Irán y el Islam Chiíta

15 de junio de 2015 00:00 AM

Imagen en: http://yalibnan.com/2015/07/24/yemens-war-shifts-in-favor-of-saudi-arabia/

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Una ola de enfrentamientos entre seguidores del sunismo y el chiísmo azota actualmente al Medio Oriente. Las causas de esta confrontación son múltiples y complejas, pero en la revolución islámica que tuvo lugar en Irán en 1979 podemos encontrar atisbos de una explicación.

En enero de 1979, el Shah (monarca) de Irán es derrocado. Un consejo supremo religioso, presidido por el Ayat-Allah (ayatola) Jomeini, asume el poder. Con el consentimiento de Jomeini, el liderazgo religioso iraní va a elevar y promover los principios del chiísmo en el Medio Oriente, generando entusiasmo entre sus seguidores y tensión entre sus detractores.

Para ese momento los chiítas predominaban en Irán (89%) y constituían una mayoría de la población de Yemen, Bahrein e Irak. También existían importantes comunidades chiítas en la costa este de Arabia Saudita y el Líbano. Sin embargo, sólo en Irán gobernaban los chiítas. El temor de que esta nueva efervescencia del chiísmo pudiera cruzar las fronteras y fomentar rebeliones internas, alarmó al liderazgo político y religioso sunita de muchos países de la región, posiblemente desencadenando una fiebre de radicalización religiosa cuyos efectos se hacen sentir hoy día.

Durante siglos, las diferencias entre chiítas y sunitas habían quedado relegadas al plano interno de los Estados. Con la llegada del ayatola Jomeini al poder surgía la posibilidad de una confrontación más amplia. Para comprender mejor lo que estaba en juego debemos hacer un breve recuento histórico.

En el año 610, el profeta Mahoma funda el Islam. Para el momento de su muerte en 632, Mahoma había consolidado su poder sobre Arabia, y sus sucesores construirían un imperio que se expandiría desde el centro de Asia hasta España en menos de un siglo. Pero un debate sobre su sucesión dividiría la comunidad del Islam.

Mientras parte de los seguidores del Islam, quienes luego serían conocidos como sunitas, consideraban que el sucesor del profeta Mahoma debía ser elegido por la comunidad, otros argumentaban que el profeta había escogido a su hija Fátima y -en particular- a su yerno Alí (y sus descendientes) para sucederlo como líderes del Islam. Los seguidores de Alí pasarían a ser conocidos como chiítas. Esta es la esencia del gran cisma del Islam.

Los sunitas dominarían el mundo del Islam durante nueve siglos. Hasta que en el año 1501, Persia (actualmente Irán) se independiza del Imperio Islámico y adopta el chiísmo como credo oficial del Estado. No se trataba de cualquier país, Persia había sido un gran imperio entre el año 550 a.C. y la conquista islámica en 651 d.C. A pesar de que los chiítas representaban, para ese momento, apenas una minoría del pueblo persa, la declaración del chiísmo como religión oficial del Estado contribuyó a elevar y proyectar esta rama del Islam en toda la región.

Lo más importante a destacar es que hasta entonces, la división entre sunitas y chiítas había sido comunal u horizontal, no había estado acompañada por una segregación territorial. Pero con la secesión de Persia de la unidad islámica y su adopción del chiísmo como religión oficial del Estado, el cisma se iba a tornar territorial y pondría en curso una fragmentación definitiva de la casa del Islam (Majid Khadduri, 1988).

Persia va a erigirse en contraposición a los sultanes del imperio Turco-Otomano, quienes se habían convertido en herederos del imperio Islámico y portavoces del credo sunita. Se creaba así, por primera vez en la historia, una gran división territorial entre las dos grandes ramas del Islam (sunismo y chiísmo).

Durante dos siglos (XVI y XVII), persas y turco-otomanos, chiítas y sunitas, se enfrentarán sin cesar. Eventualmente, agotados por la guerra, ambos se verán obligados a someterse al orden de las naciones europeas y aceptar las reglas de juego del Tratado de Westfalia que relegaba las confrontaciones religiosas al plano interno. El Islam, ya sea chiíta o sunita, seguiría jugando un papel fundamental en la vida de los musulmanes e influiría en la conformación de los Estados independientes que surgieron en el Medio Oriente después de la I Guerra Mundial, pero al menos por un tiempo dejaría de ser una fuente de conflicto en la región. Sin embargo, la tensión sólo estaba latente.

En 1979, con la llegada del ayatola Jomeini al poder, la conflictividad entre chiítas y sunitas resurgiría. Jomeini le recordaba al mundo musulmán que hace casi 500 años, Persia (hoy día Irán) se había independizado del imperio Islámico y había adoptado el credo chiíta como religión oficial del Estado. Con la revolución islámica de 1979, Irán volvía a reafirmar su carácter chiíta y lo proyectaba sobre un Medio Oriente gobernado, casi en su totalidad, por sunitas. Parecía inevitable que el legado de la rivalidad ancestral entre sunitas y chiítas, se hiciese presente una vez más.

alfredotorocarnevali@gmail.com
@alfredotoro1

En: eluniversal

Didáctico video te muestra en de diez minutos la crisis en Siria

¿Muchos nombres como abundante información te hace difícil entender el contexto que vive Siria? Para felicidad nuestra, dos jóvenes españoles realizaron un video donde condensan en 10 minutos casi 100 años de historia sobre este país árabe que recientemente fue bombardeado por Francia, en respuesta al atentado terrorista que dejó más de 150 muertos en París.

Sergio de Pazos y Bruno Teixidor explicaron en su video subido a Youtube la crisis interna de Siria, los intereses del mundo entero por la riqueza petrolera de la región, el desborde de la Primavera Árabe, la aparición del grupo terrorista ISIS y la guerra del régimen Assad contra el pueblo Kurdo.

Además, narran los conflictos religiosos en medio oriente en 15 didácticos mapas con algunos plumones de colores.

El video fue publicado el 8 de octubre y cuenta con más de 1 millón 400 reproducciones en YouTube.

No obstante, este video ha recibido críticas por algunos medios españoles. El diario español El Confidencial indicó que la publicación es “simplista” y contiene datos inexactos como decir que Siria es “un gran desierto”, cuando el 21% del PBI sirio se basa en la agricultura.

“En definitiva, la pieza fracasa en su intento de dar una explicación sencilla a una de las cuestiones más complejas del siglo XXI”, asegura El Confidencial.

En: canalN

Medio Oriente: Analizando del conflicto entre Chiitas y Sunitas

Cuando vemos las noticias y vemos a los periodistas que hablan de los conflictos que se están produciendo por todo Medio Oriente, escuchamos mucho sobre la lucha entre sunitas y chiítas, los dos principales sectas del Islam. Pero muchos de nosotros no tenemos idea de la diferencia real entre los dos grupos, y por qué hay tanta fricción entre ellos. Así, es muy interesante poder echar un vistazo sobre la historia y la geopolítica detrás de ellos para tener una idea de lo que realmente está pasando.

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Diagrama actualizado de las relaciones geopolíticas en Medio Oriente

Actualmente hay 1,6 mil millones de musulmanes de todo el mundo. Aproximadamente el 85% de ellos son sunitas. La división comenzó luego de la muerte del profeta Mahoma, hace unos 1.400 años, a raíz de un desacuerdo sobre quién debía sucederle.

Los suníes sentían que Abu Bakr, un amigo cercano del profeta, debía ser el próximo líder musulmán.

Pero los chiítas afirmaron que Mahoma había ungido a su hijo adoptivo, Ali (considerado el primer varón en convertirse al Islam y el primer Imán para los Chiítas), como su sucesor legítimo.

En: CBS News

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Irak: Chiitas y sunitas: una división irreconciliable

Aunque el orígen de la disputa entre las dos comunidades musulmanas es esencialmente sucesionista, en la actualidad hay otras razones por las que el pueblo iraquí es escenario de una guerra civil.

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Los sunitas pertenecen a la intelectualidad y al estudio del Islam. Los chiitas conservan las tradciones ancestrales

Unos meses antes de morir, en el año 632, el profeta Mahoma hizo una peregrinación entre La Meca y Medina y, presintiendo su propia desaparición, proclamó a su yerno Alí como su sucesor espiritual y político.

Ese fue el comienzo de una historia llena de odios e intrigas, ambientada en el Medio Oriente y lavada por ríos de sangre, pues, tras la muerte del líder máximo de la religión musulmana, la comunidad islámica se dividió, de manera irreconciliable, en dos grandes vertientes: los chiitas y los sunitas.

El sucesor nombrado por Mahoma tuvo que esperar más de 30 años para convertirse en el cuarto Califa, ya que los hombres más poderosos de la Meca designaron a Abu Baker como el primer líder del Califato y, posteriormente, a otros dos califas.

Sin embargo, el pueblo árabe se levantó y exigió que Alí fuera el cuarto califa, un honor que sólo duró cuatro años, al cabo de los cuales, el yerno de Mahoma fue asesinado.

De acuerdo con el analista político Marcos Peckel, los orígenes de la tradición musulmana son bastante violentos y aunque esencialmente los chiitas y los sunitas comparten las mismas prácticas religiosas, rinden culto al mismo Dios y siguen las enseñanzas del Corán, existe entre esas dos corrientes de la religión islámica unas diferencias irreconciliables que durante siglos han perpetuado el odio y la división.

“En los orígenes de la tradición musulmana las diferencias son de carácter sucesionista y comienzan con la definición del heredero de Mahoma. Para los chiitas, el líder espiritual debía ser un descendiente directo del profeta Mahoma, mientras que los sunitas se inclinaban por un hombre estudioso, justo y bueno, que no necesariamente tenía que provenir del linaje mahometano”, afirma Peckel.

Pero, en la actualidad, la violencia fraticida entre los musulmanes no sólo está impregnada de tintes místicos si no que tiene muchísimas implicaciones de orden político y económico.

En el fondo, existe un gran problema que tiene que ver con las relaciones entre el Gobierno y la religión en el mundo musulman.

“Para los chiitas es de vital importancia la figura del imán. Ellos consideran a sus doce imanes como las máximas autoridades del estado islámico, y como un líderes totalmente autónomos del Estado”, explica el Imán Julián Arturo Zapata del Cetro Cultural Islámico de Bogotá.

“Los líderes chiitas son bastante independientes de los gobiernos, ellos mismos crean un tejido social a su alrededor y reciben el zakat, que es un diezmo de la gente. Son poderosos por sí mismos”, explica Zapata. Por el contrario, los sunitas dependen económicamente de la estructura estatal y de la opinión del Gobierno y su líder tiene muy poca injerencia en asuntos políticos, a menos que haga parte del poder de turno.

Ese era el caso iraquí hasta que las fuerzas de ocupación derrocaron a Sadam Hussein en marzo de 2003.

LA CUESTIÓN IRAQUÍ. Antes de ser asesinado, Alí trasladó la capital de Medina hacia Kufa, una ciudad ubicada en tierras de Iraq, la antigua Babilonia, que se había convertido en un importante centro para la religión islámica.

Ese importante antecedente histórico marcaría entonces el desarrollo de los acontecimientos en el país árabe.

Tras la muerte de Alí, Iraq se convirtió en un territorio predominantemente chiita. Las mayorías chiitas comenzaron a expandir su influencia y a prepararse para la llegada del doceavo imán, aquel que salvaría a la humanidad.

“Durante más de catorce siglos los chiitas se dedicaron a visitar las tumbas de sus imanes y a edificar construcciones alrededor de los mausoleos, una de las prácticas más criticadas por sus enemigos sunitas y que ha sido empleada como un argumento del wahabismo, una corriente minoritaria del islam, para radicalizar aún más las diferencias entre chiitas y sunitas”, asegura el imán Zapata.

Según el analista Peckel, las fronteras del Iraq moderno fueron creadas de forma artificial, como resultado de la repartija colonial que hicieron los británicos y los franceses del Medio Oriente, A una comunidad divida, casi desde sus mismos orígenes, se le impuso además la obligación de convivir dentro de una nación que estaba muerta desde antes de nacer.

Musulmanes chiitas, sunitas y los mismos kurdos, fueron forzados a cohabitar un territorio común y a formar parte de una nación de la que no se sentían partícipes. Por eso la única manera de matener un país bajo control y un Gobierno central coherente era implementando un régimen déspota, cosa que Saddam Hussein entendió a la perfección”, explica Peckel.

LA ERA HUSSEIN. Desde 1979, cuando Hussein asumió la Presidencia iraquí, la comunidad sunita de la que él hacía parte, concentró todo el poder, lo que por supuesto implicó la marginalidad absoluta para los chiitas y la agudización de la violencia sectaria en Iraq. Durante años, las milicias de ambos bandos han librado una guerra que nunca ha querido llamarse por su nombre, miles de iraquíes muertos en atentados en Iraq, se suman a las víctimas de las batallas emprendidas por Hussein contra sus vecinos.

“Iraq es un pueblo de odios, marcado por una historia que va más allá de la división religiosa entre chiitas y sunitas. El de Iraq es un pueblo desunido, de sentimientos más tribales que nacionalistas que sobrepasan las fronteras religiosas”, explica Zapata.

Bajo este panorama, cabe pensar entonces que el futuro de Iraq no es nada alentador y que tras la ejecución de Hussein, la eterna disputa entre chiitas y sunitas, no sólo va a aumentar, sino que se va a recrudecer en proporciones dantescas.

Las cosas empeoraron en Iraq cuando George W. Bush invadió el país árabe con el pretexto de enfrentar al terrorismo internacional y de buscar unas armas químicas que nunca aparecieron. Según el politólogo Eugenio Gómez Martínez, la invasión estadounidense desencadenó muchos más conflictos al interior de Iraq, que por obvias razones se van a agravar con la caída del régimen de Hussein y su posterior su ejecución.

“Sadam era el representante de una de las tres grandes comunidades que conforman el artificial estado de Iraq y su derrocamiento y su ejecución lo transforman en un mártir de la causa sunita, lo que deriva en acciones violentas gravísimas de sunitas sobre todo contra chiitas, los más beneficiados con la caída del ex dictador”, asegura Gómez.

En ese mismo sentido, Peckel señala que toda la violencia represada y los sentimientos de odio van a soltarse, tras el final de la era Hussein. “En el nuevo Gobierno de Iraq hay mayoría chiita, y los sunitas están perdiendo todos los privilegios que tenían antes. Por eso están llevando a cabo una sangrienta escalada insurgente especialmente contra los chiitas”.

La realidad del país árabe está muy lejos de ser pacífica. Y es que en Iraq la insurgencia es muy compleja y no sólo se reduce a un grupo de chiitas contra sunitas, sino que implica unas comunidades divididas en clanes que tienen sus propias ideologías y que, poco a poco, han sido penetradas por las influencias de los yihadistas de Al qaeda y saqueadas por la invasión occidental que ahora tiene dos opciones: quedarse en Iraq y aumentar casi el triple su pie de fuerza o salir del país árabe y dejar que los iraquíes se las arreglen como puedan.

“Pero es casi seguro que ninguno de los dos caminos permitirá desarticular la insurgencia en Iraq”, concluye Peckel.

Tres datos claves

1.La palabra chiita se deriva del corán y se emplea para nombrar a los seguidores del libro sagrado de los musulmanes.

2. El término sunita cobija a quien sigue las enseñanas del profeta Mahoma.

3. Los chiitas y los sunitas siguen las mismas tradiciones religiosas, leen el corán y se basan en los cinco pilares del islam: la confesión de fe, la oración, el ayuno, y la peregrinación hacia la Meca, en Arabia Saudita, por lo menos una vez en su vida.

Por: Por Lina Marcela Hernández S. Especial para El Pais

Ver: Para muchos sunitas, el Estado Islámico es el mal menor

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