La amenaza rusa se queda sin combustible

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En Europa, el acontecimiento definitorio del año 2014 fue la anexión de Crimea a Rusia y la intervención militar en la región de Donbass, al este de Ucrania. Las acciones del Kremlin desafiaron los principios fundamentales que han guiado a Europa desde hace más de seis décadas, en particular, a la renuncia al uso de la fuerza para alterar las fronteras nacionales. Sin embargo, Rusia no está en condiciones de sostener su política exterior agresiva.

A menudo se ha argumentado que Rusia estaba reaccionando ante la intrusión percibida en sus cercanías, al tiempo que era presionada por la Unión Europea y la OTAN. Pero la historia sugiere una explicación más simple: una década de constante aumento de los precios del petróleo envalentonó a Rusia, dejándola lista para aprovechar cualquier oportunidad de desplegar su poderío militar.

De hecho, la Unión Soviética tuvo una experiencia similar hace 40 años, cuando un período prolongado de aumento de los ingresos petroleros dio pie a una política exterior cada vez más agresiva, que culminó en 1979 con la invasión de Afganistán.

La floreciente riqueza petrolera reforzó la credibilidad del régimen, y el aumento de la fuerza económica y militar dio a los vetustos líderes de la Unión Soviética un sentido rejuvenecido de invulnerabilidad. La invasión de Afganistán no fue simplemente una respuesta improvisada a un hecho local (un golpe de Estado en Kabul); también fue un resultado directo de este patrón.

La reacción de Putin ante las manifestaciones del Euromaidán en Ucrania siguió un patrón similar. En ambos casos, se vio una oportunidad, aparentemente de bajo costo, que supondría una gran ganancia estratégica, al menos en el corto plazo. De hecho, si bien las consecuencias devastadoras de la aventura afgana de la Unión Soviética son ahora ya conocidas en su integridad, en aquel entonces la invasión fue vista como una gran derrota para el Occidente.

La retirada del ejército soviético en 1988 se atribuye generalmente a la insurgencia afgana, liderada por muyahidines entrenados en Pakistán con el apoyo de Estados Unidos. Pero la caída de los precios del petróleo durante la década de 1980, que redujo el valor de la producción soviética a un tercio de su nivel máximo, sin duda, desempeñó un papel.

La postura de Rusia cambió durante la década de 2000, mientras los precios mundiales del petróleo -y la producción de Rusia- se recuperaban, revitalizando la base económica del país en momentos en los que sus líderes se tornaban cada vez más autocráticos. Sólo entonces Rusia comienza a reclamar que EEUU y sus aliados europeos llevaran a cabo un compromiso implícito con relación a no ampliar la OTAN hacia el oriente.

Con los precios del petróleo en constante aumento, el valor de la producción de crudo de Rusia alcanzó un nuevo pico, aproximadamente diez veces el nivel de 1999, en 2008. Rusia invadió Georgia el mismo año. Aunque los precios se derrumbaron durante la Gran Recesión de 2009, rápidamente se recuperaron, llegando la producción rusa a otro pico en el período 2012-2013. Fue precisamente en dicho momento cuando la posición de Rusia sobre el Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea se endureció. Debido a que la UE y Ucrania ya habían estado negociando el acuerdo durante dos años, sin que existiera mucha reacción de Rusia, la UE se vio sorprendida por las objeciones bruscas y repentinas del Kremlin.

Es evidente que la actitud de Rusia hacia su exterior cercano no es tan errática como puede parecer. Cuando los precios del petróleo suben, Rusia expresa sus resentimientos latentes de forma más agresiva, a menudo empleando sus fuerzas armadas. Además, cuando los precios son más altos, la industria del petróleo desplaza y reduce la participación de otros sectores de exportación que apoyan a los mercados abiertos y una política exterior menos agresiva.

Después de la guerra soviética en Afganistán se produjo un descenso de largo recorrido en los precios del petróleo. La reciente caída de la cotización – a 50-60 dólares por barril, que reduce a la mitad el valor de la producción de petróleo de Rusia- sugiere que la historia está a punto de repetirse. Y los precios del petróleo no son el único problema de Rusia. Las sanciones de Occidente, que parecían constituir sólo un pinchazo hace unos meses, parecen haber causado graves daños, ya que el rublo ha perdido casi la mitad de su valor frente al dólar estadounidense el año pasado. Aunque los mercados financieros se calmarán cuando el tipo de cambio del rublo se asiente en su nuevo equilibrio, la economía de Rusia se mantendrá débil, lo que obligará a que los líderes del país tomen decisiones difíciles.

En este contexto, un punto muerto en la región de Donbass parece más probable que una ofensiva directa destinada a ocupar el resto de la región y establecer un corredor hacia Crimea. El resultado que muchos en Occidente temían inicialmente.

El nuevo proyecto Novorossya del presidente Vladimir Putin simplemente no puede progresar con los precios del petróleo en su nivel actual.

Sin duda, Rusia continuará desafiando a Europa, pero ningún alarde de fuerza puede compensar la desintegración de la base material de la economía causada por el nuevo equilibrio en el mercado petrolero. En este sentido, EEUU ha venido al rescate de Europa de una manera diferente: la producción de petróleo de esquisto y el poder gasífero norteamericano posiblemente desempeñen un papel más importante en cuanto a mantener a Rusia a raya en comparación al papel que desempeñan las tropas de la OTAN en las fronteras orientales de Europa.

En: economiahoy

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Quiénes son los kurdos y por qué todavía no tienen un Estado

Son la minoría étnica sin Estado propio más importante de todo el Medio Oriente. Más de 30 millones de personas –según los cálculos más conservadores– repartidas en un territorio que hoy se dividen Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero unidos por una lengua propia y una cultura milenaria, el pueblo kurdo nunca ha dejado de soñar con un Kurdistán independiente.

Y algunos creen que la amenaza del grupo autodenominado Estado Islámico podría contribuir a hacer ese sueño realidad.

Por un lado los kurdos se han erigido en una de las más importantes líneas de defensa contra los avances de los yihadistas en el norte de Irak y Siria, obligando a Occidente a reconocerlos como aliados clave en la batalla contra EI.

Y también han aprovechado el debilitamiento de los gobiernos de Bagdad y Damasco para expandir el territorio controlado por las autoridades del Kurdistán iraquí y ganar mayor protagonismo en Siria, donde aspiran a obtener un nivel de autonomía similar al que ya tienen en Irak.

Aunque la reticencia de Turquía a involucrarse directamente en la defensa de Kobane también da una idea de las fuerzas que a lo largo de la historia han evitado la unificación e independencia de la nación kurda.

Unas fuerzas que siguen vigentes en la actualidad.

Ajedrez de siglos

En la esta estratégica ciudad siria de Kobane, ubicada al sur de la frontera turca, un puñado de milicianos kurdos apenas ha logrado resistir a los embates de EI, en buena medida gracias al apoyo de los bombardeos de la coalición occidental.

“Los kurdos de Turquía, sin embargo, están furiosos con las tropas turcas que les impiden cruzar la frontera para pelear al lado de las milicias kurdas en Siria, el YPG”, cuenta el corresponsal de la BBC en Turquía, Mark Lowen.

“Creen que a Turquía le alegraría ver caer a Kobane si eso también significa el fin de las esperanzas kurdas para una entidad autónoma en Siria”, explica.

Y ese sólo es un ejemplo del complicado ajedrez político que lleva décadas –cuando no siglos– evitando la existencia de un Kurdistán independiente.

Esa posibilidad tomó especial fuerza luego de la conclusión de la Primera Guerra Mundial.

Historia milenaria

La historia del pueblo kurdo, sin embargo, empieza mucho antes.

En el año 612 a.C., según los historiadores que consideran a los kurdos descendientes directos de los medos, el imperio que dominó la zona desde esa fecha hasta su anexión por el imperio persa en 6 a.C.

Y durante las posteriores invasiones árabes-musulmanas los kurdos terminarían convirtiéndose al islam, pero sin perder su lengua e identidad distintiva y a pesar de estar divididos en numerosos principados.

Esos principados kurdos se los disputaron por mucho tiempo el Imperio otomano y el persa, que tenían sus capitales en lo que hoy son Turquía e Irán.

Y, en esa pugna, los kurdos terminarían alineándose con el Imperio Otomano por razones religiosas y a cambio de una importante dosis de autonomía que sólo empezaría a ser cuestionada a inicios del siglo XIX.

Esa es una de las razones por las que con el desmembramiento del imperio turco, al final de la Primera Guerra Mundial, algunos kurdos –no todos– empujarían con fuerza la idea de un Kurdistán independiente.

Y la idea sería incluso recomendada por el Tratado de Sèvres, que certificó la rendición del Imperio otomano en 1920.

Un conjunto de factores, sin embargo, terminarían haciéndola impracticable.

Por un lado, los sectores más conservadores de la sociedad kurda, más interesados en la protección de su religión que en un incierto proyecto nacionalista, no veían con buenos ojos la separación de la naciente Turquía, que prometía un Estado islámico de turcos y kurdos y terminó quedándose con la mayor parte del Kurdistán.

Y las potencias occidentales también redibujarían las fronteras para darle partes del territorio habitado por los kurdos a sus protegidos: Siria, en el caso de los franceses, e Irak, para la que Reino Unido reclamó la rica zona petrolera de Mosul.

“Los aliados dibujaron las fronteras en función de sus intereses”, explica Murat Nisancioglu, del servicio turco de la BBC.

“Y ya luego los proyectos nacionalistas a lo interno de los nuevos países, como Turquía, hicieron todo lo posible por aplastar cualquier oposición”, agregó.

Luchando por la independencia

Movimientos independentistas kurdos surgirían luego, inevitablemente, en Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero nunca conseguirían el apoyo real de Occidente, más preocupado por lo que las pretensiones kurdas podía significar para la estabilidad regional.

Y la orientación comunista del PKK –el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, la principal fuerza independentista kurda en Turquía, considerada una organización terrorista por el gobierno de Ankara y sus amigos occidentales– tampoco le ayudaría a los nacionalistas kurdos a granjearse la simpatía de EE.UU. y sus principales aliados.

En la actualidad, Turquía está inmersa en un proceso de paz con el PKK marcado por un acuerdo de cese del fuego alanzado en marzo de 2013, el que muchos esperan represente el final de una lucha armada que inició en 1984 y ha causado más de 40.000 muertos.

Pero el objetivo declarado no es independencia, sino autonomía.

Y el máximo líder el PKK –Abdullah Ocalan, en la cárcel desde 1999– ya advirtió que si Turquía deja que Kobane caiga en manos de Estado Islámico, las conversaciones llegarán a su fin.

En ese contexto, las cada vez más fuertes protestas de los kurdos en Turquía y los recientes ataques del ejército turco en contra de posiciones del PKK –los primeros en dos años– no auguran nada bueno para las negocaciones en Turquía.

Mientras en Irak y Siria el cada vez mayor protagonismo de los kurdos, y las menciones cada vez más frecuentes a la posibilidad de su independencia, también ha generado nerviosismo entre las poblaciones no kurdas con las que comparten algunas áreas y ciudades.

Porque la posibilidad de un Kurdistán independiente está de nuevo en el tapete, con más fuerza que nunca.

Aunque está por verse si esta vez las fuerzas se alinearán del lado de los kurdos, por primera vez.

En: BBC

Ver: ¿Por qué Turquía se resiste a intervenir frente a Estado Islámico?

Ataque químico a Halabja

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Kobani and the Future of Turkish Democracy

Why the Military May Get the Upper Hand

Turkey has anticipated Syrian President Bashar al-Assad’s downfall ever since protests first broke out in Syria in 2011. It has been disappointed at every turn, though, and now it is not only Assad who is in trouble but Turkey as well. The way in which Ankara has responded to the violence across its border has upended its own political balance and re-empowered its military. It has also brought the peace process that Turkey started with the Kurdish movement to the brink of collapse.

On October 2, the Turkish parliament voted to allow Turkey to send troops across its southern borders into Syria to deal with “risks and threats against our national security along Turkey’s southern land borders.” The decision was widely interpreted as signaling that Turkey would be going to war with the Islamic State in Iraq and al-Sham (ISIS), the terrorist group that has overrun much of Iraq and Syria. Yet the preamble of the troop authorization neglects to mention ISIS and, instead, refers to the Kurdistan Workers’ Party (PKK), the militant group that has fought against the Turkish state since 1984. On October 4, Turkish President Recep Tayyip Erdogan defended the authorization by stating that “ISIS and PKK are the same” and rhetorically asking why the world is not as enraged about PKK activities as it is about ISIS. In one fell swoop then, he raised serious doubts about his government’s intentions of taking the necessary steps to accommodate the Kurds and the PKK as part of ongoing negotiations

Kurds in Turkey and Syria even believe that Ankara is still offering covert aid to ISIS in its efforts to cleanse the Kurdish population of Syria from areas adjacent to Turkey’s borders. Such accusations first arose in 2012, when Rojava — the Kurdish region in Syria — declared autonomy. In response, the Turkish government retorted that “We are not going to allow any fait accompli in Syria” and then sent support to Jabhat al-Nusra, an al Qaeda affiliate that attacked the Kurds. And now, as ISIS has laid siege to the Kurdish town of Kobani, which is held by a PKK-affiliated party, Turkey has come to face new accusations of complicity for failing to intervene. Last week, Abdullah Öcalan, the jailed leader of the PKK, warned that the fall of Kobani would end the peace process in Turkey. Cemil Bayik, the co-leader of the PKK’s civilian arm, said that if Ankara were to look the other way as Kobani fell, the war would restart in Turkey. He remarked that a “buffer zone (which Turkey plans to establish) would be targeting us. We cannot pursue [peace] with a power that crushes what has been achieved in Rojava.”

So far, at least, Erdogan and the Kurdish movement are still implicitly allied. Indirect Kurdish support has been, in many ways, crucial for Erdogan. The relative peace since the PKK agreed to a unilateral cease fire last year has benefited his regime. And it mattered that the Kurdish movement remained neutral, with a pro-government tilt, during the Gezi protests 2013. If the Kurds had also joined in, Erdogan would have faced a much more difficult challenge.

Öcalan hopes that accommodating Erdogan will pay off — that the Kurds will get what they covet, namely some form of autonomy for the Kurdish-dominated parts of Turkey and that he himself will be released from jail. Yet that logic was always flawed. After all, it makes little sense that Erdogan would be prepared to (or could somehow be induced to) devolve power to the Kurds while he is otherwise concentrating all power into his own hands. The Kurdish leaders must know that Diyarbakir, the Turkish Kurds’ unofficial capital, will not get more democracy while Ankara gets less; however, they have had no choice but to put their faith in Erdogan.

Erdogan, for his part, has a continued interest in stringing the Kurds along. But the turmoil in Syria is forcing both sides’ hands. The Kurds have had to deal with growing anger among their younger generation, who are incensed at what they see as Turkish complicity in the assault on Syrian Kurds. That pushes the Kurdish leadership into a more radical stance. Meanwhile, the growing insecurity on Turkey’s southern borders is pushing Erdogan to be more attentive to the views and recommendations of the military.

On August 30 this year, the Turkish military high command went public with its displeasure with the peace process. Necdet Özel, the Chief of the General Staff, expressed dissatisfaction at not having been consulted by the government. He reminded the country that the military’s red lines — the unity and the territorial integrity of the nation — remain unchanged. He vowed that the armed forces will “act accordingly” if those red lines were to be crossed. Özel’s thinly-veiled message to the government was that Kurdish self-rule would not be tolerated.

Before the Turkish parliament voted to allow troops to intervene in Syria and Iraq, Özel and the army and air force commanders held a briefing — the first of its kind in years — for the government. The generals requested that the government move quickly to establish buffer zones at four points in Syria — one of them including the Kurdish town of Kobani — in order to preserve Turkey’s security interests. They said that this should be done even if the United States disapproves. The details of the briefing were reported in the main pro-government daily Yeni Safak, which observed that “The presidency, the military and the government nowadays speak with one voice.”

The last time the Turkish military was in a similar position to shape the policies of a civilian government was during the 1990s, when the war between the PKK and the Turkish state escalated. It is now set to wield power once more as security threats mount. The AKP had supposedly domesticated the military by jailing hundreds of officers and by asserting the authority of the elected government in the National Security Council, which used to be dominated by army generals. But the officers were freed earlier this year after the country’s constitutional court ruled that the officers’ rights had been violated. Perhaps in trying to make lemonade out of lemons as the military grows stronger, Erdogan has come to see military support as crucial to help him root out supporters of his erstwhile ally turned enemy, the U.S.-based cleric Fethullah Gülen, within the state bureaucracy.

And, at any rate, Erdogan is a rightist, so it is not a terribly big step for him to embrace the generals’ views on the Kurdish issue. Historically, democratically elected rightist governments have been just as prone as the military to curtail freedoms and liberties. In this light, the anti-Kurdish alliance of Erdogan and the generals is but the latest affirmation of the nationalist–conservative identity at the core of the Turkish republic; civilian rightist governments and the military alike have subscribed to it.

But the effects of the Syrian turmoil could also be a catalyst for a political realignment that would put Turkey on a different, more democratic trajectory. For the Kurds, restarting hostilities is a dead end: They simply cannot defeat Turkey. The alternative for the Kurdish movement is thus to explore the possibility of an alliance with the social democratic Republican People’s Party (CHP). A de facto alliance did in fact emerge during the vote to authorize the military incursion into Syria and Iraq. Against the pro-war camp — which included the AKP and the anti-Kurdish Nationalist Action Party — stood an anti-war coalition composed of the CHP and the pro-Kurdish People’s Democratic Party (HDP).

The CHP and HDP share a common social democratic ideology, but they are also divided by nationalism. CHP has become more consistently social democratic under the leadership of Kemal Kilicdaroglu, but the party still has a vocal, Turkish nationalist wing that would not be comfortable with a broad Turkish–Kurdish social democratic coalition. Still, the strong showing of HDP co-chairman Selahattin Demirtas during the recent presidential election might change some minds. Although the pro-Kurdish party does not usually attract more than six percent of the votes nationwide, Demirtas received nearly ten percent. He did so by highlighting liberal and leftist themes that resonated with urban liberals and Turkish and Kurdish social democratic constituencies.

The HDP and CHP are in the process of exploring the possibility of some form of cooperation in the upcoming parliamentary elections slated for 2015. For that to happen, though, both parties would have to undergo significant changes and distance themselves from their respective nationalist strains That is, in all probability, a long shot, especially in the case of the CHP. But if Turkish and Kurdish social democrats were to present a united front, Turkey would get what it has lacked since the 1970s, a strong social democratic alternative to the dominant, authoritarian right.

Unfortunately, given Turkey’s history, it is more likely that growing insecurity and heightened conflict is going to further entrench authoritarianism.

By: Halil Karaveli

En: foreignaffairs

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‘Estado Islámico utiliza la violación como arma de guerra’

La milicia terrorista Estado Islámico habría secuestrado y abusado de miles de yazidíes. Un intento deliberado de destruir la comunidad religiosa, asegura el periodista alemán Thomas von der Osten-Sacken.

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DW: Varios miles de yazidíes fueron presuntamente secuestrados en agosto por la milicia terrorista Estado Islámico (EI) en las montañas Sindschar, en el norte de Irak. ¿Qué significa esto para las mujeres y las niñas?

Von der Osten-Sacken: Para las mujeres y niñas secuestradas significa que han sido vendidas o sexualmente abusadas y maltratadas por miembros del EI. Algunas han conseguido huir en las últimas semanas de este cautiverio. Lo que cuentan supera la imaginación. Los testimonios parecen sacados de una película de terror. Desde mi propia experiencia sé que algunos combatientes del EI dejan que las niñas se queden con sus teléfonos móviles para que, en caso de que logren escapar y consigan llegar a algún campo de refugiados en el Kurdistán iraquí, puedan llamar a sus hermanas, madres o hijas. O bien hablan directamente con los afectados, o un miembro de la milicia coge el teléfono y describe con detalle lo que les están haciendo a esas mujeres o niñas. Yo mismo he hablado varias veces con miembros masculinos de las familias en los campos de refugiados quienes, a su vez, están en contacto con las mujeres de sus familias. Obviamente es una parte de la campaña de terror que están ejerciendo los miembros del EI en Irak.

Dicen que un par de mujeres jóvenes fueron capaces de escapar. ¿Cómo se las arreglan y dónde están en este momento?

Hay algunas que lo han conseguido después de convertirse al islam. Es necesario saber que los yazidíes son seguidores de una tradición zoroástrica de Oriente Próximo en la que sus miembros no se consideran musulmanes. De esta forma, para los terroristas del EI tampoco son seguidores de una religión ya que, al no pertenecer a una creencia tradicional, se encuentran en la parte inferior de la jerarquía social y, por lo tanto, son considerados como “presas legítimas”. Los hombres que no se convierten son ejecutados en el acto. Las mujeres, por su parte, son consideradas un botín del que abusar sexualmente.

Mientras que algunos logran escapar tras asegurar a los terroristas que se han convertido, otros han sido rescatados de los mercados de esclavos de la ciudad de Mosul. Algunos prisioneros, asimismo, han sido liberados durante los bombardeos llevados a cabo por las tropas de la coalición. Aunque, a decir verdad, no han sido muchas. Hasta ahora sólo han sido capaces de rescatar a unas pocas docenas. Tras la liberación las mandan al Kurdistán iraquí, y si sus familias sobrevivieron a los desastres de agosto y son identificables, se las envía de vuelta con sus parientes.

¿Cómo son recibidos allí?

En términos de comportamientos relacionados con el matrimonio y la sexualidad, los yazidíes son conservadores y mantienen actitudes similares a las de sus vecinos musulmanes. Se considera que un yazidí ha deshonrado a su familia si mantiene contacto sexual fuera del matrimonio o con personas no yazidíes, lo que se traduce en mayores conflictos. En el pasado, tanto en Irak como en Alemania, estas violaciones han sido catalogadas como crímenes al honor. Y es que este tipo de abusos sexuales sistemáticos tienen un componente adicional: para las familias es tremendamente difícil tratar las violaciones desde un punto de vista tradicional y religioso. Los clérigos yazidíes, sin embargo, se han apresurado a enfatizar que este tipo de abusos no son culpa de las mujeres, y han pedido a las familias que acepten a sus chicas de vuelta. Usted entenderá que existe un conflicto potencial en aquellos casos en los cuales se producen embarazos no deseados. Al igual que en Bosnia en los años 90 y en Bangladesh en los 70, la violación se utiliza como un arma de guerra.

Thomas von der Osten-Sacken es director de WADI y trabaja en Irak desde principios de los años 90. Su organización ofrece apoyo a proyectos que fortalecen los derechos humanos y de las mujeres en Oriente Próximo.

En: DW

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Rusia recuerda su ‘potencia nuclear’ y advierte a sus socios que es mejor ‘no meterse’ con ellos

Ante una audiencia formada por estudiantes, Vladimir Putin ha afirmado hoy que, aunque no quiere un conflicto, Rusia es una de las “potencias nucleares más poderosas”.

Mientras el gobierno de Ucrania ha remitido este viernes al Parlamento un proyecto de ley para renunciar a su estatus neutral y retomar el acercamiento a la OTAN, el presidente ruso se ha mostrado desafiante, comparando el intento de Kiev de hacerse con el control de las regiones rebeldes con la invasión nazi de la Unión Soviética en la 2ª Guerra Mundial.

En un mismo día, Putin ha vuelto a llamar a la cúpula ucraniana a un alto el fuego, al tiempo que, en una intervención pública en un campamento de verano ha dicho a un grupo de estudiantes que “deben estar preparados para repeler cualquier agresión a Rusia”.

‘Rusia y Ucrania son un solo pueblo’

Así mismo, describió a los ucranianos y a los rusos como “prácticamente un solo pueblo”, a pesar de que Ucrania alcanzó la independencia con la disolución de la Unión Soviética.

Rusia sigue negando que sus fuerzas estén en territorio ucraniano prestando ayuda a los rebeldes prorrusos, que han proclamado la independencia de las regiones al este del país de Lugansk y Donetsk. La propia OTAN difundía ayer imágenes satélite que demostraban que tropas rusas estaban desplegadas en Ucrania.

“Los socios de Rusia deberían entender que es mejor no meterse con nosotros”, afirmó hoy Putin ante esta audiencia de estudiantes, frente a los que comparó el “asalto” de Kiev en Donetsk y Lugansk con el sitio nazi a Leningrado durante 900 días en el que murieron un millón de civiles, en lo que es, probablemente, la analogía más poderosa e impactante a la que se puede recurrir en Rusia.

“Pequeños pueblos y ciudades más grandes rodeadas del Ejército ucraniano, que está atacando áreas residenciales con el objetivo de destrozar sus infraestructuras. Me recuerda tristemente los acontecimientos de la 2ª Guerra Mundial, cuando los fascistas alemanes rodearon nuestras ciudades”, dijo Putin.

El presidente ruso afirmó que la única solución al conflicto era que Kiev negociara directamente con los rebeldes, algo a lo que el presidente ucraniano Petro Poroshenko se ha negado hasta ahora, alegando que no tienen legitimidad política.

Prorrusos derriban cuatro aviones de caza

Separatistas prorrusos aseguraron hoy haber derribado cuatro aviones de caza del Ejército de Ucrania en regiones del este del país, donde las partes libran los mayores enfrentamientos.

Según la fuente, los derribos dejaron muertos y heridos, si bien la información por el momento no fue confirmada por el gobierno central.

Los aviones, aseguran las filas separatistas, intentaron atacar posiciones del “Ejército de la Nueva Rusia” en la autoproclamada República Popular de Donetsk.

Desde el inicio del conflicto en las regiones este del país a mediados de abril se han registrado casi 2.600 muertos, informó hoy Naciones Unidas.

En: elmundo.es

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Israel y Palestina: 4. ¿Nunca firmaron la paz palestinos e israelíes?

Tras la creación del Estado de Israel y el desplazamiento de miles de personas que perdieron sus hogares, el movimiento nacionalista palestino comenzó a reagruparse en Cisjordania y Gaza, controlados respectivamente por Jordania y Egipto, y en los campos de refugiados creados en otros estados árabes.

Poco antes de la guerra de 1967, organizaciones palestinas como Fatah -liderada por Yasser Arafat- conformaron la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y lanzaron operaciones contra Israel primero desde Jordania y luego desde Líbano. Pero estos ataques incluyeron también atentados contra objetivos israelíes en territorio europeo que no discriminaron entre aviones, embajadas o atletas.

Tras años de atentados palestinos y asesinatos selectivos de las fuerzas de seguridad israelíes, la OLP e Israel firmarían en 1993 los acuerdos de paz de Oslo, en los que la organización palestina renunció a “la violencia y el terrorismo” y reconoció el “derecho” de Israel “a existir en paz y seguridad”, un reconocimiento que la organización islámica palestina Hamas nunca aceptó.

Tras los acuerdos firmados en la capital noruega fue creada la Autoridad Nacional Palestina, que representa a los palestinos ante los foros internacionales. Su presidente es elegido por voto directo y él a su vez escoge un primer ministro y a los miembros de su gabinete. Sus autoridades civiles y de seguridad controlan áreas urbanas (Área A según Oslo), mientras que solo sus representantes civiles -y no de seguridad- controlan áreas rurales (Área B).

Jerusalén Oriental, considerada la capital histórica por parte de los palestinos, no está incluida en este acuerdo.
Jerusalén es uno de los puntos más conflictivos entre ambas partes.

En: BBC

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Israel – Palestina: 3. ¿Por qué hay dos territorios palestinos?

El Comité Especial de las Naciones Unidas sobre Palestina (UNSCOP, por sus siglas en inglés), en su informe a la Asamblea General en 1947, recomendó que el Estado árabe incluyera “Galilea Occidental, la región montañosa de Samaria y Judea, con la exclusión de la ciudad de Jerusalén, y la llanura costera de Isdud hasta la frontera egipcia”.

Pero la división del territorio quedó definida por la Línea de Armisticio de 1949, establecida tras la creación de Israel y la primera guerra árabe-israelí.

Los dos territorios palestinos son Cisjordania (que incluye Jerusalén Oriental) y la Franja de Gaza, que se encuentran a unos 45 km de distancia. Tienen un área de 5.970 km2 y 365 km2, respectivamente.

Cisjordania se encuentra entre Jerusalén, reclamada como capital tanto por palestinos como por israelíes, y Jordania hacia el este, mientras que Gaza es una franja de 41 km de largo y entre 6 y 12 km de ancho.

Gaza tiene una frontera de 51 km con Israel, 7 km con Egipto y 40 km de costa sobre el Mar Mediterráneo.

Originalmente ocupada por israelíes que aún mantienen el control de su frontera sur, la Franja de Gaza fue capturada por Israel en la guerra de 1967 y recién la desocupó en 2005, aunque mantiene un bloqueo por aire, mar y tierra que restringe el movimiento de bienes, servicios y gente.

Actualmente la Franja está controlada por Hamas, el principal grupo islámico palestino que nunca ha reconocido los acuerdos firmados entre otras facciones palestinas e Israel.

Cisjordania, en cambio, está regida por la Autoridad Nacional Palestina, el gobierno palestino reconocido internacionalmente cuya principal facción, Fatah, no es islámica sino secular.

En: BBC

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Israel y Palestina: 2. ¿Por qué se fundó Israel en Medio Oriente?

La tradición judía indica que la zona en la que se asienta Israel es la Tierra Prometida por Dios al primer patriarca, Abraham, y a sus descendientes.

La zona fue invadida en la Antigüedad por asirios, babilonios, persas, macedonios y romanos. Roma fue el imperio que le puso a la región el nombre de Palestina y que, siete décadas después de Cristo, expulsó a los judíos de su tierra tras combatir a los movimientos nacionalistas que perseguían la independencia.

Con el surgimiento del Islam, en el siglo VII después de Cristo, Palestina fue ocupada por los árabes y luego conquistada por los cruzados europeos. En 1516 se estableció la dominación turca que duraría hasta la Primera Guerra Mundial, cuando se impuso el mandato británico.

El Comité Especial de las Naciones Unidas sobre Palestina (UNSCOP, por sus siglas en inglés) aseguró en su informe a la Asamblea General del 3 de septiembre de 1947 que los motivos para que un Estado judío se estableciera en Medio Oriente se centraban en “argumentos basados en fuentes bíblicas e históricas”, la Declaración de Balfour de 1917 en la que el gobierno británico se declara a favor de un “hogar nacional” para los judíos en Palestina y en el Mandato británico sobre Palestina.

Allí se reconoció la conexión histórica del pueblo judío con Palestina y las bases para reconstituir el Hogar Nacional Judío en dicha región.

Tras el Holocausto nazi contra millones de judíos en Europa antes y durante la Segunda Guerra Mundial, creció la presión internacional para el reconocimiento de un Estado judío.

Al no poder resolver la polarización entre el nacionalismo árabe y el sionismo, el gobierno británico llevó el problema a la ONU.
El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General aprobó un plan para la partición de Palestina, que recomendaba la creación de un Estado árabe independiente y uno judío y un régimen especial para la ciudad de Jerusalén.

El plan fue aceptado por los israelíes pero no por los árabes, que lo veían como una pérdida de su territorio. Por eso nunca se implementó.

Un día antes de que expirara el Mandato británico de Palestina, el 14 de mayo de 1948, la Agencia Judía para Israel, representante de los judíos durante el Mandato, declaró la independencia del Estado de Israel.

Al día siguiente Israel solicitó ser miembro de Naciones Unidas, estatus que finalmente logró un año después. El 83% de los miembros actuales reconocen a Israel (160 de 192).

En: BBC

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