El Papa y la historia: No a una visión muy angelical de la Iglesia

11:00 a.m. | 6 dic 24 (VTN).- En una carta sobre el estudio de la historia de la Iglesia, el Papa advierte que, si solo los medios, redes sociales o políticos juzgan los “momentos horrendos”, siempre estaremos expuestos “al ímpetu irracional de la ira o la emoción”. Pide que la historia sea respetada y “estudiada tal como es”. Para eso, llamó a una renovación de las disciplinas históricas que promueva una sensibilidad para aprender de los errores, asumir los hechos en su contexto y valorar el vínculo con las generaciones anteriores.

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Cuentan que San Felipe Neri le decía a su amigo Cesare Baronio, fundador de la historiografía católica: ven al menos una vez al mes a enseñar la historia de la Iglesia a nuestros alumnos porque no la conocen, y si no conoces la historia llegarás a no conocer la fe. Este énfasis en el estudio de la historia está más vigente que nunca, y la Carta publicada por el papa Francisco lo deja muy claro. Como en la anterior Carta del pasado mes de agosto, dedicada a la importancia de la literatura, el Sucesor de Pedro habla, ante todo, a los sacerdotes pensando en su formación, pero pone el foco en un tema que no sólo les interesa a ellos.

Estudiar la historia de la Iglesia es un modo de conservar la memoria y construir el futuro. Y es la mejor manera de interpretar la realidad que nos rodea. Educar a las jóvenes generaciones a profundizar en el conocimiento del pasado, a no fiarse de eslóganes simplificadores, a navegar en el laberinto de millones de “noticias” a menudo falsas o, en todo caso, tendenciosas e incompletas, es una misión que nos concierne a todos. Las palabras de San Felipe Neri insisten en el vínculo peculiar de la fe cristiana con la historia.

La encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios es un acontecimiento que dividió la historia humana en dos -entre un antes y un después-. La fe católica no es ante todo idea, filosofía, moral, sino relación, vida, concreción, historia. Somos cristianos gracias a un testimonio que se ha transmitido de madre a hijo, de padre a hija, de abuelos a nietos. Y remontando esta cadena llegamos a los primeros testigos, los apóstoles, que compartieron, día tras día, toda la vida pública de Jesús.

Este amor por la historia, acompañado de la mirada de la fe, hace mirar con atención incluso las páginas menos nobles y más oscuras del pasado de la Iglesia. “Estudien sin prejuicios, porque la Iglesia no tiene necesidad de mentiras, sino sólo de verdades”, dijo León XIII al inaugurar en 1889 el entonces Archivo Secreto Vaticano.

Por supuesto, ahondar en la historia nos pone en contacto con las “manchas” y las “arrugas” del pasado. Francisco explica que “la historia de la Iglesia nos ayuda a mirar a la Iglesia real para poder amar a la que realmente existe y que ha aprendido y sigue aprendiendo de sus errores y caídas. Reconocerse a sí misma incluso en sus momentos oscuros la hace capaz de comprender “las manchas y las heridas” del mundo de hoy.

La mirada del Papa se aleja, por tanto, de cualquier preocupación apologética, tendente a presentar una realidad edulcorada; así como de las tendencias ideológicas que, por el contrario, presentan a la Iglesia como un pozo negro de malhechores. En realidad, una Iglesia que realmente sabe afrontar cada arruga de su pasado tiene más posibilidades de permanecer humilde porque es consciente de que es el Señor quien salva a la humanidad, y no las estrategias de marketing pastoral o el protagonismo de tal o cual personaje de moda.

LEER. Conferencia de prensa de presentación de la Carta

El Papa: Estudiar la historia para construir un futuro fraterno

La historia de la Iglesia debe ser amada y estudiada como una madre, “tal como es”. Esta historia, a menudo impulsada por “nombres problemáticos”, debe contarse sin olvidos, omisiones ni simplificaciones, para no ceder a las influencias de “ideologías de distintos colores” capaces de aniquilar “todo lo que se diferente”. El papa Francisco ha publicado una carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia para ayudar a los sacerdotes a “interpretar mejor la realidad social”, especialmente con vistas a la formación de nuevos sacerdotes y agentes de pastoral.

La esperanza del Pontífice es que, a través de este estudio -porque es estudio y no “parloteo” o “resúmenes de Internet”-, podamos llegar a “opciones valientes y fuertes” que, alimentadas por “la investigación, el conocimiento y el compartir”, respondan a los “estribillos paralizantes del consumismo cultural”.


Cultivar el vínculo con generaciones previas, con la ética

Sin dejar de reconocer la atención que los sacerdotes dedican al estudio de la historia de la Iglesia, Francisco comenzó pidiendo que se cultive en los jóvenes estudiantes de teología “una real sensibilidad histórica”. Es decir, una “clara familiaridad con la dimensión histórica propia del ser humano (…) nadie puede saber verdaderamente quién es y qué pretende ser mañana sin nutrir el vínculo que lo une con las generaciones que lo preceden”.

El estudio, en la visión del Papa, mantiene encendida “la llama de la conciencia colectiva”, desprendiéndose de las memorias individuales ligadas “al propio interés o a las propias emociones, sin un verdadero nexo con la comunidad humana y eclesial” en la que estamos viviendo. “Es así como se logra entablar una relación con la realidad que llama a la responsabilidad ética, al compartir, a la solidaridad”.


Ideologías que destruyen a quien es diferente

Francisco cita a un teólogo francés que decía que el estudio de la historia “nos protege del monofisismo eclesiológico”, es decir, de una “concepción demasiado angelical de la Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas”. Y a la Iglesia, como a una madre, hay que amarla tal como es; si no, no la amamos en absoluto, o amamos sólo un fantasma de nuestra imaginación. “Esta Iglesia que, también en sus momentos más oscuros, se reconoce a sí misma y es capaz de comprender las manchas y las heridas del mundo en el que vive”.

La exhortación apostólica postsinodal Christus vivit ya contenía una invitación a desconfiar de quienes proponen “ignorar” el pasado y no recojer la experiencia de los mayores: “Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones”.

Para comprender la realidad –señala el Papa- es necesario encuadrarla en la diacronía, allí donde la tendencia predominante es apoyarse en lecturas de los fenómenos que los equiparan en la sincronía, es decir, en una especie de presente sin pasado. Tal perspectiva, señala el Papa, es urgente para contrarrestar “la supresión del pasado y de la historia o de los relatos históricos tendenciosos”.

“Entonces todo se vuelve aún peor si pensamos en historias cuidadosa y secretamente prefabricadas que sirven para construir relatos ad hoc, relatos de identidad y relatos de exclusión”.

Sin embargo, el estudio de la realidad, pasada o presente, no debe ceder a “simplificaciones ingenuas y peligrosas”. Si el juicio sobre “momentos horrendos” y “personas muy oscuras” se delega a través de “los medios de comunicación, las redes sociales o solo por interés político, siempre estaremos expuestos al ímpetu irracional de la ira o la emoción”. Al final, como se dice, “una cosa fuera de contexto sirve sólo de pretexto”.


La historia de la Iglesia, entre verdad y nombres “problemáticos”

Francisco menciona la genealogía de Jesús, narrada en el Evangelio de Mateo, que “se basa en la historia verdadera, en la que hay presentes algunos nombres, por así decirlo, problemáticos”. Del mismo modo, la Iglesia no ignora que, entre sus miembros, tanto clérigos como laicos, ha habido quienes no fueron fieles al Espíritu de Dios: “Dejando a un lado el juicio de la historia sobre estas deficiencias, debemos, sin embargo, tener conciencia de ellas y combatirlas con máxima energía para que no dañen a la difusión del Evangelio”.

El Papa insta a no “invitar al olvidar”. Acontecimientos como la Shoah, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y tantas otras plagas “que nos avergüenzan de ser humanos”. Recuerdos que hay que rememorar “sin cansarnos ni anestesiarnos (…) es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante (…) ¡No, por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa”.


Pasión e compromiso en el estudio

El estudio de la historia de la Iglesia, prosigue el Papa, no debe limitarse a un “enfoque meramente cronológico” o a un “un reduccionismo generalizado” incapaz de dialogar “con la realidad viva”. Francisco subraya también la importancia de educar a los estudiantes en la correcta investigación de las fuentes, para convertir el aprendizaje en “pasión y compromiso”. Es necesario dar testimonio de quienes “no han podido hacer oír su voz” a lo largo de la historia. Entre ellos, el Papa invita a sacar a la luz las experiencias del martirio: “Precisamente donde la Iglesia no ha triunfado a los ojos del mundo es cuando ha alcanzado su mayor belleza”.

“Estamos hablando de estudio, no de parloteo, de lecturas superficiales, del ‘cortar y pegar’ de resúmenes de Internet”, concluye Francisco. Es necesario “hacerse preguntas” dirigidas a encontrar “el sentido de la vida” para no “ser anestesiado por la banalidad”: Esta es la gran tarea: “responder a los estribillos paralizantes del consumismo cultural con opciones dinámicas y fuertes, con la investigación, el conocimiento y el compartir”.

LEER. Carta completa “Sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia”

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Fuentes

Vatican News (2) / Foto: Vatican Media – Reuters

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