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13/08/21: ¿ZAFARRANCHO TRANSFORMADOR EN EL PERÚ?

¿ZAFARRANCHO TRANSFORMADOR?

¿Es posible hacer cambios en un país atomizado? 

Efraín Gonzales de Olarte

Con el gobierno de Pedro Castillo el sistema democrático del Perú ha roto un record: es el quinto gobierno sucesivo elegido democráticamente que, pese a todos los problemas del último período gubernamental, se resolvieron dentro del marco constitucional. Es realmente notable que, pese a la precariedad política y a la debilidad institucional, los peruanos hayamos elegido un nuevo gobierno, aunque sea por un margen mínimo, con la pataleta de la contendora que pierde por tercera y de la furia de la llamada derecha bruta y achorada.

Sin embargo, se trata de un gobierno con características muy peculiares: 1. El partido que lo ha llevado al poder es de izquierda provinciana tradicional de inspiración marxista leninista (una opción ya anticuada en pleno siglo XXI), aunque en la segunda vuelta presentó el Programa del Bicentenario con la ayuda del economista Pedro Francke, lo que le ayudó a bajar los decibeles de extrema izquierda. 2. Este partido casi no aparecía en las preferencias electorales a inicios del año 2021, es decir su intención de voto era de 0.5% (IEP enero 2021). 3. Tuvo que competir con otros 17 partidos, lo que constituía una ventaja para quien pudiera lograr un apoyo mayor al 10% del electorado. 4. El dueño del partido, el médico Vladimir Cerrón, estaba condenado por el poder judicial por corrupción cuando fue Gobernador de la Región Junín, lo que le impedía postular para la presidencia e invitó al profesor Pedro Castillo, quien era dirigente de un gremio de profesores contrario al SUTEP, para asumir la candidatura a la presidencia. 5. Como era maestro y cajamarquino asumió el lápiz como símbolo y utilizó el sombrero campesino durante toda su campaña, lo que permitió su fácil reconocimiento. 6. Hizo el esfuerzo de visitar los pueblos más pobres y alejados promoviendo su candidatura, lo que no hicieron sus contrincantes. 7. En cada lugar donde estuvo, hizo promesas populistas de llegar al poder, incluyendo insólitas cifras, por ejemplo: aumentar el presupuesto de educación hasta un 10% del PBI y otro tanto para salud, ignorando que todo el presupuesto estatal alcanza el 20%, lo que demostraba su desconocimiento de datos esenciales para un gobierno, pero también la ignorancia del electorado al respecto.

La atomización de partidos y movimientos en la primera vuelta de las elecciones indicaba una tremenda debilitada institucionalidad política e ideológica, que auguraba no sólo un resultado electoral incierto sino también un próximo gobierno frágil. Por un lado, parte de los partidos participantes eran “vientres de alquiler” es decir, partidos que tenían una inscripción que les permitía participar en las elecciones, pero que se la cedieron o vendieron a personas o grupos: Solidaridad Nacional de Luis Castañeda se convirtió en Renovación Popular, Avanza País fundado por Ulises Humala fue capturado por Hernando de Soto, Restauración Nacional del Pastor Lay se convirtió en Victoria Nacional de George Forsyth. Fue un verdadero mercado de “partidos” aptos para participar en las elecciones que, en realidad, eran cascarones traspasados al mejor postor. Por otro lado, los partidos y los cascarones de derecha no fueron capaces de presentar una candidatura unificada, por la simple razón que tenían como origen el mercado electoral en el cual competían. El ir a un monopolio no estaba dentro de su ideología mercantil. De haberlo hecho, probablemente hubieran ganado con amplitud, empero de esta posibilidad se dieron cuenta faltando una o dos semanas para las elecciones y no hicieron nada. Tampoco la izquierda se unió, pero por otras razones, pues hace mucho que “izquierda unida” es un oxímoron, tanto así que finalmente había 4 partidos de “izquierda” en lisa. En esta polarización si hubiera habido algún partido o frente de partidos de centro probablemente habrían tenido una alta votación, en la medida que al electorado peruano tiene aversión a los extremos.  Sin embargo, se debilitaron progresivamente hasta no ser atractivos. La atomización fue la mejor prueba de la profunda crisis de la política peruana y, en este panorama, era muy difícil vaticinar quien podría ganar las elecciones en la primera vuelta.

La historia conocida es que al final de la primera vuelta quedaron dos candidatos para el “ballotage”, para muchos los peores –Keiko Fujimori y Pedro Castillo-, que obtuvieron entre ambos el 20% de los votos válidos, el otro 80% votó por los otros 16 candidatos. Un problema no siempre señalado es que esta dispersión retrata también la dispersión y desconcierto de la población electoral, es decir la crisis de los partidos políticos ha generado una crisis de entendimiento de la política de la población.

Después del 6 de abril y con miras a la segunda vuelta asistimos a un vergonzoso proceso de demolición del candidato Pedro Castillo, que se originó en las primeras encuestas de intención de voto para la segunda vuelta, que le daban amplía ventaja -de más de 20 puntos- sobre su rival Keiko Fujimori. La derecha y el fujimorismo no esperaban tal resultado, pensaban que, del 80 % que votó por otros partidos, una mayor parte se inclinaría por Fujimori y comenzó a cundir al pánico, y comenzó la campaña de demolición en la cual mostraron su verdadera entraña, una mezcla de racismo, anticomunismo, centralismo y menosprecio en contra del candidato Castillo. Se armó una campaña basada en una serie de mentiras y, sobre todo, en “fake news”, cuyo objetivo era asustar a la población haciendo creer que si no votaban por el fujimorismo el Perú se convertiría en Venezuela, Cuba o Bolivia, con un comunismo que se apropiaría de sus casas, cuentas bancarias, sus tierras y que tomarían el gobierno por décadas y restringiría todas las libertades, incluyendo la libertad de opinión.

En esta campaña participaron de manera activa los grandes empresarios, sobre todo aquellos que tenían investigaciones por la fiscalía por corrupción, el grupo El Comercio, varios políticos de derecha, algunos gremios empresariales y para sorpresa de muchos Mario Vargas Llosa que había sido un acérrimo anti-fujimorista desde que perdió con Alberto Fujimori en 1990 y había apoyado a todos los candidatos contrincantes de Keiko Fujimori. Parecía el ataque de los panzers nazis contra una infantería mal equipada representada por el candidato de una izquierda bastante improvisada, ideológicamente rudimentaria y, sobre todo, provinciana. La mesa comenzó a inclinarse en términos de propaganda y ataques a favor de la derecha, sin embargo, pasaban las semanas y el candidato Castillo seguía adelante en las encuestas, para la desesperación de la derecha, básicamente limeña. La ventaja, cada vez menor, siguió hasta días antes de las elecciones y las últimas encuestas daban ganador a Castillo por 1 o 2%.

Finalmente, el 6 de junio a las 7pm se dio el resultado a “boca de urna” según el cual ganaba Keiko Fujimori por un estrecho margen, pero a las 11pm IPSOS dio el resultado de “conteo rápido” y era favorable a Castillo por 0.5%. Este sería el resultado final, pues esta encuestadora ha acertado en todas las anteriores elecciones con un error estadístico muy pequeño. La derecha entró en trompo, sobre todo porque a los dos o tres siguientes días el Jurado Nacional de Elecciones fue confirmando el resultado de conteo rápido. Por otro lado, la delegación de la OEA y otros observadores internacionales afirmaron sin duda alguna que las elecciones habían sido limpias y ordenadas. Es decir, confirmaban los resultados del JNE.

Las siguientes semanas de junio hasta el 21 de julio los peruanos asistimos a un espectáculo deplorable y antidemocrático. La perdedora y la extrema derecha, la denominada DBA, inventaron un “fraude” y trataron por todos los medios de convencer al público de algo que realmente era una mentira, la idea del fraude era quitarle 200mil votos a Castillo que había ganado por 40mil y revertir el resultado de las elecciones. Inventaron actas con firmas falsas, actas con 100% a favor de Castillo, llenado de actas de manera fraudulenta, nada de esto fue probado, no hubo ningún miembro de mesa electoral que dijera que su firma había sido falsificada. El propio Vargas Llosa y su hijo Alvaro convalidaron la idea del fraude y para asombro de muchos, Lourdes Flores ex candidata a la presidencia del PPC se convirtió en la abogada de esta farsa. Querían que el JNE anulara las elecciones. Lo cierto es que las elecciones fueron muy limpias y fueron reconocidas por la Delegación de la OEA, por los gobiernos de Estados Unidos, y varios países de Europa, pero sobre todo fueron reconocidas por la mayor parte de la población electoral, tal como lo señalaron varias encuestas posteriores a la elección.

Cuando no pudieron probar el fraude, ya en el colmo de la desesperación, pidieron al Presidente Francisco Sagasti que solicitara una auditoria de las elecciones a la OEA. Su respuesta fue que él tenía el deber de mantenerse neutral y que la única autoridad electoral era el JNE, además, no se dieron cuenta que estaban deslegitimando a la comisión enviada por la OEA. Ya en el colmo de la intransigencia, una comisión viajó a Washington y se presentó en las oficinas de la OEA, pero no fueron recibidos. Hicieron el papelón de su vida.

Finalmente, el JNE proclamó a Pedro Castillo como presidente faltando una semana para la asunción de la presidencia. A Keiko Fujimori no le quedó otra actitud que aceptar el resultado, pero lo consideró ilegítimo, es decir, una vez más mostró su esencia de mala perdedora, pues en la anterior elección que también perdió se convirtió en la conductora de una oposición cerril al presidente Kuzcinsky y promotora de la debacle institucional del anterior gobierno. Su actuación durante las elecciones y su desesperación al perder, se puede explicar porque se encuentra investigada por la Fiscalía por corrupción y con grandes posibilidades de ser condenada a carcelería. Como presidenta hubiera tenido cinco años sin poder ser enjuiciada. En realidad, todos los que se asociaron con ella, tenían diferentes problemas judiciales presentes y futuros, que de haber entrado ella probablemente hubieran intervenido en el poder judicial, como lo hizo su padre. Obviamente, hubo quienes apoyaron a Keiko por temor a lo que podría venir con el gobierno de Castillo, claro que el temor lo crearon ellos mismos. Por otro lado, la extrema derecha con tendencias fascistas, simplemente están en contra del resto del espectro político, siguiendo ciertas tendencias internacionales.

Después de esta campaña electoral tan poco democrática, inequitativa y degradante, estamos frente a un país que espera una gobernabilidad mínima, que sin embargo no será fácil porque el panorama político ha cambiado en varios temas de fondo y porque el gobierno tendrá que seguir haciendo frente a la pandemia del COVID19, a la recuperación económica y al restablecimiento de la confianza de la ciudadanía. Trataremos de analizar este panorama y esta coyuntura, tratando de entender los temas estructurales que estarían cambiando, así como los temas coyunturales, de la manera más objetiva posible.

En primer lugar, lo significativo: el electorado al votar a favor de un candidato “débil” que propone cambios de fondo, aún en contra de una poderosa ofensiva mediática y campaña del miedo, ha votado por el cambio. No hay duda que el Perú requiere de varios cambios, económicos, políticos e institucionales para seguir creciendo económicamente, pero de manera inclusiva, reduciendo las desigualdades y con mayor participación democrática. Este ha sido el sentido del voto, el tema es ¿cómo lograrlo?

En segundo lugar, lo imprevisto. Es significativo que por primera vez gana un partido provinciano, un candidato de origen rural, con un discurso izquierdista en una coyuntura crítica: pandemia + crisis económica y con una derecha absolutamente en contra. Cómo se explica este resultado a primera vista insólito. ¿Se trata de un triunfo debido absolutamente al azar o más bien un resultado esperable dada la coyuntura electoral descrita?

Veamos, por un lado, el partido Perú Libre al participar en estas elecciones aspiraba modestamente a dos metas: colocar algunos representantes en el Congreso y, de ser posible, mantener la inscripción como partido político habilitado. En consecuencia, la conformación de las listas para el parlamento fue hecha en función de quienes podrían financiar una campaña electoral y en muchos casos se puso a voluntarios de relleno para completar las listas por departamentos, pues muy pocos pensarían alcanzar ser elegidos. Por otro lado, como la meta era más bien parlamentaria, su plan de gobierno era una especie de manifiesto comunista huancaíno, escrito con el propósito de captar adeptos radicales y de retomar viejas ideas de la izquierda de los años ochenta del siglo pasado, en consecuencia, no se les pasó por la cabeza la posibilidad de gobernar el país, pues para ello se requería otro tipo de plan. Como consecuencia ni pensaron en que requerirían 20 ministros, 40 viceministros, 20 secretarios, asesores, directores, algo así como unos quinientos cuadros preparados para gobernar, porque además no los tenían dado los orígenes sociales de sus partidarios y, sobre todo, dadas sus metas iniciales.

La gran atomización política, la equivocada campaña de la derecha y el hartazgo provinciano están en el origen de este resultado.

En tercer lugar: la improvisación. Desde el día siguiente al conteo rápido de IPSOS, que les daba como ganadores, obviamente se les presentó el problema de no tener un plan para gobernar y no tener los cuadros necesarios. El primer tema lo resolvieron de manera rápida, sobre la base del plan de gobierno de Juntos por el Perú, partido izquierdista que participó en la primera vuelta y que decidió hacer alianza con Pedro Castillo, así se presentó el “Plan del Bicentenario” para los primeros 180 días de gobierno. Lo que ha sido más difícil, o casi imposible de resolver es el tener cuadros preparados para gobernar, con experiencia, con una hoja de vida aceptable.

La improvisación era un hecho esperable, sobre todo porque ni Cerrón ni Castillo pensaron que llegarían al gobierno, pero es aquí donde entró a tallar el voluntarismo y oportunismo de un partido y su propietario a quienes se les presentó la oportunidad de ensayar su propuesta máxima: caminar al comunismo, o por lo menos de intentarlo, aunque también se podría decir que se les presentó la oportunidad de medrar del estado, para lo cual requieren de mantenerse en el gobierno a cualquier precio. Para ello deberían enfrentar la asunción al poder tomando en cuenta que no tienen mayoría en el Congreso y que tienen una oposición muy grande, de sobre todo la derecha perdedora. La cuestión era ¿cómo actuar frente a la coyuntura?

Para entender las posibles decisiones a tomar para mantenerse en el gobierno, utilicemos la teoría de juegos. Hay dos tipos de juegos: los cooperativos y los juegos de suma cero. Los juegos cooperativos prevén que dos contendores obtienen resultados mejores si cooperan, los juegos “suma cero” dicen que lo que gana uno lo pierde el otro y los de suma negativa todos pierden. Entonces bajo estas posibilidades ¿cuál es la estrategia de Perú Libre y la izquierda para mantenerse en el poder tomando en cuenta una oposición radical y poco amigable?

La opción no cooperativa, es decir, no tomar en cuenta al contrincante. Aquí entran los temas ideológicos y las cartas bajo de la mesa. Perú Libre (PL) y Cerrón ven en esta ocasión la posibilidad de enquistarse en el poder por largo tiempo al estilo chavista o de Evo Morales en Bolivia, para ello hay que aprovechar de las reglas del juego y de la poca información que hay sobre las verdaderas capacidades de PL, que a menudo se sobrevaluan, sobre todo basadas en la idea que el presidente de la república es un rey y que puede hacer lo que quiera, lo que no es cierto y no es posible dentro del régimen constitucional que tenemos. La idea es aprovechar de la información limitada que tiene la población sobre las reglas y las verdaderas capacidades del gobierno para lograr su objetivo, que es cerrar el Congreso y prevalecer en el poder por largo tiempo.

Este es un juego suma cero, que en general no tiene un buen final, porque el perdedor no se va a rendir y las posibilidades de violencia e ingobernabilidad pueden ser altas. Según esta opción, que es la de Vladimir Cerrón, no hay forma de cooperar, pues la derecha ya ha gobernado y no ha resuelto los problemas de desigualdad, exclusión, pobreza durante los últimos 30 años, además todos los gobiernos han sido corruptos. Esta estrategia en realidad es el fruto de la debilidad intrínseca que tiene Perú libre y la izquierda que lo acompaña, y la única manera de salir airosos es ir al choque, al todo o nada. Por esta razón se ha nombrado un gabinete de ministros muy cuestionables que rápidamente han logrado el rechazo de la oposición y de buena parte de la opinión pública. La anticuada izquierda representada por Vladimir Cerrón asume que cuando se exacerban las contradicciones la solución es del más audaz, aunque en la práctica no tenga el suficiente poder organizativo y partidario para afrontar la compleja tarea de gobernar.

La opción del juego cooperativo, sólo se podría dar en dos escenarios. 1. Si el Presidente Castillo evalúa sus verdaderas fuerzas y capacidades para gobernar sin ser vacado y asume una posición de negociación. Es aquí donde su cooperación con la oposición se verá confrontada con la situación interna de PL y por la no cooperación que rige el pensamiento de Cerrón, es decir tendría que “zanjar” con su propio partido y alejarse del pensamiento y prácticas cerronistas. Un tema crítico en este impase será la recomposición de su gabinete, dada la pobreza técnica y los cuestionamientos morales que tienen varios ministros. Este será el fiel de la balanza para proponer un juego cooperativo, que favorecería la gobernabilidad del país. Esta es una opción que también dependerá de la capacidad de la oposición para negociar y cooperar. 2. Si en primera instancia, es decir en las próximas semanas, se sigue imponiendo la opción del choque, las posibilidades de cooperación sólo aparecerán si en algún momento, las debilidades del gobierno se comiencen a ver de manera concreta, por ejemplo: mostrando un populismo exacerbado, obteniendo malos resultados en la gestión de tal o cual ministerio o, peor aún, en el momento en que se detecte que están comenzando a aparecer actos de corrupción. En el momento en que el equipo ministerial se vea sobrepasado por las tareas a realizar y no tenga el éxito que requieren, en ese momento la negociación con la oposición y la incorporación de cuadros independientes e, incluso, de cuadros de la derecha será una necesidad de sobrevivencia del gobierno del profesor Castillo. La pregunta es ¿cuánto puede durar este gabinete? y ¿cuánto puede tardar una vacancia presidencial?

No hay que descartar el escenario intermedio: de confrontación permanente entre ejecutivo y legislativo durante largo tiempo, basada en la debilidad del ejecutivo y en los intereses microeconómicos de los congresistas, para quienes vacar al presidente equivaldría a cerrar el Congreso y perder sus salarios por cinco años. Bajo esta espada de Damocles es muy poco probable que el Congreso junte la mayoría necesaria para vacar al presidente. Este escenario sería una continuación de la inestabilidad política que tuvo el Perú en los últimos tres años.

Un tema no menor es si el gobierno de Pedro Castillo acepta dejar al Ministerio de Economía, al BCRP y a la SBS manejar la cuestión económica, de tal manera que se establezca un divorcio entre economía y política. Esto es lo que hizo de alguna manera Evo Morales en Bolivia.

Lo que me parece importante es que: si se logra algún nivel de cooperación con concesiones del gobierno y de la oposición, este gobierno y su presidente podrían terminar su mandato, logrando varios cambios importantes, que incluso la oposición aceptaría, no sólo porque son necesarios, sino también porque su esperanza de vida depende del éxito de este gobierno.

Cualquier intento de vacancia o de cierre del Congreso será un juego negativo y generará conmoción social y una situación de inestabilidad de la cual los grandes perdedores serán los más débiles y pobres, es decir los que votaron por Pedro Castillo. Este escenario no parece posible en el corto plazo.

Lima, 12.08.2021