Por Efraín Gonzales de Olarte
Uno de los atractivos del Perú – que no figura en ninguna guia turistica- es la imposibilidad del aburrimiento y la posibilidad permanente del susto. El último episodio que confirma estos atractivos es la repentina y fuerte subida de la tasa de inflación. El 2006 la tasa de inflación anual fue de 1.14%, de las más bajas en América Latina, el 2007 subió a 3.93%, igualmente de las más bajas de América Latina, aunque ya el efecto del incremento del precio del petróleo se hacia sentir. Pero entre enero y junio del 2008 la tasa está en 3.2% y anualizada en 5.71%, nuevamente la más baja de América Latina. Sin embargo, el miedo sino el pánico se ha instalado sobre todo en los medios de comunicación y en las encuesadoras que instan al gobierno a reducir inmediantamente la inflación.
Es cierto que en términos relativos la tasa de inflación se ha ido duplicando de año a año, pero en términos absolutos el crecimiento son de dos o tres puntos porcentuales en promedio. Lo que preocupa es que nadie sabe su tendencia, no hay consenso sobre los origenes y los mecanismos de difusión de la inflación no están siendo bien entendidos por los analistas y el gobierno. Pero preocupa aún más que el mayor componente de la inflación sean los alimentos, lo que afecta relativamente más a los pobres que a las clases medias, pues los pobres dedican un mayor porcentaje de sus ingresos para comprar alimentos y cuanto más pobres peor.
El problema es que hace un mes el gobierno hizo público el reporte sobre la pobreza, la cual había disminuido a un interesante 38.9% (bajo la barrera psicológica del 40%), pero si la inflación continua este porcentaje puede facilmente subir, pues una disminución real del ingreso de más de 5% pueden facilmente devolvernos a una situación de pobreza por encima de 45%. Es aquí donde la inflación se convierte en un problema político más que social, pues puede hacer trastabillar uno de los logros más importantes de este gobierno.
Pero ¿qué es lo que impulsa la inflación reciente? El origen incial de la inflación es externo y se transmite através de los precios del petróleo y de los productos agrícolas importados. Pero estos precios se retransmiten internamente y, con un marco de expectativas volátiles, los productores y comerciantes tienden a incrementar sus precios tratando de anticipar futuros aumentos y los precios de alimentos producidos internamente han aumentado más de lo que han aumentado los costos, es decir hay un contagio de expectativas inflacionistas, en parte la inflación tiene un componente psicólógico y especulativo. Pero esto tiene un límite dado por la compresión que genera la propia inflación sobre la demanda, reduciéndola y presionando a que los precios bajen.
En este sentido, para frenar una probable espiral inflacionista es importante que el BCRP y el MEF actuen sobre las expectativas.
Lo que hace más complejo el problema es que hay diferenciales de inflación entre ciudades del Perú, sobre todo en la inflación de los precios agrícolas y alimentarios, y esto se debe no sólo a factores externos sino también a problema de oferta y de abastecimient de las ciudades intermedias con la producción local y regional. Aquí se requiere una acción concertada del gobierno central con los gobiernos locales y regionales para incrementar ofertas y para reducir las expectativas inflacionistas y la especulación. El gobierno central debe dar medidas macroeconómicas y monetarias, los gobiernos regionales deben promover el incremento de la oferta en cada región y los gobiernos locales deben controlar la especulación y el acaparamiento. Se requiere de una buena coordinación. ¿el nuevo ministro de economía podrá liderar está coordinación?
Otra vertiente de interpretación de una potencial mayor inflación es el denominado sobrecalentamiento de la economía. ¿Está sobre calentada la economía? Hay algunos sectores donde la producción está probablemente cerca del producto potencial, pero hay varios y yo diría la mayoría que están lejos de utilizar todos los factores productivos, sobre todo la mano de obra. Además, con la apertura de la economía y el dólar barato siempre es posible importar y reducir las presiones de demanda sobre las estrecheces de la producción doméstica. Por otro lado, hay economistas que dicen que hay que reducir el gasto público, pero yo veo que el gobierno central, los regionales y las municipalidades tienen dificultades para poder gastar, esto es obviamente contradictorio. Creo que el gobierno debe seguir promoviendo la inversión pública pues ésta incrementará el producto potencial y el denominado sobrecalentamiento tendrá un antídoto.
Ante estas circunstancias es necesario frenar la economía o por lo menos bajar la velocidad del crecimiento. En verdad, nunca pensé que en el Perú hablaríamos de reducir la tasa de crecimiento, en un País que por décadas nos costó crecer por encima de la tasa de crecimiento demográfico. No creo que haya que frenar la economía, pero si creo que hay factores limitantes a un crecimiento por encima de 9% al año. Los principales factores son mano de obra calificada, provisión de algunos insumos y crecientemente oferta energética. Si no se amplia la generación eléctrica, en el mediano plazo este factor se puede convertir en un freno al crecimiento.
Hoy los que hacen la política económica deben cambiar de libreto y no preocuparse tanto en bajar a rajatabla la inflación a costa de menor crecimiento.
Tenemos que estar conscientes que los problemas del Perú son ahora de crecimiento y redistribución y no de estabilidad económica. Para los pobres lo más importante es que haya esperanzas de empleo, aunque sea informal y mal pagado, más que una baja inflación sin empleo y sin ingresos.
Si los precios del petroleo siguen bajando, mi vaticinio es que la tasa de inflación también bajará.
Finalmente, supongamos que la tasa de inflación de alimentos no baja y los precios se estabilizan en los nuevos niveles. Esta sería una buena noticia para los campesinos más pobres, pues por primera vez podrían vender parte de sus productos a precios más altos, puesto que no tendrían que competir con los bajisimos precios de alimentos importados, con un tipo de cambio barato y encima con subsidio de los países de origen. Una alta inflación alimentaria sería favorable a los más pobres del campo, aunque desfavorable a los más pobres de las ciudades. ¿A quien elige la política ánti inflacionista como beneficiario: al campesino o al poblador urbano? He ahí el dilema político de la inflación y he ahí también su paradoja, pues el incremento de la inflación podría aumentar la pobreza en las ciudades pero disminuir la de los pobres del campo.
Lima, 31.07.08 Leer más