Al parecer el alcohol le pasó factura a la “señora” y la hizo confundir malcriadez con “libertad de expresión” a un día de las elecciones presidenciales 2016 (segunda vuelta).
Desde que aparecieron el Walkman, los videojuegos y demás sistemas de entretenimiento personalizados hemos sido presa de una constante revolución que ha ingresado subrepticiamente en nuestras vidas estructurada fundamentalmente en el aislamiento y el individualismo. Sinceramente no entiendo por qué las personas andan con el smartphone en la mano pendientes del muro de Facebook, de los mensajes por WatsApp, de la vida de sus “amigos”, sacrificando una necesaria atención hacia la interacción personal y directa.
Existe una hipocresía manifiesta practicada extensamente en las redes sociales aquí y ahora: todo es perfecto, todo es bonito y aún sabiéndo que no es así, se cree. No se tiene en cuenta que un 99.9% de toda esa información es aparente y no debería creerse en casi nada de lo que vemos ahí. Como me dijo alguien una vez: “Si está en Facebook, entonces no cuenta”. Nos dirigimos hacia una nueva forma de interacción que prescindirá del contacto personal y ello es muy lógico porque el actual cambio tecnológico así lo está definiendo.
Sería bueno inventar algo que mantenga la facilidad de comunicarnos más rápido y que mejore nuestrra interacción no sólo con la cantidad de personas que conocemos, sino también la calidad de interacción con aquellas personas que realmente nos importan.