Archivo de la etiqueta: Virreinato

‘Máscaras, tretas y rodeos del discurso colonial en los Andes’

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Editor: Bernard Lavallé
Editorial: INSTITUTO FRANCÉS DE ESTUDIOS ANDINOS, INSTITUTO RIVA-AGÜERO
Año: 2005
Pág.: 246
Índice

Los autores
Presentación

Louise Bénat Tachot
“Yo soy el desventurado Gonzalo Pizarro”. El atrevido retrato de Gonzalo Pizarro en la Historia de las Indias de Francisco López de Gómara.
César Itier
Las cartas en quechua de Cotahuasi: el pensamiento político de un cacique de inicios del siglo XVII.
Pedro Guibovich Pérez
Hagiografía y política: las crónicas conventuales en el virreinato peruano.

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Sonia V. Rose
Petrarca en los Andes: la “Canción del Perú” de Enrique Garcés.
Jaime Valenzuela Márquez
Del orden moral al orden político. Contextos y estrategias del discurso eclesiástico en Santiago de Chile.
Carlos M. Gálvez Peña
Creerá el curioso lector lo que más le agrade. Giovanni Anello Oliva frente a la Conquista y a la Evengelización
Christophe Giudicelli
Pacificación y construcción discursiva de la frontera. El poder instituyente de la guerra en los confines del Imperio (siglos XVI-XVII)
Jacques Poloni-Simard
Los indios ante la justicia. El pleito como parte de la consolidación de la sociedad colonial.
Monique Alaperrine
Recurrencias y variaciones de la imagen del cacique
Rosemarie Terán Najas
Las identidades plebeyas como estrategias discursivas en el marco de la Rebelión de los Barrios de Quito, 1765
Luis Miguel Glave
La Ilustración y el pueblo: el “loco” Bernandino Tapia. Cambio y hegemonía cultural en los Andes al fin de la Colonia, Azángaro 1818 Sigue leyendo

‘La catástrofe demográfica andina. Perú 1520-1620’

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Autor: Noble David Cook
Editorial: PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ
Año: 2010
Pág.: 416

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Índice
Abreviaturas utilizadas en las notas
Prefacio
Prefacio a la edición en español
Bibliografía escogida posterior a 1981
Introducción: el problema en perspectiva

La población del Perú antes de la conquista
El enfoque ecológico
Población y arqueología
Tasas de despoblación
Estimados efectuados sobre la base de la organización social
Modelos de mortandad epidémica
Proyecciones de censos
Conclusiones

La catástrofe demográfica
Primer contacto: la costa norte
El centro del control hispano: la costa central
Enfermedades, terremotos y sequías: la costa sur
El área intermedia: la sierra norte
Minería y población en la sierra central
La cuna indígena: la sierra sur
El cuadro global

Apéndice. La población indígena peruana: estadísticas para los siglos XVI y XVII
Bibliografía
Lista de cuadros, figuras y mapas
Índice onomástico Sigue leyendo

‘La conquista negociada: guarangas, autoridades locales e imperio en Huaylas, Perú (1532-1610)

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Autora: Mariana Zuloaga Rada
Editorial: INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS, INSTITUTO FRANCÉS DE ESTUDIOS ANDINOS
Año: 2012
Pág.: 316

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Índice

Introducción
1. Las guarangas y la conquista
2. Las guarangas y las encomiendas (1532-1548)
3. Una época de transición: las guarangas y los corregimientos (1548-1570)
4. Las reducciones y las guarangas (1570-1580)
5. Las guarangas tras la reforma (I). Los efectos de la implantación de las reducciones en el sistema de poder local (1580-1590)
6. Las guarangas tras la reforma (II). Las reacciones a la reforma (1580-1610)

Epílogo
Bibliografía

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‘Lima en el siglo XVI’

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Coordinadora: Laura Gutiérrez Arbulú
Editorial: INSTITUTO RIVA-AGÜERO
Año: 2005
Pág.: 863

Índice
Presentación
Introucción
I. Marco geográfico y paisaje urbano

Tiempo de lomas. Calidades del medio ambiente y administración de recursos
Gilda Cogorno Ventura
La plaza, las plazas y las plazuelas: usos del espacio público
Gabriel Ramón Joffré
Las casas y los materiales de construcción
Juan D. Mogrovejo Rosales
La transformación hispana del espacio rural en un microvalle limeño: Surco
Omar Rojas Herrera

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II. Aspecto social
La población indígena
Teresa Vergara Ormeño
Los negros y la ciudad de Lima
Jesús Cosamalón Aguilar
El pan, el vino y otros negocios: aspectos laborales de la mujer
Ilana Aragón Noriega
Las modas limeñas
Ricardo Cantuarias Acosta

III. La vida cotidiana
< > menudistas y la vida cotidiana
César Mexicano Ramos
La protección de la salud
Miguel Rabí Chara
La frágil ciudad de los conquistadores. Movimientos sísmicos en Lima
Susy Sánchez Rodríguez

IV. Aspecto económico
Gremios
Francisco Quiroz Chueca
Las industrias
Susana Aldana Rivera
Lima, su moneda y su ceca
Juvenal Luque Luque

V. Aspecto político
Símbolos de poder en Lima. El escudo de armas, el pendón real y los arcos triunfales
Jéssica Aliaga Aliaga

VI. Aspecto religioso
Cofradías limeñas
Walter Vega Jácome
La Inquisición
Carlos Carcelén Reluz

VII. Aspecto cultural
La Universiad
Luis Dario Salcedo Okuma

Bibliografía
Los autores Sigue leyendo

‘Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza 1534-1598’

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Autora: María Rostworowski
Editorial: INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS
Año: 2011
Pág.: 177

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Contenido

Prólogo a esta edición
Introducción
1. Los asendientes maternos de doña Francisca
2. La sublevación de Manco II, el sitio de Los Reyes y la actitud de las mujeres indígenas
3. Pizarro se separa de dola Inés Huaylas Yupanqui y la cada con un español
4. Un juicio por hechicería en Los Reyes
5. Doña Inés Munóz y la infancia de doña Francisca
6. Las encomiendas de doña Francisca
7. Primer testamento de doña Francisca
8. El viaje a España
9. Hernando Pizarro
10. Isabel Mercado
11. Primer matrimonio
12. Los hijos
13. Segundo matrimonio
14. Los descendientes
15. Comparación entre la infancia de doña Francisca y la de Garcilaso de la Vega
16. Dos coetáneas
17. Recapitulación
Ilustraciones

Anexos
I Testamento de doña Francisca Pizarro
II Documento sobre los gastos efectuados durante el viaje a España
III Cuadro cronológico de la familia Pizarro

Documentos citados
Bibliografía Sigue leyendo

Resumen Antecedentes españoles e hispanoamericanos de las intendencias de Horst Pietschmann en Anuario de Estudios Americanos XL. Sevilla 1983

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Según la bibliografía que se ocupa de las intendencias españolas e hispanoamericanas desde el punto de vista institucional suele atribuir la implantación de este nuevo sistema administrativa una influencia por parte de Francia. No se puede dudar de que el establecimiento de intendencias en España bajo Felipe V responde a sugerencias de consejeros franceses como Berheyck y Orry; sin embargo, esta influencia de consejeros franceses no excluye la posibilidad de que la nueva institución enlace con determinados desarrollos institucionales en materia de administración que son propiamente españoles. Así, Horst Pietschmann tiene como objetivo replantearse no es la influencia política de Francia en la España de principios del siglo XVIII, que sin duda la hubo, sino el problema de la novedad institucional del sistema de intendencias además de despertar el interés por una serie de fenómenos institucionales poco estudiados hasta el momento.

Por más que las intendencias sean un reflejo del sistema paralelo francés, esto no implica que esta nueva institución no tenga antecedentes hispánicos. El querer negar éstos antecedentes significaría la afirmación implícita de que en España, durante un siglo a lo menos, no se hayan planteado necesidades paralelas de gobierno y administración como se plantearon en Francia. El replanteo que propone el autor parece necesario no solo por el hecho de que hasta la fecha en que se escribió el artículo no se había intentado ninguna comparación sistemática entre las intendencias españolas y francesas.

Una prueba de que bajo la monarquía borbónica hay mayor continuidad institucional de lo que generalmente se supone también en el campo de lo relacionado con las intendencias, se puede encontrar en el hecho de que aparentemente en varios casos solo se produjo un cambio de nomenclaturas, variando de nombre a determinados oficios cuyas atribuciones quedaron más o menos iguales. En el siglo XVIII, se sintió una continuidad entre el oficio de veedor general de ejército y el de intendentes de ejército y provincias, no considerándose al último como una novedad dado que poseían las mismas atribuciones. Así, una prueba más convincente, según el autor, entre veeduría de ejército e intendencia de ejército, la constituye el hecho de que en un texto legal de principios del siglo XVIII se encuentra que ambos términos son empleados de forma sinónima.

El autor considera importante el preguntarse a qué tipo de intendentes en concreto se asemeja el antiguo veedor del ejército. Y llega a encontrar tres tipos de intendentes. Empezando con el funcionario de menor jerarquía, se tiene al intendente de provincia que ejerce las cuatro causas de justicia, policía, hacienda y guerra y que es en realidad una fusión de dos oficios: corregidor o gobernador y el de intendente, por lo cual ejerce las causas de justicia y policía solo en su calidad de corregidor gobernador, siendo las otras dos privativas de su cargo de intendente.

En segundo lugar, se encuentra el intendente de ejército y real hacienda, quien tenía asignadas las causas de guerra y hacienda pero ejerciéndolas en calidad de superior a nivel de una provincia autónoma y que se encontraba yuxtapuesto a un capitán general. En tercer lugar, y con mayor rango se encuentra a los superintendentes de real hacienda, generalmente también con graduación de intendente de ejército y real hacienda pero de mayor rango político, que igualmente ejercen las dos causas de hacienda y guerra pero a nivel de un reino, actuando siempre al lado de un virrey, si no es el mismo virrey quien ejerce el cargo. Con lo antes expuesto, se puede concluir que el tipo de intendente que más se asemeja al veedor es el intendente de ejército y real hacienda.

Aparte de la estrecha relación entre determinados tipos de veedores y los intendentes de ejército y real hacienda, se encuentran también otros antecedentes que se remontan incluso hasta el siglo XVI. Esto ocurre con el mismo cargo de intendente a quien se encuentra, tanto en España como en América, con la denominación de superintendente. El origen del término y cargo de superintendente en España aún queda poco claro, aunque es probable que se empezara a introducir en España en la época de Carlos V.

Los casos que se han hallado no se refieren a un oficio concreto, sino más bien a una determinada forma de ejercer autoridad superior, ya que está visto que los virreyes no recibieron nombramiento formal de superintendente ni llevaban tal título antes de que se les confiriera ese cargo en 1751. Así, lo que aparentemente quieren decir las referencias es nada más que los virreyes ejercen la supervisión o inspección de ciertas materias administrativa que no son de incumbencia directa de sus cargos de gobernador, capitán general y presidente de la audiencia. Según Montesclaros, la “superintendencia universal” de toda la monarquía pero deja el despacho de los negocios corrientes a los organismos ordinarios de administración y solo en casos muy graves se entromete en los asuntos de los órganos administrativos concretos.

Al lado del significado de superintendencia, se encuentra ya muy tempranamente el cargo de superintendente en una serie de casos muy variados. El conde de Chinchón, virrey del Perú, comunica en 1640 que nombró un superintendente de correos y menciona un superintendente de penas de cámara y gastos de justicia. También los gobernadores realizaban semejantes nombramientos, como suelen, por lo visto, hacer los gobernadores del Paraguay en la segunda mitad del siglo XVIII. Desde la época de Carlos II, al parecer, estos nombramientos de superintendentes para los asuntos más variados se encuentran con mucha frecuencia y se generalizan ya en el siglo XVIII.

Como antecedentes más directos de las intendencias dieciochescas hay que considerar las superintendencias de real hacienda qu se introdujeron en el reinado de Carlos UII y que de forma muy escueta se mencionan en la literatura. Aparece en primer lugar en 1687 una superintendencia como órgano central de toda la administración de la real hacienda, institución cuyo establecimiento refiere el duque de Maura. Así, medio siglo antes de Campillo y Cossío se observa ya un programa destinado a procurar, mediante intervención estatal, la resurrección económica y fiscal de la monarquía. Es muy probable que este programa también sea inspiración francesa, pero responde, al mismo tiempo, a principios mercantilistas generalmente difundidos en Europa en aquella época.

En la parte meramente institucional se observan similitudes con los intendentes posteriores. Los nuevos funcionarios se subordinaron al consejo de hacienda, sin que se haga referencia a esta otra superintendencia de real hacienda creada pocos años antes como organismo central. Cada provincia tenía que dividirse en varios partidos en los cuales debía residir un administrador nombrado por el mismo superintendente y que tenía a su cargo la administración de las rentas en su partido. Si el intendente de ejército y real hacienda de los Borbones, en materia de asuntos militares, tenía un antecesor en el antiguo veedor de ejército, lo tiene en el campo de la real hacienda obviamente en el superintendente de real hacienda de 1691, cuando la Corona ordenó el establecimiento de 21 superintendencias de rentas reales en Castilla.

Si bien la estrecha relación entre estos superintendentes de rentas de 1691 y los posteriores intendentes de ejército y real hacienda y, más aún, los superintendentes de real hacienda del siglo XVIII, resulta perfectamente clara, cabe preguntarse si los otros también tienen algo en común con los intendentes del siglo XVIII. Aún sin poderlo probar en detalle, causa la impresión de que todos estos intendentes tienen un origen comisarial. A falta de estudios concretos, esta conclusión con respecto a los superintendentes del siglo XVII reviste desde luego un carácter previo o hipotético. Por otro lado, para los intendentes del siglo XVIII se puede demostrar este aspecto comisarial plenamente, a través de las ordenanzas que recibieron.

Si bien desde los superintendentes de rentas de 1691 todos los sucesores dieciochescos se crean ya con intención de que sean cargos definitivos, se nota una ambivalencia en sus deberes. Por un lado tienen encargos extraordinarios como todo comisario, por ejemplo tomar en administración tal o cual renta, poner nuevo sistema de recaudación o administración de intereses fiscales, etc. Por otro lado, se les encarga la administración ordinaria o rutinaria del ramo una vez cumplida la tarea extraordinaria inicial. Subsiste, permanentemente, el encargo extraordinario de fomentar la economía, infraestructura y población de la provincia mediante visitas regulares y disposiciones extraordinarias dirigidas a este fin.

Siendo cierta esta hipótesis, podía observarse en España un desarrollo paralelo al de Francia, en donde los intendentes también surgieron de unos comisarios reales preexistentes y en donde igualmente empezaron a aparecer hacia fines del siglo XVI intendentes o superintendentes de muy varia índole. Que en España no se haya producido ya en el siglo XVII este desarrollo ulterior de las intendencias, como ocurrió en Francia, se explica fácilmente si se toma en cuenta que en España no había mayor necesidad para dar este paso, porque mientras en Francia los gobernadores de provincia y muchos otros cargos administrativos se habían hecho venales, lo cual significó una merma de la influencia del rey, no había ocurrido tal fenómeno en España. Así que, políticamente no había necesidad de crear todo un nuevo sistema administrativo, sino que resultó suficiente crear nuevas comisiones para casos extraordinarios que se ofrecieron.

En resumen, se podrá decir que los intendentes españoles e hispanoamericanos del siglo XVIII, cuando ejercieron las cuatro causas de justicia, policía, hacienda y guerra, lo hacían en cuanto a justicia y policía solo en calidad de gobernadores o corregidores, no representaban, en este aspecto, ninguna novedad. Los intendentes de ejército y hacienda tuvieron como antecesores en lo militar a los antiguos veedores generales del ejército, con tal única diferencia que estos antecesores se encontraban solo en regiones donde había ejércitos acantonados. En el siglo XVIII se generalizaron poco a poco los nuevos intendentes. Los nuevos superintendentes de hacienda del siglo XVIII, finalmente, tienen varios antecesores en el siglo XVII y, además, como regla general, entroncan directamente con los diferentes tipos de superintendentes del siglo XVIII.

La causa de hacienda, ejercida por los intendentes de ejército y hacienda, tienen un antecedente inmediato en los superintendentes de rentas reales de 1691. Todo esto no implica que en el proceso de remodelación administrativa del siglo XVIII no hayan tenido influencia los consejeros de Felipe V. El sistema de intendentes españoles e hispanoamericanos siempre estuvo mucho más ajustado al sistema administrativo preexistente que los intendentes en Francia. Por esta razón no es conveniente fijarse únicamente en el nombre de estos funcionarios sino en las tareas que se les encargaron. Así, las reformas administrativas que llevaron a la introducción definitiva de estos funcionarios en el siglo XVIII parecen más un reajuste y una reorganización del sistema administrativo preexistente y no la introducción de un nuevo método de administración.

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Resumen de los capítulos 3 y 4 de Shaky colonialism. The 1746Earthquake-Tsunami in Lima, Peru, and its long aftermath (Charles Walker)

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El objetivo que se propone Charles Walker en el tercer y cuarto capítulo de Shaky colonialism… es proporcionar una visión detallada de la Ciudad de los Reyes hasta poco tiempo después del terremoto de 1746. Para esto, desarrolla en el tercer capítulo cómo ha ido cambiando Lima en el aspecto social, arquitectónico, racial y espacial desde su fundación hasta mediados del siglo XVIII. En el cuarto capítulo, desarrolla las medidas tomadas por el virrey Manso de Velasco, conde de Superunda, para la reconstrucción tras el terremoto.

Concluido el terremoto de 1746, el virrey Manso de Velasco lamentó la ruptura de la disposición precisa de la ciudad y la organización. No obstante, para las autoridades borbónicas como el virrey, Lima ya era inaceptablemente desordenada, incluso antes del terremoto. La geometría regular, el Palacio Municipal, la Iglesia, y otras instituciones han sido debilitadas por la complejidad racial de la ciudad, el consumo excesivo de la religiosidad barroca, y el poder acumulado por las órdenes mendicantes y de los jesuitas, así como de la élite de la ciudad. En la primera mitad del siglo XVIII, las autoridades intentaron hacer las ciudades españolas e hispanoamericanas más manejables, colocando a la Corona y a sus representantes de manera firme en el control. Sin embargo, el terremoto amenazó con anular estos esfuerzos, desatando la crueldad de la clase baja, la independencia de la clase alta, y la búsqueda de la Iglesia por papel aún más importante.

La población de la ciudad creció y se diversificó. Tres grupos principales, españoles, andinos y negros, poblaban el Perú. En los alrededores de Lima, “indio” podía referirse a un residente de El Cercado, un sirviente en la casa de un miembro de la élite, un pescador en las cercanías del Callao, un mercader de los andes cercanos o incluso a los indios nobles del Cuzco o de la misma Lima. A pesar de la existencia de vecindarios para ellos, estos no fueron segregados del resto de la población. Por otro lado, aproximadamente cien mil esclavos fueron traídos al Perú procedentes del África entre los siglos XVI y XIX, de los cuales alrededor del 40% terminaron en Lima.

Tan pronto como el siglo XVI, los hijos de los españoles e indias –mestizos- provocaron muchos debates acerca de cómo deberían ser clasificados en la jerarquía social. Por su parte, el siglo XVIII fue testigo de dos tendencias contradictorias. Por un lado, la creciente complejidad de la población de limeña y peruana y el paralelo declive de la noción de las tres naciones. La raza era solo un componente de la identidad. No solo la clase, género y edad moldean la idea de identidad, también lo hacía la familia, el vecindario, las cofradías y otras instituciones.

Sobre la arquitectura, el autor hace referencia que los constructores se basaron en la práctica prehispánica de usar materiales flexibles como el adobe, barro y cañas de bambú o de otra índole. Debido a la ausencia de lluvias, las casas poseían techos ligeros, lo cual es una importante explicación para el bajo índice de mortalidad durante el terremoto. Durante el siglo XVIII, especialmente luego del desastre de 1746, la quincha se convirtió en un elemento fundamental para todo tipo de viviendas.

La mañana siguiente del terremoto, la ciudad “despertó de cabeza”. Las pilas escombros y desechos hicieron difícil maniobrar por las calles, a lo que se sumaron ruidos terroríficos y repulsivos olores. Según Llano Zapata, “las paredes y balcones colapsaron, matando muchas personas y bloqueando las rutas de escape”. Muchos reportaron un gran daño en los edificios y monumentos por toda la ciudad. Entre los daños más resaltantes se encuentran los ocurridos a la Catedral. Las torres cayeron dentro de la nave, mientras que el techo había aplastado a más de cincuenta pacientes en el hospital de Santa Ana para los indios.

El número de víctimas que cobró el terremoto varían y las tabulaciones –en ese entonces como ahora- representan un reto. Manuel Silva y la Banda, un prominente abogado, estimó la cantidad víctimas entre 16 000 y 18 000. Por otro lado, el padre Lozano estimó 7 000 muertos en el Callao y solo 5 000 en Lima. Las epidemias que azotaron a la capital en los siguientes meses y años añadieron unos 4 000 decesos.
El cuarto capítulo, como ya se mencionó, se enfoca-básicamente-, en las medidas adoptadas por el virrey Manso de Velasco en los días y meses que siguieron al terremoto. A pesar de lo ocurrido, el virrey como sus confidentes raras veces comentaron las implicaciones del desastre a Madrid, y aún más raramente sobre los enfermos heridos, y el duelo. Horrorizado por lo que vio, el virrey trató reconstruir la capital y el puerto de manera que sean menos vulnerables a desastres naturales y a la agitación social.

Manso vio el terremoto como una oportunidad para racionalizar Lima a lo largo de las líneas que los Borbones y los absolutistas ilustrados en Europa se imponían en las ciudades de toda Europa y, en menor medida, en América. Queriendo crear una ciudad más estable, buscó cambiar la arquitectura de Lima y otorgarse mayor poder en los asuntos urbanos. Sin embargo, los conflictos respecto a la reconstrucción de Lima, dicen mucho acerca de por qué los reformadores Borbones tuvieron tantas dificultades implantando sus reformas militares, fiscales y sociales en la segunda mitad del siglo XVIII.

Es importante mencionar que el Cabildo de Lima, a ojos del virrey, resultó ineficiente durante la crisis del terremoto, reuniéndose solo nueve veces en todo el año de 1746 y solo dos veces luego del 28 de octubre. Sin embargo, el virrey poseía un importante aliado en Madrid, Don Cenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada. Ambos compartían la convicción de que más poder debía ser concedido al virrey para así mejorar el sistema administrativo español en sus dominios americanos.

Un dato curioso que se presenta es la manera en como Manso de Velasco ve el terremoto como un castigo proveniente de Dios. Para él, la vanidad de los habitantes de Lima, asó como sus despampanantes construcciones, habían molestado a Dios, quien había advertido a la ciudad de Lima con los terremotos de 1560, 1655 y 1687, pero la ciudad se había resistido a escuchar. Por otro lado, los puntos de vista del virrey sobre el terremoto muestran claramente la mentalidad de muchas autoridades borbónicas del siglo XVIII: el desprecio por el lujo de la clase alta, y el supuesto exceso de la Iglesia, sus edificios, fiestas, y el comportamiento de algunos miembros. Esta actitud muestra claramente el despotismo ilustrado.
Durante la reconstrucción, el virrey notó que muchas cases que se encontraban alrededor de la Plaza Mayor habían sido reconstruidas o reforzadas luego del terremoto de 1687. Su labor hubiese sido más sencilla de no haber recibo información contradictoria sobre el estado real de la ciudad. Muchos documentos describían la destrucción de edificios, casas de mercaderes y cuarteles, declarando que Lima había sido “completamente abandonada”.

Los días siguientes al terremoto, la Plaza Mayor estaba más desordenada de lo habitual. El virrey tomó las medidas necesarias para garantizar comida, la cual era la principal obligación, durante el siglo XVIII, de cualquier gobernante en Europa o América. Durante este tiempo, el precio del pan se elevó, causando sorpresivas revueltas que amenazaban el gobierno.

El virrey sufrió de muchos impedimentos para la reconstrucción de la capital, entre los cuales se encontraban las restricciones financieras. La reconstrucción de Lima y el Callao requerían una gran inversión, en el momento en que los centros de producción y distribución habían sido destruidos. Inmediatamente después del terremoto, el virrey llamó a un consejo de emergencia, la Junta de Tribunales, donde se un fondo proveniente de los corregidores para la reconstrucción de la ciudad. Por otro lado, Manso mejoró la recolección de la alcabala, casi duplicando sus ingresos. Los esfuerzos del virrey luego del terremoto confirman el papel central que los gobernantes modernos tenían en proveer recursos, un importante componente para mantener el orden. No obstante, las controversias económicas que se prolongaron durante años, sin embargo, no eran mucho más acerca de los presupuestos y los gastos como sobre la propiedad y el crédito.

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La defensa del Virreinato del Perú (siglos XVI-XVIII)

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La defensa de un territorio tan amplio como el que comprendía el Virreinato del Perú, demandó desde su creación, un amplio presupuesto de la Caja Real. Durante el siglo XVI, el presupuesto destinado a la defensa del naciente virreinato fue destinado a la conquista y colonización de los territorios sudamericanos por parte de los españoles. Por otro lado, las campañas emprendidas por el virrey Francisco de Toledo contra los incas de Vilcabamba fueron un amplio gasto para la Caja Real durante la década de 1570. Como último punto, y especialmente, el presupuesto de la defensa fue destinado a fijar las fronteras del naciente virreinato.

Para el siglo XVII, el gobierno virreinal tuvo que afrontar varios problemas referentes a la defensa del territorio provenientes, especialmente, de naciones extranjeras. El inicio de la colonización del territorio americano del norte, por parte de Inglaterra en 1620, significó un problema para la Corona española debido a la necesidad que tuvieron de crear nuevos espacios para proteger sus fronteras. Por otro lado, la Guerra de los Treinta años supuso un fuerte gasto para el Imperio Español, llevando al fin de la Unión Ibérica y al surgimiento de Holanda como una potencia marítima. Son las incursiones de piratas y corsarios holandeses e ingleses los que generan no solo un amplio gasto fiscal en defensa, especialmente de Lima, sino un temor en la población.

Sin embargo, es en el siglo XVIII donde se produce un mayor gasto en defensa. La Guerra de los Siete años (1756-1763), en la cual la España de los Borbones se vio directamente involucrada en sus fases iniciales también tuvo una repercusión para el Perú, dado que piratas y corsarios merodearon las costas del virreinato peruano. Es importante recalcar en este punto que con las reformas realizadas por los Borbones durante esta centuria, el territorio del Virreinato del Perú se ve reducido de una forma considerable, creándose, en 1739 el virreinato de Nueva Granada y en 1777 el Virreinato del Plata. Es durante esta centuria, que se produce el mayor levantamiento en la América española en los últimos 200 años, la Gran Rebelión de Túpac Amaru II.

Como es sabido, la Gran Rebelión afectó no solo al Sur Andino- en lo referente al comercio – sino también tuvo repercusión en la Caja Real de Lima debido a los grandes gastos que se generaron al tratar contenerla, llegando a elevarse a 1 551 432 pesos el gasto en defensa de 1780. Por otro lado, es en el último decenio del siglo XVIII cuando comienzan a vislumbrarse en el horizonte político y militar los tiempos “revueltos”, que habrán de alcanzar su máxima intensidad a partir de 1810.

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Las Corografías coloniales

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Las corografías coloniales son un tipo de descripción de una ciudad. Una fuente muy popular en España, también llegó al Perú, con las mismas convenciones, para exaltar las ciudades del virreinato. Entre las convenciones de las corografías, las cuales se encuentran en todas las redactadas, se encuentran: la descripción y ubicación de la ciudad, la flora, la fauna, la etimología e historia, interés comercial y el dar cuenta de que es una justa y bien gobernada república. Para la elaboración de las corografías, están muy presentes las exaltaciones y adjetivos superlativos, los cuales generan al lector la impresión de que la ciudad es un auténtico paraíso.

Entre los intereses de las corografías se encuentran el conocimiento de la ciudad que se está describiendo, su historia y etimología, la geografía, ubicación de pueblos o islas cercanas, la organización eclesiásticas y administrativa, la flora y fauna; y especialmente, la formación intelectual del autor. Por otro lado, las corografías también sirvieron para presentar posturas de las ciudades en conflicto. Así, el doctor Pedro Guibovich explica, en un artículo que se encuentra en el reciente libro editado por la doctora Cristina Mazzeo, el problema ocurrido entre el Cuzco y Lima por ser consideradas “la ciudad más principal de estos reinos del Perú”.

En este caso, la ciudad del Cuzco argumentaba su legitimidad al título por ser una ciudad más antigua que Lima y capital del desaparecido Tahuantinsuyo, además de poseer, e interpretar a su modo, un documento proveniente de España. Por otro lado, Lima argumentaba que era ella la capital del virreinato y por lo tanto, la más importante. Del mismo modo, Lima era importante porque en ella se encontraba el centro intelectual, representado en la Universidad, la imprenta y aún más importante, la sede del gobierno virreinal.

Si bien las corografías son una fuente importante para conocer la visión de la ciudad que se estaba describiendo, esta posee también algunas limitaciones. En primer lugar, se deben leer bajo las convenciones del género corográfico, debido a su subjetivismo y exaltación en la descripción. Si no se conocen las convenciones de este género, se puede caer en una mala interpretación de la fuente. Por otro lado, al momento de su lectura, es necesario que se le compare con otras fuentes del mismo género, ya sea de otros autores que describan otra ciudad, dado que pueden considerar aspectos negativos de otra ciudad con el propósito de elevar la suya.

La lectura de las corografías de una ciudad son leídas, principalmente, por los habitantes de dicha ciudad, con el fin de sentirse orgullosos, conocer su historia y demás características que se muestran en la fuente.

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La economía peruana en el siglo XVII

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La economía virreinal peruana, en el siglo XVII, pasa de ser una economía basada principalmente en la extracción y comercialización atlántica de la plata, principalmente la que provenía del cerro de Potosí, a una economía de carácter más local, a causa de la explotación de otros recursos naturales. Esto es lo que Kenneth Andrien en su libro Crisis y Decadencia. El Virreinato del Perú en el siglo XVII llama una “economía virreinal en transición”. Se explicará las principales causas que llevaron a este cambio en la economía virreinal en el Perú, así como sus efectos en la Península y en la economía local.

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Tras un largo período de extracción minera de plata, especialmente de Potosí, luego del gobierno del virrey Toledo, donde se comenzó la extracción de plata a gran escala, surgieron ciertas dificultades. Si bien el descubrimiento de la mina de Huancavelica, principal y única fuente de mercurio, necesario para el proceso de amalgamación o purificación de la plata, había traído grandes beneficios económicos a la extracción minera de plata en el Perú, en el siglo XVII era necesario realizar una excavación más profunda del cerro de Potosí para poder llegar a obtener el metal. No hay que olvidar que desde finales del siglo XVI, y principalmente en el siglo XVII, se descubrieron nuevos yacimientos de plata en el virreinato del Perú; sin embargo, estos no eran tan ricos como lo que se obtenía en Potosí.

Por otro lado, estaban los mineros. Las minas eran trabajadas por mano de obra mitaya, principalmente andina. Si bien los indios no volvían, o no querían volver luego de haber concluido su turno de trabajo, por preferir quedarse a vivir en Potosí para así poder trabajar recibiendo un salario, muchos otros indios le pagaban al minero para no trabajar, y con ese dinero pueda contratar a otro trabajador. El problema de esto, como lo presenta Andrien, es que muchas veces los mineros se quedaban con el dinero y no contrataban a otros indio. Así, un declive en la mano de obra también generó que la producción de plata decreciera un poco, especialmente en Potosí. Este decrecimiento se vio reflejado en lo que era enviado a la Corona, en un momento en el que ésta estaba en un proceso de consolidación de su poder en Europa y se encontraba enfrentada con Flandes, Italia e Inglaterra.

Otro motivo por el cual no se enviaba tanto dinero a la metrópoli es debido a que los funcionarios del virreinato optaban por mantener el dinero en el territorio, con el fin de mejorar la industria local y la extracción de nuevos recursos. Es asó que el siglo XVII fue un período donde la producción local tuvo una gran importancia, tanto para la Audiencia de Lima como para las demás audiencias.

Durante este siglo, se pasó de un comercio atlántico a un comercio más local. Se comenzó con la producción de vinos, trigo, textiles, entre otros productos. Es importante mencionar que el comercio con la ciudad de México no se detuvo por completo, pero sí decreció la frecuencia de este. Si bien la Audiencia de Lima y las demás audiencias comenzaron a tener una producción más diversificada, esto no significó que eran autosuficientes.

Esto se ve en dos ejemplos que muestra Andrien al respecto. El primer caso se ve cuando la Corona trata de imponer un impuesto mayor a la producción y la explotación de estos “nuevos” recursos naturales, llegando al rechazo de los funcionarios del virreinato debido a que no eran autosuficientes. El segundo caso es más notorio. Después del terremoto que destruyó Lima en 1687, la producción de trigo de dicha ciudad se vio muy afectada. Esto, en cierta medida, benefició a la Audiencia de Chile, quien no se vio tan afectada. La medida en que el terremoto llegó a beneficiar a dicha audiencia fue la posibilidad de un mayor comercio con Lima del trigo que esta producía, salvandola, según Andrien, (con esto podemos discrepar y se hablará en otra ocasión)
de la hambruna y posible destrucción.

Gracias al ejemplo anterior se puede ver la importancia de la economía diversificada que se estaba dando en América. De no haberse producido tal diversificación en la extracción y producción de nuevos recursos, crisis como las acaecidas luego de los terremotos del siglo XVII hubiesen sido más graves. Las nuevas actividades económicas, como el comercio local, ayudaron a que le virreinato del Perú, en parte, no se desmorone.

Para concluir, podemos mencionar que la diversificación de la economía virreinal se debió en parte a las nuevas complicaciones en la extracción de la plata y principalmente a la aparición de la explotación de nuevos recursos, como el trigo y el vino, y en su comercialización con los mercados locales. Así, la economía del virreinato pasa por un tránsito, del comercio atlántico con la metrópoli a un comercio de carácter local.

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