Jorge Lanatta, periodista argentino quien cuestiona el gobierno de Cristina Fernandez y por ende el de Hugo Chávez fue retenido durante su entrada a Venezuela acusado de espionaje al presentar un documento oficial supuestamente “secreto” que indicaba que él debía ser observado durante su estancia en el país llanero.
Luego de las elecciones presidenciales en Venezuela (que dieron como resultado ganador a Hugo Chávez hasta el año 2019) y antes de su salida del país, todo su material periodístico y documentado fue borrado. Esto constituye un cuestionable proceder contra la libertad de información y el ejercicio de la profesión periodística en un país que se jacta de respetar la transparencia y los derechos fundamentales.
Otro cuestionamiento ha sido la ausencia de observadores internacionales en estas elecciones claras para los chavistas y dudosas para sus opositores. En el siguiente video, podremos ver el relato del periodista argentino sobre lo sucedido. Ver a partir del minuto 07:05 (lo que viene antes es pura joda, si quieren la ven, pero la carne esta a partir del 07:05).
http://www.youtube.com/watch?v=5Q6ExQ2fjAw
Así ve el periodista argentino Jorge Lanata lo que pasó en Venezuela: Una división que trascenderá los gobiernos
Cuando esta edición gane la calle, la mitad de Venezuela va a festejar. No importa demasiado cuál mitad. Será la mitad más uno la que festeje. Escribo estas líneas en Caracas, a las cuatro y media de la tarde cuando todavía no cayó el chaparrón diario, los comicios cerraron formalmente y telegramas de boca de urna circulan en twitter pese a la prohibición de difundir resultados.
Esta historia comenzó ayer a las tres de la mañana, hora en la que tocó la diana y los chavistas salieron a votar en masa. Lo de la diana no es una metáfora: a esa hora Venezuela se convirtió en un gran cuartel; miles de personas en la calle arengadas por grupos de motociclistas bajo la consigna 1 por 10, cada militante debe llevar diez votantes a las urnas. Durante su breve conferencia de prensa en el distrito 23 de enero, luego de votar en el colegio Fajardo, Chavez lucía calmado y lejos del triunfalismo. Muchos periodistas extranjeros interpretaron su prudencia a los datos de una elección peleada. De hecho habló –tres horas después de lo previsto– pasado el mediodía, el tiempo que él mismo había anunciado como la hora de comunicar el triunfo. Si la “avalancha de votos socialistas” había sucedido, Chávez se olvidó de decírselo a su cara . La tarde transcurrió entre los porcentajes de un cabeza a cabeza: Capriles ganaba por un punto, Chávez por tres, y así. A esta hora ya sabrán los lectores cuál Venezuela le ganó a la otra. Es un buen momento para hablar sobre la grieta: este país, como el nuestro, es dos.
La división ya no es sólo política, sino que se ha transformado en cultural, y trascenderá a los propios gobiernos que la fomentaron. Argentina se asomó a esa grieta en los años cincuenta: familias separadas, sobremesas imposibles, amigos que dejaron de hablarse, hermanos que se olvidaron para siempre. Los paralelos no son ociosos: Perón sentó por primera vez a la mesa a la clase obrera argentina y Chávez le dio visibilidad y existencia ciudadana a los pobres de Venezuela. Ambos se excusaron en el fondo para atropellar las formas: persecución a los opositores, prensa controlada, capitalismo de amigos, reescritura de la historia, clientelismo, realidad y relato. Un tajo atraviesa Venezuela y ese tajo no se cura con una elección.
” En este país no hay empresarios, hay millonarios”, me dijeron una vez aquí y es del todo cierto: Chávez es el emergente de una clase dirigente que ignoró a su propia población.
Chávez es un militar y se comporta como tal; señala a sus enemigos y no tiene contemplación con ellos; como cree en la obediencia ciega ha fomentado el fanatismo y el culto a la personalidad infalible del líder. No hay chavismo sin Chávez aunque haya respondido hace un rato, en la conferencia de prensa, que este gobierno es un colectivo y no importan las personas. Chávez no tiene sucesor y por eso oculta la enfermedad que limitó sus movimientos electorales.
–Tu eres un burgués y esos lentes son burgueses, dámelos– le dijeron ayer a un turista extranjero en un colectivo de Caracas. El turista los entregó en silencio. Hubo, decíamos el sábado, 19.000 asesinatos en las calles de Venezuela sólo en 2011. Los especialistas en violencia señalan que ha crecido el número de delitos contra la vida por sobre los delitos contra la propiedad. Un muerto hoy, aquí, no significa nada.
En esta sociedad dividida por la grieta hay enemigos: el otro, el más rico, el distinto, el sospechoso. Se habla en corrillos y nadie confía demasiado en su vecino: no es normal un país donde la página 2 del diario más importante se titula ayer “El voto es secreto”.
Aunque ya se aseguró mil veces que es imposible cruzar los datos del voto con las huellas digitales para identificarlos, el miedo a la represalia estatal sobrevive. Hay quienes sostienen que un triunfo electoral le dará a Chavez la oportunidad de nacionalizar la banca y cerrar Globovisión , el único medio opositor que sobrevive entre tormentas. Hay quienes piensan que para Capriles t ampoco será fácil si triunfa : tendrá el Congreso en contra, las Fuerzas Armadas divididas y una estructura altamente corrupta acostumbrada a ganar dinero fácil que no se irá así como así. La grieta finalmente, será un problema para los dos. Es esta –y perdón por volver al caso argentino– una pelea entre quienes creen estar haciendo una Revolución y quienes creen estar defendiendo a la democracia : es lógico que los que se suponen revolucionarios quieran modificar la Constitución, lograr la reelección eterna, nacionalizar la economía y callar a los opositores.
La Revolución siempre se lleva a las patadas con la tolerancia y observa el pluralismo como una debilidad burguesa. Hay, del otro lado de la grieta, quienes quieren vivir en democracia, alternando el ejercicio del poder, respetando las instituciones y la división de poderes del Estado, escuchando a los demás. Hay quienes ven el fanatismo, la diana, la militancia ciega como una cadena que no están dispuestos a ponerse. Poco importa si los que se creen revolucionarios en verdad lo son; si Argentina ha hecho la Revolución con Jaime, con de Vido, con Insfrán, con Felisa Miceli, con Boudou o con Vanderbrule. Lo mismo sucede en Venezuela con Antonini Wilson, la familia Chávez en el poder en Barinas, el dólar paralelo y el ejército corrupto. Ningún país puede crecer por la mitad, ambos deberán aprender a saltar la grieta.
Jorge Lanata
El Clarín
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