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La protección y defensa de los derechos del consumidor es en esencia una causa que requiere de
profesionales y en general de personas enfundadas en ropaje ético y entrañablemente humanístico. Es decir, personas con una nueva actitud vital frente al mundo, a la vida, a la sociedad, al mercado, a la economía y a la cultura. Con este afán vitalista se podrá afrontar los retos y desafíos de un mundo y de un mercado tan lleno de presiones crecientes y extendidas que desgarran a la vida y la salud hoy.