Película busca justicia para mártires de El Salvador

8:00 p.m. | 27 abr 22 (DB/RD).- El 16 de noviembre de 1989, en plena guerra civil salvadoreña, fueron asesinados seis sacerdotes jesuitas junto con dos colaboradoras en la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador. Durante el conflicto, la UCA y sus profesores desempeñaron un rol importante en la búsqueda del diálogo y en los avances del acuerdo de paz, que puso fin a un ciclo de violencia que duró más de una década y que causó la muerte de más de 70 mil personas. El gobierno militar apuntó a la guerrilla como los culpables de los asesinatos, sin embargo a través de una testigo se desmintió esa versión y señaló al ejército como los responsables. Una reciente película (“Llegaron de noche”) sobre estos mártires de la UCA, que considera testimonios reales y cercanos, aporta a la búsqueda de exponer la verdad sobre este caso.

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Dice Jesús en el evangelio que “nada hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de saberse y ponerse al descubierto” (Lc 8, 17). Aferrados a esa promesa divina, la Compañía de Jesús y el pueblo salvadoreño llevan más de tres décadas aguardando a que la justicia humana llegue hasta al final y arroje luz sobre uno de los episodios más trágicos en la historia de la orden fundada por Ignacio de Loyola y del pequeño país centroamericano, sumido por entonces en una fratricida guerra civil de doce años (1980-1992) que se cobraría 75.000 vidas y dejaría un número indeterminado de desaparecidos.

Se trata del asesinato, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, de seis jesuitas –los españoles Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y el salvadoreño Joaquín López–, la cocinera de la comunidad, Julia Elba Ramos, y su hija Celina Ramos, en el campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de San Salvador donde los religiosos residían e impartían clases. El 5 de enero de 2022, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador –que en 2020 dictó el cierre del proceso penal y “que no se investigue a los señalados como autores intelectuales de la masacre”– ordenaba que se reabriera el caso. Y el 11 de marzo, hace apenas un par de semanas, el titular del Juzgado Tercero de Paz de San Salvador, José Campos, emitía una orden de busca y captura contra el expresidente Cristiani (1989-1994), decretando su detención tras no comparecer en el juicio.

Caprichos (o no) del destino, lo cierto es que ahora, coincidiendo con estas esperanzadoras noticias, un poderoso vehículo de concienciación como el cine viene a sumarse a ese empeño por saber la verdad y rescatarla de las tinieblas de la impunidad. La película lleva por título “Llegaron de noche”, como los asesinos en aquella fatídica fecha. Al frente del proyecto figura el director Imanol Uribe, un vasco nacido en San Salvador que –aunque con 20 años menos– admite haber llevado “vidas paralelas” con Ignacio Ellacuría, aquel jesuita nacido en Portugalete (España) que acabaría viviendo y muriendo en El Salvador.

“Eran las mejores personas del mundo”, asegura en el enésimo interrogatorio una desesperada Juana Acosta, brillante en el papel de Lucía Barrera de Cerna, la única testigo de los asesinatos de los jesuitas. Sobre este personaje esencial en la historia del ominoso crimen gravita la película de Uribe. A partir de Lucía Barrera, empleada de la UCA, el cineasta monta el filme. Aquella madrugada, ella vio a los asesinos: eran militares. Esto es, cumplían órdenes del gobierno presidido por Alfredo Cristiani, quien quiso hacer creer al mundo entero que los crímenes habían sido obra del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Tal vez hubiera funcionado la mentira, porque El Salvador se desangraba en una espiral de violencia brutal, con balaceras como banda sonora cotidiana, con la muerte campando a sus anchas entre el horror, la miseria y el olvido. Pero Lucía Barrera lo vio todo. Y la película cuenta la odisea que esta mujer, su esposo y su hija tuvieron que vivir por querer contar la verdad. Fue la suya una experiencia traumática: fueron puestos a salvo en Miami, pero lejos de recibir allí la ayuda de EE.UU., vivieron en sus carnes la complicidad existente entre los norteamericanos (FBI mediante) y el gobierno salvadoreño.

Los interrogatorios a los que fueron sometidos llegaron a tales límites de dureza, presión y acoso que, finalmente, provocaron que Lucía reculara y no diera su testimonio. La película hace saltos en el tiempo: de los días de Miami a los previos a los asesinatos. Y a la noche de marras. Porque llegaron de noche, como premonitoriamente había manifestado el padre Ellacuría. “Si vienen de día, serán los guerrilleros; si vienen de noche, será el ejército”, había dicho días antes el entonces rector de la UCA. Acertó de pleno. Fue de noche, casi madrugada. El campus de la universidad católica estaba en silencio, sólo roto por el eco de los disparos, algo habitual en aquellos días de fuego en San Salvador. Los jesuitas se hallaban descansando en sus habitaciones.

La UCA era un remanso de paz, libertad, justicia y defensa de los derechos de los débiles. Y estaba en el punto de mira de quienes libraban aquella guerra. De todos. Ellacuría salió de su habitación, y al cabo se le unieron los demás. Ellacuría mantuvo la calma. Trató de hablar con quienes habían invadido el campus, que eran muchos y vestían ropas militares. No hubo nada que hacer: fueron obligados a salir al jardín y a arrodillarse. Es una de las imágenes más impactantes de la película: allí, de rodillas, mirándose unos a otros, los jesuitas rezan el padrenuestro al unísono antes de que los disparos los silencien para siempre. Los asesinos no sabían que a pocos metros de allí, en otras dependencias, se alojaba Lucía con su esposo y la hija de ambos.

Más de treinta años después, en 2020, la Audiencia Nacional (corte española, cinco de los jesuitas asesinados tenían nacionalidad española) condenó al excoronel Inocente Orlando Montano, a la sazón ex viceministro de Seguridad de El Salvador, a la pena de 133 años, 4 meses y 5 días de prisión al considerarlo responsable del diseño y ejecución del violento plan para acabar con los jesuitas. La sentencia consideró probado que los asesinatos fue urdidos, planeados, acordados y ordenados por los miembros del Alto Mando de las Fuerzas Armadas, órgano al que pertenecía y del que formaba parte Montano, “quien participó en la decisión y junto a otros cuatro miembros de dicho Alto Mando, transmitió la orden de realizar las ejecuciones”.

Esta sentencia fue ratificada por el Tribunal Supremo el año pasado, desestimando así el recurso presentado por la defensa del acusado. “Al ver amenazada su situación de poder y de control ante la ofensiva desarrollada en noviembre de 1989 por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FLMN), el Alto Mando decidió ejecutar a Ignacio Ellacuría, rector de la Universidad y quien de forma más intensa intentaba llevar a las dos partes en conflicto a la paz, mediante el diálogo y la negociación. Siguiendo un plan preconcebido, dieron la orden directa, personal y ejecutiva al coronel Guillermo Benavides -único condenado en El Salvador- de ejecutar al jesuita ‘sin dejar testigos vivos de ello’, y pusieron bajo su mando a cuarenta soldados del batallón de élite Atlacatl, entrenados por el ejército de los Estados Unidos”. Fue, subrayó el Supremo, una decisión “tan grave” como la de “ejecutar con el propio instrumento de seguridad del Estado”, es decir, se adoptó “desde el poder establecido y utilizando ‘las armas del poder’ frente a unas víctimas absolutamente indefensas a las que matan por unos teóricos ideales que tenían, y/o relacionándolos con movimientos de resistencia pública” y que “nada pudieron hacer para defenderse”.

Crítica: Llegaron de noche”, la película sobre los mártires de la UCA

En la estela del mejor cine al estilo “Missing” (1982) de Costa-Gavras, y con la inspiración del testimonio de “De dioses y hombres” (2010) de Xavier Beauvois, Imanol Uribe se implica personalmente, de origen salvadoreño vivió los asesinatos como algo próximo. Algo así ya había hecho al abordar como pionero la violencia de ETA en plena eclosión en “La muerte de Mikel” (1984) o en “Días contados” (1994). Pero su compromiso se asienta en una rigurosa documentación, cuatro años de trabajo de investigación sobre los hechos, que nos va suministrando como una intriga donde el espectador va descubriendo los implicados escondidos y el itinerario de los personajes sometidos a fuerzas ocultas con la única arma de su coraje.

El guion de Daniel Cebrián es uno de los fuertes del film, en distintas capas temporales y escenarios diversos, se centra en Lucía, la única superviviente que vio salir a los militares tras la matanza. Y ese momento cambió su vida y la de su familia en la realidad y hasta ahora mismo. En la ficción es interpretada por la colombo-española Juana Acosta que cambia el registro intenso habitual por un personaje contenido y frágil, pero a la vez fiel y luchador. Karra Elejalde se va creyendo poco a poco el difícil papel de Ignacio Ellacuría. Mientras que Carmelo Gómez presenta con convicción al padre provincial Tojeira como un elemento clave de esclarecimiento. La presencia del jesuita Tipton, un genio irlandés, de la mano de Ben Temple, muestra como la rotundidad es necesaria para defender a las víctimas.

La complejidad de la situación es descrita con esmero para ubicar el posicionamiento de los jesuitas en aquel momento en que la guerrilla lucha en las calles con el ejército. En medio de las armas que matan, aquella comunidad académica y creyente toma posición con el pueblo empobrecido, desde las razones y la posibilidad del diálogo, pero aquello se convierte en una senda mortal. Resalta el film la convicción creyente a la vez que el compromiso popular, así como la comunidad de contraste y discernimiento en las diferencias. No cae en la tentación de mostrar héroes, sino únicamente personas convencidas y coherentes, sin ninguna capacidad de defensa armada, pero dispuestas a permanecer.

Los personajes llegan a emocionar, no solo por su vulnerabilidad sino por la fuerza de sus convicciones. En este sentido, la afirmación de la fe y la oración se resaltan como fuente de confianza y audacia. El film de Uribe es un digno sucesor del “Romero” (1989) de John Duigan. La única diferencia es que el del santo de América Latina se filmó el mismo año de la matanza de los jesuitas de la UCA y ahora casi seguimos igual. “Llegaron de noche” es un testimonio imprescindible y urgente para comprender no solo el pasado sino también el presente. Y para los que tenemos de convicciones y fe, su visión indispensable.

Rodada entre España y Colombia, más allá de su trasfondo político y social, es una historia de personajes, de su lucha por la verdad y la justicia en un país en guerra y de su afán por superar ese momento de horror. El guion cuenta con el visto bueno de la Compañía de Jesús, que ha asesorado en los últimos meses a los productores. “Tomamos la idea de Uribe de hacer esta película con una gran ilusión –subraya el Superior provincial de los Jesuitas de España, Antonio España-. Lo importante del proyecto es que nos invita a tener memoria. A no caer en el olvido de lo que ocurrió en 1989 y de lo que ha estado ocurriendo en muchos lugares de Latinoamérica y Centroamérica que es la vivencia persistente de la injusticia y la violencia y que todavía hoy, la Compañía de Jesús trata de responder a través de las instituciones que tiene en esos países”.

Información seguimiento al caso de los mártires de la UCA (como cronología, últimos 5 años)
Antecedente en Buena Voz Noticias
Fuentes

Diario de Burgos / Religión Digital / Agencia Fides / Revista Vida Nueva / Foto: Camila Trejos

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Buena Voz

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