos primero que el Municipio tiene representantes en Utec en el cargo del agente municipal, encargado del ornato y la limpieza pública. Asimismo, existe un teniente gobernador que depende del ejecutivo. Por otro lado, el Municipio de San Juan es responsable de una serie de gestiones y servicios que deberían alcanzar a Utec. Hoy en día, las relaciones entre la dirigencia comunal y el Municipio están quebradas. El presidente comunal ni siquiera asiste a las sesiones del presupuesto participativo donde tiene un asiento reservado por ley. Esto incide directamente en la falta de servicios y obras de las que adolece Utec. Durante nuestra visita de campo, por ejemplo, se realizó una primera reunión de información y empadronamiento del programa Juntos. Al preguntarles a los promotores por qué este programa, que tiene más de 6 años de funcionamiento a nivel nacional, se había demorado tanto en llegar a Utec, estos nos respondieron que el hecho se debía a una dejadez de las autoridades municipales. Son ellas quienes tienen que pedir al programa que se implemente en su localidad. Pareciera ser que la relación entre ambas instancias de gobierno no se realiza institucionalmente si no que se define según las inclinaciones personales de quien ocupe los cargos. Durante la gestión municipal pasada, el alcalde de San Juan fue un utequeño que priorizó proyectos para su pueblo natal tales como la recuperación y puesta en valor de la hacienda de Viseca, lo que incluía la construcción de un puente de acceso. Una vez acabado su mandato, el nuevo alcalde canceló abruptamente el proyecto y hoy la casa hacienda de Viseca está en pésimo estado nuevamente.

Este vacío de poder que la Municipalidad deja dentro de la política local es llenado por un tercer actor: la empresa minera Río Azul, conocida por los pobladores y autoridades como “la empresa”. Veremos esto más adelante, pero podemos señalar que el poder de la empresa se asienta en el rol que cumple como dinamizador de la economía utequeña mediante la contratación de mano de obra, lo que a su vez genera consumo interno. La dirigencia comunal ya no negocia obras y servicios con la Municipalidad sino que ahora lo hace con la empresa. Para darnos una idea: se le pide a la empresa las gaseosas y los regalos de la celebración del día de la madre. Si el pueblo necesita alguna obra, se le pide a la empresa. Fue esta la que instaló el servicio de internet en la escuela del poblado, o mejoró la infraestructura de la posta. Las relaciones con ella, hoy, son fluidas. El presidente de la comunidad se encuentra en constante contacto con el ingeniero a cargo y se gestiona apoyo hasta para actividades menores como la mencionada anteriormente.

Otros actores dentro de la política local, con una menor esfera de influencia, son el club de madres encargado de gestionar los programas sociales de alimentación del Estado, las madres del Vaso de leche, y el juez de paz, encargado de resolver conflictos menores al interior de la comunidad.

Economía

Utec es un pueblo enteramente campesino. Esto no quiere decir que la única actividad que se realice sea la producción agropecuaria pero sí que todos los pobladores de Utec cuentan al menos con una pequeña parcela donde cultivan sus alimentos. Otras fuentes de ingreso son el comercio – hay alrededor de 5 tiendas en el pueblo donde se venden productos traídos de Puquio -, los servicios – como dar pensión a los trabajadores mineros-, el transporte, pensiones de jubilación, y el trabajo en la mina, que cada vez crece en volumen e importancia.

Si tomamos las cifras del INEI, podemos situar a Utec como un pueblo de extrema pobreza, lo que se confirmaría con la implementación del programa Juntos. Sin embargo, esta clasificación no nos parece útil pues en Utec la gente tiene un recurso fundamental que es la tierra y que le asegura la supervivencia. La agricultura es dedicada en su mayor parte al autoconsumo. Si bien es cierto Utec se encuentra conectado a Puquio, no existe una conexión con el mercado, en términos de encontrar un lugar donde vender sus productos, por lo que la venta de los pocos excedentes que pudieran tener los utequeños se torna muy complicada. Algunas personas producen queso o miel y las venden dentro del mismo poblado. No obtuvimos datos sobre venta de animales pero no sería descabellado pensar que, ante una situación de emergencia económica, la venta de un chancho o una vaca puede representar un ingreso económico importante. El caso de nuestro informante clave, con un número de cabezas sobre el promedio, es ilustrativo: vendiendo sus chanchos no recupera lo que ha invertido en su cuidado y alimentación, por lo que prefiere trozarlo y enviarlo a sus familiares en Cañete. Sus hijos, a su vez, le mandan pequeñas sumas de dinero que lo ayudan a costear sus necesidades básicas.

El arranque de las operaciones de la mina Río Azul es una fuerza que ha dinamizado la economía de Utec. Una buena cantidad de jóvenes ya se encuentran empleados en sus instalaciones, lo que representa más consumo interno – las pensiones que ofrecen las tiendas, por ejemplo. Todavía es muy pronto para observar los cambios que este proceso de salarización trae consigo, aunque ya se ven los primeros signos de una transformación económica: el aumento del comercio, el rol de los jóvenes como proletarios mineros, el regreso de migrantes para trabajar en la mina.

Los orígenes de UTEC y la minería

Existen dos versiones sobre el origen de Utec. Una, que era un asentamiento campesino que fue desplazado y despojado de sus tierras por el hacendado de Viseca. Otra, dice que era un caserío de huertos, en lo que hoy es la plaza central del pueblo, que eran propiedad de los señores de San Juan, un pueblo tradicionalmente rico y señorial. En Utec habrían vivido los yanacona de estos señores, y no es hasta que se descubre una veta de mina que Utec se empieza a poblar con la llegada de trabajadores y migrantes de pueblos vecinos. Utec es así, en primera instancian un pequeño huerto de yanaconas, y posteriormente un asentamiento minero que luego ha devenido en comunidad campesina. Así, la historia del pueblo de Utec y sus organizaciones desde el siglo XX no puede ser entendida sin la presencia de la mina. Veremos luego que este es un hecho de vital importancia para comprender la constitución de una identidad colectiva de los pobladores de Utec. Abordaremos, entonces, la memoria de la historia de la mina, y luego la memoria de la historia de las organizaciones políticas de Utec.

El inicio de la minería moderna en Utec, habría ocurrido a mediados de la década de los 40 cuando un tal Naranjos abrió el primer socavón en la zona. Una vez muerto, la veta fue heredada a un geólogo de nombre Antúnez de Mayolo. Sin embargo, en una jugada judicial, un inmigrante italiano habría registrado a su nombre la veta ante el Estado en Lima. Así, fue él quien le vendió la veta al consorcio minero Bossa y Barúa en 50 mil nuevos soles, que empezó a operar la época dorada de la mina. Hasta mil trabajadores llegó a tener la mina durante esta época. El pueblo de Utec creció considerablemente en población así como en acceso a servicios. Fue esta empresa la que dotó al pueblo de luz eléctrica, kerosene, e incluso alimentos como carne. Vale aclarar que esta es la versión de nuestro informante clave y no un relato de como efectivamente pasaron las cosas. Si bien es cierto las relaciones entre la comunidad y la mina parecen no haber sido las mejores dado que la mina echaba su relave e los campos de cultivo de los utequeños, estos sí recibían beneficios de ella como los mencionados. Es común escuchar entre los pobladores que durante la década del 50 y 60 la gente “vivía bien”. La valoración de Utec y la mina Bossa y Barúa es siempre positiva: había una economía dinámica, mucho movimiento, negocios, incluso orquestas y fiestas, Utec era el centro de la región, todos querían ir a trabajar ahí. Incluso, se creó un colegio industrial a petición de las autoridades comunales donde se capacitaría a los futuros trabajadores de la mina. Varios de nuestros entrevistados hacen la comparación entre aquellos años y hoy, donde que pareciera ser que el pueblo atraviesa por un estado de marasmo y estancamiento. Como veremos más adelante, el reinicio de las operaciones mineras representa una suerte de revivir para estos pobladores.

Es durante esta época que surge el Sindicato de Trabajadores Mineros, organización de las más importantes y combativas dentro de la memoria del pueblo de Utec, incluso más que la comunidad campesina durante aquellos años. El sindicato surge como una respuesta a las condiciones precarias de trabajo de los mineros. Estos se encontraban totalmente desprotegidos: no tenían botas, cascos, seguro médico, las condiciones de trabajo eran durísimas. La silicosis era una afección bastante común entre ellos. Cuando un trabajador fallecía, la empresa no daba nada a la familia. Es en estas condiciones que un grupo de trabajadores decidieron sindicalizarse y exigir el cumplimiento de derechos básicos en 1957. La formación del sindicato tuvo que ser clandestina, no por las consecuencias que un intento de este tipo podría traer, desde el despido hasta la denuncia policial, si es que la empresa se enterara de él, sino también porque en el país se vivía un contexto de represión sobre las organizaciones de corte sindical y de izquierda. . El país recién salía de la dictadura de Odría donde estas organizaciones habían sido fuertemente perseguidas y reprimidas. Sin embargo, los trabajadores más antiguos de la mina viajaron a Lima para obtener apoyo de los gremios de la capital. Finalmente, lograron su reconocimiento legal como sindicato y a partir de ahí se convirtió en la organización de más peso dentro de la política local de Utec. Ante cualquier impasse o maltrato, los trabajadores acudían directamente a Lima donde, además, estaba la sede de la gerencia de la empresa , a hacer sus reclamos. El sindicato existió hasta los años 90 cuando la mina dejó de funcionar. Varias huelgas y paralizaciones fueron realizadas durante este lapso de tiempo.

Según la memoria de nuestro informante, la empresa Bossa y Barúa es expropiada en favor del Estado por el gobierno de Velasco. Sin embargo, la nueva gerencia estatal no tiene mucho éxito y se declara en quiebra por lo que la mina pasa a ser propiedad del banco minero. Esta entidad forma luego la Compañía San Juan de Lucanas que funcionaría hasta finales de los años 80 y principios de los 90 cuando quiebra definitivamente, dejando a cientos de trabajadores sin trabajo y sin los haberes que les correspondían por los años prestados de servicio. Este problema va a ser arrastrado por los trabajadores durante toda la década del 90. El problema era tal que el mismo Fujimori visitó Utec y aceptó ante los trabajadores que el Estado era incapaz de poder pagar las liquidaciones correspondientes por lo que les cedía la propiedad de la mina a ellos, como principales acreedores. Luego de algunos años de conflictos diligénciales, los trabajadores deciden vender la veta a la empresa arequipeña Río Azul, que la que opera la mina actualmente en Utec.

Paralelo a este proceso se dan otros dos. La comunidad campesina de Utec logra el estatus político administrativo de anexo de San Juan, lo que significa un cambio en las autoridades y una serie de nuevas competencias para las autoridades de la localidad. Esto se dio en el año 63 y coincidió con el tercer proceso, el reconocimiento legal de Utec como Comunidad Campesina, lo que a su vez implica una serie de derechos sobre la administración y manejo de los recursos. Hasta antes de ser anexo, estamos hablando desde los años 30, la estructura política de Utec implicaba solamente el agente municipal, enviado directamente desde San Juan, el teniente gobernador, igualmente designado por la Municipalidad de San Juan, y los varayoqs.

Pocos recuerdan la existencia de estas autoridades y sus funciones. Sin embargo, logramos recabar una historia sobre las mismas. Según uno de nuestros informantes, el sistema de varas acaba a mediados de los años 40. Esto dado que los varayoqs eran utilizados por el gobernador para sus propios fines, los explotaba y abusaba de ellos. Zamora era un varayoq rebelde que, cuando fue designado como tal, rompió la vara en medio de la plaza. Se lo llevaron detenido a Puquio amarrado tras un caballo. El rebelde se defendió ante el prefecto y denunció los abusos del gobernador. El prefecto decidió entonces eliminar este sistema de cargos tradicional. Con el reconocimiento de Utec como anexo y comunidad campesina, la organización política del pueblo se vio fortalecida pues ahora tenían un estatus político: anexo, y un ente autónomo de decisión política que es la dirigencia comunal. Sin embargo, dentro de la memoria política de las personas con las que pudimos conversar la dirigencia comunal parece haber estado ausente durante las primeras décadas desde su formación. No se tienen datos sobre la relación entre ella y la mina, ningún impasse, queja o gestión ante los abusos de la mina relacionados al relave, por ejemplo. Cuando cuestionamos directamente a nuestros informantes por esta cuestión las respuestas que obtuvimos fueron o evasivas o acusatorias: cierta familia se habría perennizado en la dirigencia comunal y la habría utilizado en pos de sus intereses, intercambiando favores con la empresa minera. Es por esto que es el sindicato la organización más importante durante estos años pues la comunidad no parece haber sido un ente de representación y acción política para los comuneros. Tenemos que tener en cuenta que Utec era un pueblo predominantemente minero, la agricultura no era la actividad principal ni ser comunero la ocupación más importante. Tal vez esto explique el porqué de la aparente invisibilidad de la comunidad campesina en el tiempo del que nos ocupamos.

Viseca

Un hito importante para la comunidad campesina de Utec fue la afectación de las tierras de la hacienda de Viseca en favor de la CC a mediados de la década del 70. Este es un hecho muy importante no solo porque simbólicamente reivindica al pueblo de Utec frente a una hacienda que creemos no tuvo la mejor de las relaciones con este, sino porque dotó de los recursos necesarios para que la comunidad se terminara de consolidar. Existen versiones disonantes sobre si la comunidad ya estaba formada o se formó especialmente para reclamar los derechos sobre esa tierra. No podemos resolver este desacuerdo en base a los títulos pues la reivindicación, formalmente, según los títulos de la comunidad, se dieron con el segundo gobierno de Belaúnde en el año 81. Sin embargo, la versión más recurrente es que el estatus de anexo trajo consigo el estatus de comunidad campesina. En todo caso, son los pastos y tierras de Viseca los que hoy son propiedad comunal y los que permiten al articulación entre las distintas familias de comuneros que la conforman. Las tierras de Viseca son las mejores tierras de las zonas por su ubicación y su infraestructura de riego, un canal muy antiguo que, desde una bocatoma de agua provee de agua a todas estas tierras. Es durante este proceso de afectación que se produjo un conflicto importante con la comunidad de Cocchapata, un anexo vecino, por una extensión de tierras de Viseca s. Las historias que se cuentan alrededor de este hecho van desde un conflicto puramente legal hasta un enfrentamiento armado entre comuneros donde intervino la policía. En cualquiera de los casos, la comunidad de Utec finalmente se hizo legalmente de la propiedad de esta porción de tierra.

La década de violencia

De la década de la violencia subversiva, entre el año 80 y 90, no se pudieron recolectar muchos datos. La mayoría de lo que nos fue relatado conforma episodios aislados. Esto se debe en parte a que nuestros informantes, como muchos utequeños, abandonaron Utec durante esa década, y también a que es un episodio sensible dentro de la historia de los pueblos andinos que a veces la gente no quiere recordar. Sin embargo, dicen que Utec no fue tan afectado como otros poblados y regiones. Sin ir muy lejos, en San Juan muchas autoridades fueron asesinadas. Se cuenta de solo dos trabajadores de la empresa que fueron asesinados por las huestes de SL aunque no se conoce con precisión el motivo. También era común ver banderas rojas en los cerros que rodean Utec. Sin embargo, un punto importante es que el inicio de la lucha armada interfirió con la vida política local. Hacia principios de la década del 80 la hegemonía de la familia Puza en la dirigencia comunal llegaba a su fin y era seriamente denunciada por la oposición. Un joven apellidado Oropeza tentaba la presidencia comunal y tenía un fuerte discurso político de izquierda. En tiempos de sendero, ser de izquierda o hacer arengas al pueblo era muy peligroso pues los militares automáticamente pensaban que quien decía tales cosas era senderista. Sorpresivamente, Oropeza fue apresado y quemado vivo en un cerro antes de las elecciones. Alguien tuvo que delatarlo ante los militares diciendo que era un senderista pero nunca se supo quién lo hizo. Esta es una de las historias que con más recelo se cuentan en Utec y que casi siempre son obviadas. Hoy el colegio de primaria lleva su nombre y es recordado como joven político cuya carrera fue truncada. A través de conversaciones informales en las que intentamos tocar el tema recogimos que Oropeza era un político con una gran capacidad oratoria que encandilaba a la población. Así, también, en un contexto de violencia y miedo, muchos de los habitantes de Utec abandonaron sus casas, vendiéndolas a precios muy bajos. Algunos de ellos jamás retornarían.

Algo que nos llamó mucho la atención fue que la hacienda de Viseca, más allá del episodio de reivindicación de sus tierras, nunca aparece como parte importante de la memoria de los pobladores de Utec. Esta ausencia es relevante pues creemos la influencia social y económica que la hacienda ha debido ejercer es solo comparable a la de la mina . Sin embargo, nunca se nos mencionó un conflicto con la hacienda, ni siquiera se hizo explícita la relación entre el pueblo y ella. ¿Por qué esta ausencia? Lamentablemente, no disponemos de información que nos pueda ayudar a responder esta pregunta. Queda, para futuras indagaciones, por qué esta aparente represión de un actor tan importante en la historia de Utec.

Utec a futuro – conclusiones

Utec hoy parece enrumbarse hacia una nueva fase de dinamismo económico como producto de la renovada presencia de la mina. Cada vez hay más tiendas, pequeños negocios, las motos han empezado a aparecer también, por ejemplo. Sin embargo, avisoramos también que el futuro no está exento de posibles conflictos. El territorio de Utec es un enclave dentro del territorio de la mina, el único camino de acceso al pueblo es un camino que formalmente es propiedad de la mina. Si bien es cierto, hasta ahora las relaciones parecen ser fluidas, existe un problema en cuanto a la propiedad del territorio. Los utequeños plantean que la superficie del territorio es su propiedad mientras que el subsuelo sería propiedad de la mina. Los problemas van a surgir cuando la actual veta, ubicada en una zona deshabitada y donde no se produce, se acabe y se tenga que abrir una veta en tierras de mayor importancia para la población. En todo caso, parece que el destino de Uutec como pueblo minero está por materializarse nuevamente. Dentro de la dirigencia comunal, el horizonte de desarrollo está definitivamente ahí. El agro a pequeña escala y de autosubsistencia no puede, para esta, ser una fuente posible de desarrollo, si se sigue realizando es por costumbre más que por ganancia – esta es la opinión del presidente comunal. Algunos intentos de desarrollo agrario se han realizado, entre ellos proyectos productivos como la crianza de cuyes o proyectos alternativos como crear un corredor turístico en la hacienda de Viseca, que han fracasado.

La comunidad campesina, por otro lado, parece que no ha logrado convertirse en un punto donde la identidad colectiva pueda fijarse y nutrirse. Sin embargo, ya hemos mencionado anteriormente que la comunidad campesina es una institución que activa el nosotros en función de amenazas externas, que es cuando los sujetos se cohesionan bajo un objetivo o reivindicación en común, como pasó en el conflicto con Cocchapata, por ejemplo. Como hemos visto, la memoria de la historia de Utec no va más atrás de la década de los 40. En Utec el “nosotros” se menciona pocas veces tanto para el presente como en el pasado. Pocas gestas o hitos son referidos en términos de “nosotros logramos”, o “nosotros los utequeños hicimos”. No existe aquí una referencia aun pasado mítico o inmemorial desde donde la identidad y el sentir presente provenga, tal vez en la memoria ritual o religiosa podamos encontrar rastros de este pasado. Si bien es cierto, la comunidad campesina cumple con algunas funciones simbólicas, como hemos mencionado anteriormente, estas no son suficientes para que los sujetos logren una identificación con ella. Nuestros informantes decían sobre el tema que la población es muy dejada, que no se interesa, que no sabe asociarse para defender sus derechos, entre otras cosas, que denotan una cierta debilidad de la organización social. La sensación de que Utec ha estado suspendido en el tiempo es más o menos generalizada, es como si nada hubiera ocurrido en el pueblo durante los últimos 20 años, el horizonte de vida no se piensa más allá de las propias fronteras, muchos utequeños han abandonado el pueblo, las escuelas no tienen suficientes alumnos como para seguir operando. Es solo con la entrada de Río Azul que la esperanza se recobra y   se piensa en los tiempos donde Utec era un centro económico importante dentro de la región. Así, pareciera ser que para nuestros entrevistados, los cambios venideros se traducirán en una mayor actividad económica y social que sacará al pueblo de su marasmo. Tenemos que tener en cuenta que nuestros entrevistados han sido mineros antes de campesinos por lo que su visión del desarrollo de Utec está muy ligado a la presencia de la mina.

Agradecimientos

No podemos finalizar este capítulo sin agradecer a las personas que hicieron posible redactarlo, proveyéndonos de la información necesaria. A ellos, gracias por su tiempo, por su atención, y por su paciencia. En especial a don Isaac Peñafiel que me recibió no una sino varias veces y me enseñó mucho de lo poco que sé de Utec. También un agradecimiento al presidente de la comunidad por facilitar nuestra presentación a la comunidad y mostrarse dispuesto a ayudarnos en lo que fuera necesario, y a Mario Puza por facilitarnos el alojamiento y las atenciones necesarias para que nuestra visita sea cómoda y provechosa. Finalmente, a todas las demás personas que nos encontramos en las calles de Utec, que nos mostraron su cordialidad y hospitalidad.

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