Quiénes son los kurdos y por qué todavía no tienen un Estado

Son la minoría étnica sin Estado propio más importante de todo el Medio Oriente. Más de 30 millones de personas –según los cálculos más conservadores– repartidas en un territorio que hoy se dividen Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero unidos por una lengua propia y una cultura milenaria, el pueblo kurdo nunca ha dejado de soñar con un Kurdistán independiente.

Y algunos creen que la amenaza del grupo autodenominado Estado Islámico podría contribuir a hacer ese sueño realidad.

Por un lado los kurdos se han erigido en una de las más importantes líneas de defensa contra los avances de los yihadistas en el norte de Irak y Siria, obligando a Occidente a reconocerlos como aliados clave en la batalla contra EI.

Y también han aprovechado el debilitamiento de los gobiernos de Bagdad y Damasco para expandir el territorio controlado por las autoridades del Kurdistán iraquí y ganar mayor protagonismo en Siria, donde aspiran a obtener un nivel de autonomía similar al que ya tienen en Irak.

Aunque la reticencia de Turquía a involucrarse directamente en la defensa de Kobane también da una idea de las fuerzas que a lo largo de la historia han evitado la unificación e independencia de la nación kurda.

Unas fuerzas que siguen vigentes en la actualidad.

Ajedrez de siglos

En la esta estratégica ciudad siria de Kobane, ubicada al sur de la frontera turca, un puñado de milicianos kurdos apenas ha logrado resistir a los embates de EI, en buena medida gracias al apoyo de los bombardeos de la coalición occidental.

“Los kurdos de Turquía, sin embargo, están furiosos con las tropas turcas que les impiden cruzar la frontera para pelear al lado de las milicias kurdas en Siria, el YPG”, cuenta el corresponsal de la BBC en Turquía, Mark Lowen.

“Creen que a Turquía le alegraría ver caer a Kobane si eso también significa el fin de las esperanzas kurdas para una entidad autónoma en Siria”, explica.

Y ese sólo es un ejemplo del complicado ajedrez político que lleva décadas –cuando no siglos– evitando la existencia de un Kurdistán independiente.

Esa posibilidad tomó especial fuerza luego de la conclusión de la Primera Guerra Mundial.

Historia milenaria

La historia del pueblo kurdo, sin embargo, empieza mucho antes.

En el año 612 a.C., según los historiadores que consideran a los kurdos descendientes directos de los medos, el imperio que dominó la zona desde esa fecha hasta su anexión por el imperio persa en 6 a.C.

Y durante las posteriores invasiones árabes-musulmanas los kurdos terminarían convirtiéndose al islam, pero sin perder su lengua e identidad distintiva y a pesar de estar divididos en numerosos principados.

Esos principados kurdos se los disputaron por mucho tiempo el Imperio otomano y el persa, que tenían sus capitales en lo que hoy son Turquía e Irán.

Y, en esa pugna, los kurdos terminarían alineándose con el Imperio Otomano por razones religiosas y a cambio de una importante dosis de autonomía que sólo empezaría a ser cuestionada a inicios del siglo XIX.

Esa es una de las razones por las que con el desmembramiento del imperio turco, al final de la Primera Guerra Mundial, algunos kurdos –no todos– empujarían con fuerza la idea de un Kurdistán independiente.

Y la idea sería incluso recomendada por el Tratado de Sèvres, que certificó la rendición del Imperio otomano en 1920.

Un conjunto de factores, sin embargo, terminarían haciéndola impracticable.

Por un lado, los sectores más conservadores de la sociedad kurda, más interesados en la protección de su religión que en un incierto proyecto nacionalista, no veían con buenos ojos la separación de la naciente Turquía, que prometía un Estado islámico de turcos y kurdos y terminó quedándose con la mayor parte del Kurdistán.

Y las potencias occidentales también redibujarían las fronteras para darle partes del territorio habitado por los kurdos a sus protegidos: Siria, en el caso de los franceses, e Irak, para la que Reino Unido reclamó la rica zona petrolera de Mosul.

“Los aliados dibujaron las fronteras en función de sus intereses”, explica Murat Nisancioglu, del servicio turco de la BBC.

“Y ya luego los proyectos nacionalistas a lo interno de los nuevos países, como Turquía, hicieron todo lo posible por aplastar cualquier oposición”, agregó.

Luchando por la independencia

Movimientos independentistas kurdos surgirían luego, inevitablemente, en Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero nunca conseguirían el apoyo real de Occidente, más preocupado por lo que las pretensiones kurdas podía significar para la estabilidad regional.

Y la orientación comunista del PKK –el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, la principal fuerza independentista kurda en Turquía, considerada una organización terrorista por el gobierno de Ankara y sus amigos occidentales– tampoco le ayudaría a los nacionalistas kurdos a granjearse la simpatía de EE.UU. y sus principales aliados.

En la actualidad, Turquía está inmersa en un proceso de paz con el PKK marcado por un acuerdo de cese del fuego alanzado en marzo de 2013, el que muchos esperan represente el final de una lucha armada que inició en 1984 y ha causado más de 40.000 muertos.

Pero el objetivo declarado no es independencia, sino autonomía.

Y el máximo líder el PKK –Abdullah Ocalan, en la cárcel desde 1999– ya advirtió que si Turquía deja que Kobane caiga en manos de Estado Islámico, las conversaciones llegarán a su fin.

En ese contexto, las cada vez más fuertes protestas de los kurdos en Turquía y los recientes ataques del ejército turco en contra de posiciones del PKK –los primeros en dos años– no auguran nada bueno para las negocaciones en Turquía.

Mientras en Irak y Siria el cada vez mayor protagonismo de los kurdos, y las menciones cada vez más frecuentes a la posibilidad de su independencia, también ha generado nerviosismo entre las poblaciones no kurdas con las que comparten algunas áreas y ciudades.

Porque la posibilidad de un Kurdistán independiente está de nuevo en el tapete, con más fuerza que nunca.

Aunque está por verse si esta vez las fuerzas se alinearán del lado de los kurdos, por primera vez.

En: BBC

Ver: ¿Por qué Turquía se resiste a intervenir frente a Estado Islámico?

Ataque químico a Halabja

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El hombre fuerte en Irak

El próximo primer ministro debe formar un gobierno de unidad en una sociedad profundamente dividida, así como luchar contra el EI.

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“Que Dios lo ayude”. Las palabras llegaron el día en que Haidar al Abadi, próximo primer ministro de Irak, fue nominado para una posición en la que, ciertamente, va a necesitar toda la ayuda que pueda invocar si ha de sacar a su país de un amplio abismo de guerra, destrucción y odio entre los varios sectores de una población que, al menos hasta hoy, no termina de sentirse como una sola.

Al Abadi reemplazará a Nuri al Maliki, primer ministro desde 2006, quien deberá conservar el cargo durante poco menos de un mes mientras se conforma un nuevo gobierno. Ambos políticos pertenecen al mismo partido y el entrante primer ministro fue durante un largo tiempo consejero del saliente. Ambos pertenecen a la mayoría chiita del país, que junto con los suníes y los kurdos conforman gran parte de la población de Irak.

Como otras figuras del panorama político actual en Irak, Al Abadi vivió en el exilio el régimen de Sadam Hussein. Inglaterra se convirtió en su segundo hogar a finales de los años 70, cuando su padre (Jawal al Abadi, quien llegó a ser inspector general del Ministerio de Salud de Irak) fue acusado de “insuficiencia de lealtad” y obligado a huir del país; murió en el exilio y fue enterrado en Londres. Al Abadi, el hijo, se doctoró en ingeniería eléctrica en la Universidad de Manchester y regresó a su patria en 2003, de la mano de la invasión de EE.UU. que terminó por acabar con la era Hussein y con una buena parte de Irak, de paso. Para su regreso, el próximo primer ministro tenía un pasaporte cancelado y había perdido dos hermanos (ejecutados públicamente por Hussein); uno más estuvo encarcelado durante 10 años.

En el exilio, Al Abadi fue un prominente activista contra Hussein, de la misma forma que lo fue Al Maliki, aunque este último ejerció buena parte de su oposición desde Irán. Curiosamente, el gobierno iraní recientemente le dio una pública, y algo calurosa, bienvenida a la figura política que reemplazará al que antiguamente fue su protegido. El gesto es elocuente, cuando menos.

Para lo mucho que ambos políticos pueden llegar a parecerse, el mayor capital político de Al Abadi es, precisamente, no ser Al Maliki e incluso representar lo opuesto. Mientras el actual primer ministro ha hecho más profundas las divisiones entre la población iraquí, el aspirante al cargo es reconocido por ser un líder moderado, además de haber sido nominado por el presidente iraquí, Fuad Masum, un kurdo.

Algo de unidad no le caería mal a Irak en momentos en los que los militantes del Estado Islámico (EI) retienen el control de importantes posiciones en el país, como la ciudad de Mosul. En combates recientes el EI, sin embargo, perdió el control de la presa de Mosul, la mayor instalación de su tipo en el país, que fue recuperada en una avanzada de los kurdos y las tropas del gobierno central.

Alí Hatem Suleiman, uno de los líderes tribales suníes más importantes del país, abrió recientemente la posibilidad de que este sector de la población se una al combate contra el EI de la mano de las fuerzas del gobierno de Bagdad. El apoyo de esta figura se suma al del gran ayatolá Alí al Sistani, el líder religioso chiita más importante en Irak, quien incluso llegó a presionar la salida de Al Maliki, un movimiento altamente inusual para una personalidad de este nivel.

En: elespectador.com

Ver: El presidente iraquí, el kurdo Fuad Masum, aparta del poder a Al Maliki

Al Maliki: “La designación de Haider al Abadi es una grave violación de la Constitución”

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EE.UU. bombardea posiciones de Estado Islámico en Iraq

Washington (EFE). Los aviones de guerra de Estados Unidos atacaron unidades de artillería de las fuerzas del Estado Islámico (EI) en el norte de Iraq, informó hoy el portavoz del Pentágono, el almirante John Kirby.

En un mensaje en su cuenta de Twitter, Kirby aseguró que antes la artillería del EI disparó contra las fuerzas kurdas que defienden la ciudad de Erbil, “cerca de donde se encuentra personal estadounidense”.

Fuentes militares citadas por los medios estadounidenses especificaron que se lanzaron dos bombas de 230 kilogramos desde el portaaviones de la Armada USS George H.W. Bush, que fue desplegado en junio pasado en la zona del Golfo Pérsico junto al crucero USS Philippine Sea.

El jefe del Pentágono, Chuck Hagel, quien se encuentra de visita en India, había indicado previamente que las fuerzas militares de Estados Unidos tenían información suficiente como para saber si eran yihadistas y atacarlos si amenazaban los intereses estadounidenses.

El presidente estadounidense, Barack Obama, en un anuncio inesperado el jueves por la noche, dijo que autorizó ataques contra posiciones del yihadista Estado Islámico, además de una operación humanitaria para asistir a los desplazados en el norte de Iraq.

ENVÍAN AYUDA
Dicha operación de auxilio, que comenzó la pasada madrugada, hora local, tiene como fin distribuir ayuda a decenas de miles de iraquíes que han buscado amparo en una montaña del norte de Iraq asediados por los yihadistas.

El Pentágono informó de que tres aviones Hércules de carga, custodiados por dos aviones de combate, descargaron agua, alimentos y otros suministros y abandonaron la zona sin incidentes.

Pero los militares tienen la autorización de Obama para emplear la fuerza si los yihadistas impiden la misión de socorro para los desplazados o amenazan al personal de EE.UU. que se encuentra en la zona.

En: elcomercio

Ver: Estado Islámico de Irak y Levante

Campaña contra el Estado Islámico de Irak y el Levante en Siria

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Irak: Chiitas y sunitas: una división irreconciliable

Aunque el orígen de la disputa entre las dos comunidades musulmanas es esencialmente sucesionista, en la actualidad hay otras razones por las que el pueblo iraquí es escenario de una guerra civil.

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Los sunitas pertenecen a la intelectualidad y al estudio del Islam. Los chiitas conservan las tradciones ancestrales

Unos meses antes de morir, en el año 632, el profeta Mahoma hizo una peregrinación entre La Meca y Medina y, presintiendo su propia desaparición, proclamó a su yerno Alí como su sucesor espiritual y político.

Ese fue el comienzo de una historia llena de odios e intrigas, ambientada en el Medio Oriente y lavada por ríos de sangre, pues, tras la muerte del líder máximo de la religión musulmana, la comunidad islámica se dividió, de manera irreconciliable, en dos grandes vertientes: los chiitas y los sunitas.

El sucesor nombrado por Mahoma tuvo que esperar más de 30 años para convertirse en el cuarto Califa, ya que los hombres más poderosos de la Meca designaron a Abu Baker como el primer líder del Califato y, posteriormente, a otros dos califas.

Sin embargo, el pueblo árabe se levantó y exigió que Alí fuera el cuarto califa, un honor que sólo duró cuatro años, al cabo de los cuales, el yerno de Mahoma fue asesinado.

De acuerdo con el analista político Marcos Peckel, los orígenes de la tradición musulmana son bastante violentos y aunque esencialmente los chiitas y los sunitas comparten las mismas prácticas religiosas, rinden culto al mismo Dios y siguen las enseñanzas del Corán, existe entre esas dos corrientes de la religión islámica unas diferencias irreconciliables que durante siglos han perpetuado el odio y la división.

“En los orígenes de la tradición musulmana las diferencias son de carácter sucesionista y comienzan con la definición del heredero de Mahoma. Para los chiitas, el líder espiritual debía ser un descendiente directo del profeta Mahoma, mientras que los sunitas se inclinaban por un hombre estudioso, justo y bueno, que no necesariamente tenía que provenir del linaje mahometano”, afirma Peckel.

Pero, en la actualidad, la violencia fraticida entre los musulmanes no sólo está impregnada de tintes místicos si no que tiene muchísimas implicaciones de orden político y económico.

En el fondo, existe un gran problema que tiene que ver con las relaciones entre el Gobierno y la religión en el mundo musulman.

“Para los chiitas es de vital importancia la figura del imán. Ellos consideran a sus doce imanes como las máximas autoridades del estado islámico, y como un líderes totalmente autónomos del Estado”, explica el Imán Julián Arturo Zapata del Cetro Cultural Islámico de Bogotá.

“Los líderes chiitas son bastante independientes de los gobiernos, ellos mismos crean un tejido social a su alrededor y reciben el zakat, que es un diezmo de la gente. Son poderosos por sí mismos”, explica Zapata. Por el contrario, los sunitas dependen económicamente de la estructura estatal y de la opinión del Gobierno y su líder tiene muy poca injerencia en asuntos políticos, a menos que haga parte del poder de turno.

Ese era el caso iraquí hasta que las fuerzas de ocupación derrocaron a Sadam Hussein en marzo de 2003.

LA CUESTIÓN IRAQUÍ. Antes de ser asesinado, Alí trasladó la capital de Medina hacia Kufa, una ciudad ubicada en tierras de Iraq, la antigua Babilonia, que se había convertido en un importante centro para la religión islámica.

Ese importante antecedente histórico marcaría entonces el desarrollo de los acontecimientos en el país árabe.

Tras la muerte de Alí, Iraq se convirtió en un territorio predominantemente chiita. Las mayorías chiitas comenzaron a expandir su influencia y a prepararse para la llegada del doceavo imán, aquel que salvaría a la humanidad.

“Durante más de catorce siglos los chiitas se dedicaron a visitar las tumbas de sus imanes y a edificar construcciones alrededor de los mausoleos, una de las prácticas más criticadas por sus enemigos sunitas y que ha sido empleada como un argumento del wahabismo, una corriente minoritaria del islam, para radicalizar aún más las diferencias entre chiitas y sunitas”, asegura el imán Zapata.

Según el analista Peckel, las fronteras del Iraq moderno fueron creadas de forma artificial, como resultado de la repartija colonial que hicieron los británicos y los franceses del Medio Oriente, A una comunidad divida, casi desde sus mismos orígenes, se le impuso además la obligación de convivir dentro de una nación que estaba muerta desde antes de nacer.

Musulmanes chiitas, sunitas y los mismos kurdos, fueron forzados a cohabitar un territorio común y a formar parte de una nación de la que no se sentían partícipes. Por eso la única manera de matener un país bajo control y un Gobierno central coherente era implementando un régimen déspota, cosa que Saddam Hussein entendió a la perfección”, explica Peckel.

LA ERA HUSSEIN. Desde 1979, cuando Hussein asumió la Presidencia iraquí, la comunidad sunita de la que él hacía parte, concentró todo el poder, lo que por supuesto implicó la marginalidad absoluta para los chiitas y la agudización de la violencia sectaria en Iraq. Durante años, las milicias de ambos bandos han librado una guerra que nunca ha querido llamarse por su nombre, miles de iraquíes muertos en atentados en Iraq, se suman a las víctimas de las batallas emprendidas por Hussein contra sus vecinos.

“Iraq es un pueblo de odios, marcado por una historia que va más allá de la división religiosa entre chiitas y sunitas. El de Iraq es un pueblo desunido, de sentimientos más tribales que nacionalistas que sobrepasan las fronteras religiosas”, explica Zapata.

Bajo este panorama, cabe pensar entonces que el futuro de Iraq no es nada alentador y que tras la ejecución de Hussein, la eterna disputa entre chiitas y sunitas, no sólo va a aumentar, sino que se va a recrudecer en proporciones dantescas.

Las cosas empeoraron en Iraq cuando George W. Bush invadió el país árabe con el pretexto de enfrentar al terrorismo internacional y de buscar unas armas químicas que nunca aparecieron. Según el politólogo Eugenio Gómez Martínez, la invasión estadounidense desencadenó muchos más conflictos al interior de Iraq, que por obvias razones se van a agravar con la caída del régimen de Hussein y su posterior su ejecución.

“Sadam era el representante de una de las tres grandes comunidades que conforman el artificial estado de Iraq y su derrocamiento y su ejecución lo transforman en un mártir de la causa sunita, lo que deriva en acciones violentas gravísimas de sunitas sobre todo contra chiitas, los más beneficiados con la caída del ex dictador”, asegura Gómez.

En ese mismo sentido, Peckel señala que toda la violencia represada y los sentimientos de odio van a soltarse, tras el final de la era Hussein. “En el nuevo Gobierno de Iraq hay mayoría chiita, y los sunitas están perdiendo todos los privilegios que tenían antes. Por eso están llevando a cabo una sangrienta escalada insurgente especialmente contra los chiitas”.

La realidad del país árabe está muy lejos de ser pacífica. Y es que en Iraq la insurgencia es muy compleja y no sólo se reduce a un grupo de chiitas contra sunitas, sino que implica unas comunidades divididas en clanes que tienen sus propias ideologías y que, poco a poco, han sido penetradas por las influencias de los yihadistas de Al qaeda y saqueadas por la invasión occidental que ahora tiene dos opciones: quedarse en Iraq y aumentar casi el triple su pie de fuerza o salir del país árabe y dejar que los iraquíes se las arreglen como puedan.

“Pero es casi seguro que ninguno de los dos caminos permitirá desarticular la insurgencia en Iraq”, concluye Peckel.

Tres datos claves

1.La palabra chiita se deriva del corán y se emplea para nombrar a los seguidores del libro sagrado de los musulmanes.

2. El término sunita cobija a quien sigue las enseñanas del profeta Mahoma.

3. Los chiitas y los sunitas siguen las mismas tradiciones religiosas, leen el corán y se basan en los cinco pilares del islam: la confesión de fe, la oración, el ayuno, y la peregrinación hacia la Meca, en Arabia Saudita, por lo menos una vez en su vida.

Por: Por Lina Marcela Hernández S. Especial para El Pais

Ver: Para muchos sunitas, el Estado Islámico es el mal menor

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