Efraín Gonzales de Olarte
La economía peruana sigue creciendo sobre la base del dinamismo de sectores primarios, construcción y servicios. Para que la historia cambie es imprescindible que las fuentes de crecimiento cambien progresivamente hacia la innovación, la investigación y la incorporación de nuevas tecnologías.
El modelo primario-exportador y de servicios (PESER) que caracteriza a la economía peruana y que es la fuente de su crecimiento no asegura un desarrollo estable y sostenible en el largo plazo. Las fluctuaciones de los precios de los minerales, del petróleo y de los productos agrícolas han constituido históricamente las causas de subidas y bajadas, a veces bruscas, de la producción y el empleo. Por el momento, el Perú se favorece de precios altos de sus exportaciones y si no se toman precauciones, en la próxima crisis externa fuerte, lo ganado se puede perder rápidamente, como ha sido la experiencia peruana de la segunda mitad del siglo XX, cuyo balance fue que en 50 años la economía creció a menos de 1% al año en promedio. Aún estamos a tiempo para cambiar la historia.
Es necesario dar un salto en busca de otros factores de desarrollo más estables y estos son, que duda cabe, ciencia aplicada e innovación para el desarrollo humano. El conocimiento de las potencialidades materiales que tiene el Perú, la invención de nuevos bienes y servicios, la investigación tecnológica y cultural aplicada a resultados concretos, la adaptación de tecnologías existentes a diferentes escalas de producción, para que productores de distinto tamaño puedan acceder a ellas, son algunos de los factores de desarrollo que se basan en dos elementos: gente calificada y conocimiento. Estos son los factores que han permitido a muchos países tener un crecimiento acelerado con mayor equidad y empleo, con menos fluctuaciones económicas y con menos dependencia de sucesos exógenos, dando mejores condiciones al desarrollo humano.
Para que esto suceda, es necesario promover a las universidades públicas y privadas serias para que utilicen sus mejores profesores e investigadores en la generación una ola de innovación tecnológica, productiva y cultural, con dos propósitos: generar nuevas fuentes de riqueza e inversión y formar una nueva generación de profesionales y académicos innovadores. Aquí hace falta una política concertada entre el Estado y el sector privado para establecer objetivos concretos y poner medios financieros para tal fin, con la única norma de que la innovación debe generar un retorno económico positivo para el país.
Publicado en el suplemento D1 de El Comercio, del 11 de octubre 2010