Paradigma de la realpolitik: Cardenal Consalvi
4:00 p.m. | 7 feb 24 (AO/OM).- Se han cumplido 200 años de la muerte del cardenal Ercole Consalvi, secretario de Estado Vaticano durante la convulsionada época de inicios del siglo XIX. Su práctica diplomática destacó por saber adaptarse a la realidad de los tiempos sin perder el camino del Evangelio. Lidió con la presión de Napoleón y consiguió que la Santa Sede recupere espacio en el posterior Congreso de Viena (1815). En un evento vaticano que conmemora el trabajo de Consalvi, se le reconoció como “modelo de la realpolitik de la Santa Sede” y se reflexionó sobre su aporte para problemáticas actuales.
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El cardenal que forjó la diplomacia vaticana
No se puede asimilar del todo el realismo diplomático de la Santa Sede si no se dirige la mirada al pasado, hacia un gran protagonista de la historia de las relaciones de la Iglesia como fue Ercole Consalvi. El cardenal Consalvi, que nunca fue ordenado sacerdote, encarnó en su época una diplomacia sagaz, concreta y real, que supo adaptarse a los tiempos espinosos de los ataques de Napoleón y luego a la dureza de la Restauración tras la caída del emperador.
Murió en 1824. Han pasado dos siglos, pero su figura y su obra siguen muy presentes. Tanto, que los días 22 y 23 de enero el Vaticano fue el escenario de un congreso con el título “El cardenal Ercole Consalvi. Un diplomático en tiempos tormentosos (1757 – 1824)”, organizado por la Secretaría de Estado y el Pontificio Comité para las Ciencias Históricas. Además, el 24 de enero, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Parolin, honró su legado en dos actos. El hecho de que el secretario de Estado del Vaticano no solo estuviera presente en los panegíricos, sino que abriera con su discurso el congreso, da la medida de hasta qué punto la herencia de Consalvi sigue viva en la doctrina diplomática de la Santa Sede.
Protagonista de una carrera política excepcional y de una rara finura estratégica -como le han calificado algunos expertos en este cardenal-, Ercole Consalvi nació en Roma el 8 de junio de 1757, hijo del marqués Giuseppe di Tuscania y de Claudia dei Conti Carandini. Tras estudiar en la Academia de Nobles Eclesiásticos de Roma, su carrera en la Santa Sede comenzó coordinando como secretario el cónclave abierto en Venecia el 30 de noviembre de 1799, en el que fue elegido Pío VII tras la muerte de su predecesor, prisionero de Napoleón.
Más tarde, bajo el pontificado de Pío VII Chiaramonti, fue nombrado prosecretario de Estado y después secretario de estado en 1800, a pesar de ser sólo un simple prelado. Eran tiempos alambicados: la Iglesia estaba siendo atacada, los levantamientos revolucionarios se extendían por todo el mundo y el propio papado no gozaba de buena salud. Consalvi consiguió negociar un Concordato con Francia en 1801, resistió a las presiones napoleónicas en política exterior, restableció el prestigio de la Santa Sede y logró volver a colocar a la Iglesia en el centro de la diplomacia internacional en el Congreso de Viena. Todo ello en medio de complicadas vicisitudes profesionales.
Dos veces secretario de Estado
En el congreso, Parolin destacó que Consalvi fue capaz de aceptar “el mundo surgido de la Revolución francesa” como lo que fue y no desde “un esfuerzo vacuo y antihistórico por hacerlo desaparecer”. “Se trata de saber adaptarse teniendo claros los límites del propio trabajo”, que en su caso “venían dictados por exigencias doctrinales esenciales”. Es la línea de la realpolitik, la diplomacia basada en las circunstancias reales y no en nociones ideológicas, que después han seguido muchos otros secretarios de Estado, entre ellos Eugenio Pacelli (futuro Pío XII) y Agostino Casaroli.
El actual secretario de Estado vaticano esbozó más pasajes significativos de la biografía del cardenal romano, que fue dos veces secretario de Estado, entre los años 1800 y 1806 y de 1814 a 1823. “La interrupción –señaló el cardenal– se debió al capricho del emperador Napoleón, quien, debido a la información inadecuada de su embajador en Roma, el cardenal Joseph Fesch, consideró a Consalvi verdadero responsable del distanciamiento entre las cortes de París y Roma; en este caso, lo consideró culpable de la falta de voluntad del Papa de acatar la política exterior francesa”.
Parolin afirmó que la figura del cardenal Consalvi ha estado presente desde los primeros momentos de su carrera diplomática. De hecho, explicó, en la Academia Eclesiástica de Piazza della Minerva, el lugar donde se formaban los diplomáticos papales para su futuro trabajo y donde estudió el propio Consalvi, se conserva uno de los pocos retratos del cardenal.
Reposicionó a la Santa Sede en la dinámica internacional
El nombre de Consalvi –prosiguió explicando el cardenal– es sinónimo de una determinada forma de hacer diplomacia. De hecho, fue capaz de negociar con el primer cónsul, Napoleón Bonaparte, para asegurar la pacificación religiosa de Francia mediante el concordato de 1801. Resistió al emperador Napoleón, quien quiso frenar la autonomía de la política exterior papal en 1806. Se alineó en torno a las prerrogativas papales sobre la nulidad de la boda imperial en 1810 hasta el punto de perder los atributos externos del cardenalato (el color rojo) y quedar reducido a “cardenal negro”.
Además reposicionó a la Santa Sede en la dinámica internacional gracias a su labor en el Congreso de Viena (1814-1815), hasta el punto de ver al papado como participante activo en la era de la diplomacia multilateral de los Congresos internacionales de la Restauración de Verona a Liubliana, y relanzó –prosiguió recordando el cardenal Parolin– con determinación y creatividad la temporada de los concordatos, llegando por primera vez a firmar textos incluso con potencias no católicas.
El “consalvismo” y la escuela de la realpolitik
El cardenal Parolin profundizó en los méritos de lo que la historiografía denomina la “actitud diplomática según la cual hay una primacía de la realidad sobre las expectativas ideales (…) pero teniendo claros los límites de su trabajo, que en el cardenal secretario de Estado venían dictados por exigencias doctrinales esenciales”. Fue precisamente este desafío de la realidad lo que llevó a la diplomacia pontificia a asumir el reto, “sin romanticismos ni idealismos, sino con el esfuerzo de un trabajo continuo, discreto, laborioso y virtuoso”.
Y en esta línea se encuentran otros secretarios de Estado posteriores. Se trata de la escuela de la realpolitik, que en última instancia busca y practica “todas las soluciones posibles para la supervivencia de los catolicismos locales y, si es necesario, para su desarrollo”. Es una diplomacia –concluyó el cardenal Parolin– que sabe adaptarse inteligentemente a los tiempos reconociendo sus peculiaridades, es decir, dando respuestas contingentes a cuestiones contingentes.
VIDEO. Conferencia de presentación de los eventos en homenaje al cardenal Consalvi
Un cardenal diácono
En su intervención, monseñor Paul Richard Gallagher -secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales-, insistió en el papel clave desempeñado por el cardenal Consalvi en la época postnapoleónica y, por tanto, durante el Congreso de Viena de 1814-1815, donde fue “una figura brillante y en su servicio a la Iglesia un hombre capaz de hacer muchos sacrificios para estar al servicio de los Papas”.
Añadió que el éxito de Consalvi y el de la Santa Sede durante el Congreso destacaron en la restitución de los territorios pontificios y la recuperación de muchos bienes artísticos eclesiásticos expoliados por Napoleón. A continuación destaca su condición diaconal: Consalvi no fue ni sacerdote ni obispo, de hecho primero fue cardenal diácono y después secretario de Estado por deseo personal del Papa Pío VII.
Escuela de Consalvi y la actualidad
A la pregunta sobre qué elementos de la diplomacia del cardenal Consalvi son útiles también hoy, monseñor Gallagher subraya la inspiración que puede provenir de su persona para la solución de los problemas actuales. Los tiempos y los retos de entonces son distintos de los de hoy, pero no hay que rendirse aunque las soluciones “parezcan escapársenos”. Consalvi es una figura inspiradora, pero los tiempos han cambiado. Tuvo valor y la capacidad de comprender la visión de los Papas a los que sirvió. La diplomacia sigue teniendo un papel ante los retos actuales y la figura del cardenal Consalvi es un ejemplo de ello, como persona de fe que siguió trabajando al servicio del Papa a pesar de todo, a pesar del “turbulento” periodo histórico.
Mons. Gallagher recordó que “siempre tenemos la tentación de considerar nuestros tiempos como los más difíciles de la historia”. Pero zanjó que los de Consalvi fueron realmente enrevesados. Una época plagada de retos, como la independencia de los Estados americanos. Carmen Alejos Grau, catedrática de la Universidad de Navarra, destacó precisamente el realismo con el que Consalvi los afrontó. Cambió su posición sobre la independencia de los Estados americanos, buscó inmediatamente el diálogo, permitiendo así que las Iglesias locales evitaran el cisma y pudieran florecer.
Fe y dedicación hasta el final
Monseñor Marco Agostini, funcionario de la Secretaría de Estado, anunciador de una película sobre el cardenal en colaboración entre Rai Storia y la Embajada de Italia, y de una gran convención en Viena dedicada a Metternich, ministro austriaco de Asuntos Exteriores, y a Consalvi, habla del cardenal como de un “hombre piadoso y justo”, cuya fe emerge de sus manuscritos, del cuidado con que escribía incansablemente las notas, hasta el punto de que la última nota la escribió sólo doce días antes de su muerte: Las huellas de Dios en la historia son palpables en sus escritos, y al registrar las fechas, recuerda Agostini, la memoria queda sellada, preservada.
LEER. Presentación de los eventos por el bicentenario de la muerte del Card. Consalvi
VIDEO. Ercole Consalvi – El sentido de la Historia (documental)
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Fuentes
Alfa y Omega / Omnes Magazine / Vatican News (2) / Videos: Vatican Media – KTO TV / Foto: Vatican Media