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29/05/20: Porqué es difícil vencer al COVID19 en el Perú

Por qué es difícil vencer al COVID19 en el Perú

Efraín Gonzales de Olarte

En el Perú estamos empeñados en una tarea casi imposible: derrotar socialmente al coronavirus. Pese a los grandes esfuerzos del gobierno por “aplanar” la curva de contagios y de muertes, hay algunos factores que son difíciles de vencer en una cuarentena tan prolongada: la pobreza, la informalidad, la debilidad operativa del estado, el déficit de infraestructura, la moral y la cultura criolla.

Los pobres están frente a la alternativa de contagiarse o no comer, obviamente escogen la primera opción.

El ser informal es el resultado de una economía incapaz de asalariar legalmente a los trabajadores, por falta de capital, y de la incapacidad del estado de incorporarlos en sus registros tributarios, sociales y de servicios, en consecuencia, están fuera del “sistema formal” o sea fuera de la economía de mayor productividad, fuera del sistema bancario, y del sistema de seguridad social. En consecuencia, es difícil apoyarlos.

Gracias a la hiperinflación de los años ochenta del siglo pasado y las subsecuentes reformas neoliberales, el estado peruano se achicó y se hizo ineficaz, su tamaño es incompatible con las desigualdades sociales y la pobreza. Su calidad no fue mejorada por reformas de segunda generación por desidia de los gobernantes, por una ideología hiper-mercadista y por la corrupción desarrollada desde los años noventa. Hoy tenemos un estado con una macroeconomía del siglo XXI pero con una infraestructura y una gestión pública del siglo XIX, además la privatización de los servicios sociales han sido funcional a los sectores de mayores ingresos. Por todas estas razones, si el COVID19 no se lo controlaba en tres semanas iba a ser muy difícil de controlarlo después, hoy se hace cuesta arriba.

Pero eso no es todo, pues, todo el proceso socio-económico y político de los últimos cuarenta años -iniciados a fines de los años ochenta- ha impregnado en la ética de los peruanos comportamientos inmorales y amorales, que hoy se reflejan en policías que obtienen ingresos de los presupuestos para la compra de máscaras o de ventiladores, alcaldes que se roban la plata de las canastas de alimentos para los pobres, tipos que venden certificados falsos de no estar contaminado por el COVID19 para poder entrar en los mercados, y ene comportamientos similares que denotan que los códigos morales de una sociedad civilizada no se han logrado construir durante estos años. Esto se sintetiza en la frase: “todo vale” para uno, es decir el interés privado – símbolo del neoliberalismo- ha sido pervertido al extremo de sólo pensar en uno y no también en los demás.

Finalmente, la “cultura criolla” –cultura entendida como los modos y maneras de comportarse socialmente- que se manifiesta en “pepe el vivo”, “roba pero hace obra”, “la cola la hacen los idiotas”, “esta es la oportunidad, después no hay otra”, “los cojudos se joden”, etc. Obviamente, esta cultura dimana de la desigualdad de oportunidades, del sentimiento de exclusión, de la lucha por el bien limitado, es, hasta cierto punto, el resultado de cómo la sociedad y la economía han incorporado a sus habitantes en los últimos cuarenta años, pero también es el fruto de profundos problemas psicológicos de un país mestizo, de migrantes del campo a la ciudad, del racismo y de la herencia colonial. Esta compleja cultura se manifiesta cuando el presidente le pide a la gente que mantenga las distancias para no contagiarse y la gente se apelotona para vender o comprar.

Me pregunto si vamos a reducir los contagios antes de tener una vacuna o medicamentos para combatir el mal. Tengo mis dudas.

Sin embargo, esta pandemia nos está diciendo que cosas deben cambiar en el Perú hacia el futuro, pero también nos dice los pocos ajustes que se pueden hacer en el corto plazo. Hoy probablemente hay que apelar a una combinación de fuerza disciplinante en los sitios de congestión, con una flexibilización de algunas normas burocráticas que retardan la lucha, con un esfuerzo de unificar los apoyos económicos a la población y con una invocación ideológica a la manera del futbol “si se puede” derrotar al COVID19, tanto como nos clasificamos al mundial del 2018. En el largo plazo, la agenda está definida.

Lima, 29 de mayo 2020

 

09/05/20: EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

EL FUTURO DE LA EDUCACION UNIVERSITARIA

Efraín Gonzales de Olarte

Consejo nacional de educación (CNE)

La pandemia del coronavirus tiene la “virtud” de haber acelerado el cambio de la educación presencial por la educación virtual o, por lo menos, de una combinación de ambas modalidades. Era algo que tenía que venir con el tiempo y con el cambio de generaciones. Hoy estamos siendo obligados –todas las generaciones- a incursionar en el todavía inseguro mundo de la educación virtual, sobre todo en la educación universitaria, este proceso se ha acelerado.

La experiencia nos muestra que los cambios tecnológicos han originado inexorablemente cambios institucionales, socio-económicos y culturales. A estas alturas de la historia, ya tenemos acceso a la revolución informática que hemos ido incorporando progresivamente en la enseñanza, en la investigación y en la proyección hacia la comunidad. El COVID19 nos está obligando a todos a usar estas nuevas tecnologías –zoom, internet de las cosas, la nube- para poder enseñar e investigar, por lo menos durante la cuarentena.

Sin embargo, hay otras tecnologías que cambiarán mucho más nuestras actividades universitarias y tendrán un gran impacto en la enseñanza, el aprendizaje e investigación, estas son: las redes neuronales, la inteligencia artificial, big data, blockchain, la futura computadora cuántica. La incorporación de estas tecnologías en la educación superior cambiará para siempre el rol del profesor, la actitud y motivación de los estudiantes, el modo de aprender, las infraestructuras educativas y cambiará los objetivos de la propia educación.

Hoy nos educamos para poder trabajar mañana y para obtener algún ingreso en función de nuestro título universitario, en el futuro nos educaremos y probablemente trabajaremos simultáneamente desde casa, sin horarios, no bastará un título sino que será necesario un CV que será fácil de buscar en la internet de las cosas, aprenderemos mientras trabajamos y por ello nos pagarán, combinaremos aprendizajes que nos permiten tener ingresos con aquellos que nos enriquecen como personas, (ciencias, letras y artes), nuestros conocimientos serán calificados por nuestros pares.

En este contexto: ¿cuál es el rol del profesor universitario y cómo será el futuro profesor universitario? y ¿cómo deberá ser la universidad de este futuro que está ya aquí gracias al COVID19?

El profesor universitario tendrá que ser un motivador, un coach académico un promotor de la investigación, pero debería mantener su rol de formador de “maestro”, es decir, deberá enseñar a servirse de la tecnología como un instrumento -y no como un fin en sí mismo- y a inculcar en sus estudiantes que todo lo que sabemos debe ser usado para el bien común, del cual todos hacemos parte.

El lado humanista no se debe perder con estas tecnologías, cuyas características pueden reemplazar a las personas. El profesor universitario entonces tendrá que saber una o varias disciplinas, pero también deberá manejar las nuevas tecnologías con inteligencia.

La universidad del futuro, ya está haciendo su debut en el presente. Todos estamos convirtiéndonos en pocas semanas en profesores virtuales con otros lenguajes, con una interacción casi imaginaria con nuestros estudiantes y ellos, jóvenes felizmente, son dúctiles a estos cambios. Es obvio, que aún no estamos en la enseñanza-aprendizaje “online” pero vamos en camino. Aquella universidad tendrá que ser mixta: presencial-virtual con diferencias por especialidades, también se manejara mejor los tiempos, será diferente la asignación de los recursos para la enseñanza y la investigación, la cual será interdisciplinarias e inter campus (nacionales y extranjeros) como norma. La investigación será una actividad cooperativa y permitirá ir igualando y las universidades estarán obligadas a trabajar en redes, por ejemplo: para prepararse a nuevas pandemias.

Finalmente, la universidad del futuro tendrá que hacer parte de la cuádruple hélice: universidad-empresa-estado-sociedad civil. Su imbricación en la sociedad será un prerrequisito para ser útil en el futuro.

¿Estamos preparados? ¡Tenemos que prepararnos!. El PEN 2036 es la puerta a estos grandes cambios.