LA ECONOMÍA Y LOS ECONOMISTAS EN LOS LOCOS AÑOS VEINTE DEL SIGLO XXI
Efraín Gonzales de Olarte
“Las ideas de los economistas son mucho más poderosas de lo que generalmente se piensa. De hecho, el mundo no está gobernado por otra cosa. La vida de las personas, que muchas veces creen que son independientes de lo que piensa esta disciplina, suele estar determinada por la teoría de algún fallecido economista”. (John M. Keynes)
INTRODUCCIÓN
La carrera del economista profesional es un producto del siglo XX. La Economía es probablemente la disciplina más estandarizada de las ciencias sociales, es la única que cuenta con un premio Nobel específico y tiene un alto nivel de formalización matemática y estadística. Los currículos de enseñanza de la economía son bastante parecidos en todas las universidades del mundo, sus diferencias provienen más bien del énfasis que le dan a algún tópico en especial o el predominio de algún o algunos profesores líderes de sus especialidades o de cierta temática. Además, existe una bien consolidada comunidad académica-investigadora, prueba de ello son los centenares de revistas especializadas que publican resultados de investigaciones, sobre todo empíricas.
Estamos frente a una disciplina muy consolidada y existe una comunidad de economistas tanto académicos como profesionales que comparten una forma de analizar la economía como actividad económica, en general separada de otros fenómenos, aunque sin desdeñarlos, y una forma de ver las sociedades desde la economía y sus bases teóricas e ideológicas.
Después de más de dos siglos de la publicación de “La riqueza de las naciones” de Adam Smith la Economía como ciencia se ha desarrollado, conformando corrientes de pensamiento diferenciadas que han permitido el debate entre distintas escuelas económicas: la clásica, la neoclásica, la keynesiana, la neo-keynesiana, la marxista y diferentes radicalismos. A diferencia de la física o la química, los fenómenos económicos han ido cambiando al compás del crecimiento y desarrollo económico, de las innovaciones tecnológicas, cambios institucionales e incluso a partir de la intervención de los economistas –ministros o consejeros económicos- con propuestas de políticas económicas basadas en una u otra teoría[1], en consecuencia, el objeto de la ciencia económica es mucho más variable que los fenómenos naturales, tanto así que la rama de “economía socialista” creada durante el siglo XX hoy está prácticamente desactivada. Actualmente, los cambios que influyen sobre el análisis económico y la formulación de teorías son la globalización económica y financiera, el cambio climático, las migraciones, la pobreza y la persistente desigualdad y su impredecible dinámica.
EL PARADIGMA ECONÓMICO, LA POLÍTICA Y LA ETICA
El paradigma actual de la economía, entendido como la comunidad de economistas que comparten la teoría económica y la economía política con epistemologías afines, está confrontada a dos grandes problemas: Por un lado, existe una discrepancia ideológica sobre el papel del mercado y el papel del estado, que desemboca en propuestas de “políticas económicas” distintas. Esta controversia es la que influye grandemente en la “política” pues existen dos grandes propuestas: la liberal/conservadora que apuesta por la estabilidad económica –baja inflación- y la social demócrata/socialista no comunista, que apuesta por el pleno empleo de los trabajadores y la redistribución. Obviamente, la política hoy depende mucho de la escuela económica que adopte un gobierno.
Por otro lado, las propuestas normativas, hechas a partir de la teoría, no siempre tienen el resultado esperado, pues el mundo económico y no económico se mueven dentro de marcos de incertidumbre, que a menudo desafían el carácter predictivo de las teorías existentes. En consecuencia, la economía no tiene todavía –aunque es poco probable que la tenga- la precisión que tiene la física o la química capaces de lanzar naves espaciales a otros planetas o de generar medicinas capaces de vencer enfermedades. Esta es su frontera con las ciencias y, es precisamente, ahí que comienza su carácter de ciencia social, es decir, aquella en la cual el observador economista es simultáneamente parte interesada de lo observado o más bien es sobre todo un actor social. Los economistas son, desde esta perspectiva actores sociales privilegiados y cuenta con cierto poder que no emerge del voto sino del lugar y la imagen que hemos creado en la sociedad y de la información económica y financiera que manejamos.
Siendo así, los fundamentos éticos de la ciencia económica son cruciales, pues la capacidad que tienen los economistas de influenciar en la política, en el comportamiento de las personas, en la cultura es bastante mayor que el de otros científicos sociales, en la medida que pueden influir en los precios, las inversiones, el ahorro, los cambios tecnológicos, que tienen efectos específicos y directos en la vida de las personas, en su bienestar y sobre todo en su libertad. El problema es que no siempre aciertan en sus recetas y resultados y esto hace que tengan una responsabilidad moral sobre sus actos y sus propuestas de política.
Sin embargo, uno se pregunta si el mundo estaría mejor sin los economistas y la respuesta es no, pues pese a que la disciplina económica no es una ciencia exacta, se ha llegado establecer algunas bases sólidas sobre el funcionamiento de la economía moderna, gracias a la contribución de decenas de economistas teóricos y empíricos, basta señalar, en primer lugar, el establecimiento de un sistema de estadísticas económicas y financieras a nivel de todos los países y a nivel mundial, que permite tomar decisiones y hacer el seguimiento del comportamiento de las economías nacionales y regionales, por otro lado hay una bien establecida teoría macroeconómica y amplia evidencia empírica que permite tomar decisiones lógicas e informadas, luego los métodos de medición y análisis empírico se han desarrollado enormemente con la ayuda de la informática, además, la teoría microeconómica aplicada a los negocios ha demostrado ser muy efectiva en la toma de decisiones de los distintos agentes económicos. Richard Stone Economista Inglés ganador del premio Nobel en 1984, solía afirmar: “Si hubiera más economistas el mundo sería un mejor lugar”, él fue el creador de la contabilidad social uno de los pilares de la gestión macroeconómica moderna. Sin embargo, es conocida la frase: “donde hay dos economistas hay tres opiniones”.
ECONOMIA E IDEOLOGIA
Por ello, la labor de los economistas se lleva a cabo con una tensión entre la teoría en la que uno cree y la responsabilidad ética que se tiene al aconsejar una u otra receta económica al estado, a una empresa o a un partido político. Es aquí donde aparece la ideología como elemento “subjetivo” pero al mismo tiempo necesario en la “acción económica”[2], que muchos economistas inconscientemente no la hacen explícita. Tomaré de Piketty[3] su definición positiva de ideología: “Es un conjunto de ideas y de discursos a priori plausibles con miras a describir cómo debería estructurarse la sociedad”(pp. 16, traducción nuestra) . En general, todo economista tiene una idea u opinión de cómo debería funcionar la economía, a partir de esta idea si es académico su teoría se verá influenciada por su ideología, sobre todo en el análisis de las “variables de comportamiento” es decir, de cómo cada persona se comporta para tomar decisiones de producción, de consumo, de ahorro o inversión. Pero si no es académico propondrá acciones económicas congruentes con su ideología. En ambos casos, hay una relación dialéctica entre la teoría y la práctica, que guía los pasos del economista. Obviamente, la ideología hace más social y más humana a la economía, pero al mismo tiempo la hace menos precisa y más sujeta al escrutinio y la deliberación pública.
Dentro de este contexto hay dos corrientes de economistas que se contraponen, pese a compartir en muchos casos las mismas teorías. Por un lado, los economistas para quienes el objetivo del análisis económico es la evolución de la producción, los ingresos, la inversión, la inflación, cuyos resultados se constituyen en fines en si mismos. Es decir, hay una fuerte orientación a que las metas económicas sean el incremento de las cosas hay una suerte de “cosismo” y se asume que si estas metas se cumplen las personas tendrán más empleo, más bienestar, más ingresos. Por otro lado, los economistas que proponen como objetivo el bienestar, la igualdad de oportunidades, el desarrollo de las personas, como metas de las políticas y de las acciones económicas, para lo cual es necesario el crecimiento del producto, la inversión, los ingresos. Obviamente, son dos puntos de vista ideológicamente contrapuestos, y que contraponen las cosas versus las personas como objetivo de la acción económica. Esta controversia se proyecta a la política, ya que las representaciones políticas asumen una u otra postura económico-ideológica, por ello podemos traer a la memoria aquella frase: “tras de todo político hay un economista muerto”. Es aquí, donde el debate se hace más político e ideológico que científico, lo que me permite concordar con Albert Hirschman, quien sostenía que la economía es una ciencia moral.
LOS ECONOMISTAS HOY
La formación de los economistas, más allá de las materias que aprenden, está muy relacionada con el tipo de país y sociedad en la que viven. Pese a las grandes tendencias hacia estandarización de los cursos y los contenidos de ellos y, pese al alto nivel de matematización de la disciplina, en cada país la formación de los economistas responde al mercado de trabajo. Por ello, los economistas que desean ir al sector privado o al sector público aspiran a bachilleratos, licencias y hasta maestrías, en cambio los que quieren tener una carrera académica o de investigación tienen que ir hasta el doctorado. En este nivel los economistas americanos se forman para convertirse en profesores universitarios, es decir, hay una especie de endogamia, en cambio en los países europeos muchos de ellos optan por la carrera pública o por la carrera política, en varios países europeos ha habido primeros ministros doctores en economía. Probablemente, esto se debe a la tradición estatista de Europa que, desde Napoleón, se creó escuelas y universidades para formar a los funcionarios públicos y a los políticos. Es decir, hay un objetivo social en la formación de estos economistas, mientras que en los Estados Unidos hay más bien un objetivo académico deliberado y, hasta cierto punto, una separación de los economistas académicos de la política. Es famosa la frase de Paul Samuelson –gran teórico de la economía neoclásica- que él nunca había pisado Washington ni quería hacerlo.
En América Latina los economistas, formados en las universidades nacionales, se parecen más a los economistas europeos, en la medida que se forman para ir al sector privado o público, algunos para hacer política, pero una parte de ellos tratan de obtener sus doctorados en universidades anglo-sajonas e incursionan en el mercado universitario americano, en las agencias multilaterales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, en las diferentes agencias de las Naciones Unidas o en el Banco Interamericano de Desarrollo. Las principales causas de este fenómeno son: de un lado la formación estandarizada que tienen, que les permiten alternar en los mercados internacionales de economistas y, de otro lado, las universidades latinoamericanas no constituyen todavía un mercado atractivo para los doctores en economía, entre otras razones porque durante mucho tiempo las universidades latinoamericanas han sido profesionalizantes y han tenido poca investigación y, sobre todo, mucho menores recursos públicos y privados para fomentar la investigación. Recién en las dos últimas décadas algunos países han dado un salto cualitativo y sus principales universidades son ahora también de investigación[4].
En todo caso, hay una importante movilidad de economistas latinoamericanos hacia el norte y una menor proporción vuelven a sus países de origen. Por el momento, hay una balanza negativa de economistas del sur, es decir la fuga de talentos aún no ha cambiado de tendencia. Quizás la globalización de las comunicaciones y las nuevas tecnologías informáticas ayuden a integrar a estos economistas y, quizás, se constituyan en puentes entre la academia de economistas del norte y la del sur, pero también se involucren en los problemas de nuestros países.
EL FUTURO DE LA ECONOMÍA Y DE LOS ECONOMISTAS
Pero el siglo XXI nos está mostrando que el capitalismo a nivel mundial está cambiando hacia rumbos inéditos como fruto de varios fenómenos que es bueno recordar: 1. La acumulación intensiva de capital físico y el incremento enorme del capital humano, que está llevando a niveles de riqueza global, nunca antes vistos. Paralelamente, la pobreza ha ido disminuyendo, pero no a la velocidad con que ha crecido la riqueza, razón por la cual ha rebrotado el problema de las desigualdades distributivas en todo el mundo[5]. Lo inédito es que las distancias entre pobres y ricos se han hecho mucho más amplias. 2. La investigación científica y tecnológica ha llevado a la denominada “cuarta revolución industrial” que más bien habría que decir la segunda revolución informática, que ha puesto a disposición de la población una serie de instrumentos que está cambiando no sólo la estructura de los mercados, las instituciones económicas y no económicas, sino también la cultura. La inteligencia artificial, big data, block chain, machine learning el internet de las cosas, las redes neuronales, han comenzado a cambiar la forma de producir, de comerciar, de investigar, de comunicarse e incluso de pensar. 3. Los sistemas políticos, que fueron funcionales al capitalismo de naciones-estado hasta finales de la segunda revolución industrial, están siendo cuestionados. Hoy con la globalización se hace cada vez más necesario algún nuevo sistema de gobernanza mundial, sobre todo en materia económica, financiera y ambiental. Creo que se requiere de un Estado mundial. En consecuencia, tanto la estructura de mercados, sobre las cuales se dan distintos niveles de regulación, requiere de nuevas instituciones y de nuevas miradas desde la economía. 4. Los evidentes cambios ambientales, que no pueden ser acometidos de manera individual por los países obligan a la integración de esfuerzos, a cambios en las matrices energéticas y, consecuentemente, a cambios en los procesos de crecimiento urbano e industrial. Estamos frente a un fenómeno que requiere de visiones económicas distintas, de modelos de crecimiento de muy largo plazo, en los cuales se debe incorporar el capital natural como la variable clave de la sobrevivencia humana en la tierra.
La economía como disciplina está incorporando todos estos fenómenos, pero de manera bastante lenta y no con mucho entusiasmo, entre otras razones porque a los fenómenos de corto plazo se les presta mayor atención pues están en función de intereses inmediatos, además, la frase de John M. Keynes “en el largo plazo no vivimos” se presenta como un obstáculo para problemas que requiere de soluciones de largo plazo, pero que deben comenzar hoy. Por ejemplo, para reducir las emisiones de carbono se requieren de nuevas tecnologías, que ciertamente encarecen los costos de producción y de consumo, lo que reduce las ganancias, en consecuencia, se establece se ha establecido un “trade off” entre mantener las ganancias de corto plazo versus asegurar la sostenibilidad ambiental futura. Problemas que requieren de enfoques teóricos y empíricos distintos a los vigentes. Los El hiper-consumismo que hoy es la esencia del capitalismo y contribuye claramente al calentamiento global. Los economistas estamos frente a estos desafíos.
Tengo la impresión que la economía y los economistas a inicios de los años 20 del siglo XXI estamos frente a la posibilidad de un cambio paradigmático, tanto en las teorías, las metodologías, como en la enseñanza e investigación. En las teorías será necesario crear modelos que transiten del corto al largo plazo y que incluyan los problemas ecológicos y ambientales, para que las propuestas de acción –políticas económicas o decisiones empresariales- interioricen la necesidad de reducir las tasas de ganancias a cambio de asegurar la sostenibilidad ambiental y, al mismo, tiempo mejorar los mecanismos redistributivos. En las metodologías, es imprescindible comenzar a incorporar la inteligencia artificial y las otras innovaciones informáticas[6] tanto en los procesos de investigación como en las propuestas de acción. En la enseñanza la incorporación de habilidades blandas, pero sobre todo de competencias específicas será imprescindible incorporar en los planes de estudios en todos los niveles de enseñanza. No cabe duda que el uso de big-data, block-chain y la programación informática deberá incluirse en los programas de enseñanza de la economía. Dentro de las habilidades blandas o soft-skills, el tema de la comunicación debe ser incorporado de manera decisiva, pues, por alguna razón cuando los economistas tratan de comunicar sus ideas no se hacen entender por la mayor parte de gente, no logran traducir en lenguaje fácil sus puntos de vista. El efecto es que se da la sensación que la economía es sólo para iniciados o que tras del lenguaje economista se oculta algo. Esta imagen es necesario revertirla. La investigación económica requiere de abrirse mucho más hacia otras interpretaciones, los economistas debemos incrementar la investigación multi e interdisciplinaria, pues los fenómenos a los cuales hacemos frente se presentan de manera multidimensional, por ejemplo se requiere de más relación con la ciencia política, para no sólo proponer “qué hacer” en políticas económicas y de desarrollo, sino también “cómo hacerlo”.
Finalmente, creo que vivimos tiempos excepcionales en los cuales la innovación y los cambio científico-tecnológicos nos han llevado a cumbres de desarrollo económico, social, político nunca antes vistas, que requieren de comprensión, análisis, interacción, humildad y ética para no terminar arrollados por nuestro propio progreso. Es necesario reciclar la economía y los economistas actuales y formar economistas para un mundo diferente en el que fuimos formados los economistas como el que suscribe este artículo.
Sin embargo, hay que señalar que hay varios temas que van a tener una importante influencia en los futuros economistas, IA, los temas psicológicos, la economía conductual, la incorporación del capital natural en el análisis, la globalización, la interdisciplinariedad frente a la creciente multi-dimensionalidad de los problemas que ha aumentado con la globalización.
Estos primero veinte años del siglo XXI se han vuelto muy confusos, muy contradictorios, hay más riqueza pero también hay más desigualdad, hay una tendencia a deshacer muchos avances importantes: la integración europea, la lucha contra el calentamiento global, la no proliferación de armas nucleares, el creciente racismo. Son de alguna manera años locos, que esperamos produzcan nuevos caminos económicos, sostenibilidad ambiental y mayor equidad. Los economistas deberíamos ser proactivos para lograr estos objetivos, es una responsabilidad moral.
Lima, verano 2020
Artículo publicado en: Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, UNIR, Madrid, junio2020.
[1] Las más célebres de estas teorías han sido la keynesiana que, a decir muchos, permitió la salida de la crisis de los años treinta el siglo pasado, y la teoría estructuralista/cepalina en América Latina que promovió el modelo de substitución de importaciones en los años 50 del siglo pasado.
[2][2] La acción económica es, en mi concepto, poner en la práctica lo que te aconseja tu teoría económica, tanto a nivel micro como macro económico.
[3] Thomas Piketty (2019): Capital et idéologie, Editions du Seuil, Paris.
[4] Brasil, Chile y México son los países en los cuales sus principales universidades comienza a aparecer en los rankings internacionales de calidad, entre las 200 mejores universidades del mundo. Otros países como Colombia, Argentina y Perú están avanzando en esta dirección.
[5]Según Piketty (op. Citada) señala que el número de mil-millonarios ha ido creciendo con gran rapidez mientras que los ingresos de las clases medias y de las pobres han tenido porcentajes mucho más bajos, lo que explica que el mundo es hoy mucho más desigual que en los años 50-80.
[6] Al parecer la inteligencia artificial puede comenzar a reemplazar algunas especialidades en la economía, notablemente la econometría. Es más algoritmos sofisticados podrían incluso desarrollas la teoría estadística y econométrica.