LA ILUSIÓN DE LA DEMOCRACIA EN EL PERÚ: ELECCIONES CON 38 ¿PARTIDOS?
Efraín Gonzales de Olarte
Las democracias representativas basan su legitimidad y su poder en el resultado de las elecciones gubernamentales, donde la mayoría elige un gobierno. El tema central es qué mayoría genera legitimidad y representatividad, de tal manera que la sociedad sienta que quienes la gobiernen estarán cerca de sus necesidades y expectativas.
El tema de la votación o elección social ha sido estudiado por grandes autores como el francés N. de Condorcet (siglo XVIII) y el estadounidense K. Arrow (siglo XX), quienes llegaron a la conclusión que todas las elecciones son defectuosas y sus resultados no logran representar a la mayoría, es decir, las democracia basadas en elecciones no son perfectas. Dados sus supuestos teóricos, estas teorías se aplican de manera parcial, pero son útiles para analizar procesos electorales reales.
Con esta mirada, analicemos el caso peruano en cuyas próximas elecciones habrá, nada menos que 38 agrupaciones que aspiran a gobernar el Perú. Obviamente, estamos frente a un caso, que por definición e intuición no obtendrá ninguna mayoría que asegure una gobernabilidad democrática, en una primera vuelta electoral y, tampoco en una segunda vuelta. Veamos porqué.
- Con tal multitud de participantes en las elecciones, es casi imposible que alguien alcance el 50% más uno en la primera vuelta, lo que le permitiría acceder al poder directamente. Lo más probable es que nadie logre una mayoría absoluta y se tenga que ir a una segunda vuelta (ballotage) con los dos primeros que alcance las mayores votaciones.
- Esto abre los siguientes problemas: a. Por un lado, los que quedan como finalistas sólo representarán a los que votaron por ellos en la primera vuelta. Cabe recordar que: en las elecciones peruanas del 2021, el candidato Castillo ganó en primera vuelta con 18% y la segunda candidata obtuvo 11%, en conjunto no llegaron al 30%, es decir hubo un 70% de electores que tenían otras preferencias. b. En consecuencia, este 70% debía votar por uno de los dos que no era de sus preferencias. Un resultado así, dio obviamente una democracia muy débil, con los resultados que conocemos. Peor aún, si ninguno obtuviera 5% (lo que es también probable) simplemente las elecciones no permitirían elegir un gobierno.
- Para una segunda vuelta, en realidad los votantes se agrupan alrededor de candidatos que tienen una ideología similar -izquierdistas, centristas o derechistas- o alguna identidad social -regionalistas, nacionalistas, gremialistas o ambientalistas- es decir, existe algún denominador común. Qué sucede cuando las ideologías son poco claras o no existen y las identidades son inventadas para obtener votos, como es el caso peruano actual: simplemente los electores no tendrán claridad por qué y a quién elegir, serán unas elecciones casi a ciegas. En consecuencia, los resultados serán la peor de las loterías: no sabes por quién votaste y no sabes qué harán estando en el gobierno.
- Quizás el rasgo más notable de la inscripción de participantes en las elecciones ha sido la incapacidad de formar coaliciones entre movimiento afines. Es decir, han preferido competir antes de cooperar, en gran parte debido a la desconfianza entre ellos, pues no tienen denominadores ideológicos o programáticos comunes, y a la percepción de que no se trata de llegar al gobierno y al congreso para gobernar, sino para aprovecharse del Estado peruano, tal como lo están haciendo ahora.
El segundo problema de estas elecciones es que habrá que elegir, presidente y vicepresidentes, 60 senadores (30 en distrito nacional y 30 repartidos por regiones), 30 diputados y 15 representantes ante al Parlamento Andino. En consecuencia, en la cédula de votación habrá cinco columnas para votar. En el caso que, todos los partidos y movimientos participantes, propongan candidatos para el poder legislativo, habrá que elegir entre 2,280 candidatos para senadores, 4,940 candidatos para diputados y 420 para representantes del parlamento andino. Me pregunto si un votante promedio podrá conocer y evaluar digamos a unos 50 candidatos, para de entre ellos escoger a un par. Bien difícil, pues la mayoría de los candidatos para la presidencia son desconocidos del gran público y, ni que se diga, de los candidatos al congreso. Adicionalmente, como hay una tremenda desconfianza del electorado sobre los actuales congresistas que quieren ser reelectos como senadores, que tampoco la gente los conoce -salvo a algunos como los chupa-sueldos, los violadores, los tránsfugas, etc.- los menos conocidos se incorporarán a la larga lista de desconocidos. Obviamente, la composición del próximo congreso será probablemente peor que al actual, pues elegiremos a desconocidos, sin doctrina política conocida, con hojas de vida de dudosa validez, muchos aprovecharan de la inteligencia artificial para presentarse como potables.
Todo lo que acabo de describir es el resultado de cuatro perversiones instaladas en las mentes de los que están en el gobierno y en el congreso, que han plasmado en un conjunto de modificaciones legales para facilitar la continuidad de los personajes pueriles que lo conforman. Además, se han dado maña para tachar a posibles candidatos con muchas mayores capacidades y reputación, que obviamente serían elegidos. Es decir, la cancha ha sido inclinada para favorecer a la mediocridad mercantilista, que nos gobierna. Veamos estas perversiones.
Primero. El participar en las elecciones como candidatos no tiene como fin gobernar o legislar, sino obtener un sueldo del gobierno, medrar del estado y potencialmente participar en actos de corrupción. Es decir, la gran mayoría de los que están candidateando en las elecciones del 2026 lo hacen por intereses absolutamente microeconómicos, es decir para llenar la billetera.
Segundo. De ello, se deriva el gran número de inscritos para participar en las elecciones, no se trata de una competencia política sino de una competencia económica, es decir la política la han convertido en un mercado con una enorme oferta de candidatos frente a una demanda ciudadana totalmente desinformada.
Tercero. Por estas razones, la única forma de salir del anonimato y promover candidaturas será a través de propaganda física y virtual, de creación de fake news, etc. Los candidatos a senadores y diputados harán sus campañas recorriendo las provincias y las redes sociales, todo lo cual tendrá un costo, cuyas fuentes de financiamiento ya no son transparentes dadas las últimas normas y sentencias judiciales. No sabremos qué parte del financiamiento provendrá de fuentes ilegales: minería ilegal, narcotráfico, contrabando, la delincuencia común organizada en bandas, dado que las normas del congreso han facilitado la delincuencia. No nos asombremos cuando algunos candidatos prometan resolver los problemas de la violencia cotidiana, cuando fueron ellos mismos los que aprobaron las leyes pro crimen, es decir la incongruencia total. Ese es el Perú de hoy.
Cuarto. La mayor perversión es la muerte de la ética en la política peruana, que ha sido progresivamente transmitida a la ciudadanía. Hoy mentir, robar, engañar, mecer, corromper e, incluso, matar ha pasado a ser parte de la conducta ordinaria. Cómo se extraña a los partidos políticos que tenían por lo menos algunos principios éticos.
El resultado de las próximas elecciones, si se cumplen nuestras sospechas, no llevarán a una mejor gobernanza del Perú y, sobre todo, al restablecimiento del Estado de Derecho. Si no se cumplen, habrá alguna esperanza para las grandes mayorías que anhelan tener un país gobernable, democrático para todos y no para algunos sátrapas de la política.
Lima, diciembre 2025
