Defender todas las vidas, la dignidad humana: Nueva declaración de la Iglesia
7:00 p.m. | 10 abr 24 (ECC/AN).- Para la Iglesia, cada persona “creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús” es portadora de su propia “inalienable dignidad”. Este principio “es válido en cualquier estado o situación”. Sobre esa base se desarrolla la nueva declaración Dignitas infinita, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que trata algunas de las amenazas a la dignidad humana más urgentes hoy, como el aborto, la eutanasia, los abusos, la violencia contra la mujer, la pobreza, el trabajo de los migrantes, la teoría de género y la violencia digital.
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Tres capítulos ofrecen los fundamentos de las afirmaciones contenidas en el cuarto, dedicado a “algunas graves violaciones de la dignidad humana”: se trata de la declaración Dignitas infinita del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, un documento que conmemora el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y reafirma “lo imprescindible del concepto de dignidad de la persona humana en el seno de la antropología cristiana”.
La principal novedad del documento, fruto de cinco años de trabajo, es la inclusión de una serie de temas clave del magisterio pontificio reciente que flanquean a los bioéticos. En la lista “no exhaustiva” que se ofrece, entre las violaciones de la dignidad humana, junto al aborto, la eutanasia y la maternidad subrogada, aparecen la guerra, el drama de la pobreza y de los emigrantes, y la trata de seres humanos.
El nuevo texto contribuye así a superar la dicotomía que existe entre quienes se centran exclusivamente en la defensa de la vida naciente o moribunda olvidando tantos otros atentados contra la dignidad humana y, a la inversa, quienes se centran sólo en la defensa de los pobres y los emigrantes olvidando que la vida debe ser defendida desde la concepción hasta su fin natural.
Principios fundamentales
Las tres primeras partes de Dignitas infinita recuerdan los principios fundamentales. “La Iglesia, a la luz de la Revelación, reafirma y confirma absolutamente” la “dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús” (1). Una “dignidad inalienable” que corresponde a “la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural” (6) y es “un don recibido”, por lo que está presente “por ejemplo, en un niño no nacido, en una persona inconsciente, en un anciano en agonía” (9).
“La Iglesia proclama la igual dignidad de todos los seres humanos, independientemente de su condición de vida o de sus cualidades” (17) y lo hace basándose en la revelación bíblica: la mujer y el hombre han sido creados a imagen de Dios; Cristo al encarnarse “confirmó la dignidad del cuerpo y del alma” (19), y al resucitar nos reveló que “el aspecto más sublime de la dignidad del hombre consiste en su vocación a la comunión con Dios” (20).
El documento subraya el malentendido que representa la postura de quienes prefieren “dignidad personal” a la expresión “dignidad humana”, “porque entienden por persona sólo un ser capaz de razonar”. En consecuencia, afirman, “el niño no nacido no tendría dignidad personal, ni el anciano incapacitado, ni los discapacitados mentales. La Iglesia, por el contrario, insiste en que la dignidad de toda persona humana, precisamente por ser intrínseca, permanece más allá de toda circunstancia” (24). Además, afirma que “se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, como si hubiera que garantizar la capacidad de expresar y realizar cada preferencia individual o deseo subjetivo” (25).
“Graves violaciones” de la dignidad humana
A partir de esta premisa el documento señala en su parte final algunas “graves violaciones de la dignidad humana” en el contexto actual. Son 13 ámbitos en los que el propio papa Francisco pidió expresamente al Dicasterio para la Doctrina de la Fe “poner de relieve en el texto algunas temáticas estrechamente relacionadas con el tema de la dignidad, como por ejemplo el drama de la pobreza, la situación de los emigrantes, las violencias contra las mujeres, la trata de personas, la guerra y otros” (Presentación).
“Si algunos nacen en un país o en una familia donde tienen menos oportunidades de desarrollo -dice la declaración- hay que reconocer que eso está reñido con su dignidad, que es exactamente la misma que la de quienes nacen en una familia o en un país ricos” (37). Pero esta misma mirada lleva a la Iglesia a reiterar que el aborto es también una violación de la dignidad de la persona, como lo es la eutanasia, porque “no existen condiciones en ausencia de las cuales la vida humana deje de ser dignamente tal y pueda, por tanto, suprimirse” (52). Así como también es una grave violación de la dignidad humana la “cultura del descarte”, que margina “a quienes se encuentran en una condición de déficit físico o psíquico” (53).
Otro de los posibles equívocos que aborda el documento es la “teoría de género”. Por un lado, el texto vaticano sostiene que “se debe denunciar como contrario a la dignidad humana el hecho de que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas únicamente por su orientación sexual” (55). Al mismo tiempo, sin embargo, rechaza “la reivindicación de nuevos derechos” planteados a partir del oscurecimiento de la “referencia a la evidente diferencia sexual entre hombres y mujeres” (59).
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