REINDUSTRIALIZACIÓN, POPULISMO Y AUTORITARISMO EN ESTADOS UNIDOS
Efraín Gonzales de Olarte
Quién hubiera pensado que, a estas alturas de la globalización y apertura de mercados inspirados en el neoliberalismo, un presidente estadounidense se le ocurriría imitar el modelo de industrialización por substitución de importaciones (ISI) promovido por el estado que, en América Latina, no tuvo éxito. Pero obviamente, son dos realidades y tiempos distintos. En los años cincuenta del siglo pasado la industria más avanzada se basaba en innovaciones mecánicas, que requerían de grandes economías de escala y estaban localizadas, hoy la industria se basa en la electrónica, la informática y la inteligencia artificial y las escalas son flexibles y están deslocalizadas.
En aquellos años la meta de la ISI para los países latinoamericanos era sustituir progresivamente la importación de vehículos, de electro domésticos y finalmente de maquinaria pesada, mediante la industrialización, e ir complementando o abandonando las exportaciones primarias, para resolver el problema del deterioro de los términos de intercambio, que, según la CEPAL hacían más pobres a los países del sur y más ricos a los países desarrollados. La idea era convertirse en países industrializados y desarrollados. Pero es necesario también recordar que la ISI se sustentó en estilos populistas de gobierno, es decir el modelo económico tenía como correlato un modelo político complementario.
Lo cierto es que la ISI no se convirtió en el modelo de desarrollo esperado. El resto es historia. Por ello, llama la atención las propuestas arancelarias y el nacionalismo de Donald Trump en su segundo mandato, que se podría resumir en una intención de: “reindustrialización por substitución de importaciones” (RISI). Obviamente, estamos en otra época y el mundo es distinto. Una de las principales razones que aduce Trump para su propuesta es el importante déficit comercial de su país, lo que significa que buena parte de los bienes de consumo y de capital de los estadounidenses provienen del exterior, principalmente de la China y según su peregrina idea, los países se han aprovechado de EEUU.
En consecuencia, quisiera que EEUU deje de importar y para ello el camino es aplicar aranceles de todo tamaño que, por el momento, van de 25% al 50%, que constituirían un incentivo para que los capitalistas puedan invertir en sectores industriales protegidos por dichos aranceles. Además, amenaza con imponer aranceles de hasta 200% a empresas americanas que produzcan en el extranjero o que quieran invertir en el exterior. Es decir, transitar al nacionalismo populista.
Dado que EEUU es el país con el PBI más grande del mundo: 29.2 billones de dólares[1], con tecnologías avanzadas y, sobre todo, con el mayor poder bélico, el presidente Trump asume que tiene la fuerza suficiente como para reconfigurar el comercio global en función de los intereses estadounidenses y, quizás con mayor precisión, en función de los intereses de sus grandes empresarios y de él mismo. Sin embargo, olvida que EEUU tiene apenas el 4.4% de la población (331millones de habitantes) y que el mercado mundial es mucho más grande (8.8mil millones), como para pretender ser un mercado indispensable. Pero también, ambiciona ser el líder mundial indiscutido, con ideas que provienen de su sinuosa experiencia empresarial, que no concilia con la complejidad de la política e institucional de su país, lo que lo presenta como un autócrata caprichoso y soberbio.
Sin embargo, hay varios problemas que pueden limitar su idea reindustrializadora o que no la harían tan viable:
En primer lugar, Trump no tiene una estrategia para la RISI, tiene una idea sin sustento, ni en la teoría económica y menos en la historia comercial del mundo sobre el impacto de los altos aranceles, razón por la cual ha ido cambiando de manera oscilante las tasas arancelarias, en función de criterios no muy técnicos, incluso algunos incongruentes como imponer aranceles a Méjico y Canadá, porque supuestamente introduce fentanilo a los EEUU, o imponer aranceles de 50% a Brasil, porqué el Estado brasileño está juzgando “injustamente” a su amigo Bolsonaro, anterior presidente de tendencia conservadora y autoritaria, similar a Trump. Es obvio que el tema de los aranceles parece ser el medio para convertirlo en el “jefe (chief) de los estadounidenses y del mundo”, que nos hace recordar de como comenzaron los tiranos del siglo pasado en Alemania, Italia o Rusia.
Segundo, Trump piensa que los países se van a someter a sus caprichos, cree que todo el mundo necesita de EEUU y esto no parece ser el caso. Por un lado, China le ha plantado la cara con aranceles recíprocos, lo mismo piensan Brasil, por otro lado, la mayor parte de países ha diversificado su comercio, en especial con China que se ha convertido en un socio comercial más dinámico y más creíble que EEUU, en consecuencia, salvo Méjico y Canadá, los otros países serán afectados de menor manera en el corto plazo, y, en el largo plazo, buscarán otros socios comerciales.
Tercero, si bien aranceles altos favorecen la inversión dentro de EEUU, el trasladar fábricas o construir nuevas requiere de infraestructura, mano de obra calificada y tiempo. Lo que implica que, en el corto y mediano plazo, se incrementará la inflación y existe una alta posibilidad de recesión.
Cuarto, a diferencia de la ISI latinoamericana, la RISI estadounidense cuenta con un mercado interno muy grande, lo que significa que existe una demanda establecida, que en lugar de ser satisfecha por una oferta importada, la sustituirá por la producción doméstica. Sin embargo, dicha producción no garantiza una mayor capacidad exportadora de EEUU, pues necesitará de grandes aumentos de productividad de las nuevas industrias y servicios, para ser competitivos pues tendrán que afrontar barreras por los aranceles aplicados a productos estadounidenses por los países afectados por la política comercial de Trump.
Quinto, una serie de empresas de EEUU dependen de suministros de insumos (semiconductores) de otros países, que no es fácil sustituirlos en el corto plazo.
Siempre hay la amenaza que los aranceles sean utilizados para devaluar el dólar, y hacer competitivas las exportaciones estadounidenses y de paso reducir el valor de la inmensa deuda externa que tiene el gobierno estadounidense. En todo caso, esta sería una carta escondida.
La pregunta crítica es saber si Trump va a lograr imponerse como un autócrata en su país y cómo un líder mundial. Nos parece que dependerá de dos entornos.
En el ámbito interno de EEUU veremos si su sistema institucional de “checks and balances” frenará sus ímpetus autoritarios y de sus decisiones en los bordes constitucionales. También, veremos si, el sistema político estadounidense es capaz de impedir o de controlar sus decisiones unilaterales. Además, los resultados económicos, que ya se avizoran con el incremento de la inflación, tendrán efectos sobre las elecciones del próximo año que cambiaría la composición del Congreso, hoy dominado por los republicanos.
En el ámbito externo, es probable que varios países menores, que dependen del mercado estadounidense para sus exportaciones (Vietnam, Indonesia) tratarán de adaptarse a los requerimientos de Trump. Pero los países grandes como China, India, Brasil, Canadá y la Comunidad Europea es probable que responderán en función de sus intereses, que no serán los de Trump.
El tiempo lo dirá, pero estamos frente a una amenaza que pretende cambiar el orden mundial en función de intereses estadounidenses, e incluso ir más allá de convertirse en el modelo político a seguir por los sectores conservadores y autoritarios, hoy que la democracia trastabilla.
17.07.2025
[1] La unión europea tiene un PBI parecido 29.2 y la China 23.8 billones de dólares, tomando en cuenta la paridad del poder de compra (PPP)
