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10/11/23: Adolfo Figueroa Arévalo recordado en el SEPIA XX

ADOLFO FIGUEROA HOMENAJE EN EL SEPIA

UNALM 8 de noviembre 2023

Efraín Gonzales de Olarte

 

Es un honor para mí haber sido invitado para homenajear a Adolfo Figueroa Arévalo, al año de su partida. Recordar su vida y obra es tenerlo siempre presente entre nosotros y sentirnos iluminados por su legado académico y personal.

Es muy significativo que el Seminario Permanente de Investigación Agraria, recuerde a su fundador, demostrando que su espíritu dedicado a la investigación para mejorar la vida de las personas, sobre todo los que viven del campo, sigue vigente y lo sobrevive, espero que por muchos años más. Felicitaciones y agradecimiento a los directivos de SEPIA.

Pero: ¿quién fue Adolfo Figueroa? Fue un ancashino de origen rural, nació en el pequeño pueblo de Shilla del Callejón de Huaylas, estudió la primaria en la escuela rural cercana a su casa y fue enviado por sus padres a estudiar la secundaria a Lima, donde estuvo los dos primeros años en el Colegio Guadalupe, siendo el alumno más destacado de su promoción, y terminó la secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado. Luego estudió Ciencias Económicas en la Universidad Mayor de San Marcos y gracias a una beca de una organización internacional fue a hacer sus estudios de posgrado en la exclusiva Universidad de Vanderbilt en los Estados Unidos, donde obtuvo su doctorado con una tesis sobre la distribución del ingreso en el Perú. Paralelamente, formó una entrañable familia con Yolanda su esposa y sus dos hijos: Rocio e Iván aquí presente.

Cuando volvió al Perú, fue invitado por los profesores Máximo Vega Centeno y Richard Webb a unirse a ellos para la creación de la carrera de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Perú, dentro de la nueva facultad de Ciencias Sociales. En la PUCP enseñó, investigó y fue autoridad durante más de cuarenta años, antes de jubilares. Además, fue consultor de casi todos los organismos internacionales. Fue un ejemplo del economista comprometido con su realidad y su sociedad, la cual conocía desde sus orígenes, los del Perú profundo y llegó a ser un reconocido profesor visitante en universidades estadounidenses y latino-americanas. Durante su vida, transitó desde el estudiante de origen rural hasta el economista cosmopolita, sin perder su autenticidad de ancashino y de peruano.

Adolfo Figueroa Arévalo fue uno de los raros economistas peruanos que elaboró una teoría axiomática sobre los modelos de desarrollo, a la cual llegó después de un vasto trabajo de investigación empírica. Estudió desde las economías campesinas, los problemas del empleo, la desigualdad distributiva, la educación, mercados laborales, las políticas redistributivas, los regímenes de políticas económicas, hasta el uso y abuso de los recursos naturales no renovables y los problemas ambientales.

En su obra culminante: “Una teoría unificada del desarrollo capitalista” (2009) en la cual propone tres tipos de sociedades capitalistas: 1. la sociedad Epsilon correspondiente a los países de desarrollo capitalista temprano, 2. la sociedad Omega correspondiente a los países de menor desarrollo capitalista y 3. la sociedad Sigma, correspondiente a los países latino-americanos. La esencia de su teoría sobre el desarrollo económico se centra en la capacidad de inclusión o exclusión que tienen los países, dadas las desigualdades iniciales, que pueden llevar a la divergencia o a la convergencia económica y social en función de los procesos tecnológicos. Sostiene que en los países latinoamericanos, la sociedad sigma no ha logrado resolver los problemas de la inclusión y la desigualdad, debido a la escasez de los agentes de cambio, como el empresario schumpeteriano, siendo esta la principal limitación del desarrollo económico.

En el fondo su preocupación fue desentrañar los meandros de las desigualdades económicas y sociales, sus orígenes, sus procesos y sus impases. Nos demostró que, para proponer teorías, el camino comienza viendo cómo es la realidad, viajando a los lugares de estudios, caminando los largos recorridos de la pobreza campesina y urbana, es decir, ensuciándose los zapatos, luego construyendo la información estadística y cualitativa, para finalmente comprobar las hipótesis de inicio. Por ello, sus teorías no nacieron de la imaginación del economista sentado frente a su computadora, sino de la observación de la compleja y a veces elusiva realidad peruana y latinoamericana.

Pero, Adolfo no sólo fue un gran académico, fue también un constructor de instituciones. Fue clave en la creación y desarrollo del Departamento de Economía de la PUCP, en la posterior creación de la Maestria en Economía que al día de hoy está entre las 10 mejores maestrías en Economía en América Latina, fue varias veces jefe del Departamento de Economía, también fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, fuera de la universidad fue uno de los fundadores de la rama latinoamericana de la Sociedad Econométrica, fue miembro del Consejo Ejecutivo de LASA, fue miembro del comité editor de varias revistas internacionales entre ellas  World Development, estableció convenios de cooperación con las Universidades nacionales de Piura, Cusco, Arequipa y Huamanga, con el propósito de mejorar la enseñanza y la investigación. Y fue el primer presidente del Seminario Permanente de Investigación Agraria en 1985-86. Estaba convencido que la construcción institucional es una de las claves para el desarrollo de los países, pero sobre todo para la mejora de la calidad de la enseñanza e investigación en economía, sobre todo aquella que promueva la inclusión y la igualdad.

Su temprana partida es una pérdida para la comunidad académica, pues, aún esperábamos más de sus luces y de su encantadora persona.  Pero se fue dejando un acervo de conocimientos, que no existía antes de él, se fue enseñando cómo enseñar economía de manera rigurosa, explicando los problemas más complicados con el lenguaje del “canillita”. Tenía un raro e innato talento para enseñar y, sobre todo, lograba que sus alumnos aprendieran, prueba de ello es las centenas de exalumnos suyos que ponderan hasta hoy sus cualidades de “maestro”.  En otras palabras, creo que logró lo que se propuso, tanto como investigador, teórico y como profesor. En este sentido tuvo una vida completa, que hay que celebrar, aunque él nos haga falta físicamente.

Pero quizás el rasgo más destacable de Adolfo Figueroa fue su personalidad magnética y su genuina convicción de que el Perú sería mejor si se conociera mejor sus insondables problemas y la mejor manera de lograrlo es formando buenos economistas comprometidos e identificados con los problemas que genera el subdesarrollo.

Ahora que no está ya con nosotros físicamente, estará siempre presente a través de su obra, de sus enseñanzas y de su espíritu. Quienes lo conocimos y compartimos la enseñanza y la investigación, podemos decir que Adolfo mejoró nuestras vidas.

 

Lima, noviembre 2023