No, la Agenda 2030 no es “anticatólica”

8:00 a.m. | 19 abr 24 (RVN).- Algunos sectores eclesiales descalifican la Agenda 2030. Hay que recordar que esta iniciativa se fundamenta en el desarrollo sostenible, bajo un acuerdo y respaldo de la gran mayoría de países, y tiene prioridades: el derecho al agua, a la soberanía alimentaria y a la vivienda adecuada, así como la conciencia del trabajo decente, de la salud mental, de la emergencia climática, entre otros. Salvo diferencias puntuales en ciertos planteamientos, es importante encontrar en las metas de la Agenda 2030 sus vínculos con lo católico y descubrir que son prioridad para la Iglesia.

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“Trampa” al servicio del “globalismo”, instrumento para acelerar la implementación del “nuevo orden mundial” en el que campen a sus anchas “la ideología de género” y un ecologismo con “carga ideológica”. Estos son algunos de los prejuicios que, en determinados ámbitos eclesiales, se achacan a la Agenda 2030. Una palabra y una fecha que, citadas conjuntamente, a modo de término, despiertan fobias desatadas.

Pero, si concretamos más allá del lema, nos encontramos con que estamos ante la Agenda sobre el Desarrollo Sostenible que, en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) del 25 de septiembre de 2015, salió adelante como principal fruto de un acuerdo multilateral en el que la inmensa mayoría de países del planeta se comprometen a conseguir, para el conjunto de la humanidad, 17 grandes objetivos en un plazo de 15 años. Fines, todos ellos, que se encarnan en 169 metas específicas.

Tal respuesta humanitaria es herencia directa de los Objetivos del Milenio (ODM). Fijados en el año 2000, también gracias al acuerdo global de 189 países en el seno de la ONU, debían haberse culminado en 2015. Pero, cuando llegó esa fecha y sus fines estaban muy lejos de lo soñado, se amplió el plazo otros 15 años. Así, organizándose la Agenda 2030 en torno a lo que ahora se llaman Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), nos encontramos ante un propósito básico por el que el hombre se compromete a poner fin a la pobreza, alcanzar el hambre cero, defender la igualdad de género, apoyar el trabajo decente, apostar por un modelo de producción y consumo que apoye la justicia climática u ofrecer a todos los ciudadanos un acceso real a la educación o a la sanidad.

Lamentablemente, a solo seis años de cumplirse el plazo establecido, no parece que vayan a cumplirse todas las 169 metas con la docilidad esperable. Esto no significa que haya que tirar la toalla antes de tiempo. La Iglesia, lo mismo desde Roma que a través de los colegios o de sus plataformas sociales de cooperación y desarrollo, está arrimando el hombro para sensibilizar y trabajar en favor de estos desafíos que respiran varios de los encargos que emanan de las bienaventuranzas. Eso sí, se apoyan y se desarrollan por la comunidad cristiana con el estilo de Jesús de Nazaret.


Camino compartido con la Iglesia

En un contexto internacional tan turbulento y convulso como el actual, además de las guerras y conflictos, nos encontramos con que un tercio de la humanidad sigue viviendo en inseguridad alimentaria y sin acceso al agua potable, casi mil millones viven pobreza extrema, las desigualdades han aumentado y millones de migrantes y refugiados se juegan la vida huyendo de la miseria, el cambio climático o las persecuciones injustas.

Desde esta humanidad compartida y herida, es necesario volver la mirada a los proyectos comunes construidos entre todos, que orienten el camino, que generen paz, esperanza y un futuro común. Ahí cobran su relevancia los acuerdos construidos “entre nosotros, los pueblos”, reunidos en Naciones Unidas en 2015. El fundamental, por ser más integral, es la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, reforzado además por la Agenda de Acción de Addis Abeba de Financiación del Desarrollo y el Acuerdo de Cambio Climático de París.


No juzgar de oídas

¿Qué propone la Agenda 2030? ¿Por qué crea polémica en algunos sectores de la Iglesia? Lo primero y principal es leer el texto original. No se puede juzgar de oídas. Como diría Kant, debemos asumir nuestra mayoría de edad, pensar con espíritu crítico y por nosotros mismos. El texto original “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” es la Resolución de la Asamblea General A/RES/1/70.

La Agenda se estructura en un preámbulo y cuatro partes: declaración política; los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los medios de implementación y el sistema de seguimiento. El preámbulo empieza reafirmando la Carta ONU, por la que “nosotros los pueblos” nos damos esta agenda. Naciones Unidas no es un ente abstracto. Son todos los Estados miembros los que aprueban, en este caso por consenso, esta Agenda. Y lo hacen tras un proceso de negociación abierto y participativo de tres años, como nunca antes en la historia. Todos los países pudieron participar con voz propia y en igualdad de condiciones. Entre los participantes está la Santa Sede, que mantuvo en todo momento una posición muy activa y coherente con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.

El preámbulo enmarca los fines de esta Agenda de desarrollo: la dignidad de las personas en el centro, la protección del planeta, la generación de la prosperidad compartida, la paz basada en la justicia, y esto solo puede lograrse entre todos. La declaración política está muy reforzada por un enfoque de derechos humanos e incluye una visión del desarrollo humano y sostenible, donde la dignidad de las personas es central, y donde no se dejará a nadie atrás. Para que no quede en buenas intenciones se concreta en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen las tres dimensiones: social, económica y ambiental. Estos objetivos, aterrizan todavía más en 8-10 metas cada uno, haciendo un total de 169 metas y 231 indicadores para poder medir su evolución y cumplimiento anualmente.


Un equilibrio muy fino

Cualquier negociación de Naciones Unidas se consigue aprobar con un equilibrio muy fino; hasta que todo no está negociado y aprobado, nada está aprobado. Por lo tanto, la negociación es muy complicada. Es necesario un gran esfuerzo por parte de todos los Estados para lograr avances tan importantes en metas como la multidimensionalidad de la pobreza, el hambre cero, el enfoque de derecho humano al agua, la educación de calidad para toda la vida o la salud universal. Además, se incluyeron objetivos muy transformadores como la producción y el consumo responsable o las ciudades sostenibles. Y, finalmente, se tuvo en cuenta a nuestra “casa común”, es decir, la protección de la biodiversidad marina y terrestre, los océanos y la lucha contra el cambio climático.

En total coherencia con el papa Francisco, somos custodios y no dueños de nuestra “casa común” y debemos pensar en las generaciones futuras. Este equilibrio global y este acuerdo se lograron por unanimidad de todos los Estados miembros, y se aprobó en la Cumbre de Desarrollo Sostenible, que se inició con el discurso del papa Francisco en la Asamblea General de la ONU, el 25 de septiembre de 2015, afirmando que “la Agenda es una importante señal de esperanza”.


La posición de la Santa Sede

Es cierto que, para llegar a este acuerdo, en algunos temas complejos se utiliza un lenguaje ya consensuado anteriormente, que juega con cierta ambigüedad diplomática. Esto sucede con casi todos los acuerdos de Naciones Unidas y es lo que permite avanzar, cerrar negociaciones y dejar abierto a que sea cada país cómo lo van a interpretar y aterrizar en sus territorios. Ahí es donde la Santa Sede presentó su propia posición en 2016, para aclarar cómo lo interpreta la Iglesia, para inspirar a los países en su implementación y para no dejar lugar a ninguna ambigüedad.

Este es otro documento imprescindible: “Nota de la Santa Sede relativa a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, presentada en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2016 (Resolución A/71/430). En ella se reafirma el respaldo a la Agenda y se explica la posición de la Iglesia en temas tan importantes como el respeto a la vida, la centralidad de la persona, el concepto de dignidad humana, la promoción de las mujeres y los hombres, la salud, los derechos y deberes de la familia, la libertad de religión o el desarrollo humano integral.


En consonancia con el magisterio papal

La Iglesia apoya la Agenda 2030 porque es básicamente una agenda de lucha contra la pobreza y las desigualdades, de desarrollo humano y sostenible, donde la dignidad el ser humano es central y donde nadie se quedará atrás. Es un eslabón más en la promoción de la cultura del encuentro de Francisco, la caridad en la verdad de Benedicto XVI, la civilización del amor de san Juan Pablo II y el desarrollo integral y de los pueblos de san Pablo VI. Este es el camino a seguir.

Ahora son 17 ODS, pero va mucho más allá de ellos y de 2030, porque es un camino compartido, también por la Iglesia, porque es el camino de la dignidad. Combatir la cultura de la indiferencia, hacerse cargo del prójimo, del pobre, del inmigrante, del anciano. En definitiva, se trata de generar capacidades que permitan vivir una vida en condiciones dignas y de generar procesos de desarrollo integral, humano y sostenible que permitan ilusionar de nuevo a la humanidad en proyectos comunes, compartidos y generadores de esperanza.

VIDEO. Discurso completo del papa Francisco en Naciones Unidas (Set. 2015)

Los cinco “puntos calientes” de la Agenda 2030 ante la doctrina católica

Con el fin de poner la lupa en los argumentos de quienes defienden que la Agenda 2030 es “anticatólica”, acudimos a los puntos, a su juicio, más críticos:

Ecología

El ODS 13 reclama “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”. Los negacionistas católicos del deterioro del planeta creen que el fin último de este propósito es “divinizar la Tierra y desplazar a Dios”. Francisco, en ‘Laudato si’’, ‘Laudate deum’ o en sus múltiples intervenciones sobre la cuestión (incluido su mensaje en la reciente Cumbre del Clima de Dubái, a la que al final no pudo ir por motivos de salud), defiende que el hombre ha sido señalado por Dios para “cuidar” la creación y no para “esclavizarla”.

Además de compartir con la Agenda 2030 la denuncia de que “la crisis climática no va a parar” si “la comunidad internacional rehúye el compromiso necesario para revertirla”, el Papa clama constantemente contra la “injusticia climática”; esto es, las naciones más pobres, y por tanto menos responsables del consumo acelerado que provoca el calentamiento global, son las que más sufren sus consecuencias.


Soberanía nacional y “globalismo”

Los detractores de la Agenda 2030 argumentan que esta se impone de un modo uniforme sobre la soberanía de cada nación, pero, más allá del compromiso ante la comunidad internacional por promover todos los derechos humanos suscritos en el acuerdo, cada Estado decide en última instancia sobre sus políticas internas, prevaleciendo siempre sus propias constituciones u ordenamientos jurídicos. Clara muestra de ello es que la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se aprobaron en 2015 tras no cumplirse, precisamente, con los Objetivos del Milenio (ODM), fijados en el año 2000.

A nivel eclesial, Francisco defiende constantemente la “diversidad” de las naciones. El pasado 3 de julio, en un discurso a la FAO, reiteró a la agencia de la ONU que promueve la alimentación y la cultura, que “debemos ser muy cuidadosos y respetuosos con las comunidades locales, con la diversidad cultural y las especificidades tradicionales, que no pueden alterarse ni destruirse en nombre de una idea miope de progreso que, en realidad, corre el riesgo de convertirse en sinónimo de colonización ideológica”.


Aborto y anticonceptivos

Del ODS 5, que busca “la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas”, emanan nueve metras concretas. La 5.6, la que más críticas levanta en algunos ambientes católicos, pide “asegurar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos”. Algo que también se apunta en el ODS 3 y, concretamente, en la meta 3.7, donde se defiende “la planificación de la familia”. La Santa Sede, cuando en 2016, tras respaldar el acuerdo, expresó sus “reservas”, estas se centraron en el hecho de que, aunque no se citan expresamente, se entiende que se validan el aborto y el uso de los anticonceptivos, sobre los que la Iglesia es clara en su rechazo. Otra cosa es que, como ya se ha comentado, cada Estado mantiene su soberanía nacional y, de hecho, muchos cuentan con legislaciones restrictivas en este sentido.


Elección del género

Esa mención del “empoderamiento”, que se da “a todos los niveles”, para algunos se refleja en una validación de la elección del género, básica en la llamada ideología de género. Pero también aquí hay matices. Y es que, aunque en la Iglesia, la transexualidad, como la homosexualidad, no son prácticas aceptadas, Francisco pide no rechazar a la persona y poner en el centro su dignidad.


Migración

En determinados ambientes críticos, la Agenda 2030 es una especie de luz verde para los migrantes. Pero, tal y como se plantea en los ODS 1, 2 y 16, que tratan que hacer frente a la pobreza y el hambre, buscando la paz, la justicia e instituciones sólidas, se trata precisamente de fortalecer el derecho a no emigrar.

¿Cómo? Siguiendo muchas de las metas concretas, como las que reclaman “garantizar una movilización importante de recursos procedentes de diversas fuentes, incluso mediante la mejora de la cooperación para el desarrollo, a fin de proporcionar medios suficientes y previsibles para los países en desarrollo” (1.a); “poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños” (16.2); “promover el estado de derecho en los planos nacional e internacional y garantizar la igualdad de acceso a la justicia para todos” (16.3) “reducir significativamente las corrientes financieras y de armas ilícitas” (16.4) o “crear a todos los niveles instituciones eficaces y transparentes que rindan cuentas” (16.6). Todas estas buenas prácticas son defendidas en el magisterio eclesial.

VIDEO. DW Verifica la Agenda 2030


VIDEO. La Agenda 2030 y su desarrollo en el magisterio del papa Francisco

Información adicional
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Fuentes

Revista Vida Nueva (2, 3) / Videos: Univisión – DW Español – Canal Youtube GSV / Imagen: UNESCO Etxea

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