“¿Sacerdotes mujeres? en la Iglesia antes se reían, ahora escuchan”
9:00 a.m. | 30 abr 22 (VN/PPC).- La joven teóloga y periodista Jacqueline Straub (32 años) sueña con ser sacerdote. Así lo comparte en su primer libro en castellano “Joven, católica y mujer. Por qué quiero ser sacerdote”. Y ahora no lo ve imposible en el seno de la Iglesia católica: “Cuando hace doce años dije por primera vez que quería ser sacerdote, algunos se reían, pero ahora noto que sí me escuchan. Creo que las cosas empiezan a moverse y no estoy sola… Jesús no pondría obstáculos al llamado vocacional de sus fieles”, comentó la teóloga germana, considerada una de las pensadoras más influyentes de Europa, en un reciente seminario organizado por la editorial PPC, que además difundió un adelanto editorial de la nueva publicación.
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La Editorial PPC España ha iniciado un nuevo espacio denominado Foros PPC, y en su primera edición presentó a la periodista y teóloga alemana Jacqueline Straub de 32 años, casada y embarazada de su primer hijo. Estudió teología en Friburgo de Brisgovia (Alemania), Friburgo (Suiza) y Lucerna (Suiza). Desde el 2011, Straub ha proclamado públicamente su vocación sacerdotal y suele aparecer en los medios de comunicación. El encuentro organizado por la editorial PPC fue moderado por Cristina Inogés, de la Comisión Metodológica del Sínodo de la Sinodalidad. En el coloquio también tomaron parte Carmen Picó, de la Asociación de Teólogas Españolas y el redentorista Marciano Vidal, moralista de referencia.
Jacqueline Straub nació en 1990 en Sigmaringen (Alemania). A sus 32 años, ya cuenta con algunos reconocimientos en su haber como el hecho de que la BBC la incluyera en 2018 como una de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes del mundo. Para muchos es un referente en la lucha por una mayor igualdad de mujeres y hombres en la Iglesia como muestra continuamente en sus escritos y en sus redes sociales.
Durante su intervención, Straub no dudó en compartir las dificultades que encontró al descubrir su llamada al ministerio ordenado: “He tenido escuchar que me admitirían en un seminario si fuera hombre. Es una injusticia que estoy sufriendo como mujer, pero cuando lo llevo a la oración, Dios me da fuerzas para seguir adelante”. Aun así, no ha tirado la toalla. “Pronto me vino la idea de que sería más fácil hacerme protestante y un cura me dijo que si me convertía no tendría que pasar por el calvario que me supondría iniciar este camino en la Iglesia católica”, comentó Straub sobre una vocación que nació desde su servicio al altar como monaguilla.
“Quiero seguir en la Iglesia católica y me siento parte de la Iglesia católica. Tengo una fe muy fuerte. Aun así, siento a veces ira ante mi lucha, porque siento que no se comprende mi vocación”, reiteró, que ahondó en los respaldos que ha recibido recientemente: “Hay un obispo que realmente entiende mi vocación y que desea que pueda llegar a ser sacerdote”.
“Jesús dejaría acceder a los cargos y a la vocación a la que han salido llamadas la mitad de sus fieles”, defendió esta periodista germana, considerada por la BBC una de las pensadores más influyentes de Europa: “Esto no quiere decir que todas las mujeres sean sacerdotes, pero sí se tiene que reconocer la opción si lo sienten así. Para mí no es suficiente el diaconado, quiero celebrar la eucaristía, confesar”.
Derecho del bautismo
“A nadie hubiese sorprendido este proceso vocacional si en lugar de haberlo firmado Jacqueline, lo firmara Jack”, comentó Inogés al reflexionar sobre el libro de Jacqueline: “Ella vive como un derecho que lo da el bautismo y expresa desde ahí todo su camino para una vocación sacerdotal”. Al hilo, la teóloga aragonesa, que se vio obligada a estudiar su carrera en una facultad protestante solo por el hecho de ser mujer y laica, lamentó que las mujeres todavía continúen siendo en muchos espacios eclesiales “como de segunda clase”. Carmen Picó aseveró que “las mujeres nos sentimos Iglesia”, pero “estudiamos teología cuando podemos y nos dejan”. Con este punto de partida, reivindicó la necesidad de “acabar con la esta injusticia”.
Marciano Vidal eligió el libro de Jacqueline, por considerar que “no solo es una exposición seria, sino fácil de leer, algo no habitual en los libros alemanes de teología”. “Gracias, porque en tu obra y en tu vida tienes dos actitudes previas que aprecio: no acrecientas el conflicto, sino que apelas a la esperanza”, elogió, toda vez que le animó a “no abandonar la lucha, trabajar en conjunto con toda la Iglesia y tener resiliencia”. A partir de ahí, el religioso redentorista planteó que “hay que feminizar la Iglesia, porque es muy masculina”. Desde ahí, aseveró que “es posible un ministerio ordenado de la mujer”.
Desde su conocimiento del magisterio eclesial, subrayó que “nadie me ha convencido de que la mujer no pueda ser sacerdote en la Iglesia católica”. Tras analizar la cuestión desde la teología moral, Vidal apuntó que “solo he encontrado únicamente dos razones que la impedían: por impureza ritual y por ser considerada un peligro moral”. “Son razones que no tienen inconsistencia ninguna desde el punto de vista moral”, sentenció.
Camino Sinodal
“Tú no serás sacerdote mientras no haya sacerdotes casados, mientras no haya igualdad en la Iglesia, mientras no sean los cargos eclesiásticos elegidos también con participación de los fieles. No quieras ser tú la única, debes ir con todos los demás”, apuntó el teólogo defendiendo el Camino Sinodal alemán. “Eso sí, que tu deseo no se haga realidad en 2040, porque yo no lo veré. Que sea antes”, bromeó.
“Las mujeres son mayoría en la Iglesia. Sin ellas, nuestras comunidades cristianas estarían prácticamente muertas”, compartió el gerente editorial de PPC, Javier Navarro, que subrayó el compromiso del sello religioso con “el aire fresco del Concilio Vaticano II” que lleva consigo “impulsar la presencia de la mujer en la Iglesia”.
Adelanto editorial: “Joven, católica y mujer. Por qué quiero ser sacerdote”
Llamada a ser mujer sacerdote: pero ¿es eso posible?
Siento firmemente que Dios me ha llamado a ser sacerdote en la Iglesia católica romana. No se trata de una mera corazonada y no es un sentimiento limitado a un único instante en el tiempo. Es más bien un proceso lento en el que sientes, una y otra vez, que estás siendo llamado. A veces puede ser aterrador, porque no sabes si estás a la altura de la tarea. Al principio percibes un sentimiento que te dice que le digas sí al ministerio sacerdotal. Para obtener una aclaración en esta “fase inicial” es de suma importancia reflexionar sobre la vida sacerdotal. Yo oré mucho y hablé con amigos, con mi familia y con personas de mi parroquia en las que confiaba.
Todo aquel que se haya sentido llamado sabe lo difícil que es expresarlo con palabras, porque las palabras nunca podrán manifestar el alcance completo de lo que se está sintiendo. El comienzo de una vocación es un momento muy privado, íntimo, entre Dios y la persona a la que llama. De ese modo comienza a crecer el anhelo por la vida sacerdotal. Hoy puedo decir abiertamente y con sinceridad que estoy llamada a ser sacerdote en la Iglesia católica romana. Con frecuencia me planteé si mi vocación podía encontrar otra manifestación en algún otro servicio dentro de la Iglesia. Pero Dios me llevaba reiteradamente de vuelta a mi destino como sacerdote.
Una segunda señal de la verdadera vocación es la poderosa motivación para servir y el deseo de estar ahí para los demás. Además, tiene que haber un deseo de ponerte al servicio de Dios y de poner tus deseos por detrás de los de Dios. Porque un sacerdote se ordena para los demás y nunca para sí mismo (o para sí misma). Ser llamado significa entrar al servicio de los demás. Si alguien quiere ser sacerdote para ganarse la estima de su familia o para adquirir una posición bien reconocida, respetada o de autoridad, o si alguien se hace sacerdote porque su familia le insiste para que se case y quiere escapar de esa presión, no se trata de un motivo legítimo.
Un tercer criterio que puedes usar para valorar tu vocación es tu aptitud para el ministerio sacerdotal. En este ámbito, los estudios universitarios de teología, al igual que tu habilidad personal para inspirar entusiasmo por la fe en los demás, juega un importante papel. Una persona que no se lleva bien con los demás difícilmente podrá servir bien como sacerdote, dado que su tarea consiste en estar ahí para los demás y en cuidar de ellos. Otra consideración acerca de la vocación es que otras personas la confirmen. Es posible que tan solo te estés imaginando que te has sentido llamado, y necesitarás que otros confirmen la autenticidad de tu vocación.
Reconocer el llamado
Sé que he sido llamada a algo que hasta ahora no ha sido posible. Pero eso me motiva a defenderlo. Siento el anhelo de administrar los sacramentos y de estar en pie en el altar como una mujer sacerdote de la Iglesia católica romana. Si sientes una vocación sacerdotal, no te sientes en primer lugar llamado a dirigir una parroquia, sino a servir en la Iglesia: a administrar los sacramentos y a fortalecer la fe de la gente. Por medio del diálogo y de la oración cada uno debe averiguar si su vocación está relacionada con el ministerio sacerdotal o con otro ministerio dentro de la Iglesia. No soy la única mujer que se siente llamada a ser sacerdote en la Iglesia católica romana. Por tanto, mi lucha no es aislada ni es en vano. Sé que Dios me ha encomendado la tarea de defender una renovación de la Iglesia católica romana. No soy especial. Después de todo, soy tan solo una de siete mil millones de personas aquí en nuestro planeta. Pero mi sueño puede parecer especial.
Cuando era adolescente, pensaba que era “solo” una entusiasta de Jesucristo. Pero poco a poco fui dándome cuenta de que había algo más en juego. Era un ardor por el ministerio sacerdotal. No solo tenía el deseo de predicar, de celebrar la eucaristía, de bautizar niños, de escuchar en confesión, de celebrar matrimonios y de dar la unción de enfermos, sino que me sentía llamada a hacerlo. ¿Es presuntuoso pensar algo así y hablar sobre ello? No lo creo. Dios me ha dado algo grande. Aunque, en las circunstancias actuales, no puedo cumplir del todo mi vocación, al menos tengo la oportunidad de hacer todo lo posible para que sea una realidad.
¿Llamada a hacer qué?
Si una mujer se siente llamada al sacerdocio, no debería rechazar la llamada de Dios. Las mujeres no tienen por qué esconderse. Dios nos ha dado voz para hablar. Y debemos hablar en voz alta y con valentía, como hizo Jesucristo. Sabemos que la llamada procede de Dios, no de otras personas. Es un error decir que la vocación de un hombre es válida, pero que la de una mujer no lo es. La Sagrada Escritura lo dice claramente: “No hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”… (click aquí para leer el adelanto completo).
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Fuentes:
Revista Vida Nueva (2) / Editorial PPC / Foto: DPA – Felix Kästle