Efraín Gonzales de Olarte
Mientras nuestros vecinos, Brasil, Colombia y Chile, están preocupados por hacer parte de la tercera revolución industrial, los peruanos nos preocupamos por exportar materias primas.
Según el Nobel Joseph Stiglitz los países que funcionan en base a recursos naturales tienden a ser pobres y desiguales en el largo plazo. A esto le llama la “maldición de los recursos naturales”. Sólo algunos aprovecharon sus recursos para cambiar su factores de crecimiento, v.g.: Bostwana y Australia. Al Perú, para tener viabilidad, le falta tener la inteligencia de usar los recursos obtenidos por las exportaciones primarias para crear otras fuentes de riqueza e ingresos. Los países del norte lo hicieron en base a la industrialización en los siglos XIX y XX, hoy lo hacen en base a la tercera revolución industrial, que integra energía renovable, tecnología de las comunicaciones y robótica, siendo el principal factor la gente capacitada y calificada. Crecimiento gracias a la inteligencia aplicada.
Para aspirar a este salto, se requiere de un gobierno, una clase empresarial y una academia que sean capaces de cooperar para entrar en la tercera revolución, aun sin haber pasado por la segunda revolución a plenitud. Como el gobierno está ahogado en los problemas sociales de los recursos naturales, sólo quedan aquellos empresarios y las universidades que avizoran otra calidad de crecimiento, que se base en la investigación aplicada, la innovación conjunta y la transferencia tecnológica. Si se conformara este “núcleo revolucionario” habría esperanza de cambiar nuestro vetusto modelo de desarrollo. El Perú puede hacerlo, hay gente capacitada, empresas (algunas) y universidades (pocas) que podrían dar el primer impulso.
Necesitamos urgentemente dejar las revoluciones pasadas y entrar en el futuro. De lo contrario las Congas, Espinares y otras más, seguirán confirmando la maldición de los recursos naturales.
Publicado en el Sumplemento D1 de El Comercio, 9 de julio 2012