(José María Arguedas, Todas las Sangres, Ediciones PEISA: Lima, 1973:212)
Paisaje
(José María Arguedas, Todas las Sangres, Ediciones PEISA: Lima, 1973:212)
(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 71)
La luz es más que un espacio, un lugar común para describir la atmósfera de la narrativa. Lo que hace en este extracto la luz, es alumbrar la plaza pero oscurecer a las personas: se está concentrando la descripción en el entorno a los habitantes del pueblo, los cuales pasan cual fantasmas anónimos.
Otro punto que sobresale es el de la Iglesia; pareciera que Arguedas nos estuviera indicando que en la noche, esta luz artificial se dirige a los lugares significativos del pueblo: el espacio comunal y el espacio religioso. La cruz que se ve clara a la vez tiembla, da la impresión de ser frágil, inestable. Bajo ella pasan los indios, los mistis, todos por igual. Todos bajo la misma luz que los ilumina y al mismo tiempo, los esconde.
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“Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del Chawala: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando las espaldas al cerro”.
(J. M. Arguedas, Warma kuyay, en: Breve Antología didáctica. Lima: Horizonte, 2005:33)
Casi siempre Arguedas menciona en sus obras que las casas, molinos y paredes parecieran moverse, sobretodo en las noches, en las que los sentidos se agudizan para percibir hasta la sonoridad de las plantas. Como si el mundo fuera distinto de día y de noche: un molino, que de día es espacio de luz y de trabajo para el sustento, en la noche adquiere movimiento y conduce, como las tantas otras paredes y casas, a la presencia imponente del cerro o apu, un personaje principal en la narrativa de Arguedas. Éste infunde temor y respeto pues es una divinidad cargada de misterio.
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– “Ya se patrón. Conozco al indio. Voy a inventar que en la mina hay un amaru grande que come indios
– ¿Amaru?
– Si patrón, culebra grueso como el cuerpo de un toro padrillo, largo que no se llena con diez hombres. Voy a decir que es hijo del cerro, del Apark´ora que no quiere que saquen su mineral (…)”
(José María Arguedas, Todas las Sangres. Lima: PEISA, 2001:116)
(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980:30)
Es paradójico que se señale a los mistis como contenedores de un discurso peyorativo hacia los “indios” según Arguedas, cuando al afirmar que ellos tenían miedo a la puna también se los está considerando como incapaces de dominarla. Los comuneros aparentemente vivían en paz y en armonía, es en el momento de la intervención activa de los mistis en espacios que no le corresponden dentro del imaginario cultural que se rompe el tenue balance.
José María Arguedas es uno de los más importantes pensadores o intérprete de la sociedad peruana del siglo XX. Se desempeñó como narrador, antropólogo, educador y funcionario público, desarrollando trabajos pioneros en todos estos campos.
Años fundamentales de su infancia transcurrieron en las comunidades de San Juan de Lucanas. Los habitantes del pueblo de San Juan, la hacienda Viseca, las comunidades de Utec y de Acola que compartieron con él sus mundo social, cultural y su paisaje marcaron una experiencia cuya huella se puede, en cierta forma, reconocer en los cuentos y novelas del narrador.
El grupo de estudiantes del curso Práctica de Campo 1 que viajaran conmigo a San Juan hicieron el camino inverso. Aun sin conocer San Juan, los estudiantes leyeron novelas y cuentos; y eligieron en estas narraciones aquellos lugares, sobre todo espacios físicos, que les parecieron notorios y cargados de significados, y los comentaron. De este modo nuestro primer acercamiento a las comunidades de San Juan de Lucanas de hoy es la obra de ficción argüediana inspirada, en parte, en la experiencia de haber vivido allí a comienzos del siglo XX.
No sabemos todavía si los lugares de las citas elegidas se encuentran en San Juan, Utec, Acola o en Viseca; ni si traen las historias argüedianas a la memoria de sus actuales moradores.