Proceso de canonización para mártires de la UCA

11:00 a.m. | 8 set 23 (AO/ES).- La guerra civil que asoló El Salvador entre 1979 y 1992 dejó un saldo de 75.000 muertos, 8.000 desaparecidos y unos 12.000 heridos. Entre los asesinados se cuentan los llamados mártires de la UCA, la Universidad Centroamericana. Fueron los españoles Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López y Juan Ramón Moreno y el salvadoreño Joaquín López, además de la trabajadora de la UCA, Elba y su hija de 16 años. En un tiempo en que la Iglesia es perseguida en el vecino país de Nicaragua, el anuncio del episcopado salvadoreño nos recuerda un lamentable periodo de represión extrema.

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Un 16 de noviembre de 1989, un pelotón del ejército salvadoreño se presentó en la residencia de los sacerdotes jesuitas. El gobierno de Alfredo Cristiani estaba convencido de que la Universidad era un refugio de guerrilleros. Pero el único crimen que cometieron los jesuitas fue intentar promover un acercamiento entre las partes el conflicto, el Estado salvadoreño y la guerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Los propios jesuitas abrieron la puerta a los militares que la habían intentado forzar. Los soldados tumbaron a los sacerdotes en un patio y los mataron.

Asesinaron al rector, el filósofo y teólogo español Ignacio Ellacuría, y a otros cinco de sus compañeros: Segundo Montes, Juan Ramón Moreno Pardo, Amado López, Joaquín López y López, el vicerrector Ignacio Martín-Baró, así como la cocinera del instituto, Elba Julia Ramos y su hija Celina, de sólo 16 años. Masacrados por ser sospechosos por el gobierno de Alfredo Cristiani de amparar a sus opositores, los jesuitas promovieron en cambio un acercamiento entre el Estado y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), cayendo víctimas de ese clima de persecución, implementado con la eliminación total de enemigos, reales o presuntos, para desalentar cualquier intento de resistencia. “Lucharon por la justicia que nace de la fe”, hasta el martirio.

El arzobispo del San Salvador, José Luis Escobar Alas, ha anunciado durante la Misa dominical en honor al Divino Salvador que la Conferencia Episcopal Salvadoreña ha abierto el proceso de beatificación de los mártires de la UCA dentro de “un grupo de mártires” de la guerra: “Nuestra Conferencia Episcopal ha iniciado el proceso de canonización de un grupo grande de nuestros mártires del conflicto armado que hemos sufrido en el país”.

“Hoy quiero citar de modo especial a uno de estos mártires, me refiero al padre Ignacio Ellacuría”, dijo el arzobispo en su homilía seguido por un aplauso de los fieles. “Me refiero al padre Ignacio Ellacuría quien exactamente 10 días antes de su martirio, es decir, el 6 de noviembre de 1989, recibiendo como rector de la UCA, el premio internacional Alfonso Domingo, en el ayuntamiento de Barcelona, dijo: ‘Solo utópica y esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para intentar, con todos los pueblos y oprimidos del mundo, revertir la historia, subvertirla, y lanzarla a otra dirección’. Son estas profundas palabras que encierran una gran verdad la historia debe revertirse desde los pobres y oprimidos porque son las verdaderas y únicas víctimas de la historia”, añadió Escobar Alas.

En junio, la Fiscalía de El Salvador presentó un escrito formal de acusación contra el expresidente Alfredo Cristiani por “autorizar la masacre de seis padres jesuitas y dos mujeres en el marco de la guerra civil (1989-1992)”, es decir, los mártires de la UCA. Por su parte, la justicia española condenó en 2020 al excoronel y exviceministro de Seguridad Pública de El Salvador Inocente Orlando Montano a 133 años de cárcel por estos asesinatos, sentencia que en 2021 confirmó el Tribunal Supremo.

VIDEO. Documental con un recuento del caso de los mártires de la UCA

Una justicia que nace de la fe, la beatificación de los mártires de la UCA

Grande es el sacrificio pagado por la Iglesia salvadoreña sólo en los últimos cincuenta años de historia, no por casualidad definida por el teólogo Jon Sobrino, que escapó de la masacre de la UCA, como “una Iglesia profética y mártir al servicio de Dios y de la liberación”. Un ejemplo es el padre Rutilio Grande García, que, por denunciar los abusos de la oligarquía gobernante, fue acribillado a balazos en su coche el 12 de marzo de 1977 cuando se dirigía a San José, El Paisnal, para presidir una celebración eucarística preparatoria de la fiesta patronal de San José.

El padre Grande García, beatificado en enero de 2022, fue el iniciador de aquella generación de jesuitas que supo difundir el Evangelio a pesar de un clima hostil y peligroso, pagando su compromiso con la vida. Así monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980 por un sicario de un escuadrón de la muerte mientras celebraba misa en la capilla de un hospital y canonizado posteriormente por el papa Francisco en 2018. Fueron estos hechos sangrientos, que conmocionaron a la opinión pública internacional, los que impulsaron a Ellacuría a comprometerse denodadamente con una Iglesia cercana a los pobres y a los últimos, hasta el punto de compartir su martirio con sus hermanos aquel 16 de noviembre.

Es un compromiso que la Iglesia de El Salvador -guiada por el ejemplo de los muchos hombres del pasado que han sabido iluminar la vida de la comunidad, poniéndose al servicio de los más débiles- continúa todavía hoy, como recordó monseñor Escobar Alas. El obispo abogó por un periodo de reformas inaplazables para el país, que permitan superar las disparidades sociales y económicas entre los ciudadanos. Justicia, salud, educación y, no menos importante, un mayor respeto por el medio ambiente, sometido aún a una explotación minera altamente contaminante, sin olvidar el compromiso “con un sistema de leyes que diga ‘nunca más’ a la corrupción y a la impunidad”.

Entre las urgencias señaladas por Escobar Alas, también erradicar la violencia, modernizar el sistema educativo, con atención a los pueblos originarios que tienen derecho a no perder su cultura e idioma, y mejorar el sistema de pensiones para que se garantice la dignidad de los trabajadores. “Revertir la historia”, por lo tanto, para poner en el centro al hombre y a la solidaridad y no más al capital.

Tojeira sobre proceso de canonización: “Estamos contentos de que se inicie”

El sacerdote jesuita José María Tojeira reaccionó al anuncio de que el sacerdote Ignacio Ellacuría contaba con un proceso de evaluación por la Iglesia para su canonización. “El proceso de beatificación era algo que sabíamos que tarde o temprano se llevaría a cabo. En ese sentido estamos contentos de que se inicie”, reaccionó Tojeira.

¿Qué diría Ellacuría sobre la actual coyuntura nacional?

El Diario de Hoy consultó a Tojeira sobre qué expresaría el sacerdote Ellacuría sobre la coyuntura actual de El Salvador, en tanto a que en el contexto de la guerra civil, los pronunciamientos del exrector de la UCA punzaron a los altos mandos del país; a criterio de Tojeira es difícil de imaginarlo. “Es difícil imaginarlo textualmente. Lo que sí creo es que sería crítico y con una racionalidad y sensibilidad mayor de las que usamos otros”, aseguró.

Según la biografía de Ellacuría, compartida por la UCA, fue “un gran filósofo, pero quizás fue más teólogo que filósofo”. Según destacan, el primero de sus escritos que impactó en la conciencia nacional fue uno de teología titulado “Teología política” fue publicado por el Secretariado Social del Arzobispado de San Salvador en 1973 y traducido a otros idiomas.

“Ellacuría insistió en que el jesuita debía estar bien formado para poder responder eficazmente a los retos de la sociedad y la historia. Promovió y apoyó nuevas experiencias comunitarias y apostólicas entre los estudiantes, entre ellas la de Aguilares, una parroquia rural llevada por Rutilio Grande y un equipo de jesuitas. Al lado de la comunidad parroquial, favoreció la apertura de una comunidad de estudiantes jesuitas, primero de filósofos y luego de teólogos. Experiencias nuevas no significaba irresponsabilidad; debían estar bien preparadas y llevarse bien, con seriedad y profundidad”, señala el texto de la UCA.