Expertos chinos: cautas aperturas sobre las relaciones con el Vaticano

Para Zhuo Xinping de la Academia de las Ciencias sociales de Beijing, el Papa Francisco “mejorará” las relaciones, siendo él un “jesuita” y un “latinoamericano”. Li Xingping habló de una “nueva atmósfera”. Pero ningún medio del Partido comunista reportó las frases del papa ni sus telegramas. Un sito web recuerda “a las dos montañas” que hay que superar: la relaciones diplomáticas con Taiwan y “la injerencia en los asuntos internos de China” La genérica declaración del vocero del Ministerio de exteriores.

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Beijing (AsiaNews)- Ser un “jesuita” y “latinoamericano” son dos cualidades del Papa Francisco que podrían mejorar las relaciones entre China y la Santa Sede. Es cuánto afirma un experto chino de religiones después de las aperturas hechas por el pontífice durante su viaje a Corea del Sur. En un artículo firmado por Huo Liqiang, publicado en el China Daily ayer el director del instituto para las religiones mundiales, perteneciente a la Academia de ciencias sociales, el profesor Zhuo Xinping, afirma que el Papa Francisco estuvo muy “activo en el mejorar las relaciones entre el Vaticano y China” desde el día de su elección. Por esto el cree que el pontífice tendrá un rol siempre más positivo en el incrementar las relaciones entre la Santa Sede y Beijing. Entre las cualidades a él atribuidas están de hecho que es un jesuita, una orden religiosa “que tiene una larga tradición de relaciones con China. Mateo Ricci, un miembro de la sociedad, visitó China hace centenares de siglos”.

Otra cualidad es ser argentino, “amigo de las economías en vías de desarrollo”, con “sentimientos especiales hacia sus pueblos, a causa de su ser latinoamericano”.

Otro periódico, el Global Times,cita a un profesor de la East China Normal University de Shanghai, Li Xiangping, que habla de la “nueva atmósfera para una posible distención” que se creó con “el ramo de olivo” ofrecido por el Papa a china y “con gran gentileza”.

El artículo cita la entrevista que Francisco ha dado a los periodistas en su viaje de retorno a Roma la entrevista que Francisco dio a los periodistas en su viaje de retorno a Roma, donde él expresa su deseo de visitar China también “mañana”, y donde subraya que la Iglesia pide sólo “libertad para su ministerio, para su trabajo. Y ninguna otra condición”.

El articulista, Li Yan, hace notar que en esto el Papa Francisco “reafirma la posición del Vaticano sobre el nombramiento de los obispos” y China “podría considerar la posibilidad de un encuentro”.

Otra publicación que cita al Papa y las relaciones China-Vaticano es el sito web China net. En el artículo firmado por un cierto Joke, se habla de “dos montañas” que hay que superar: las relaciones diplomáticas con Taiwan y la injerencia en los asuntos internos de China. El mismo autor reconoce que el problema de Taiwan es secundario y que “la injerencia” (sobre todo en el nombramiento de los obispos) es debida a la concepción que la Iglesia católica tiene sobre sí.

Joke alaba la “diplomacia del espacio aéreo” inaugurada por Francisco y por China y admite que el mejoramiento de las relaciones con la Santa Sede daría a China una mejor “imagen internacional”.

Ningún órgano del Partido comunista, ni siquiera Xinhua, han publicado noticias sobre las palabras del Papa en Corea- a proposito del dialogo con los Países que no tienen relaciones diplomaticas – y en los telegramas enviados a Xi Jinping

El Global Times, en el artículo citado, recuerda una declaración de Hua Chunying, vocero del Ministerio de Exteriores, publicada el 19 de agosto, según la cual “China fue siempre sincera y ha trabajado mucho para mejorar las relaciones con el Vaticano”. Tal genérica declaración es hasta ahora la única palabra semi-oficial por todos los gestos y las aperturas del Papa Francisco.

En: asianews

Imagen: aciprensa

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Francisco I: El papa es el argentino Jorge Bergoglio

Episco

Jorge Bergoglio: Es el primer pontífice sudamericano, concretamente argentino, y perteneciente a la orden de los Jesuitas: Papa Francisco I, Sumo Pontífice Católico quien sucede a Benedicto XVI

Un Papa que sonríe, que da las buenas tardes, que hace una broma apenas unos minutos después de recibir sobre sus hombros el peso entero de una Iglesia lastimada, que pide la bendición antes de darla, que es jesuita como tantos otros que consiguieron hacer caminar de la mano la fe y el conocimiento, que vivía en un apartamento en vez de en un palacio cardenalicio y se montaba en el transporte público para ir a confortar a los enfermos y a los pobres, un Papa que hace ocho años pudo serlo y dijo que pase de mí este cáliz, un Papa que viene del nuevo mundo, que tiene cara de buena persona y que elige el sencillo nombre de Francisco es una oportunidad a la esperanza.

Para los católicos y para quienes, desde la orilla de la duda o del descreimiento absoluto, desean que la Iglesia abra las ventanas y se dedique, de una vez, a remar al lado de los hombres. Solo el tiempo dirá si, efectivamente, el argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, es el Papa que estaba esperando el mundo, pero el miércoles por la noche, frente a Roma rezando por él en silencio, logró ganarse su oportunidad.

Hace solo dos días, cuando los cardenales, con toda la pompa y el boato de que es capaz el Vaticano, fueron entrando en la Capilla Sixtina y jurando sobre los Evangelios, no había mucho que celebrar. Las quinielas decían que para sustituir a Benedicto XVI —el Papa teólogo que no pudo con las intrigas de la Iglesia— habría una pugna muy cerrada entre un cardenal italiano representante del poder y del dinero y un brasileño preferido por la curia. La única y débil esperanza era que tal vez ese cardenal estadounidense con cara de simpático y sandalias de franciscano consiguiera engatusar al Espíritu Santo. Después de Juan Pablo II, el pontífice carismático que encubrió a Marcial Maciel y sus vicios, y del fallido Benedicto XVI, la Iglesia golpeada por los escándalos del poder y del dinero necesitaba un revulsivo, pero esa procesión de hombres ancianos vestidos de púrpura no era una llamada a la ilusión. Sin embargo, este miércoles por la noche, cuando los restos del humo blanco aún vagaban por la orilla del Tíber, todas las campañas de Roma se pusieron a sonar y se abrieron por fin las cortinas del Vaticano, la sorpresa estaba allí.

El Papa —que solo tiene un pulmón, ya que perdió el otro a causa de una infección infantil— sonreía. Parecía tranquilo. Habló tranquilo. Lo primero que hizo fue dar las buenas tardes. Lo segundo, gastar una broma: “Queridos hermanos y hermanas. Sabéis que el Papa es obispo de Roma. Me parece que mis hermanos cardenales han ido a encontrarlo casi al fin del mundo. Pero estamos aquí, y os agradezco la acogida”. Ya en ese momento, Jorge Mario Bergoglio, que será Papa bajo el nombre de Francisco, se había ganado a la parroquia. A la suya y a la ajena. A la suya porque estaba aquí, sobre la plaza de San Pedro, saltando de alegría, y a la ajena porque bastaba un vistazo rápido a Twitter para comprobar que muchos de los que hasta hacía un momento bromeaban sobre la relativa importancia del nombre del nuevo Papa —“será un varón, anciano y tal vez católico”— se quedaban impactados ante las buenas maneras, de párroco de pueblo más que de Sumo Pontífice, del argentino. El primer latinoamericano, el primer jesuita, el primer Francisco.

Todavía desde el balcón, Francisco quiso hacerse cómplice de la infantería de la Iglesia: “Comenzamos este camino, obispo y pueblo juntos”. Hace cuatro años, en octubre de 2009, el cardenal Bergoglio alzó la voz con dureza para criticar al Gobierno argentino y también a la sociedad por no impedir el aumento de la pobreza. Una pobreza que definió como “inmoral, injusta e ilegítima”, impropia de un país tan poderoso. “Los derechos humanos”, dijo, “se violan no solo por el terrorismo, la represión y los asesinatos, sino también por estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades”.

El ahora Papa fue provincial de los jesuitas argentinos desde 1973 hasta 1979, durante el inicio de la dictadura militar y de aquellos tiempos llegan todavía sin aclarar rumores de posible connivencia con el Gobierno. Hace unos años, sin embargo, su discurso no dejaba duda de su compromiso con los más desfavorecidos. “Hay aproximadamente 150.000 millones de dólares de argentinos en el exterior, sin contar los que están fuera del sistema financiero, y los medios de comunicación nos dicen que siguen yéndose de Argentina. ¿Qué se puede hacer?”, se preguntó, “¿para que estos recursos sean puestos al servicio del país, en orden a saldar la deuda social y generar las condiciones para un desarrollo integral?”.

La elección de Bergoglio ha sido más corta de lo que se esperaba. No hay que olvidar que el cónclave se inició bajo el signo de la división después de 10 reuniones muy intensas del colegio cardenalicio —formado por los 115 electores más los cardenales mayores de 80 años— en las que 161 purpurados alzaron su voz para hablar de la situación de la Iglesia. Aunque, al inicio de los encuentros, los cardenales prestaron juramento de no filtrar a la prensa el contenido de las discusiones, enseguida se supo que los temas más candentes fueron la necesidad de reformar de la curia, la postura de la Iglesia ante la pederastia y la situación del IOR, el banco del Vaticano.

Algunos cardenales —entre ellos los estadounidenses— solicitaron además tener acceso al informe secreto que sobre el caso Vatileaks —el robo y filtración de la documentación privada de Joseph Ratzinger— elaboraron tres cardenales octogenarios. Antes de su renuncia, Benedicto XVI determinó que el informe solo fuese conocido por su sucesor, pero nada más llegar a Roma muchos de los cardenales insistieron en que, antes de dibujar el perfil del Papa que ahora necesita la Iglesia, sería conveniente saber la situación interna. El primero en expresar la preocupación creciente fue el cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida y presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil: “¿Por qué los cardenales que somos los consejeros más próximos al Papa no podemos tener acceso a los documentos?”.

Finalmente, los tres cardenales que investigaron —Jozef Tomko, Salvatore de Giorgi y Julián Herranz— informaron privadamente y sin entrar en detalles y nombres a los purpurados que lo solicitaron. También llamó la atención que la décima y última de las congregaciones generales estuviese dedicada a hablar del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano. El secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien además es el presidente de la comisión cardenalicia que controla la entidad, informó a los cardenales de su situación. Según algunas filtraciones periodísticas, el cardenal Bertone recibió numerosas críticas durante las congregaciones generales por su manera de dirigir el Vaticano en los últimos años.

Pero, al margen de los asuntos polémicos, la Iglesia que desde este miércoles depende del papa Francisco tiene numerosos retos por delante, y todos ellos fueron abordados en los días previos al cónclave. Antes de encerrarse en la Capilla Sixtina, los cardenales parecían tener claro que la Iglesia necesita ahora un Papa fuerte, un Pontífice capaz de reformar la Curia, organizar los dicasterios (ministerios) del Vaticano para hacerlos más eficaces, limpiar la podredumbre puesta al descubierto por el caso Vatileaks, impulsar el diálogo con el islam, afrontar de una manera valiente el papel de la mujer en la Iglesia y la postura oficial ante la bioética. Un Papa, como dijo el cardenal Angelo Sodano en la misa Pro Eligiendo Pontífice, “un pastor que anuncie el evangelio y la misericordia; un buen pastor capaz de dar la vida por sus ovejas”.

Ahora, tras conocer al nuevo Papa, un jesuita ortodoxo en cuestiones dogmáticas pero flexible en materia de ética sexual, aquellos objetivos parecen pobres. La Iglesia, venían a reconocer sus responsables, necesitaba un fontanero, un bombero, un albañil, alguien que lograra apuntalar las ruinas y esperara a que vinieran mejores tiempos para volver a alzar el vuelo. Dos horas después de que se supiera su nombre y se conocieran su sonrisa serena y su buen humor, su recuerdo a Benedicto XVI y su petición de ayuda por medio de la oración, a las redacciones seguían llegando mensajes de sorpresa y de alegría. De los principales gobernantes y también de quienes, desde dentro de la Iglesia, vuelven a tener esperanza.

En: elpais.com

 

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