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18/11/20: El mercado político o la degradación de la política

LA TRAGEDIA PERUANA: LA POLÍTICA CONVERTIDA EN UN MERCADO 

Efraín Gonzales de Olarte 

Para entender la política en el Perú no se requiere de Ciencia Política, se requiere de micro-economía. Desafortunadamente, el hacer política en el Perú se ha convertido en un negocio turbio, no de otra manera se podría entender lo que está sucediendo hoy en nuestro país.

La política, entendida como la actividad que permite gobernar una colectividad en base al poder que se constituye en el estado, es el camino que permite la gobernabilidad de grandes colectividades países, regiones o federaciones. En consecuencia, los que participan en política tienen un interés altruista, es decir, piensan en su participación en función de los otros. Para ello se organizan partidos políticos sobre la base de alguna doctrina sobre cómo debe ser la sociedad y qué debe hacer el estado para llevar a esa sociedad al ideal doctrinario. Por ello, hay el liberalismo, la social-democracia, el social cristianismo, el socialismo, el comunismo y la anarquía que es la negación del estado.

En el Perú ocurrió un gran proceso de hiperinflación en los años ochenta del siglo pasado, que debilitó los partidos que, hasta entonces, existían varios de los cuales tenían décadas de existencia. La llegada al poder de Alberto Fujimori fue la confirmación que los partidos estaban en serios problemas, pues fue elegido con un movimiento electoral denominado Cambio 90 y los partidos políticos establecidos apenas obtuvieron 20% del electorado.

A partir de entonces la política pasó a ser dominada por movimientos electorales, que se fundaban cada vez que había nuevas elecciones, ninguno con alguna doctrina conocida, todos con ofertas electorales de corte clientelista: empleo, salud, educación, carreteras, agua potable, etc. Bajo esta perspectiva la política se convirtió en una carrera para tomar el poder para provecho propio de los gobernantes y sus allegados, es decir de su clientela política que votaban por ellos y los apoyaban a cambio de prebendas, de empleo, de manejo de fondos. Poco a poco hacer política se fue convirtiendo en un negocio particular, se llegaba al estado para hacer negocios. Asi, a partir del gobierno de Fujimori la corrupción –que existe en el Perú desde su constitución como república- comenzó a hacer parte de la política y de los comportamientos políticos. Se llegaba al gobierno para usar los recursos del estado en provecho propio. La prueba es que hoy el Perú tiene el triste privilegio de tener a todos sus presidentes de los últimos treinta años con juicios por corrupción, en prisión, fugados o suicidados, además de una gran cantidad de gobernadores regionales y alcaldes procesados también por actos de corrupción.

Hoy, en el Perú tenemos corrupción de todas las dimensiones. En grande, como el caso del “Club de la construcción”, en el que las empresas constructoras más grandes del Perú están también involucradas en actos de corrupción. Pero la hay mediana y pequeña. Obviamente, si desde la presidencia de la república se gobierna haciendo negocios la política está degrada y, sobre todo, el ejemplo es seguido en todo nivel: los gobiernos: central, regionales y locales, el congreso de la república, el poder judicial.

La corrupción ha hecho metástasis en el Perú y la gente participa en política pensando en maximizar sus ingresos –que es una de las premisas de la teoría micro -económica-, no en servir al resto, no en usar el poder que se tiene al llegar al gobierno o al estado para el beneficio de los demás, sino en provecho individual.

Si uno quiere entender porque los últimos congresos elegidos para legislar se convirtieron en un mercado político, la respuesta está en la degradación de la política, la pérdida de valores morales y la crisis de la justicia peruana.

Por ello, buena parte de los gobernantes y congresistas llegan a sus puestos para hacer negocio, al mismo tiempo que gobiernan. Obviamente, no se pueden robar todos los presupuestos, pero si un porcentaje de ellos.

Cuando un congresista juró “por dios y por la plata” u otra congresista dijo que no había recuperado su “inversión”, o cuando un ex contralor con procesos legales por corrupción se hace elegir congresista para tener inmunidad, estamos frente a casos tan claros como penosos del nivel al que ha llegado la política en el Perú.

Cuando la participación en política se convierte en la participación en el mercado político, el país obviamente ha entrado en una crisis sistémica de muy difícil recuperación. Más aún, cuando esta forma de actuar se ha convertido en “normal” en la “regla”, que el no lo haga es considerado un tonto o alguien hay que sacar del “negocio”, hemos tocado el fondo de la degradación ética de la política y ya compromete el futuro del desarrollo democrático y civilizado del Perú.

El reto es cómo revertir una situación de esta magnitud. En primer lugar, necesitamos de una recuperación de la moral pública y de la ética ciudadana, y esto corresponden a la nueva generación, a los jóvenes, que han irrumpido en la arena política de manera espontánea y masiva, al parecer con otros referentes éticos. En segundo lugar, el Perú requiere de gobernantes probos, que den el ejemplo, como lo dieron Fernando Belaunde y Valentín Paniagua, de honradez y sólidos principios morales. La promesa peruana pasa por una nueva generación de políticos que hagan del estado el medio para mejorar las oportunidades de todos, para reducir las desigualdades y la pobreza y que no piensen en la política a partir de sus bolsillos.

Lima, 18-11-2020

28/08/20: LA ECONOMÍA Y LOS ECONOMISTAS EN EL 2020

LA ECONOMÍA Y LOS ECONOMISTAS EN LOS LOCOS AÑOS VEINTE DEL SIGLO XXI

Efraín Gonzales de Olarte

“Las ideas de los economistas son mucho más poderosas de lo que generalmente se piensa. De hecho, el mundo no está gobernado por otra cosa. La vida de las personas, que muchas veces creen que son independientes de lo que piensa esta disciplina, suele estar determinada por la teoría de algún fallecido economista”. (John M. Keynes)

INTRODUCCIÓN

La carrera del economista profesional es un producto del siglo XX. La Economía es probablemente la disciplina más estandarizada de las ciencias sociales, es la única que cuenta con un premio Nobel específico y tiene un alto nivel de formalización matemática y estadística. Los currículos de enseñanza de la economía son bastante parecidos en todas las universidades del mundo, sus diferencias provienen más bien del énfasis que le dan a algún tópico en especial o el predominio de algún o algunos profesores líderes de sus especialidades o de cierta temática. Además, existe una bien consolidada comunidad académica-investigadora, prueba de ello son los centenares de revistas especializadas que publican resultados de investigaciones, sobre todo empíricas.

Estamos frente a una disciplina muy consolidada y existe una comunidad de economistas tanto académicos como profesionales que comparten una forma de analizar la economía como actividad económica, en general separada de otros fenómenos, aunque sin desdeñarlos, y una forma de ver las sociedades desde la economía y sus bases teóricas e ideológicas.

Después de más de dos siglos de la publicación de “La riqueza de las naciones” de Adam Smith la Economía como ciencia se ha desarrollado, conformando corrientes de pensamiento diferenciadas que han permitido el debate entre distintas escuelas económicas: la clásica, la neoclásica, la keynesiana, la neo-keynesiana, la marxista y diferentes radicalismos. A diferencia de la física o la química, los fenómenos económicos han ido cambiando al compás del crecimiento y desarrollo económico, de las innovaciones tecnológicas, cambios institucionales e incluso a partir de la intervención de los economistas –ministros o consejeros económicos- con  propuestas de políticas económicas basadas en una u otra teoría[1], en consecuencia, el objeto de la ciencia económica es mucho más variable que los fenómenos naturales, tanto así que la rama de “economía socialista” creada durante el siglo XX hoy está prácticamente desactivada. Actualmente, los cambios que influyen sobre el análisis económico y la formulación de teorías son la globalización económica y financiera, el cambio climático, las migraciones, la pobreza y la persistente desigualdad y su impredecible dinámica.

EL PARADIGMA ECONÓMICO, LA POLÍTICA Y LA ETICA

El paradigma actual de la economía, entendido como la comunidad de economistas que comparten la teoría económica y la economía política con epistemologías afines, está confrontada a dos grandes problemas: Por un lado, existe una discrepancia ideológica sobre el papel del mercado y el papel del estado, que desemboca en propuestas de “políticas económicas” distintas. Esta controversia es la que influye grandemente en la “política” pues existen dos grandes propuestas: la liberal/conservadora que apuesta por la estabilidad económica –baja inflación- y la social demócrata/socialista no comunista, que apuesta por el pleno empleo de los trabajadores y la redistribución. Obviamente, la política hoy depende mucho de la escuela económica que adopte un gobierno.

Por otro lado, las propuestas normativas, hechas a partir de la teoría, no siempre tienen el resultado esperado, pues el mundo económico y no económico se mueven dentro de marcos de incertidumbre, que a menudo desafían el carácter predictivo de las teorías existentes. En consecuencia, la economía no tiene todavía –aunque es poco probable que la tenga- la precisión que tiene la física o la química capaces de lanzar naves espaciales a otros planetas o de generar medicinas capaces de vencer enfermedades. Esta es su frontera con las ciencias y, es precisamente, ahí que comienza su carácter de ciencia social, es decir, aquella en la cual el observador economista es simultáneamente parte interesada de lo observado o más bien es sobre todo un actor social. Los economistas son, desde esta perspectiva actores sociales privilegiados y cuenta con cierto poder que no emerge del voto sino del lugar y la imagen que hemos creado en la sociedad y de la información económica y financiera que manejamos.

Siendo así, los fundamentos éticos de la ciencia económica son cruciales, pues la capacidad que tienen los economistas de influenciar en la política, en el comportamiento de las personas, en la cultura es bastante mayor que el de otros científicos sociales, en la medida que pueden influir en los precios, las inversiones, el ahorro, los cambios tecnológicos, que tienen efectos específicos y directos en la vida de las personas, en su bienestar y sobre todo en su libertad. El problema es que no siempre aciertan en sus recetas y resultados y esto hace que tengan una responsabilidad moral sobre sus actos y sus propuestas de política.

Sin embargo, uno se pregunta si el mundo estaría mejor sin los economistas y la respuesta es no, pues pese a que la disciplina económica no es una ciencia exacta, se ha llegado establecer algunas bases sólidas sobre el funcionamiento de la economía moderna, gracias a la contribución de decenas de economistas teóricos y empíricos, basta señalar, en primer lugar, el establecimiento de un sistema de estadísticas económicas y financieras a nivel de todos los países y a nivel mundial, que permite tomar decisiones y hacer el seguimiento del comportamiento de las economías nacionales y regionales, por otro lado hay una bien establecida teoría macroeconómica y amplia evidencia empírica que permite tomar decisiones lógicas e informadas, luego los métodos de medición y análisis empírico se han desarrollado enormemente con la ayuda de la informática, además, la teoría microeconómica aplicada a los negocios ha demostrado ser muy efectiva en la toma de decisiones de los distintos agentes económicos. Richard Stone Economista Inglés ganador del premio Nobel en 1984, solía afirmar: “Si hubiera más economistas el mundo sería un mejor lugar”, él fue el creador de la contabilidad social uno de los pilares de la gestión macroeconómica moderna. Sin embargo, es conocida la frase: “donde hay dos economistas hay tres opiniones”.

ECONOMIA E IDEOLOGIA

Por ello, la labor de los economistas se lleva a cabo con una tensión entre la teoría en la que uno cree y la responsabilidad ética que se tiene al aconsejar una u otra receta económica al estado, a una empresa o a un partido político. Es aquí donde aparece la ideología como elemento “subjetivo” pero al mismo tiempo necesario en la “acción económica”[2], que muchos economistas inconscientemente no la hacen explícita. Tomaré de Piketty[3] su definición positiva de ideología: “Es un conjunto de ideas y de discursos a priori plausibles con miras a describir cómo debería estructurarse la sociedad”(pp. 16, traducción nuestra) . En general, todo economista tiene una idea u opinión de cómo debería funcionar la economía, a partir de esta idea si es académico su teoría se verá influenciada por su ideología, sobre todo en el análisis de las “variables de comportamiento” es decir, de cómo cada persona se comporta para tomar decisiones de producción, de consumo, de ahorro o inversión. Pero si no es académico propondrá acciones económicas congruentes con su ideología. En ambos casos, hay una relación dialéctica entre la teoría y la práctica, que guía los pasos del economista. Obviamente, la ideología hace más social y más humana a la economía, pero al mismo tiempo la hace menos precisa y más sujeta al escrutinio y la deliberación pública.

Dentro de este contexto hay dos corrientes de economistas que se contraponen, pese a compartir en muchos casos las mismas teorías. Por un lado, los economistas para quienes el objetivo del análisis económico es la  evolución de la producción, los ingresos, la inversión, la inflación, cuyos resultados se constituyen en fines en si mismos. Es decir, hay una fuerte orientación a que las metas económicas sean el incremento de las cosas hay una suerte de “cosismo” y se asume que si estas metas se cumplen las personas tendrán más empleo, más bienestar, más ingresos. Por otro lado, los economistas que proponen como objetivo el bienestar, la igualdad de oportunidades, el desarrollo de las personas, como metas de las políticas y de las acciones económicas, para lo cual es necesario el crecimiento del producto, la inversión, los ingresos. Obviamente, son dos puntos de vista ideológicamente contrapuestos, y que contraponen las cosas versus las personas como objetivo de la acción económica. Esta controversia se proyecta a la política, ya que las representaciones políticas asumen una u otra postura económico-ideológica, por ello podemos traer a la memoria aquella frase: “tras de todo político hay un economista muerto”. Es aquí, donde el debate se hace más político e ideológico que científico, lo que me permite concordar con Albert Hirschman, quien sostenía que la economía es una ciencia moral.

LOS ECONOMISTAS HOY

La formación de los economistas, más allá de las materias que aprenden, está muy relacionada con el tipo de país y sociedad en la que viven. Pese a las grandes tendencias hacia estandarización de los cursos y los contenidos de ellos y, pese al alto nivel de matematización de la disciplina, en cada país la formación de los economistas responde al mercado de trabajo. Por ello, los economistas que desean ir al sector privado o al sector público aspiran a bachilleratos, licencias y hasta maestrías, en cambio los que quieren tener una carrera académica o de investigación tienen que ir hasta el doctorado. En este nivel los economistas americanos se forman para convertirse en profesores universitarios, es decir, hay una especie de endogamia, en cambio en los países europeos muchos de ellos optan por la carrera pública o por la carrera política, en varios países europeos ha habido primeros ministros doctores en economía. Probablemente, esto se debe a la tradición estatista de Europa que, desde Napoleón, se creó escuelas y universidades para formar a los funcionarios públicos y a los políticos. Es decir, hay un objetivo social en la formación de estos economistas, mientras que en los Estados Unidos hay más bien un objetivo académico deliberado y, hasta cierto punto, una separación de los economistas académicos de la política. Es famosa la frase de Paul Samuelson –gran teórico de la economía neoclásica- que él nunca había pisado Washington ni quería hacerlo.

En América Latina los economistas, formados en las universidades nacionales, se parecen más a los economistas europeos, en la medida que se forman para ir al sector privado o público, algunos para hacer política, pero una parte de ellos tratan de obtener sus doctorados en universidades anglo-sajonas e incursionan en el mercado universitario americano, en las agencias multilaterales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, en las diferentes agencias de las Naciones Unidas o en el Banco Interamericano de Desarrollo. Las principales causas de este fenómeno son: de un lado la formación estandarizada que tienen, que les permiten alternar en los mercados internacionales de economistas y, de otro lado, las universidades latinoamericanas no constituyen todavía un mercado atractivo para los doctores en economía, entre otras razones porque durante mucho tiempo las universidades latinoamericanas han sido profesionalizantes y han tenido poca investigación y, sobre todo, mucho menores recursos públicos y privados para fomentar la investigación. Recién en las dos últimas décadas algunos países han dado un salto cualitativo y sus principales universidades son ahora también de investigación[4].

En todo caso, hay una importante movilidad de economistas latinoamericanos hacia el norte y una menor proporción vuelven a sus países de origen. Por el momento, hay una balanza negativa de economistas del sur, es decir la fuga de talentos aún no ha cambiado de tendencia. Quizás la globalización de las comunicaciones y las nuevas tecnologías informáticas ayuden a integrar a estos economistas y, quizás, se constituyan en puentes entre la academia de economistas del norte y la del sur, pero también se involucren en los problemas de nuestros países.

EL FUTURO DE LA ECONOMÍA Y DE LOS ECONOMISTAS

Pero el siglo XXI nos está mostrando que el capitalismo a nivel mundial está cambiando hacia rumbos inéditos como fruto de varios fenómenos que es bueno recordar: 1. La acumulación intensiva de capital físico y el incremento enorme del capital humano, que está llevando a niveles de riqueza global, nunca antes vistos. Paralelamente, la pobreza ha ido disminuyendo, pero no a la velocidad con que ha crecido la riqueza, razón por la cual ha rebrotado el problema de las desigualdades distributivas en todo el mundo[5]. Lo inédito es que las distancias entre pobres y ricos se han hecho mucho más amplias. 2. La investigación científica y tecnológica ha llevado a la denominada “cuarta revolución industrial” que más bien habría que decir la segunda revolución informática, que ha puesto a disposición de la población una serie de instrumentos que está cambiando no sólo la estructura de los mercados, las instituciones económicas y no económicas, sino también la cultura. La inteligencia artificial, big data, block chain, machine learning el internet de las cosas, las redes neuronales, han comenzado a cambiar la forma de producir, de comerciar, de investigar, de comunicarse e incluso de pensar. 3.  Los sistemas políticos, que fueron funcionales al capitalismo de naciones-estado hasta finales de la segunda revolución industrial, están siendo cuestionados. Hoy con la globalización se hace cada vez más necesario algún nuevo sistema de gobernanza mundial, sobre todo en materia económica, financiera y ambiental. Creo que se requiere de un Estado mundial. En consecuencia, tanto la estructura de mercados, sobre las cuales se dan distintos niveles de regulación, requiere de nuevas instituciones y de nuevas miradas desde la economía. 4. Los evidentes cambios ambientales, que no pueden ser acometidos de manera individual por los países obligan a la integración de esfuerzos, a cambios en las matrices energéticas y, consecuentemente, a cambios en los procesos de crecimiento urbano e industrial. Estamos frente a un fenómeno que requiere de visiones económicas distintas, de modelos de crecimiento de muy largo plazo, en los cuales se debe incorporar el capital natural como la variable clave de la sobrevivencia humana en la tierra.

La economía como disciplina está incorporando todos estos fenómenos, pero de manera bastante lenta y no con mucho entusiasmo, entre otras razones porque a los fenómenos de corto plazo se les presta mayor atención pues están en función de intereses inmediatos, además, la frase de John M. Keynes “en el largo plazo no vivimos” se presenta como un obstáculo para problemas que requiere de soluciones de largo plazo, pero que deben comenzar hoy. Por ejemplo, para reducir las emisiones de carbono se requieren de nuevas tecnologías, que ciertamente encarecen los costos de producción y de consumo, lo que reduce las ganancias, en consecuencia, se establece se ha establecido un “trade off” entre mantener las ganancias de corto plazo versus asegurar la sostenibilidad ambiental futura. Problemas que requieren de enfoques teóricos y empíricos distintos a los vigentes. Los El hiper-consumismo que hoy es la esencia del capitalismo y contribuye  claramente al calentamiento global. Los economistas estamos frente a estos desafíos.

Tengo la impresión que la economía y los economistas a inicios de los años 20 del siglo XXI estamos frente a la posibilidad de un cambio paradigmático, tanto en las teorías, las metodologías, como en la enseñanza e investigación. En las teorías será necesario crear modelos que transiten del corto al largo plazo y que incluyan los problemas ecológicos y ambientales, para que las propuestas de acción –políticas económicas o decisiones empresariales- interioricen la necesidad de reducir las tasas de ganancias a cambio de asegurar la sostenibilidad ambiental y, al mismo, tiempo mejorar los mecanismos redistributivos. En las metodologías, es imprescindible comenzar a incorporar la inteligencia artificial y las otras innovaciones informáticas[6] tanto en los procesos de investigación como en las propuestas de acción. En la enseñanza la incorporación de habilidades blandas, pero sobre todo de competencias específicas será imprescindible incorporar en los planes de estudios en todos los niveles de enseñanza. No cabe duda que el uso de big-data, block-chain y la programación informática deberá incluirse en los programas de enseñanza de la economía. Dentro de las habilidades blandas o soft-skills, el tema de la comunicación debe ser incorporado de manera decisiva, pues, por alguna razón cuando los economistas tratan de comunicar sus ideas no se hacen entender por la mayor parte de gente, no logran traducir en lenguaje fácil sus puntos de vista. El efecto es que se da la sensación que la economía es sólo para iniciados o que tras del lenguaje economista se oculta algo. Esta imagen es necesario revertirla. La investigación económica requiere de abrirse mucho más hacia otras interpretaciones, los economistas debemos incrementar la investigación multi e interdisciplinaria, pues los fenómenos a los cuales hacemos frente se presentan de manera multidimensional, por ejemplo se requiere de más relación con la ciencia política, para no sólo proponer “qué hacer” en políticas económicas y de desarrollo, sino también “cómo hacerlo”.

Finalmente, creo que vivimos tiempos excepcionales en los cuales la innovación y los cambio científico-tecnológicos nos han llevado a cumbres de desarrollo económico, social, político nunca antes vistas, que requieren de comprensión, análisis, interacción, humildad y ética para no terminar arrollados por nuestro propio progreso. Es necesario reciclar la economía y los economistas actuales y formar economistas para un mundo diferente en el que fuimos formados los economistas como el que suscribe este artículo.

Sin embargo, hay que señalar que hay varios temas que van a tener una importante influencia en los futuros economistas, IA, los temas psicológicos, la economía conductual, la incorporación del capital natural en el análisis, la globalización, la interdisciplinariedad frente a la creciente multi-dimensionalidad de los problemas que ha aumentado con la globalización.

Estos primero veinte años del siglo XXI se han vuelto muy confusos, muy contradictorios, hay más riqueza pero también hay más desigualdad, hay una tendencia a deshacer muchos avances importantes: la integración europea, la lucha contra el calentamiento global, la no proliferación de armas nucleares, el creciente racismo. Son de alguna manera años locos, que esperamos produzcan nuevos caminos económicos, sostenibilidad ambiental y mayor equidad. Los economistas deberíamos ser proactivos para lograr estos objetivos, es una responsabilidad moral.

Lima, verano 2020

Artículo publicado en: Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, UNIR, Madrid, junio2020.

 

 

 

 

 

[1] Las más célebres de estas teorías han sido la keynesiana que, a decir muchos, permitió la salida de la crisis de los años treinta el siglo pasado, y la teoría estructuralista/cepalina en América Latina que promovió el modelo de substitución de importaciones en los años 50 del siglo pasado.

[2][2] La acción económica es, en mi concepto, poner en la práctica lo que te aconseja tu teoría económica, tanto a nivel micro como macro económico.

[3] Thomas Piketty (2019): Capital et idéologie, Editions du Seuil, Paris.

[4] Brasil, Chile y México son los países en los cuales sus principales universidades comienza a aparecer en los rankings internacionales de calidad, entre las 200 mejores universidades del mundo. Otros países como Colombia, Argentina y Perú están avanzando en esta dirección.

[5]Según Piketty (op. Citada) señala que el número de mil-millonarios ha ido creciendo con gran rapidez mientras que los ingresos de las clases medias y de las pobres han tenido porcentajes mucho más bajos, lo que explica que el mundo es hoy mucho más desigual que en los años 50-80.

[6] Al parecer la inteligencia artificial puede comenzar a reemplazar algunas especialidades en la economía, notablemente la econometría. Es más algoritmos sofisticados podrían incluso desarrollas la teoría estadística y econométrica.

26/06/20: Why it is so difficult to beat COVID19 in Peru

Why it is so difficult to beat COVID19 in Peru

Efraín Gonzales de Olarte 

In Peru, we are engaged in an almost impossible task: socially defeating the coronavirus. Despite the government’s great efforts to “flatten” the contagion and death curve, there are some factors that are difficult to overcome, in such a long quarantine: poverty, informality, the state’s operational weakness, the infrastructure deficit, popular morality and culture.

The poor are faced with the alternative of catching the COVID19 or not eating, obviously they choose the first option.

Being informal (almost 70% of workers) is the result of an economy unable to legally wage workers, due to lack of capital, and the state’s inability to incorporate them into its tax, social and service registers, consequently, they are outside the “formal system” that is, outside the economy of higher productivity, outside the banking system, and the social security system. Consequently, it is difficult to support them during this pandemic.

Thanks to the hyperinflation of the eighties of the last century and the subsequent neoliberal reforms, the Peruvian state has shrunk and become ineffective, its size is incompatible with social inequalities and poverty. Its quality was not improved by second-generation reforms due to the laziness of the rulers, a hyper-market ideology and the corruption developed since the 1990s. Today we have a state with a macro-economy of the 21st century but with an infrastructure and public management of the 19th century, and more, the privatization of social services has been functional for the higher income sectors. For all these reasons, if COVID19 was not controlled in the initial three weeks, it would be very difficult to control later, today it is uphill.

But that is not all, then, the entire socio-economic and political process of the last forty years – begun in the late eighties – has impregnated immoral and amoral behaviors in the ethics of Peruvians, which today are reflected in police officers who they get income from budgets to buy masks or fans, mayors who steal money from food baskets for the poor, guys who sell false certificates of not being contaminated by COVID19, to enter into the markets place, and a lot of similar behaviors that denote that, the moral codes of a civilized society, have not been able to build during these years. This is synthesized in the phrase: “anything goes” (todo vale) for one, that is, the private interest symbol of neoliberalism – it has been perverted to the point of only thinking about one and not also about the others.

Finally, the “popular culture” –culture understood as the ways and means of behaving socially- that manifests itself in “pepe el vivo” (Joe the smart guy), “steals but does work”, “the line is made by idiots”, “this is our opportunity, then there is no another “,” the fools (cojudos) fucks “, etc.  Obviously, this culture stems from: unequal opportunities, the feeling of exclusion, the fight for the limited good, is, to a certain extent, the result of how society and the economy have incorporated their population in the last forty years, but it is also the fruit of deep psychological problems in a mestizo country, of migrants from the countryside to the city, racism and colonial heritage. This complex culture manifests itself when the president asks people to keep their distance so as not to get infected and people crowd in to sell or buy. I wonder if we are going to reduce infections before we have a vaccine or medicine to fight the disease. I have my doubts.However, this pandemic is telling us what should change in Peru in the future, but it also tells us the few adjustments that can be made in the short term. Today, it is probably necessary to appeal to a combination of disciplinary force in congestion sites, with a relaxation of some bureaucratic norms that delay the fight, with an effort to unify the economic support for the population and with an ideological invocation in the manner of soccer: “yes we can do it” to defeat COVID19, as much as we qualified for the 2018 World Cup. In the long term, the agenda is defined.

Lima, June 2020.

29/05/20: Porqué es difícil vencer al covid19 en el Perú

Porqué es difícil vencer al COVID19 en el Perú

Efraín Gonzales de Olarte

En el Perú estamos empeñados en una tarea casi imposible: derrotar socialmente al coronavirus. Pese a los grandes esfuerzos del gobierno por “aplanar” la curva de contagios y de muertes, hay algunos factores que son difíciles de vencer en una cuarentena tan prolongada: la pobreza, la informalidad, la debilidad operativa del estado, el déficit de infraestructura, la moral y la cultura criolla.

Los pobres están frente a la alternativa de contagiarse o no comer, obviamente escogen la primera opción.

El ser informal es el resultado de una economía incapaz de asalariar legalmente a los trabajadores, por falta de capital, y de la incapacidad del estado de incorporarlos en sus registros tributarios, sociales y de servicios, en consecuencia, están fuera del “sistema formal” o sea fuera de la economía de mayor productividad, fuera del sistema bancario, y del sistema de seguridad social. En consecuencia, es difícil apoyarlos.

Gracias a la hiperinflación de los años ochenta del siglo pasado y las subsecuentes reformas neoliberales, el estado peruano se achicó y se hizo ineficaz, su tamaño es incompatible con las desigualdades sociales y la pobreza. Su calidad no fue mejorada por reformas de segunda generación por desidia de los gobernantes, por una ideología hiper-mercadista y por la corrupción desarrollada desde los años noventa. Hoy tenemos un estado con una macroeconomía del siglo XXI pero con una infraestructura y una gestión pública del siglo XIX, además la privatización de los servicios sociales han sido funcional a los sectores de mayores ingresos. Por todas estas razones, si el COVID19 no se lo controlaba en tres semanas iba a ser muy difícil de controlarlo después, hoy se hace cuesta arriba.

Pero eso no es todo, pues, todo el proceso socio-económico y político de los últimos cuarenta años -iniciados a fines de los años ochenta- ha impregnado en la ética de los peruanos comportamientos inmorales y amorales, que hoy se reflejan en policías que obtienen ingresos de los presupuestos para la compra de máscaras o de ventiladores, alcaldes que se roban la plata de las canastas de alimentos para los pobres, tipos que venden certificados falsos de no estar contaminado por el COVID19 para poder entrar en los mercados, y ene comportamientos similares que denotan que los códigos morales de una sociedad civilizada no se han logrado construir durante estos años. Esto se sintetiza en la frase: “todo vale” para uno, es decir el interés privado – símbolo del neoliberalismo- ha sido pervertido al extremo de sólo pensar en uno y no también en los demás.

Finalmente, la “cultura criolla” –cultura entendida como los modos y maneras de comportarse socialmente- que se manifiesta en “pepe el vivo”, “roba pero hace obra”, “la cola la hacen los idiotas”, “esta es la oportunidad, después no hay otra”, “los cojudos se joden”, etc. Obviamente, esta cultura dimana de la desigualdad de oportunidades, del sentimiento de exclusión, de la lucha por el bien limitado, es, hasta cierto punto, el resultado de cómo la sociedad y la economía han incorporado a sus habitantes en los últimos cuarenta años, pero también es el fruto de profundos problemas psicológicos de un país mestizo, de migrantes del campo a la ciudad, del racismo y de la herencia colonial. Esta compleja cultura se manifiesta cuando el presidente le pide a la gente que mantenga las distancias para no contagiarse y la gente se apelotona para vender o comprar.

Me pregunto si vamos a reducir los contagios antes de tener una vacuna o medicamentos para combatir el mal. Tengo mis dudas.

Sin embargo, esta pandemia nos está diciendo que cosas deben cambiar en el Perú hacia el futuro, pero también nos dice los pocos ajustes que se pueden hacer en el corto plazo. Hoy probablemente hay que apelar a una combinación de fuerza disciplinante en los sitios de congestión, con una flexibilización de algunas normas burocráticas que retardan la lucha, con un esfuerzo de unificar los apoyos económicos a la población y con una invocación ideológica a la manera del futbol “si se puede” derrotar al COVID19, tanto como nos clasificamos al mundial del 2018. En el largo plazo, la agenda está definida.

Lima, 29 de mayo 2020

 

09/05/20: La educación universitaria del futuro

EL FUTURO DE LA EDUCACION SUPERIOR

Efraín Gonzales de Olarte

Consejo nacional de educación (CNE)

La pandemia del coronavirus tiene la “virtud” de haber acelerado el cambio de la educación presencial por la educación virtual o, por lo menos, de una combinación de ambas modalidades. Era algo que tenía que venir con el tiempo y con el cambio de generaciones. Hoy estamos siendo obligados –todas las generaciones- a incursionar en el todavía inseguro mundo de la educación virtual, sobre todo en la educación universitaria, este proceso se ha acelerado.

La experiencia nos muestra que los cambios tecnológicos han originado inexorablemente cambios institucionales, socio-económicos y culturales. A estas alturas de la historia, ya tenemos acceso a la revolución informática que hemos ido incorporando progresivamente en la enseñanza, en la investigación y en la proyección hacia la comunidad. El COVID19 nos está obligando a todos a usar estas nuevas tecnologías –zoom, internet de las cosas, la nube- para poder enseñar e investigar, por lo menos durante la cuarentena.

Sin embargo, hay otras tecnologías que cambiarán mucho más nuestras actividades universitarias y tendrán un gran impacto en la enseñanza, el aprendizaje e investigación, estas son: las redes neuronales, la inteligencia artificial, big data, blockchain, la futura computadora cuántica. La incorporación de estas tecnologías en la educación superior cambiará para siempre el rol del profesor, la actitud y motivación de los estudiantes, el modo de aprender, las infraestructuras educativas y cambiará los objetivos de la propia educación.

Hoy nos educamos para poder trabajar mañana y para obtener algún ingreso en función de nuestro título universitario, en el futuro nos educaremos y probablemente trabajaremos simultáneamente desde casa, sin horarios, no bastará un título sino que será necesario un CV que será fácil de buscar en la internet de las cosas, aprenderemos mientras trabajamos y por ello nos pagarán, combinaremos aprendizajes que nos permiten tener ingresos con aquellos que nos enriquecen como personas, (ciencias, letras y artes), nuestros conocimientos serán calificados por nuestros pares.

En este contexto: ¿cuál es el rol del profesor universitario y cómo será el futuro profesor universitario? y ¿cómo deberá ser la universidad de este futuro que está ya aquí gracias al COVID19?

El profesor universitario tendrá que ser un motivador, un coach académico un promotor de la investigación, pero debería mantener su rol de formador de “maestro”, es decir, deberá enseñar a servirse de la tecnología como un instrumento -y no como un fin en sí mismo- y a inculcar en sus estudiantes que todo lo que sabemos debe ser usado para el bien común, del cual todos hacemos parte.

El lado humanista no se debe perder con estas tecnologías, cuyas características pueden reemplazar a las personas. El profesor universitario entonces tendrá que saber una o varias disciplinas, pero también deberá manejar las nuevas tecnologías con inteligencia.

La universidad del futuro, ya está haciendo su debut en el presente. Todos estamos convirtiéndonos en pocas semanas en profesores virtuales con otros lenguajes, con una interacción casi imaginaria con nuestros estudiantes y ellos, jóvenes felizmente, son dúctiles a estos cambios. Es obvio, que aún no estamos en la enseñanza-aprendizaje “online” pero vamos en camino. Aquella universidad tendrá que ser mixta: presencial-virtual con diferencias por especialidades, también se manejara mejor los tiempos, será diferente la asignación de los recursos para la enseñanza y la investigación, la cual será interdisciplinarias e inter campus (nacionales y extranjeros) como norma. La investigación será una actividad cooperativa y permitirá ir igualando y las universidades estarán obligadas a trabajar en redes, por ejemplo: para prepararse a nuevas pandemias.

Finalmente, la universidad del futuro tendrá que hacer parte de la cuádruple hélice: universidad-empresa-estado-sociedad civil. Su imbricación en la sociedad será un prerrequisito para ser útil en el futuro.

¿Estamos preparados? ¡Tenemos que prepararnos!. El PEN 2036 es la puerta a estos grandes cambios.

 

09/05/20: El futuro de la educación superior

EL FUTURO DE LA EDUCACION SUPERIOR

Efraín Gonzales de Olarte

Consejo nacional de educación (CNE)

La pandemia del coronavirus tiene la “virtud” de haber acelerado el cambio de la educación presencial por la educación virtual o, por lo menos, de una combinación de ambas modalidades. Era algo que tenía que venir con el tiempo y con el cambio de generaciones. Hoy estamos siendo obligados –todas las generaciones- a incursionar en el todavía inseguro mundo de la educación virtual, sobre todo en la educación universitaria. Este proceso se ha acelerado.

La experiencia nos muestra que los cambios tecnológicos han originado inexorablemente cambios institucionales, cambios socio-económicos y cambios culturales. A estas alturas de la historia, ya tenemos acceso a la revolución informática que hemos ido incorporando progresivamente en la enseñanza, en la investigación y en la proyección hacia la comunidad. El COVID19 nos está obligando a todos a usar estas nuevas tecnologías –zoom, internet de las cosas, la nube- para poder enseñar e investigar, por lo menos durante la cuarentena.

Sin embargo, hay otras tecnologías que cambiarán mucho más nuestras actividades universitarias y tendrán un gran impacto en la enseñanza, el aprendizaje e investigación, estas son: las redes neuronales, la inteligencia artificial, big data, blockchain, la futura computadora cuántica. La incorporación de estas tecnologías en la educación superior cambiará para siempre el rol del profesor, la actitud y motivación de los estudiantes, el modo de aprender, las infraestructuras educativas y cambiará los objetivos de la propia educación.

Hoy nos educamos para poder trabajar mañana y para obtener algún ingreso en función de nuestro título universitario, en el futuro nos educaremos y probablemente trabajaremos simultáneamente desde casa, sin horarios, no bastará un título sino que será necesario un CV que será fácil de buscar en la internet de las cosas, aprenderemos mientras trabajamos y por ello nos pagarán, combinaremos aprendizajes que nos permiten tener ingresos con aquellos que nos enriquecen como personas, (ciencias, letras y artes), nuestros conocimientos serán calificados por nuestros pares.

En este contexto: ¿cuál es el rol del profesor universitario y cómo será el futuro profesor universitario? y ¿cómo deberá ser la universidad de este futuro que está ya aquí gracias al COVID19?

El profesor universitario tendrá que ser un motivador, un coach académico un promotor de la investigación, pero debería mantener su rol de formador de “maestro”, es decir, deberá enseñar a servirse de la tecnología como un instrumento -y no como un fin en sí mismo- y a inculcar en sus estudiantes que todo lo que sabemos debe ser usado para el bien común, del cual todos hacemos parte.

El lado humanista no se debe perder con estas tecnologías, cuyas características pueden reemplazar a las personas. El profesor universitario entonces tendrá que saber una o varias disciplinas, pero también deberá manejar las nuevas tecnologías con inteligencia.

La universidad del futuro, ya está haciendo su debut en el presente. Todos estamos convirtiéndonos en pocas semanas en profesores virtuales con otros lenguajes, con una interacción casi imaginaria con nuestros estudiantes y ellos, jóvenes felizmente, son dúctiles a estos cambios. Es obvio, que aún no estamos en la enseñanza-aprendizaje “online” pero vamos en camino. Aquella universidad tendrá que ser mixta: presencial-virtual con diferencias por especialidades, también se manejara mejor los tiempos, será diferente la asignación de los recursos para la enseñanza y la investigación, la cual será interdisciplinarias e inter campus (nacionales y extranjeros) como norma. La investigación será una actividad cooperativa y permitirá ir igualando y las universidades estarán obligadas a trabajar en redes, por ejemplo: para prepararse a nuevas pandemias.

Finalmente, la universidad del futuro tendrá que hacer parte de la cuádruple hélice: universidad-empresa-estado-sociedad civil. Su imbricación en la sociedad será un prerrequisito para ser útil en el futuro.

¿Estamos preparados? ¡Tenemos que prepararnos!. El PEN 2036 es la puerta a estos grandes cambios.

 

24/04/20: The distribution of pandemic costs

HOW IS THE PANDEMIC COSTS DISTRIBUTED? 

Efraín Gonzales de Olarte

The unprecedented coronavirus pandemic is presenting us with a series of economic, social and political challenges. There is an ethical dilemma between saving lives and resuming economic activity, others say: between starving or dying of coronavirus. According to statistics: between 2% and 15% of those infected die, more than half are over 60 years of age with previous ailments, on the other hand, more than 190 thousand deaths are already worldwide and the figure could easily double, despite the social isolation that is being practiced.

The problem with the resumption of economic activities, without being sure of a flare-up, is that it could turn into a truly lethal pandemic and there would be millions of deaths. The problem is relatively clear, it is necessary to do everything possible to maintain social isolation until the contagion curve flattens or until the number of infected is decreasing, this can last from three to four months. However, it will have a very important cost: a strong economic recession in all countries, due to the paralysis of its activities, with higher unemployment, lower wages, higher poverty and other psychological and social costs that are difficult to assess.

The biggest problem of this crisis is: how are its costs distributed? How this distribution is equitably, those who have the most should contribute proportionally to their incomes and the poorest should receive income from transfers, during the crisis. But: how do you go about achieving this goal? First, companies must reduce their earnings and support their workers for two or three months, people must reduce their wages and consume less, so that their employers support them. Second, a reprogramming of all debts will be necessary, so that the debtors retain additional liquidity. For this purpose, the Central Bank of Peru has made a very important fund available. Third, we will have to think of an extraordinary tax on profits and high income, to recover the fiscal box. That is, today more than ever a MACRO-ECONOMIC SOLIDARITY is required, to get ahead.

The next step is as or more important than saving economy during quarantine. What to do after such an economic downturn?

The first thing is to learn to consume less and invest more, as the Nobel Prize winner Jean Tirole points out, we have to change some habits, not only to get out of the crisis, but to remember that global warming has hyper-consumerism as a main cause. It has been observed that during economic inactivity the CO2 emission rates have decreased, showing unequivocally the relationship between consumer capitalism and global warming.

The second is to review and control the perverse effects of globalization, such as the increase in inequalities between and within countries and poverty. Third, this pandemic has shown us that a global health system is required to prepare us for future pandemics. Cooperation between states and the integration of their health systems should be on the world agenda. Fourth, seriously rethink reducing informality. This crisis is showing that countries with lower levels of informality can better respond to the needs of the poor and informal population. Finally, we are obliged to think about moral values ​​and about our organization as a society.

April 2020

12/04/20: ¿Cómo se distrinuye los costos de la pandemia del coronavirus?

¿CÓMO SE DISTRIBUYE LOS COSTOS DE LA PANDEMIA COVI19?

Efraín Gonzales de Olarte 

La inédita pandemia del coronavirus nos está planteando una serie de desafíos económicos, sociales y políticos. Existe un dilema ético entre salvar vidas y reanudar la actividad económica, otros dicen: entre morir de hambre o morir de coronavirus. Según las estadísticas que se tiene a mano entre el 2% y 5% de contagiados fallecen, más de la mitad son personas mayores de 60 años con dolencias previas, por otro lado, ya van más de cien mil muertos en todo el mundo y la cifra se podría doblar fácilmente, pese al aislamiento social que se está practicando en todo el mundo.

El problema de la reanudación de las actividades económicas, sin que se tenga la seguridad de que no habrá un rebrote, es que podría convertirse en una pandemia realmente letal y se hablaría de millones de muertos. El problema parece relativamente claro, es necesario hacer todo lo posible para mantener el aislamiento social hasta que la curva de contagios se aplane o hasta que se esté seguro que el número de contagiados está bajando consistentemente, lo que puede durar de tres a cuatro meses. Sin embargo, el hacerlo ha de tener un costo muy importante: una fuerte recesión económica en todos los países por paralización de una gran parte de actividades, lo que ya se está traduciendo en desempleo, reducción de salarios, mayor pobreza, además de otros costos sicológicos y sociales difíciles de evaluar.

El mayor problema de esta crisis es cómo se reparte sus costos, es decir, cómo se hace para que los costos sean equitativos, o sea  los que más tienen deberían contribuir proporcionalmente a sus ingresos y los más pobres que tengan la posibilidad de recibir ingresos de subsistencia a manera de subsidio cruzado, mientras dure la crisis. Pero como se hace para lograr este objetivo. En primer lugar, las empresas deberán reducir sus ganancias y apoyar a sus trabajadores durante estos dos o tres meses, las personas deberán reducir sus sueldos y consumir menos, para que sus empleadores los mantengan. En segundo lugar, será necesario una reprogramación de todas las deudas, de tal manera que los deudores retengan liquidez adicional, para respaldar esta propuesta el Banco Central ha puesto a disposición un fondo muy importante para que se utilice con este propósito. En tercer lugar, habrá que pensar en un impuesto extraordinario a las ganancias y a los ingresos altos, esto para recuperar la caja fiscal. Es decir, hoy más que nunca se requiere una SOLIDARIDAD MACRO-ECONOMICA, para salir de la crisis.

Pero el siguiente paso es tan o más importante que la economía de salvación del período de inactividad económica. ¿Qué se hace después de semejante bache económico? Lo primero es aprender a consumir menos y a invertir más, como lo señala el premio nobel Jean Tirole, es decir, tenemos que cambiar algunos hábitos, no sólo para salir de la crisis, sino para volver a recordar que el problema del calentamiento global tiene como una de sus causas principales el hiper-consumismo,  pues se ha observado que durante la inactividad económica se han reducido los índices de emisión de CO2 mostrando de manera inequívoca la relación entre el capitalismo consumista y el calentamiento global. En segundo lugar, cabe revisar y controlar los efectos perversos de la globalización, tales como el incremento de las desigualdades entre países y dentro de ellos. En tercer lugar, esta pandemia nos ha demostrado que se requiere de un sistema de salud mundial, capaz de prepararnos en el futuro para otras pandemias o problemas generados por la globalización. La cooperación entre estados y hasta la integración de los sistemas de salud debería estar en la agenda mundial. En cuarto lugar, repensar seriamente en la reducción de las desigualdades y la pobreza, y al mismo tiempo la reducción de la informalidad. Esta crisis está demostrando que los países con menores niveles de informalidad pueden responder mejor a las necesidades de la población pobre. Finalmente, esta crisis nos está obligando a pensar en los valores morales y en la forma como estamos organizados en nuestras sociedades.

Cuarentena 2.04.2020

 

03/04/20: How much is the person’s life worth. Viruses and Ideology.

VIRUSES AND IDEOLOGY: How much is the person’s life worth?

Efraín Gonzales de Olarte

The coronavirus has ideology-like characteristics: it is invisible, when people become contaminated it is difficult to get rid of, it is easily transmitted, and when it becomes widespread it becomes a pandemic or ideal thought. The difference is that people themselves die from the biological virus, in the other case ideologies can kill it, as it has been long demonstrated in history, German Nazism, Soviet or Chinese communism, killed millions of people in the name of totalitarian ideologies and by action of their leaders.

But now the coronavirus is also killing for two reasons: because countries are poorly prepared for an eventuality of this magnitude, or because some rulers, protected by certain neo-liberal or left-wing ideologies, have underestimated the power of this virus and are privileging their economic interests, and / or politicians.

The coronavirus pandemic and the normal and simultaneous functioning of the economy is a lethal equation, with quite predictable results: the virus will win, that is, it will kill more people than it should. This raises the central issue of the current pandemic: how much is people’s life worth? There are two positions on this.

On the one hand, there are those who, like the President of the United States, the British Prime Minister and the President of Brazil – for whom the coronavirus is a little “flu” – assume that if tens of thousands of people have to die, provided they do not stop the economy it does not matter, it is the social cost of any pandemic or crisis.

On the other hand, there are those who think that life has no monetary value or price and that everything possible must be done to save as many lives as possible.

At the bottom of this controversy are ethical and moral principles, which are embodied in fundamental human rights such as the right to life, which every person by the simple fact of being alive has. This right protects her from any attempt on her life by anyone, including governments. Therefore, when a government makes the decision that people continue to work despite the high risk that they will become infected with the coronavirus, they are violating the right to life and against the dignity of the persons.

Therefore, the coronavirus is testing the principles that defend life and is drawing a line between those that the world cannot stop because the economy cannot stop and those who think that it can stop because there are thousands or millions of people whose lives, whose life projects, whose dreams would not be realized and, in my opinion, there is no rational and practical justification to justify them. This is the time for solidarity, cooperation, and detachment so that, once the economy is stopped, those who least have access to temporary and solidary income and we should all collaborate to that end.

Consequently, it is essential to do everything possible so that the smallest number of people become infected and the fewest die, even if they are old, because the right to life is also the right to a full life.

Lima, April 2020

31/03/20: Virus e ideología: ¿cuánto vale la vida?

VIRUS E IDEOLOGIA: ¿Cuánto vale la vida de una persona? 

Efraín Gonzales de Olarte

El coronavirus tiene características parecidas a la ideología: es invisible, cuando las personas se contaminan es difícil deshacerse, se transmite  facilmente y cuando se generaliza se convierte en una pandemia o en un pensamiento ideal. La diferencia es que la propia gente muere a causa del virus biológico, en el otro caso las ideologías pueden matarlo, como ha sido largamente demostrado en la historia, el nazismo alemán, el comunismos soviético o chino, mataron millones de personas en nombre de ideologías totalitarias y por acción de sus líderes.

Pero ahora el coronavirus también está matando por dos razones: porque los países están mal preparados para una eventualidad de esta envergadura, o porque algunos gobernantes, amparados en ciertas ideologías neoliberales o izquierdosas, han subestimado la potencia de este virus y están privilegiando sus intereses económicos y/o políticos.

La pandemia del coronavirus y el funcionamiento normal y simultáneo de la economía es una ecuación letal, con resultados bastante predecibles: el virus va a ganar, es decir va a matar más gente de la que debería. Esto nos plantea el tema central de la actual pandemia ¿cuánto vale la vida de las personas? Hay dos posiciones al respecto.

Por un lado, hay quienes como el presidente de Estados Unidos, el primer ministro británico y el presidente de Brasil -para quien el coronavirus es una “gripecita”- asumen que si tienen que morir algunas decenas de miles de personas con tal que no se pare la economía no importa, es el costo social de cualquier pandemia o crisis.

Por otro lado, hay quienes pensamos que la vida no tiene valor monetario ni precio y que hay que hacer todo lo posible para salvar al mayor número de vidas.

En el fondo de esta controversia están los principios éticos y la moral, que se plasman en los derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida, que toda persona por el simple hecho de estar viva tiene. Este derecho la protege de cualquier atentado contra su vida por parte de cualquiera, incluyendo a los gobiernos. Por ello, cuando un gobierno toma la decisión de que las personas sigan trabajando pese a que hay el alto riesgo de que se contagien con el coronavirus, están atentando contra el derecho a la vida y contra la dignidad de las personas.

Por ello, el coronavirus está poniendo a prueba los principios que defienden la vida y está trazando una línea entre aquellos que el mundo no puede parar porque la economía no puede parar y aquellos que pensamos que si puede parar porque hay miles o millones de personas cuyas vidas, cuyos proyectos de vida, cuyos sueños no se realizarían y, en mi opinión, no hay justificación racional y práctica que los justifique. Este es el momento de la solidaridad, de la cooperación, del desprendimiento para que, parada la economía, los que menos tienen puedan acceder a un ingreso temporal y solidario y todos deberíamos colaborar a ese fin.

En consecuencia, es imprescindible hacer todo lo posible para que se infecte el menor número de personas y mueran los menos así sean viejitos, pues el derecho a la vida es también  el derecho a una vida completa.